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We live in a world of dramatic and unpredictable change that is wiping out time-honored businesses and long-standing institutions while ushering in unprecedented opportunities for creative individuals and entrepreneurial organizations. The job is no longer figuring out how to win at the game of work and life; the job is figuring out the new rules of the game. Alan M. Webber's Rules of Thumb is a guide for individuals in every walk of life who want to make sense out of these confusing, challenging, and compelling times. If you're looking for practical advice on how to win at work without losing your self, if you want to change your life to meet the challenge of change, or if you want to learn from some of the world's most interesting and creative people, let Alan M. Webber take you on a remarkable journey toward greater personal understanding and, ultimately, greater personal success. About the Author:Alan M. Webber is the cofounding editor of Fast Company, and was the editorial director and managing editor of the Harvard Business Review. He's worked in federal, state, and local government, writing speeches and focusing on innovative policy initiatives. He's married to Frances Diemoz, an architect and furniture maker; his son and daughter, Adam and Amanda, are his two favorite children in the world.
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¿Qué me Quedó de Roma?

Nos atrapó un verano caluroso y presuroso por los sitios históricos de «la ciudad eterna». Los turistas eran abundantes y cada uno llevaba una botella de agua como si fueran extensiones naturales de sus manos.


Roma, con sus visitantes llegados de tantas partes del mundo, inclusive de la misma Italia, es una ciudad que te atrapa por su contraste entre la modernidad y su pasado imperial.


Yo le decía a mi esposa, ¿cuántos niños habrán jugado sobre estas calles enladrilladas? ¿Cuántas serenatas habrán sido ejecutadas bajo esos balcones y sus farolas a media luz? ¿A cuántas personas habrán dado muerte a filo de espada en esos mismos lugares, que ahora son terrazas destinadas a recibir a comensales deseosos de degustar la gastronomía romana? Trataba de imaginarme esas escenas. También, acerca de la cotidianidad que se desenvolvía bajo los mandatos de los emperadores.


A los pocos días, me enteré que las familias que eran propietarios de inmuebles en Roma, habían alquilado o vendido sus casas o apartamentos, para irse a disfrutar en otras regiones de una vida más tranquila, alejados del bullicio que por su naturaleza incorpora el turismo en este tipo de ambientes.


Más tarde, en mi curiosidad, traté de ubicar una película que tratara sobre Roma y, ¿cuál fue mi hallazgo? La red social de videos Youtube, me regaló la posibilidad de ver una película acerca de Roma totalmente ambientada en el año 1955. Allí, podía ver que las tales terrazas y restaurantes no existían y, ahí estaban, en su lugar, infantes que jugaban a la pelota o paseaban en sus triciclos; señores pedaleando bicicletas con su compartimiento de madera para vender helados granizados; ventas de pescado en las calles etc; en fin una Roma más rural que urbana.

En la actualidad como les refería arriba, nada de esto se ve en sus calles; sí se puede apreciar una ciudad con negligencia en su limpieza y el hedor a orín que emana de sus recovecos, dando aviso de una noche muy activa en el consumo de bebidas espirituosas.


Roma nos deja un sabor a que te faltó algo por ver, algo que no te fue contado, parte de tu mente se queda allí pensando en la transitoriedad de la vida y la vanidad del ser humano a través de los siglos, y te preguntas: ¿A dónde fue toda esa gente que llegó a gobernar y someter al mundo hasta ese tiempo conocido? ¿Qué fue del orgullo de los emperadores, quienes se creían descendientes directos de Dios? ¿El esfuerzo de crear obras monumentales? El tiempo, que es inexorable, valiente, y que hace añicos cualquier pretensión del hombre de creerse mejor que su semejante, es el mejor medicamento asignado por el Todopoderoso a la humanidad. Como dijera el pintor cortesano español Francisco de Goya antes de «manchar» las paredes de su casa, al crear su obra «Cronos o Saturno devorando a su hijo»: «El tiempo es un animal que se lo va comiendo todo, los amigos, los vecinos, los hijos y finalmente a nosotros mismos; el tiempo es el último enemigo a vencer por el ser humano». Si bien lo decía por su propia experiencia de vida, también es aplicable a cada uno de nosotros.


Eso me quedó de Roma.


Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel