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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

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Optimismo y pesimismo en la persona emprendedora

 

El Emprendedor debe llevar el optimismo en el corazón y el pesimismo en la cabeza.

No existe nadie que pueda ser calificado exclusivamente como optimista o pesimista. Todos los seres humanos son una u otra cosa en diferentes momentos y situaciones de la vida. El optimismo y el pesimismo no son condiciones del Ser, son características relacionadas con el Hacer, en este caso con la forma de ver las cosas.

(Tematica extraída del libro: “Emprender es una forma de vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora

El optimismo es una “tendencia o propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable, y el pesimismo una a ver y juzgar las cosas en su aspecto más desfavorable”.

Ambas constituyen una forma de VER y JUZGAR.

La riqueza de los términos se encuentra al desagregarlos. La referencia al hecho de VER hace alusión a un acontecimiento futuro. Y la de JUZGAR a la forma en que se valora lo que se ve. Todo concluye por verse y juzgarse de forma más o menos favorable para los intereses que están en juego.

El optimismo y el pesimismo constituyen una forma de visualizar las cosas que sucederán en el futuro. Y calificarlas de acuerdo a la percepción de los efectos que puedan provocar.

Desde aquí no es posible calificar a una persona de optimista o pesimista como característica de lo que Es, sino del juicio que tiene sobre las cosas que visualiza. Por otra parte NADIE puede visualizar las cosas siempre favorables o desfavorables porque serán en todo caso de una u otra forma.

En el emprendimiento acontecerán cosas buenas y malas. Cuando se prevea la existencia de las primeras corresponderá el optimismo, y cuando se estime la existencia de las segundas el pesimismo.

El emprendedor, como todas las personas en la vida, DEBE ser optimista y pesimista en función de las circunstancias.

El problema en esto no radica en que sea incapaz de ser optimista, más bien en que no quiera ser pesimista.

Por consideraciones culturales arraigadas, las personas son formadas en la premisa que el pesimismo es malo. Y por lo tanto no es un aspecto en el que corresponde hallar virtud. Por otra parte, la necesidad de ser “eterno optimista” se fomenta y premia. De esta orientación emergen “optimistas funcionales” y “pesimistas estructurales”. Los primeros agrupados en lo “deseable” y los segundos no.

Los “optimistas funcionales” no explican su condición en la visión favorable de las cosas, más bien en el hecho de no ser pesimistas. Y los “pesimistas estructurales”, que en esencia sólo pecan de ver y juzgar algunas cosas desfavorables, son considerados anatema.

Por causa de esta formación que se inicia en los pañales y concluye dejando su sello en la niñez y juventud, una cantidad innumerable de personas se sienten cohibidas de manifestar un pesimismo franco y útil.

Hay más probabilidad que una persona que se declare optimista en una entrevista de trabajo consiga el empleo a una que se declare pesimista. Aunque nadie puede establecer como “su estado” uno u otro caso, hay muchos más que quisieran caminar por la calle con un cartelito que diga persona optimista y no uno que diga soy pesimista.

Esta realidad impide que las personas (en la vida y los negocios), desarrollen una sana capacidad para ver y juzgar los aspectos desfavorables que pueden acontecer. Y con ello se propende a cometer más errores y subestimar riesgos.

La evaluación pesimista de las cosas activa la cautela, la moderación, y mantiene encendidos sistemas de alerta que pueden beneficiar el tratamiento de ciertas cosas.

Ayuda a incorporar más acción y trabajo en las tareas, con precaución y cuidado. Nada de esto es malo, puesto que no condiciona negativamente la forma en que se conduce la vida o el negocio. La evaluación pesimista puede efectivamente reducir el ritmo en el que se llevan adelante ciertas cosas, pero lo reducirá en la lógica de evitar una colisión o pérdida al enfrentar situaciones desfavorables.

¡El emprendedor tiene que ser pesimista, por supuesto! Porque optimista seguro ya es desde etapas tempranas de su formación en la vida. Debe ser también pesimista, y con mucho esmero. La vida de los negocios no es sencilla, los obstáculos pueblan el camino y la “propensión de ver y juzgar las cosas desde su ángulo más desfavorable” sirve para dimensionar, sopesar y atacar las dificultades. Sirve, en resumen, para estar preparado y actuar de acuerdo a las exigencias que la situación plantee.

Esto no quiere decir que el emprendedor o cualquier otra persona deba  interpretar las cosas siempre desde la arista desfavorable. ¡Por supuesto que no! Lo importante es que lo haga de una forma tan natural como la que motiva a ver las cosas favorables. Ser pesimista debe ser tan bueno como ser optimista.

Probablemente, para ésa tranquilidad de espíritu que juega un papel fundamental en la vida, debiera decirse finalmente que el emprendedor debe llevar el optimismo en el corazón y el pesimismo en la cabeza.

Es natural y sano el deseo de ver e interpretar las cosas desde una perspectiva alentadora. Y en ello debe comprometerse el emprendedor de corazón. Íntimamente debe esperar que las cosas salgan bien siempre. Ésta es una forma de respaldar la confianza y sostener el poder que existe en una profesión de fe. Y por otra parte debe ser cauteloso y precavido desde la dimensión intelectual para visualizar los desafíos que presenta el futuro.

Optimista de corazón (primero) y pesimista en la razón (luego). De este equilibrio emerge el mejor juicio para actuar.

Algunos de los hombres más grandes que ha parido la humanidad no sólo eran manifiestos pesimistas. De hecho eran conocidos por pronosticar sistemáticamente un conjunto de fatalidades para no cometer errores en decisiones importantes, y tener respuestas ante imponderables.

Otra cosa son ésas personas que se autodenominan  REALISTAS. A diferencia del optimista o el pesimista, la persona “realista” carece de visión.

Actúa sobre la inmediatez condicionado por el criterio que “no vale la pena ser optimista ni pesimista”. Respeta en extremo las condiciones imperantes, con sus pequeñas o grandes posibilidades.

Las personas pesimistas tienen visión, una que no se ajusta a un estado deseable de las cosas, pero en definitiva una visión. En cambio las personas “realistas” carecen de visión, positiva o negativa. Se desenvuelven en los márgenes estrechos de la coyuntura y lo que perciben los sentidos básicos.

Estas personas son una molestia. Incapaces de proyectar nada, niegan ésa posibilidad elemental que tiene el hombre de ver más allá de lo que pueden los animales elementales.

Merced a conceptos absurdos de realismo el hombre nunca hubiera llegado al estado en el que hoy se encuentra. El progreso y el desarrollo formarían parte del azar y se estaría anulando el deseo natural de cambiar las cosas y ser parte condicionante de esos cambios.

Por otra parte, el pesimismo y el optimismo no tienen nada que ver con lo positivo o negativo. No existe relación ontológica entre optimismo y positivismo o pesimismo y negativismo.

Lo positivo y lo negativo están relacionados al SER de las personas, no a la forma de ver y juzgar las cosas que pueden pasar. La gente positiva tiene una forma de procesar y canalizar su energía diferente a la persona de actitud negativa. Una persona positiva puede ser optimista o pesimista en su interpretación del porvenir, pero mantendrá una actitud enérgica. En tanto que la persona negativa carece de fuerza, ánimo e incluso espíritu para hacer las cosas, aún aquellas que puedan presentarse favorables.

Personas negativas no pueden existir en el círculo de trabajo del emprendedor. La energía en esta tarea lo es todo. Y vectores de energía como el buen ánimo, entusiasmo, predisposición, etc., no se encuentran en personas negativas.

Es posible que alguien afirme que con optimismo o buen ánimo no se desarrolla un negocio, pero también es cierto que sin ellos aún la mera consideración de formarlo no es posible.

Y por último, no se trata de establecer qué tanto aporte puede tener una actitud positiva. Se trata más bien de establecer el alto costo que tiene una negativa. Ser positivo cuesta poco, ser una persona negativa conduce al infortunio.

Mayores detalles de éste y otros temas similares en el libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora

Fuente: https://elstrategos.com/optimismo-y-pesimismo-en-el-emprendedor/

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