El registro y la clasificación de información son
funciones naturales del cerebro humano, una fracción de
las muchas que realiza este órgano maravilloso. El cerebro da para esto y mucho
más, por supuesto, pero hay al menos dos razones por las cuales conviene que
estas funciones sean apoyadas “externamente”.
En primer lugar, porque el volumen de información que
se puede procesar convencionalmente es limitado. Y por otra parte, porque esta
tarea reduce la energía que el cerebro puede disponer para la creatividad,
resolución de problemas, prospección de condiciones futuras, esfuerzos
propositivos, etc.
La cantidad de información que hay disponible es
demasiado grande, por eso es necesario considerar herramientas que ayuden.
Afortunadamente, la tecnología puede ser un importante
socorro en este propósito. Dado que no es solo una de las causas de esta
explosión de información contemporánea, también es un recurso vital para
soportar las soluciones.
De esto se trata el desarrollo de un
“segundo cerebro”. Utilizar recursos tecnológicos disponibles para construir un
sistema que capture, procese y disponga información de acuerdo a los propósitos
que cada quién tenga y con el objeto de optimizar el trabajo del “cerebro
principal”.
La idea es simple: aumentar la productividad,
competitividad y bienestar de las personas. Especialmente en su
desenvolvimiento profesional, que está sujeto a mayor disputa. Pero también (y
esto es lo interesante), en la vida privada.
En tanto la mente disponga de mayor energía para tareas creativas y
producción distendida, el impacto es integralmente positivo para los intereses
de cualquier persona.
Ahora bien, es preciso entender lo importante que son
la productividad, competitividad y bienestar en la vida de las personas
(seguramente esta última como un efecto de las demás). Cada concepto es
independiente. Por ejemplo: no hay forma de ser competitivo sin
una básica productividad, pero se puede ser altamente productivo y no por ello
distinguirse en la competencia profesional.
Y este tema de la “distinción” es precisamente el
factor más importante para desenvolverse en el mundo actual. Distinguirse
primero del trabajo de las máquinas, pero también de otras personas.
El tema de la competitividad no
siempre merece la misma ponderación por parte de todos. A veces se vuelve algo
polémico.
Parece que en tanto más progreso se alcanza, el asunto
de competir se vuelve más “anacrónico”. Muchos psicólogos y estudiosos del
desenvolvimiento social consideran que los afanes competitivos poco aportan al
bienestar mental. Sin embargo, consideraciones de este tipo son arriesgadas.
La competencia es un estado natural de la vida. No hay
manera de eludirla, por mucho que se interpongan consideraciones “más
elevadas”. La evolución es resultado de la capacidad que tienen las especies
para adaptarse y prevalecer. Esto es, lo “competentes” que pueden ser para
interactuar con su medio y circunstancias.
En el caso de los seres humanos, un
elemento en particular les permite alcanzar esta competencia: el cerebro. Este
es el factor distintivo por excelencia.
Del uso que se le dé dependen los resultados. De la
orientación y energía que se disponga para su funcionamiento emerge la
productividad, se define la competitividad y finalmente, el bienestar.
Ahora bien, el cerebro humano ha creado herramientas
más poderosas que él mismo para realizar muchas tareas. Esto no solo es muy
interesante, es sobre todo alentador.
La capacidad de procesar información que tiene un
ordenador no puede ser emulada por una persona. La precisión de las máquinas en
ciertas tareas, está lejos de las habilidades humanas. Si el cerebro se dispone
para competir en estas áreas, pierde distinción y efectividad.
En términos del trabajo de las personas, el
entendimiento de lo anterior es muy importante. No se puede competir con las
máquinas y los sistemas en una infinidad de tareas, y por efecto de ello, el
campo para las labores se reduce y es más disputado.
Para sobrevivir y prevalecer
laboralmente (con todo lo que ello significa para el bienestar), es necesario
utilizar el cerebro con inteligencia (valga la afirmación, porque esta última
es también producto de las capacidades cerebrales).
El marco de referencia en esto es muy claro: las
personas deben usar su cerebro en tareas que se encuentren fuera del área de
competencia de máquinas y sistemas.
Deben dedicar cada gramo de energía mental a tareas
distinguidas. Creatividad, resolución de problemas, prospecciones,
proposiciones y todo “output” emergente de la inteligencia emocional y la
sinergia de ésta con la racionalidad.
Las otras tareas, especialmente las vinculadas a la
memoria (recolección de información, registro, clasificación, almacenamiento,
disponibilidad, etc.), deben recibir soporte. Aquí es donde toma cuerpo la idea
de construir un “segundo cerebro”.
Si es lógico suponer que “dos cabezas piensan más que
una”, así también “dos cerebros servirán más que uno”.
La recolección de información para
la construcción de el “segundo cerebro”.-
En un mundo saturado de datos y con una dinámica
vertiginosa, no existe memoria natural que pueda abastecer. La persona promedio
(no se diga la que tiene que competir laboral y profesionalmente), pierde a
cada instante “inputs” importantes. Mucha información llega, pasa y desaparece
en el olvido. Así de simple.
Por esto, la primera consideración de un “segundo
cerebro” es construir un sistema que consolide la recolección de información.
La tradicional libreta de apuntes en el bolsillo sirve, pero el uso de algún
soporte digital es mucho mejor. La idea es simple pero muy importante: tomar
notas instantáneas de todo aquello que se considere útil. Especialmente lo que
se puede olvidar en la vorágine de la rutina.
Un sistema inteligente de recolección evitará que
valiosas “perlas” de información se pierdan. Así podrán utilizarse luego, en el
momento adecuado y en la circunstancia precisa.
Tomar notas valiosas de forma
instantánea y dejarlas a buen recaudo en un sistema de soporte, otorga descanso
al cerebro. Se consigue que éste ahorre energía y prosiga con el tratamiento de
tareas más importantes.
La tecnología disponible es una ayuda valiosa para
esta tarea. Ya no es necesario portar un bolígrafo. Las notas se pueden tomar
rápidamente y sin mucho esfuerzo, bien que se esté caminando, conduciendo,
haciendo ejercicio, conversando con otras personas, etc. Hay muchísimas
herramientas para hacerlo. Lo importante es recolectar “ésa información” que no
se quiere perder. En esto, cada quién sabe lo que le interesa y sirve. Aquí no
hay receta.
La recolección de información es la primera tarea del
“segundo cerebro”. Así comienza todo. La toma de apuntes debe convertirse en un
hábito porque es el primer factor para la distinción competitiva. La mayor
parte de las personas confían “inocentemente” en su memoria. Pero por muy
prodigiosa que esta pueda ser, nunca será más eficiente que un sistema.
Las fuentes de la información que puede recolectarse
son innumerables. Libros, noticias, conversaciones, ideas de otras personas,
imágenes, etc. Y muchas herramientas (especialmente electrónicas), pueden
ayudar en estos afanes.
Se debe poseer un sistema que permita capturar
inmediatamente “ése concepto” que se lee en un libro, la idea que transmite
algún artículo, la inquietud que emerge de alguien en una conversación. La
frase que se vé en un cartel de la calle, la solución que revela un momento
distendido, etc.
El registro de información.-
Luego de haberse dispuesto un método ordenado para
recolectar información, corresponde registrarla. Esta es la segunda tarea que
debe sistematizarse en el “segundo cerebro”.
Sin el adecuado registro, la información recolectada
termina como el baúl de “chucherías” del garaje.
El registro demanda inversión de tiempo. No puede
hacerse automáticamente. Pero este esfuerzo es una de las tareas que más
distingue a una persona de otras. Porque si en definitiva pocos se toman el
trabajo de recolectar sistemáticamente la información que les llega, aún menos
la registran como corresponde.
En el proceso de registro se producen dos hechos
importantes: se elimina lo innecesario y queda marcado lo útil. Así se
determina qué elementos permanecerán almacenados en memoria y cuáles se
descartan. Si se ha “recolectado” algún documento o artículo para leer
posteriormente, un audio o un video, es en este punto cuando se procesa,
descarta o archiva. Igualmente un enlace, una idea, un dato.
Hay muchas herramientas eficientes y
poco costosas para las tareas de registro. Su uso proporciona el método
indispensable para la consolidación del “segundo cerebro”. Procesar la
información recolectada es el paso definitivo en la construcción del sistema de
apoyo.
La tarea de “recolectar” información es similar a la
adquisición de los materiales para la construcción de una casa, y la de registro
a los andamios sobre los que se desarrolla la obra.
El tiempo y esfuerzo que las personas dedican a
registrar y clasificar la información acopiada es una de las tareas más
rentables de la vida. No solo como un hecho informativo, principalmente como elemento
formativo. El conocimiento se amplía sin mermar la energía que el cerebro
precisa para las tareas diarias. De esta manera se almacena información que
servirá para propósitos mayores en cualquier momento.
Esto último es importante. Porque las tareas de
registro perfeccionan su valor en el momento más precioso, justo cuando se
necesita algún dato que, de otra manera, se hubiera olvidado.
La clasificación de información en
el “segundo cerebro”.-
Todas las personas tienen intereses distintos,
vinculados a múltiples áreas de atención. Y a esto contribuyen las tareas de
clasificar la información recolectada y registrada.
Existirán datos de interés laboral, profesional, de
negocios, familiares. Inquietudes educativas, algún hobby, objetivos y planes,
etc. Todos estos intereses definen el carácter de las tareas de clasificación.
A partir de este punto la información queda almacenada
de manera ordenada y permanente. Lista para su disposición y uso el momento
conveniente. El cerebro “principal” ya puede “descansar” en la estructura que
ha desarrollado el “segundo cerebro”.
Cuando el hábito se establece, las tareas de registro
y clasificación se hacen simultáneamente y se optimiza el tiempo invertido.
Disposición de la información.-
La mayor parte de las personas portan hoy una
sofisticada computadora en la palma de la mano. Este es el alcance de los
dispositivos móviles, especialmente los teléfonos inteligentes. Y en ellos es
donde debe estar “anclado” el “segundo cerebro”, por lo menos en términos
ideales.
En tanto la mayor parte de la gente utiliza estos
dispositivos solo para tareas elementales y muchas veces irrelevantes, quién
descansa en los beneficios de un “segundo cerebro”, los usa para maximizar su
rendimiento.
El avance tecnológico ha permitido
que se superen los límites convencionales de dificultad y espacio de
almacenamiento. Hoy, un pequeño dispositivo puede tener acceso a todo el
conocimiento humano en cuestión de segundos. El reto, por lo tanto, no radica
en la posibilidad, más bien en la capacidad de acceder inteligentemente a todo
lo que está disponible. Y de esto se ocupa el “segundo cerebro”.
En un mundo en el que la información abunda, la
persona que la gestiona apropiadamente alcanza lo que el hombre primitivo logró
cuando pudo almacenar los excedentes de sus labores agrícolas. Entonces ya no
le fué necesario disponer todo su tiempo para recolectar o cazar su alimento
diario. Pudo dedicarse a tareas de ordenamiento social, optimización de sus
herramientas de trabajo, consolidación de jerarquías de gobierno, atención de
los más débiles, etc. Un progreso cualitativo fundamental.
La trascendencia del “segundo cerebro” es parecida,
sin el afán de exagerar. Porque cuando el poder de éste órgano maravilloso se
concentra en activar las tareas que le son privativas al ser humano (y que no
pueden abordarse desde las máquinas o los sistemas), se produce la evolución.
Hay toda una “ingeniería” detrás de los afanes de
construcción del “segundo cerebro”. Cada quien puede profundizar sus
conocimientos en esto al grado que lo desee. Prueba de ello es la orientación
disponible en trabajos de expertos como Thiago Forte y
su libro.
El soporte existe, pero lo importante es, como
siempre, comprender la importancia del concepto. Este es otro elemento que nos
distingue de las máquinas y los sistemas. Por muy eficientes que ellos sean, no
pueden entender y procesar conceptos.
Fuente: https://elstrategos.com/cerebro/
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