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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

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Tus maestros son los que estuvieron allí antes que tú


Para todo efecto de vida siempre buscamos maestros que nos permitan entender las cosas y hacerlas mejor. Nuestra naturaleza nos exige evitar errores, eludir malas experiencias y facilitar procesos. Necesitamos guía y consejo para caminar los senderos de la vida.

Buscamos estos maestros en aulas y libros, en autoridades que no conocemos y en referentes cercanos. Acumulamos el conocimiento disponible, trazamos ruta y caminamos hacia las metas que fijamos.

Visualizamos un futuro que siempre debe ser mejor que el presente. Anhelamos un mañana “diferente”. Todo parece justificarse en lo que llega por delante, en ése fin que justifica los medios, en el futuro que redime.

Pocas veces reconocemos que los maestros, las enseñanzas y las experiencias que necesitamos para nuestros propósitos, pueden encontrarse atrás. Justamente en ése pasado que a veces se menosprecia y que siempre se quiere cambiar, por un sentido mal entendido de “superación”

Subestimamos el valor de los antecedentes, magnificamos circunstancias e idealizamos nuestra capacidad de inventar el futuro. Interpretamos mal ese consejo del “no importa de dónde vienes sino adónde vas”.

Mal, porque la verdad es que esto último sí importa, y mucho. El pasado siempre condiciona la construcción del presente y futuro. Y lo hace en todo caso para bien, pusto que quién capitaliza las experiencias pasadas, evita errores y replica aciertos.

Todos pagaríamos cualquier precio por conocer el futuro, pero poco hacemos para entender y apreciar el pasado, sea éste cercano o remoto.

Hay una idea errada de que el progreso y la evolución están esencialmente reñidos con lo precedente. Se cree, casi  dogmáticamente, que el porvenir se construye a partir del hoy y no del ayer.

Nos gusta suponer que esa persona que nos antecedió en el puesto de trabajo en realidad solo justifica nuestra presencia. Que él o ella es solo parte de la memoria, y que está allí para ser superada y resaltar el trabajo actual.

Nos vemos como protagonistas de la evolución y el inicio de la historia.

Bajo ese criterio percibimos a padres, abuelos, gobernantes, dirigentes y fundadores. A parientes mayores, antiguos colegas, profesores y otras referencias del ayer. Creemos que todos ellos son como una versión de “Windows 1” que poco aporta al aprendizaje y entendimiento del futuro.

Pero esta forma de pensar no es solo absurda, también es tremendamente ingenua. Porque es precisamente en el pasado donde se encuentran los maestros que se necesitan para consolidar el porvenir.

Harry S. Truman, el 33vo presidente de los Estados Unidos, fue posiblemente la única persona que llegó a ese puesto sin pensar, ni remotamente, en la probabilidad de hacerlo. Fue elegido sorpresivamente como compañero de fórmula del mítico Franklin Delano Roosevelt para su última campaña electoral. Y dado que éste murió poco después de asumir el mando, Truman lo sucedió.

Pocos pensaron que “el bueno de Harry” pudiera tener éxito en las funciones. Era una persona demasiado común y corriente para enfrentar los desafíos del cargo más complejo del planeta.

Pero esa sencillez de Truman le permitía apreciar cosas que el pensamiento político convencional no dejaba ver a otros. Entre ellas, el hecho de que los maestros que podían enseñarle lo que se tenía que hacer, no se encontraban necesariamente en medio de quienes lo rodeaban, más bien entre los que estuvieron allí antes que él.

Truman creía firmemente que para visualizar el futuro se tenía que conocer la historia. Y él la estudiaba con voracidad.

“Si un hombre está familiarizado con lo que otras personas han experimentado en este escritorio”, decía sentado en la Oficina Oval, “le será más fácil procesar una experiencia similar. Es la ignorancia lo que causa la mayoría de errores”.

Él vivió de acuerdo con estas palabras. Antes de comenzar a trabajar en el Comité Truman encargado de la supervisión de los gastos de defensa durante la Segunda Guerra Mundial, fue a la Biblioteca del Congreso para investigar los errores de un programa similar durante la Guerra Civil.

Antes de despedir al general MacArthur, una de las decisiones más difíciles de su presidencia, le pidió a un miembro de su personal que preparara un informe sobre la forma en que Lincoln manejó el despido del general McClellan.

Sus mejores maestros eran los que estuvieron allí antes que él. Buenas y malas decisiones ya habían sido experimentadas por otros.

Las fechas evidentemente cambian, pero la historia se repite. Siempre ha sido así.

Por eso, el error número uno que puede cometer un líder es renegar del pasado. Y el segundo, asumir que la historia comienza con él. Lo primero es una necedad y lo segundo soberbia. Y estos dos elementos son vías expeditas al fracaso.

Si algún acto o decisión tomada en el pasado fue un error, el presente otorga la posibilidad del remedio. Si por el contrario lo obrado fue acertado, el presente permite replicarlo. Remediando errores y replicando aciertos se alcanza más fácilmente la victoria.

Quién reniega del pasado se somete a circunstancias y eventualidades, y quién se asume como el inicio de la historia, se convierte en un maestro sin alumnos, o en un alumno sin maestros, que es peor.

Sucede que el pasado es una fuente poderosa de energía, y en ningún caso debe entenderse como algo muerto y enterrado.

Esa energía puede impulsar, transformar o aplastar. La persona inteligente la utiliza para lo primero o lo segundo, nunca lo último.

Desde un estado indispensable de humildad, tenemos que aprender a reconocer que solo somos eslabones de una cadena de tiempo y eventos. Si un eslabón se ajusta bien al que lo precede, tiene fortaleza para soportar al próximo. De lo contrario solo se forma una cadena débil.

Recordemos la fórmula: remediar errores y replicar aciertos.

Esto se consigue de mejor manera tomando como maestros a los que antes estuvieron allí. Si lo hicieron bien, pues a replicar e incrementar el éxito. Si lo hicieron mal, a corregir y cambiar.

¿Quiere tener una buena vida? Aprenda de sus padres y abuelos. No reniegue de ellos, aprenda.

¿Quiere hacer un buen trabajo en la función que desempeña? Aprenda de los que estuvieron en ese puesto antes que usted. No los desacredite ni juzgue con ligereza. Aprenda de ellos.

¿Quiere entender lo que sucederá en el futuro? Analice el pasado.

¿Quiere visualizar lo que el porvenir le depara al mundo? Estudie la historia.

Entre todos los maestros, no hay uno mejor que el pasado.

Fuente: https://elstrategos.com/maestros/

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