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We live in a world of dramatic and unpredictable change that is wiping out time-honored businesses and long-standing institutions while ushering in unprecedented opportunities for creative individuals and entrepreneurial organizations. The job is no longer figuring out how to win at the game of work and life; the job is figuring out the new rules of the game. Alan M. Webber's Rules of Thumb is a guide for individuals in every walk of life who want to make sense out of these confusing, challenging, and compelling times. If you're looking for practical advice on how to win at work without losing your self, if you want to change your life to meet the challenge of change, or if you want to learn from some of the world's most interesting and creative people, let Alan M. Webber take you on a remarkable journey toward greater personal understanding and, ultimately, greater personal success. About the Author:Alan M. Webber is the cofounding editor of Fast Company, and was the editorial director and managing editor of the Harvard Business Review. He's worked in federal, state, and local government, writing speeches and focusing on innovative policy initiatives. He's married to Frances Diemoz, an architect and furniture maker; his son and daughter, Adam and Amanda, are his two favorite children in the world.
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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

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Lo que no me gusta de USA es que se trabaja mucho

 


Cuando te reúnes con alguien que ha dejado su tierra en América Latina, y empiezas a preguntarle, cómo le ha ido, cómo se siente en los Estados Unidos de América, lo más probable es que te diga que todo lo encuentra mejor que en su país de origen; pero solamente una cosa no le gusta y te exclama: ¡lo malo es que aquí hay que trabajar como un burro! Luego se escucha al interlocutor, sin hacer un breve análisis o simple reflexión y preguntarse: ¿Será que a esta persona la tienen esclavizada y ni siquiera le pagan algo, y por qué no lo denuncia ante las autoridades policiales? No, la actitud es responder: ¡Ajá, es verdad, estoy de acuerdo contigo, aquí se trabaja demasiado! Y, más adelante empiezan los chistes, sí, los mismos que encontramos en las redes sociales.


Hay un principio del capitalismo que reza: «el patrono compra tu tiempo de trabajo», así que, no vayas a pretender flojear en tu lugar de labores, ya que, «ese tiempo no te pertenece a ti, sino a tu empleador». Tal vez en América Latina se acostumbra a perder el tiempo en actividades que no se corresponden con la paga que se recibe y al trabajar en USA, piensan que están siendo explotados y no, lo que sucede es que, solamente están conociendo el verdadero deber del trabajo bien cumplido.


La otra impresión de donde se puede sacar una falsa conclusión, es la relación entre salario y costo de vida. Por lo general, históricamente el Latinoamericano ha pretendido vivir una existencia de bajo costo, esto es, dejar aspiraciones y ambiciones materiales a un lado, en la mayoría de los casos influido por creencias y prácticas de la iglesia Católica, que enseñaba entre sus acólitos que amar las riquezas era pecado, y por consiguiente el infierno sería su destino final.


Lo que se nota en la realidad cotidiana es que quienes trabajan para vivir el día a día, sólo para pagar las cuentas, sin esperanza de un futuro ligado al ahorro y la inversión, lamentablemente dejarán su trabajo.


Cuando se posee estos parámetros, creencias y patrones arraigados en la psiquis, al comparar la realidad de los países de origen con la realidad socioeconómica norteamericana, resulta, por lo menos para el sujeto que lo piensa, como una sociedad en la cual se siente y al propio tiempo piensa y, finalmente llega a creer, que es un esclavo del trabajo y alguien lo está esclavizando. De allí es donde vendría la opinión falsa y malsana que se repite tanto dentro de la comunidad latina: «Lo que no me gusta de USA es que se trabaja mucho».


Autor: Miguel Ángel Moreno Villarroel


El Poder Transformador de la Lectura

 


Se me vino a la cabeza la idea de dejar plasmado mediante la escritura, lo que produce la actividad lectora dentro de la vida de los seres humanos, quienes somos hasta estos momentos los únicos seres vivos que contamos con esta capacidad natural; haciendo a un lado a los adminículos creados por el hombre para que le sustituyan en esta tarea como: lectores de códigos, lectores de huellas y rostros etc.


Hay quienes opinan que la lectura: crea mayor vocabulario; crea habilidades de expresión oral; vinculan al hombre con su entorno y mejora su entendimiento de este; ayuda a la captación de conocimientos de primera mano; ayuda a mejorar el idioma en que se lee y la memoria; crea mejores lazos humanísticos y empatía social con nuestros semejantes. Hay quienes aseguran que el leer transforma beneficiosamente la estructura del cerebro, es decir que genera cambios orgánicos relevantes en la conformación de la materia gris; ya lo decía el científico francés Jean Baptiste de Lamarck que, los órganos se adquieren o se pierden como consecuencia del uso o desuso.


En relación a su vinculación con la expresión oral o escrita, tengo que decir que la experiencia que me ha tocado vivir y observar de primera mano, dice que: efectivamente, quien más ha leído puede afrontar los retos que trae consigo tanto la exposiciones orales y públicas, así como, la redacción mejor acabadas de textos de diferentes índoles y géneros. De lo anterior puedo decir que cada vez que veo en las redes sociales la promoción de cursos para enseñar escritura creativa, dejando a entender como promesa que enseñarán a los concursantes a escribir el género de novela, cuento, ensayo y quién sabe cuántas cosas más, les dejo como comentario: «es inútil, quien no ha leído nunca en su vida, no puede ni podrá escribir». No sé si esta lapidaria sentencia les cae mal o no; pero es lo que mi realidad y experiencia me dictan.


En lo que atañe al desarrollo vigoroso del lenguaje hablado, recientemente me tocó vivir de cerca el episodio que viviera una buena amiga, quien hoy en día tiene alrededor de un año leyendo el género de novelas, y más específicamente la romántica. Esta lectora me dijo que su hijo y luego una sobrina, por separado, al verla dejando una nota de voz en su teléfono móvil, le expresaron su asombro al decirle: ¡Ajá, pero si hablas diferente, como con más propiedad y seguridad! Luego, en una oportunidad, vi a la misma persona dejando una nota de voz y, la diferencia era lo pausado que hablaba, y la búsqueda del término más apropiado para lo que quería significar.


Entonces, concluyendo, puedo afirmar: por eso es que no me quedan dudas del poder transformador de la lectura.



Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel