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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

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La importancia de la CELEBRACIÓN.

 


Estamos acostumbrados a procesar el dolor y el sufrimiento, pero poco entendemos el valor que tiene la celebración. Casi tan poco como lo que significa el propio agradecimiento. Aunque los seres humanos tenemos una tendencia biológica al optimismo (sin la que sería imposible la evolución), somos funcionalmente fatalistas.

Racionalizamos mucho la celebración y poco el sufrimiento. Tenemos una mente cauta y conservadora para celebrar algo y pródiga en la consideración del dolor. Y ésta lógica no ayuda, por supuesto, a extraer lo mejor que ofrece la vida.

¡Hay que aprender a celebrar las cosas buenas que pasan!

Ésta es la mejor vacuna para procesar las situaciones difíciles que acontecen. Los momentos agradables y los éxitos deben volverse memorables. Esto último quiere decir algo muy simple pero trascendental: definir algo que merece ser recordado o conservado en la memoria.

La vida no es fácil y su convocatoria es clara: se es luchador o víctima, no existe otra categoría. Quién no lucha por extraer de ella lo mejor que tiene, se convierte en una víctima. La existencia nos pone todo a disposición, pero no regala nada, todo debe ser conquistado. El costo que se debe pagar por toda conquista no es solo una constante, es por sobre todo el factor que le otorga valor.

Pero en esta lógica del ser que lucha, hemos olvidado algo fundamental: la prerrogativa que tiene el guerrero para celebrar sus victorias.

Por eso consideramos a menudo que el éxito es más bien una aspiración, una esperanza, un regalo que llega pocas veces. Olvidamos ingenuamente que el éxito nos visita todos los días en diversas formas, con ropaje distinto. A veces envuelto en una manta raída y otras en tela de seda. Menospreciamos nuestras victorias. Y esto tiene origen en algo sutil pero perverso: nuestra mentalidad avara para la celebración.

Los pueblos conmemoran religiosamente las victorias que han obtenido en campos de batalla por su independencia o liberación, pero carecen de referencia para sus victorias personales. Sus triunfos íntimos. El éxito que alcanzan sobre improbabilidades y adversidad.

Somos tan anodinos y miserables con nosotros mismos que evitamos celebrar un matrimonio, la perspectiva de tener un hijo o la fortuna de un buen negocio.

Prevalece en nuestra psiquis el temor a perder lo obtenido y convertir el recuerdo en episodio doloroso. El recuerdo de la pérdida nos provoca nostalgia y tristeza, pocas veces alegría por el privilegio de lo que se ha vivido.

Se celebra con mezquindad un matrimonio porque la mente arremete con pensamientos sombríos de un eventual y remoto divorcio. La celebración por el nacimiento de un hijo se mezcla con inquietudes por la responsabilidad que ello involucra. El éxito de un negocio alerta al subconsciente sobre las probabilidades de que la mala fortuna llegue luego. ¡Somos fatalistas funcionales, pesimistas profesionales!

El recuerdo de las tormentas ocupa de tal manera nuestra memoria que poco espacio otorga a los días de sol. La claridad es visitante esporádico, en tanto la oscuridad es compañera de viaje, incondicional y fiel.

Por esto el arrepentimiento común de todos los que encaran la muerte, está relacionado a lo que no hicieron, pocas veces a lo que efectivamente hicieron, por mucho que esto no hubiera traído bendición.

Solo hay una manera de revertir éste drama: aprendiendo a celebrar todas las cosas buenas que pasan. Sin miedo ni remordimientos. Con todo el derecho del mundo. Haciendo una fiesta o un acto solemne para conmemorar el acontecimiento. La fiesta no tiene porqué ser ése acto que convoca al disipado, y la conmemoración tampoco involucra protocolos, es cuestión, simplemente, de hacer efectiva la celebración. Esta es una necesidad del espíritu humano.

En la medida que se celebren las victorias y los éxitos de cada día, algo trascendental sucederá: la alegría, el gozo y la felicidad tocarán la puerta de cada quién.

Y esto por un hecho determinístico: existen victorias genuinas cada instante de la existencia. Las hay en mayor cantidad que problemas e infortunios. Están allí, solo que permanecen inadvertidas por la resistencia a celebrarlas. Cuando esto sucede, la suma del bien prevalece sobre el infortunio, y la felicidad corona las jornadas.

Pensemos un momento: ¿acaso despertar con vida cada día no es una victoria? ¿Estamos tan confundidos que éste hecho simple y vital se da por descontado? O lo que es peor, ¿acaso se considera algún tipo de derecho?

La vida en sí misma es un motivo de celebración perpetua, porque más allá de ella, apenas alcanza el entendimiento. Tener vida posibilita, incluso, resolver problemas o enfrentar adversidades. ¿Y no es esto algo digno de celebrar?

Recostar la cabeza para reposar en la noche sin dolores físicos y con la perspectiva de un largo descanso, ¿no es algo que se debe celebrar? Habrán días en que ello no será posible (la vida es así), y entonces, ¿no será penoso recordar que las buenas cosas se confundieron absurdamente con rutinas baratas?

Todos tenemos, aun en medio del peor temporal, éxitos y victorias. Están allí. Son la prueba de nuestra entereza, fe, confianza y poder. Pecamos solamente en el hecho de no celebrarlas. El triunfo, por pequeño que parezca, no es el ausente, la celebración lo es.

Y luego, después de la tormenta, la claridad solo se intensifica. Emerge sólida desde ésos destellos de luz que brillaron en las tinieblas, pero ¿qué es lo que hacemos incluso en ésos momentos?: sentimos alivio antes que deseos de celebrar.

¿No es curioso el carácter funcional del ser humano? (porque su naturaleza no es).

Nuestros problemas son problemas, y nuestras victorias razón de alivio. Solo eso. ¿Existe mayor prueba de pobreza de espíritu?

Así como la vida solo convoca luchadores o víctimas, así también hace un llamado a la celebración y al coraje. La primera es indispensable para conmemorar el privilegio de existir y el segundo para prevalecer sobre la adversidad.

¿Quién dice que el guerrero no es un ser feliz? Lo es, ¡absolutamente!, esencialmente porque celebra sus victorias. El néctar del triunfo recorre todas sus venas, dado que bien conoce el sabor amargo del infortunio. Si tiene la obligación de encarar la lucha, entonces tiene el derecho de celebrar la victoria.

Y no olvidemos otro ingrediente vital: ser agradecidos. Éste es el lubricante del éxito, el vino de la celebración.

Si nuestra fe alcanza para entender lo trascendente, agradecimiento para con Dios y sus benignos designios, y si no alcanza, entonces para con nosotros mismos. Agradecimiento, al fin y al cabo. Exposición de humildad y reconocimiento de nuestras intrínsecas limitaciones.

La persona que no agradece todo lo que le sucede en la vida, no entiende de qué se trata la existencia. Porque se coloca en una posición que por naturaleza no tiene, aquella que le hace ver como dueño de su destino y del Universo. Sin embargo, por muy suficiente que se sienta, será incapaz de evitar que la noche caiga al final de cada día o que el sol caliente generosamente su próxima jornada.

Posiblemente el agradecimiento sea, en última instancia, el acto supremo de celebración de la vida.

¡Aprendamos a celebrar las victorias!, todas ellas. Las que suceden cada día. Con bombo y platillo. Aún la persona que se siente tremendamente desgraciada, tiene innumerables motivos para celebrar. Los motivos no faltan, la celebración es la ausente.

¿Nos enseñaron desde niños a superar adversidades?, pues bien, ¡celebremos también eso! Porque si aprendemos ahora a conmemorar la vida, por muchas canas que ya adornen nuestra cabeza, el viaje habrá tenido sentido.


Fuente: https://elstrategos.com/celebracion/

40 pequeños “tips” para ser productivo “a lo grande”

 


En tanto más productivo se desee ser, el conocimiento de pequeñas pautas y orientaciones es más necesario. La productividad se convierte en un asunto complejo cuando se lo aborda con mucho criterio técnico y poco sentido común.

Josh Spector (@jspector) nos presenta un artículo muy interesante sobre el tema y lo hace resumiendo las orientaciones en breves frases. Esto nos sirve para profundizar algunas cosas.

Ser productivo es una consecuencia de entender pequeñas cosas:

1.- Finalizar una sola cosa es más valioso que iniciar 100.-

Recuerde siempre que el trabajo inteligente paga más y mejor que el “trabajo duro”. No solo porque permite alcanzar resultados de calidad, sobretodo porque evita malgastar energía y preserva el rendimiento personal.

2.- Las personas exitosas y las que no lo son, tienen la misma disposición de tiempo en el día.-

La posibilidad de ser productivo radica en la forma que se aprovecha el tiempo disponible. Es un tema de forma, no de fondo. No lo olvide. El tiempo es igual para todos. No hay magia en esto.

3.- El trabajo se expande para llenar el tiempo que se le otorga.-

La disposición adecuada de tiempo para hacer un trabajo, define en última instancia la calidad de éste. Si se maneja adecuadamente la variable tiempo, la calidad del trabajo está garantizada. Esta disposición no solo involucra el aspecto cuantitativo, también el cualitativo. Hay ciertas horas del día en las que deben hacerse ciertas cosas y no otras.

4.- La perfección es la némesis de la productividad.-

En tanto más inclinada a la perfección, menos productiva es una persona. ¡Es así de simple! El perfeccionista es como ése repostero que hace un pastel para que salga perfecto en la foto y olvida que las fotos no son las que se comen.

5.- Si no estás haciendo precisamente eso, entonces no es una prioridad.-

6.- La lista más valiosa de “cosas por hacer” es la que se ha hecho.-

Todo lo demás son buenos deseos y sanas intenciones.

7.- Es más fácil hacer algo cada día que hacerlo “una que otra vez”.-

La experticia se alcanza realizando las cosas repetida y rutinariamente. Las tareas dificultosas se vuelven sencillas por efecto de repetición. En éste sentido, ser productivo es una cuestión de rutina.

8.-  La mitad de las cosas en su “lista por hacer” no deberían estar allí.-

El registro de tareas no garantiza productividad, todo lo contrario. Si no se tiene bien estructurada la lista de pendientes, es solo una “cortina de humo” que anticipa la procrastinación. ¡Si no lo va a hacer, no lo registre!

9.- En tanto más tiempo le tome administrar su sistema de productividad, menos productivo se vuelve.-

Hay muchos consejos y herramientas disponibles por allí para ayudarlo a ser más productivo, pero en tanto su gestión sea compleja es posible que generen mayor perjuicio que beneficio. La productividad es una cuestión conceptual antes que técnica. Responde más a procesos mentales apropiados que a herramientas utilitarias.

10.- ¿Cuál es el secreto de la productividad? Hacer aquello que se está evitando hacer.-

Este consejo no solo contribuye a ser más productivo, también permite superar miedos y frustraciones.

Este tema responde a una forma de pensar, no de hacer:

11.- La duda duplica el tiempo que toma hacer alguna cosa.-

A efectos de productividad es incluso mejor NO hacer algo que tener muchas dudas al respecto. Todo error puede ser enmendado, pero el tiempo no se recupera nunca. La evaluación minuciosa debe preceder a la acción, no debe estar asociada a ella.

12.- Sólo puede ser productivo en tanto tenga claro el resultado que desea producir.-

Si el objetivo no está claro, todos los caminos conducen a cualquier parte.

13.- La productividad es el arte de la sustracción, no de la adición.-

Nunca se trata de hacer más, siempre es cuestión de reducir aquello que no aprovecha.

14.- La productividad requiere destrezas opuestas: la habilidad de prestar atención e ignorar.-

15.- En tanto más decisiones remueva, más progreso tendrá.-

La capacidad de tomar decisiones tiene incomparable valor en la gestión de las cosas en esta vida. En tanto menos decisiones se dejen pendientes, las cosas fluirán. Finalmente importa menos si las cosas fluyen por el cauce correcto o no, puesto que es peor tener el “agua estancada” aguardando que se pudra.

16.- En tanto más haga lo que quiere, más productivo será.-

Mejores cosas alcanzan las personas por disposición que por obligación. Por esto afirmar que la excelencia es una consecuencia del amor, no debe entenderse como poesía.

17.- El propósito no es hacer todo, se trata de hacer aquello que conduzca al propósito.-

18.- La meta no es hacer más, es tener más impacto.-

Esto diferencia a un profesional competente de uno competitivo.

19.- Las decisiones de grupo destruyen la productividad.-

La productividad colectiva solo puede entenderse como la suma de productividades individuales. ¡Nunca lo opuesto! Por esto no funcionan las normas o políticas que pretenden establecer “por decreto” la productividad en las organizaciones.

20.- Nadie puede obligarlo a hacer nada, solo usted mismo.-

La productividad es un tema de responsabilidad hacia uno mismo:

21.- No puede mejorar algo hasta que efectivamente lo haya hecho.-

22.- Toda persona que hace grandes cosas, empieza por ser una persona que hace cosas.-

Pensar en grande no conduce a la grandeza. Solo la pequeña y efectiva acción garantiza la construcción de lo grandioso.

23.- La gente productiva valora más lo que quiere mañana que lo que quiere hoy.-

La mentalidad de corto plazo es uno de los factores que más daño causa a la lucha por propósitos, al espíritu emprendedor y a la buena gestión.

24.- Cada momento es una oportunidad para abandonar o para no hacerlo.-

De la decisión que se tome en éste sentido no solo depende la productividad, también el destino.

25.- El mejor sistema de productividad es hacer el trabajo.-

26.- Para ser productivo debe superar el miedo respecto a cómo será recibido aquello que produce.-

La orientación hacia el proceso y no al resultado es la fórmula que garantiza los grandes logros.

27.- Si no va detrás de aquello que quiere, en realidad no lo quiere.-

28.- Estar ocupado no significa ser productivo.-

Este es un mal de la Sociedad contemporánea. En realidad, es mucho peor estar muy ocupado sin conseguir nada importante, que “trabajar” poco pero ser efectivo.

29.- La centésima vez que haga algo será más productivo que la primera.-

30.- Como bien lo expresa el dicho: “Puede hacer cualquier cosa que quiera, pero sencillamente no puede hacer todo lo que quiera”.-

Es el costo inherente a todas las cosas que se hacen, lo que impide que se pueda hacer todo lo que se desea. Nada se consigue en este mundo sin pagar el costo involucrado, y solamente cuando éste ha sido honrado se alcanzan las metas.

Ser productivo es muy fácil, por eso las personas se complican tanto. Hay siempre ésta idea equivocada de que solo lo complejo paga y distingue:

31.- La divertido es productivo.-

Nada tiene mayor calidad y valor que aquello que se hace placenteramente. Por esto es pobre aquel que desempeña un trabajo que le disgusta.

32.- No tiene que reinventar la rueda, sólo aprender de aquél que la hizo.-

33.- La relación más importante que tiene en su vida es aquella que sostiene con el tiempo.-

Nada existe más valioso que el tiempo en esta vida, y la energía que se disponga para aprovecharlo.

34.- El mejor atajo para ser productivo: diga NO.-

La persona complaciente vive la vida de muchos y carga el trabajo de todos. ¡Aprenda a decir NO! Es el mejor servicio que puede se puede hacer a usted mismo.

35.- La duración de una reunión no necesita ser igual a la disposición de tiempo en su agenda.-

No tener nada que hacer no es una mala señal, todo lo contrario. Es una muestra concreta de productividad. En tanto el “workaholic” sostiene una relación dependiente con las horas extras, la persona productiva ama su tiempo libre.

36.- ¡Nunca tendrá poco por hacer! (si tiene suerte).-

37.- Es SU calendario (no es el de nadie más).-

Si entiende esto, habrá encontrado uno de los significados más valiosos de la vida.

38.- Las personas que hacen más, raramente hacen lo mejor.-

39.- Uno no administra su tiempo, lo dispone. Sea un inversor inteligente.

40.- Leer esto no será nada productivo… en tanto no actúe en consecuencia.


Fuente: https://elstrategos.com/


 

 

El rechazo te califica, no la aceptación

 

Las personas que alcanzan las metas que se proponen no son necesariamente las que conquistan la aceptación de los demás, son aquellas que saben procesar adecuadamente el rechazo y forjan su carácter. La adversidad es la prueba que otorga certificado de calidad a los individuos.

Theodore Roosevelt decía:

“El muchacho que será un gran hombre no debe edificar una mentalidad orientada a superar mil obstáculos, más bien una que le permita vencer mil rechazos y derrotas”.

No es que la vida se encuentre llena de retos y desafíos, en realidad, ella en sí es una historia de conquistas. Toda bendición y beneficio le debe ser arrebatada. Nada, aparte del hecho mismo de existir, llega como un regalo. Luego, ¿cómo puede explicarse que el éxito construya el carácter? Es todo lo contrario: la victoria sobre el rechazo y la derrota define la calidad de las personas.

Vencer obstáculos es una cosa, entender, procesar y superar el rechazo o la derrota es otra completamente distinta. Porque en este caso debe asumirse que el obstáculo no pudo ser superado y la victoria aguarda en otra jornada.

La sabiduría consiste en entender y aceptar las cosas tal como son, no necesariamente como se quisiera que sean. Y el coraje es el estado que permite actuar apropiadamente en consideración de lo anterior. Cuando sabiduría y coraje se juntan para procesar el rechazo y la derrota, se inicia la conquista de lo que se pretende.

Es sencillo interactuar con la victoria, pero hace falta sabiduría y coraje para aceptar la derrota y actuar de manera que el éxito se alcance luego. Y si esto es así, queda claro que quienes triunfan son los seres cuyas virtudes han sido refinadas en la adversidad.

El rechazo duele, por supuesto, pero es una invitación que la vida tiende para el crecimiento. Una convocatoria a la evolución. Si la historia de las personas fuese una suma de consentimientos, éste sería un mundo de niños emocionales, incapaces de interactuar con la realidad. ¡Todo crecimiento llega aparejado de dolor!, pero es necesario para que se adquieran las facultades que la vida demanda.

Todos aquellos que pierden preciosa energía y tiempo “rechazando el rechazo” y doliéndose de la derrota, no solo viven fuera de la realidad, también se debilitan y concluyen siendo presas dóciles del devenir de las cosas y de los demás.

Porque hay que ser honestos en este sentido. Por mucho que se enarbolen banderas de la aspiración que hay por un mundo más inclusivo y solidario, la vida misma se encarga de establecer cargos sobre el individuo débil de carácter. Mucha promesa existe para el desafortunado en algún ámbito en particular, pero ninguna para el incapaz de bregar con el rechazo y la derrota.

Si no existiera el rechazo ¿qué valor tendría la aceptación? Y si el triunfo fuera abundante, ¿cuál sería su precio? Es completamente apropiado que lo bueno sea una excepción, y lo malo un peaje por pagarse para llegar a la victoria.

¡Acepte cualquier tipo de rechazo con buen ánimo, procéselo con ecuanimidad! No se trata de mala fortuna o alguna maldición. Es solo la vida expresándose tal como es. Todos los seres humanos que pueblan el planeta lo experimentan. La forma en que lo procesan es la que los califica y distingue.

Si el rechazo o la derrota obedecen a errores o pecados propios, pues bien, esto sirve para acumular experiencia y hacer un mejor viaje. Y si obedecen al arbitrio de los demás, igualmente bien, porque ayudan a identificar los senderos que deben y no deben tomarse.

El hombre sensato no es indiferente con ése aviso del ordenador que le advierte que el archivo que va a borrar no podrá ser recuperado. Es una alerta que toma en cuenta y agradece. Como alerta, es un rechazo a sus disposiciones iniciales, pero la toma en cuenta con buen ánimo. Es igual con otros rechazos y fracasos en la vida. Son alertas para evaluar el curso que se está tomando.

Si corrige las cosas, el obstáculo será superado, si reniega del rechazo o la derrota, el obstáculo habrá vencido.

La mente humana es compleja, pero totalmente justa. Sus triquiñuelas ante el rechazo o el fracaso son tan dolorosas que pueden doblegar al más pintado, pero son por otra parte manifestaciones que aspiran al bien-estar. El estrés es una respuesta biológica ante las amenazas. Sin él no hubiera sobrevivido la especie. Su gestión en estos tiempos en que ya no existe el tigre, es otra cosa.

Edificar un estado emocional y psicológico que otorgue competencia para surcar las aguas turbulentas de la vida es una imperativa necesidad para cada individuo, pero de aquí a desconocer la omnipresencia y utilidad del rechazo y el fracaso es otra. Lo primero es inteligente, lo segundo una temeraria ingenuidad.

En muchas y distintas formas, todos serán rechazados múltiples veces, en realidad tantas como ambiciosa sea su caminata. Cuantas más aspiraciones tengan, proporcionales serán las frustraciones y fracasos. Hay un solo individuo que no sufrirá, aquél que no haga nada. Éste no perderá nunca, pero es el único al que podrá calificarse como perdedor.

Bien lo decía Roosevelt, el gran hombre (que nada tiene que ver con el género), debe poseer una mentalidad que le permita superar “mil” rechazos y derrotas. En tanto más sean éstas, mayor será él. Luego, ¿qué impide llegar a la grandeza?, simple: “el rechazo al rechazo”, el temor a la derrota. El afán de querer que las cosas sean siempre como uno quiere, y la cobardía para aceptar la realidad tal como es.

¿Huele esto a conformismo o resignación? ¡De ninguna manera! Este es el aroma del espíritu competitivo y del individuo sin “zonas erróneas” que siempre experimenta deleite con la realidad.


Fuente: https://elstrategos.com/


 

 

Compromiso vs “mantener las opciones abiertas”

 

 

La lógica de mantener las “opciones abiertas” (en cualquier caso que se trate), parece una medida inteligente para alcanzar propósitos o evitar fracasos significativos. Sin embargo no es el razonamiento que privilegia el pensador estratégico. El compromiso con personas, objetivos y tareas es el camino que la Estrategia recomienda para triunfar.

Mantener las “opciones abiertas” conduce, en el mejor de los casos a no perder, pero pocas veces otorga la victoria. Ahora bien, ambas cosas no son lo mismo. El hecho de “no perder” nunca tiene la calidad del éxito que representa alcanzar aquello que se quiere.

Por el hecho de interactuar siempre con el conflicto y la adversidad, la Estrategia es un sistema de gobierno que solo reconoce dos medidas para evaluar sus resultados: victoria o derrota, éxito o fracaso. Para ella no existen puntos medios. No hay nada parecido a un triunfo parcial o una derrota “a medias”.

Se podría entender que no todas las cosas en la vida se prestan a esta rigurosa evaluación. Sin embargo lo cierto es que el criterio binario de evaluación de resultados (positivo o negativo), permite ser más honesto con uno mismo y aumenta el bienestar general.

Compromiso, ésa es la forma en que el individuo con mentalidad ganadora se relaciona con sus propósitos.

Es la idea de una obligación contraída la que lo anima e impulsa para alcanzar lo que quiere. Y en tanto existe compromiso, no hay forma de sostener “opciones abiertas”.

En un mundo poblado de gente con visión relativa de todas las cosas, es difícil encontrar personas comprometidas consigo mismas, con sus resultados y los demás. La interpretación equivocada de la competitividad y sobrevivencia, las condiciona a ganar a cualquier costo o a no perder bajo ninguna circunstancia. De allí que “mantener siempre las opciones abiertas” merezca tanta consideración.

Este relativismo en la conducta y evaluación de las cosas genera justificaciones permanentes y mediocridad. En tanto la sabiduría popular considera que “caer siempre de pié” es una medida inteligente, las personas genuinamente satisfechas orientan sus actos en términos de compromiso.

Comprometerse con algo o alguien no es un asunto de capricho u obstinación. Es simplemente la forma de alcanzar con eficacia lo que se quiere.

La persona que ha decidido hacer de la victoria “la única opción”, trabaja conscientemente sus objetivos y el abanico de rutas que lo pueden conducir a su destino. No es afecto a la lógica del “plan B”, más bien considera muchos “plan A” que le garanticen el resultado.

Por último, y esto es posiblemente lo más importante, el pensador estratégico comprometido con la victoria, posee la capacidad de reconocer y aceptar la derrota.

Cuando se afirma que la Estrategia mide sus resultados en términos binarios (éxito o fracaso), no se reniega explícitamente del fracaso. Eso sería absurdo. La derrota siempre es una probabilidad, y como tal tiene específico valor, especialmente por su capacidad de enseñar y evitar futuras equivocaciones.

Las personas que mantienen “sus opciones abiertas” le tienen miedo al fracaso, el individuo comprometido no. Para las primeras el fracaso es un estado, en tanto que para el segundo la eventual derrota es solo parte del proceso que finalmente conduce donde se desea.

Hay quienes consideran la vida como un conjunto de batallas que no se pueden perder, y otros que la ven como una guerra en la que se puede triunfar a pesar de eventuales derrotas.

Esta asociación de la vida con lo bélico no siempre agrada, pero en realidad sirve, y mucho. Porque finalmente la existencia está llena de adversidades, dificultades y sufrimiento. Todo lo bueno se extrae superando las pruebas, y ello solo se consigue con el compromiso de luchar desde el principio hasta el final, celebrando victorias y procesando apropiadamente las derrotas.

Entonces, y como punto de partida, compromiso con la vida.

Obligación contraída con lo que ella significa en todas sus aristas, no solo en las favorables. El individuo sabio es aquel que entiende y acepta las cosas tal como son, no como hubiera querido que sean. El necio, en cambio, pelea con la realidad y mantiene la triste idea que de alguna manera podrá vencerla.

En segundo lugar, compromiso con uno mismo.

Honestidad de espíritu. Pocas cosas hay más tristes que el autoengaño. Porque cualquier persona puede efectivamente perder muchas cosas, pero nunca puede perderse a sí mismo. La persona comprometida con su vida nunca queda en deuda con los demás, porque de su abundancia dispensa para otros.

No hay ninguna manifestación de amor que no tenga su origen en el amor propio. De igual manera, no existe quién pueda comprometerse con los demás (y así mismo mantenga relaciones valiosas), sin estar comprometido consigo mismo. El ser que mantiene “sus opciones abiertas” tiene una consideración muy “porosa” de sí mismo y también de los demás.

Por último, para comprometerse con los resultados que se quieren y no mirar a derecha o izquierda en tanto se alcanza el objetivo, hay que tomar en cuenta algunas cosas:

1.- En tanto el compromiso es con el objetivo, éste tiene que analizarse y evaluarse con cuidado.

A veces se consideran negativamente las acciones que se toman (o incluso se evalúa desfavorablemente uno mismo), cuando en realidad el error se encuentra en el objetivo.

Si las metas no son buenas y razonables, ningún acto virtuoso o compromiso podrá alcanzarlas. Enfocándose en la calidad del objetivo se contribuye en la efectividad del proceso.

2.- La persona comprometida posee una mente estratégica que soluciona contratiempos “clasificando opciones”.

Esta es una manera muy distinta de entender la lógica de lo opcional.

Ciertamente existen muchos caminos para llegar a un objetivo, y la persona comprometida tiene clasificadas las opciones que permitirán hacer ajustes en ruta. De esto se trata trabajar muchos “Plan A” y no un “Plan B”. Este último puede conducir finalmente a otro lugar o estado, en tanto los “Plan A” son distintas rutas que conducen al mismo destino.

3.- Si existe alguna duda, no se establece el compromiso.

Si no está seguro o no tiene convicción del algo, ¡no se comprometa!

De esto se trata ser serio y confiable. La obligación contraída constituye una responsabilidad, no es un acto de suficiencia o una expresión de poder.

Tener la capacidad de decir NO es una particularidad de la gente comprometida. Los diletantes abren puertas que no siempre están en capacidad de cerrar, mantienen “opciones abiertas” por las que pueden “escapar” sin honrar las expectativas ajenas.

Las personas que entienden el valor del compromiso no abundan, pero son exactamente el número de aquellas que pueden certificar genuino éxito en sus vidas.


Fuente: https://elstrategos.com/


 

 

28 lecciones de grandes Mentes Estratégicas de la historia

 


Las mentes estratégicas a lo largo de la historia, no solo aprovecharon la adversidad y el conflicto para hacer prevalecer sus intereses, principalmente consiguieron que ésas situaciones nutrieran su propia sabiduría.

La Estrategia es simplemente eso: la sabiduría acumulada por mentes estratégicas a lo largo de miles de años de historia de relación con problemas, conflictos y adversidad. En tanto es así, seguramente no existe sistema de gobierno más apropiado para navegar las difíciles condiciones de la vida actual.

A continuación se exponen 28 lecciones que enriquecen los procesos mentales del pensador estratégico:

1.- Las mentes estratégicas evitan el “infierno táctico”.-

“Infierno táctico” es ése estado en el que se reacciona constantemente a las demandas y necesidades de otras personas. Y se lo hace esencialmente por impulsos emocionales en lugar de directrices lógicas.

Las mentes estratégicas saben que en un “infierno táctico” uno está obligado a ganar batalla, tras batalla tras batalla, sin final ni beneficio aparente.

El Strategos debe evitar siempre el “infierno táctico” y sustituirlo por el “cielo estratégico”, porque la estrategia obliga a que la mente se eleve por encima del campo de batalla. En lugar de estar en la refriega, ve las cosas desde la distancia, con objetividad y desapego, observando el panorama general.

2.- Planifique todo el camino hasta el final.-

Bien lo dice el poeta francés Jean de La Fontaine: “en todo, hay que considerar el final”.

Antes de tomar la decisión de hacer cualquier cosa, las mentes estratégicas, visualizan completamente el resultado final, y tienen un objetivo claro antes de lanzarse a la acción.

3.- Las mentes estratégicas piensan en el largo plazo.-

Jeff Bezos, fundador y director ejecutivo de Amazon, explicó de esta manera la importancia del pensamiento de largo plazo en su carta de 1997 a los accionistas de la empresa:

“Creemos que una medida fundamental de nuestro éxito será el valor del negocio que podamos crear para los accionistas a largo plazo”.

Las empresas y personas siempre están sujetas a presiones que las llevan a tener una visión y un  enfoque muy estrecho de las cosas. Bezos, al igual que otras mentes estratégicas evitó ése juego. Y lo dijo muy claro: “Amazon siempre se centrará en el largo plazo, no en consideraciones inmediatistas o reacciones de corto plazo a los dictámenes de Wall Street”.

Comprendió que el valor radica en pensar en el futuro. Su máxima para aprovechar las oportunidades es también una prueba de ello: “Concéntrese en las cosas que no cambian”

4.- Practique el arte de la visualización negativa.-

Esta lección proviene de mentes estratégicas tan importantes como las de los filósofos estoicos Séneca y Marco Aurelio.

Ellos usaban el término “premeditatio malorum” para describir la visualización que de antemano efectuaban del fracaso. ¿Por qué hacían eso? Porque si uno se imagina el fracaso, también ve los caminos que han conducido a él. Así se los puede abordar y componer por anticipado.

5.- No se deje tomar por sorpresa.-

El general Matthew Ridgway tenía la siguiente frase expuesta en su escritorio: “la única ofensa inexcusable en un oficial al mando es dejar que algo lo tome por sorpresa”.

El trabajo del Strategos es ver el panorama general y las posibles perturbaciones que puedan existir en la acción prevista. Las cosas nunca salen de acuerdo a lo planeado, por eso las mentes estratégicas se preparan y están en guardia ante cualquier cosa que se presente.

6.- Utilice el “período de reducción”.-

John Boyd fue una de las mentes estratégicas más brillantes del siglo XX. Responsable del desarrollo de  los aviones de combate F-15 y F-16 además de conceptos clave como el bucle OODA (observe, oriente, decida, actúe), utilizado en los ejércitos y negocios de todo el mundo.

Antes de lanzar una idea y poner en marcha toda la máquina, tenía una fase de pre-producción, un momento que él llamaba su “período de reducción”. Era la primera ronda de reflexión sobre el plan y el momento de preguntarse:

  • Ok, ¿qué es lo que realmente tengo aquí?
  • ¿De verdad tengo algo?
  • ¿Qué va a ser esto realmente?
  • ¿Qué espero lograr?

7.- Tome el camino indirecto.-

El historiador y autor de “Strategy”, B.H. Liddell Hart, condensó el genio estratégico de William Tecumseh Sherman (el general de la Unión en la Guerra Civil norteamericana), en la siguiente máxima:

“Ataque estratégicamente a lo largo de la línea de menos expectativa y tácticamente en el punto de menor resistencia”.

En otras palabras: tómelos por sorpresa en el punto exacto donde son más débiles.

8.- Las “pequeñeces” suman.-

El Strategos no puede ceder en lo esencial ni permitir que distracciones y asuntos tangenciales lo frenen.

Hacer esta excepción o aquella, suma. Las pérdidas se agregan y son contagiosas. Relacionado con esto, hay una alusión estratégica llamada “misión reptante”. Se empieza con una meta clara pero luego se hacen frecuentes adiciones, se deja que otras personas agreguen objetivos y tareas. Luego, todo se convierte en algo muy diferente a lo original.

9.- Dese prisa…, lentamente.-

Según un historiador, el emperador Augusto pensaba que nada existía más lejano a un líder bien entrenado que la persona apresurada y llena de temeridad. Por esto se explica que la frase en latín “festina lente” (o date prisa lentamente), fuese uno de sus dichos favoritos.

Arthur Schlesinger Jr. comentó acerca de Franklin Delano Roosevelt: “su cautela se inscribió siempre en la lógica de un avance constante”.

En la juventud, la deliberación y precaución a menudo se sacrifican por efecto de hacer las cosas precipitadamente y sin pensar. Las mentes estratégicas evitan ése extremo recordando siempre la lección inscrita en “festina lente”.

10.- Evite la competencia. La máxima de todas las mentes estratégicas.-

En uno de los mejores libros de estrategia que existen, “Blue Ocean Strategy”, los autores explican la diferencia entre un “océano azul” y un “océano rojo”. Uno es el espacio virgen sin competidores, el otro uno donde se es devorado vivo. ¿Dónde prefiere estar? Por esto el inversionista multimillonario Peter Thiel dice: “la competencia es para perdedores”.

11.- Busque activamente la crítica.-

Dwight D. Eisenhower, uno de los mejores comandantes militares del siglo pasado, planteó la necesidad de la crítica de esta manera: “No siento simpatía por nadie que no tolere las críticas, cualquiera que sea su posición. Estamos aquí para obtener los mejores resultados posibles”.

El Strategos comprende que en ningún esfuerzo hay lugar para el ego; solo se responde a los resultados. El trabajo consiste en planificar cómo lograrlos. Y en tanto más se someten los planes a comentarios y críticas, tanto mejores resultan.

12.- Las mentes estratégicas adoptan sistemas y procesos.-

George Washington decía: “el sistema en todas las cosas es el alma de los negocios”. En la medida que se tiene clara la visión, se debe asegurar que cada paso sea dado en la dirección correcta para llegar allí.

Parte de esta seguridad proviene de sistemas, rutinas y rituales. Estructuras que evitan que se pierda la orientación y el camino. Los sistemas bien implementados permiten que las mentes estratégicas hagan lo más esencial de su trabajo: pensar en el largo plazo.

13.- Las mentes estratégicas ven las cosas tal como son.-

El guerrero samurái Miyamoto Musashi, destaca la diferencia entre percibir y observar. El ojo que percibe es débil, escribe, el ojo que observa es fuerte. ¿Por qué? Porque la estrategia, ya sea en los negocios o en la guerra, requiere objetividad: ver las cosas como son.

Las mentes estratégicas dejan de lado emociones que nublan el pensamiento con miedo o exceso de confianza, y ven la situación como es en realidad.

14.- Sea generoso en el éxito.-

Ciro el Grande, el renombrado líder y conquistador persa, entendió los peligros de la codicia en tiempos de éxito: “la victoria siempre requiere mayor generosidad, aunque gran parte de las personas, perdidas en la oscuridad de su propio ego, la tratan como una ocasión para aumentar su codicia. Tomar un botín no es un fin en sí mismo, solo un medio para construir un imperio. Las riquezas serían de poca utilidad para nosotros ahora mismo, excepto como instrumento para ganar nuevos amigos”.

15.- Esté dispuesto a perder.-

El ex comerciante y filósofo Nassim Taleb tenía una estrategia comercial poco ortodoxa para ganar en grande durante las turbulencias del mercado: perdía dinero durante semanas, incluso años, en apuestas realizadas antes de esos eventos, pero una vez que el mercado colapsaba, cosechaba recompensas monetarias sustanciales. Sabía que hay colapsos que son inevitables.

Cuando el general Ulises S. Grant se enfrentó a Robert Lee, hizo los cálculos. La Unión tenía más hombres y recursos que el Sur. Ambos ejércitos estaban perdiendo hombres, pero Lee no podía perderlos al mismo ritmo. Algunos han llamado a Grant un “carnicero”, pero ganó la guerra porque estaba dispuesto a pelear hasta el último hombre cada batalla, sabiendo que “sumando pérdidas” se dirigía a la victoria.

La estrategia a menudo demanda voluntad de “sangrar a corto plazo” para obtener la recompensa más adelante. Las mentes estratégicas nunca dejan que el corto plazo las distraiga.

16.- Las mentes estratégicas se concentran en el “qué”, no en el “cómo”.-

El “rey del banano”, Sam Zemurray, no siempre fue uno de los hombres más poderosos de su industria. Pero tenía un magnífico don para la estrategia. Cuando su pequeña empresa luchaba contra la gigantesca United Fruit por la propiedad de una importante porción de tierra en Sudamérica y ésta buscaba al dueño legal, Zemurray pagaba a todo aquel que tuviera reclamos sobre la tierra. ¡Hizo muchos pagos, pero obtuvo el premio!

Piense menos en cómo llegar a su objetivo y recuerde siempre lo que está tratando de lograr.

17.- Forme “un equipo rojo”.-

El general Stanley McChrystal sostiene que es clave, una vez que se desarrolla un plan estratégico, atraer a personas que no están comprometidas con él. A los forasteros que no tienen ningún interés por el plan. Ellos son, como dice el término militar, “un equipo rojo” cuyo trabajo es simple: encontrar defectos y problemas en el plan.

Nuevamente, las mentes estratégicas no involucran ni interponen su ego en el trabajo; por ello pueden sentirse agradecidas cuando las personas exponen fallas en su enfoque.

18.- Afronte los problemas a tiempo.-

Hay un cliché: el mejor momento para hacerlo fue ayer, el siguiente mejor momento es ahora. No deje de lidiar con sus problemas porque solo crecerán.

El esclavo convertido en filósofo Publius Syrus tenía una máxima: “Los ríos son más fáciles de cruzar en su origen”. Las mentes estratégicas no esperan, no posponen para mañana lo que se puede resolver hoy.

19.- Use su propia energía contra ellos.-

Un principio fundamental de las artes marciales es utilizar la fuerza y energía del oponente en su contra.

“La mejor manera es no intentar detener un torrente, sino desviarlo”, le decía Alexander Hamilton en una carta a George Washington. Piense en Gandhi: no se enfrentó al Imperio Británico con fuerza militar, eso habría sido una tontería. Utilizó la resistencia pasiva para convertir las demostraciones de fuerza en testimonio contra sí mismas ante el tribunal de la opinión pública.

20.- Las mentes estratégicas aprenden a priorizar.-

Otra gran lección de Eisenhower es su matriz de decisiones. Le pide que agrupe sus tareas en una cuadrícula de 2 × 2 para decidir si una tarea es o no importante y si es urgente.

La mayoría opera en los cuadrantes no importantes y se deja distraer con facilidad.

El valor real proviene de hacer el trabajo importante y difícil. Hay que evitar distracciones y elegir el trabajo duro en lugar de lo fácil que da una sensación de logro ilusorio.

21.- Aprenda a administrar y delegar.-

Cuando Eisenhower entró en la Casa Blanca por primera vez como presidente, su ujier principal le entregó dos cartas clasificadas como “Confidencial y Secreto”. La reacción de Eisenhower fue rápida: “nunca me traigas un sobre cerrado”, dijo con firmeza, “para eso tengo personal de soporte”. Como dijo más tarde su jefe de gabinete: “el presidente hace las cosas más importantes, yo hago las siguientes cosas más importantes “.

22.- Las mentes estratégicas estudian el terreno.-

Uno de los comandantes de la Unión más destacados de la Guerra Civil fue William Tecumseh Sherman. Cuando era un joven oficial atravesó casi todo Estados Unidos a caballo. Nunca tomó el mismo camino dos veces y aprendió lentamente en cada proceso. Estas lecciones le resultaron muy útiles más adelante. Su famosa marcha hacia el mar, un plan estratégico audaz, se basó en la confianza que tenía en sus conocimientos topográficos, en todo lo que había explorado y estudiado cuando era un joven oficial.

Es necesario estudiar y comprender el terreno en el que se está operando, cualquiera que sea la forma que adopte.

23.- Tenga un “Schwerpunkt” claro.-

El ejército alemán usa el término “schwerpunkt” para describir el “foco del esfuerzo principal”. En la guerra, esto representa encontrar el centro de gravedad del enemigo y concentrar toda la fuerza para golpearlo allí. En la vida, esto es saber exactamente qué y dónde se encuentra lo que se desea alcanzar. Luego buscar activamente la oportunidad y no detenerse hasta conseguirlo.

24.- Cuidado con la especialización.-

Si se concentra demasiado en su ámbito de trabajo, es posible que pierda el contacto con el panorama general. Es por eso que Viktor Frankl, autor de “Man’s Search for Meaning”, decía: “yo definiría a un especialista como un hombre que ya no ve el bosque de la verdad porque se lo impiden los árboles de los hechos”.

25.- Reagruparse y mantenerse enfocado.-

Napoleón una de las mayores mentes estratégicas de todos los tiempos observaba: “dos ejércitos son como dos cuerpos que se encuentran y tratan de asustarse. Hay un momento de pánico, y ése momento debe aprovecharse”.

Todos serán golpeados en el trasero de vez en cuando. Los oponentes también. Lo que importa es la rapidez con la que uno se reagrupe y haga seguimiento.

26.- Las mentes estratégicas aprenden a esperar.-

Una de las lecciones estratégicas más contradictorias proviene de Quintus Fabius Maximus Verrucosus, el romano que debía derrotar a un Aníbal, que no solo había cruzado los Alpes, también acumulado una serie de importantes victorias en suelo italiano.

El genio de Fabius fue no comprometer sus fuerzas contra Aníbal. Sabía que él no tenía el ejército capaz de atacar una ciudad amurallada como Roma y que como estaba lejos de casa, no podría durar mucho tiempo.

Existe el argumento de que el Sur debería haber utilizado una estrategia similar en la Guerra Civil de Estados Unidos. Pero esto requiere disciplina y paciencia. Es emocionante y fácil atacar, es muy difícil esperar los momentos apropiados para hacerlo.

27.- Incremente la moral.-

Hay un comentario bien conocido de Napoleón: “lo moral es a lo físico como tres a uno”. O en una versión más moderna, como lo expresó Colin Powell: “el optimismo perpetuo es un multiplicador de fuerzas”. Optimismo y moral elevada multiplican la eficacia de todo lo demás, por eso son elementos clave a tomarse en cuenta en cualquier operación.

28.- Aplaste totalmente a su enemigo.-

Una de las mentes estratégicas de la Revolución Haitiana, Toussaint L’Ouverture, respondió una vez a un oponente: “si tienes un cerdo que come gallinas, puedes sacarle un ojo y luego sacarle el otro, pero aun así comerá pollos siempre que pueda “.

Cuando se le preguntaba por el sentido de la frase, respondía: “significa que los malvados son incorregibles”. Es un resumen menos intimidante de la ley de Robert Greene: “aplasta totalmente a tu enemigo”.

A veces en la guerra se requiere la aniquilación total. Nadie puede permitirse el lujo de tener enemigos de por vida. Pero la mejor lección posiblemente sea esta: evite encontrarse en situaciones donde pueda crear enemigos para toda la vida; reaccionar emocionalmente es fácil, el autocontrol no tanto.

Fuente: https://elstrategos.com/