Al Emprendedor, como a cualquier profesional, no solo
le aprovecha conocer lo que debe hacerse, igualmente, o en mayor medida, le
beneficia entender los errores que debe evitar. Dicen que es de sabios aprender
de errores y experiencias ajenas.
Se aprovecha más entendiendo lo que NO debe hacerse
que lo contrario. De la primera forma se evitan errores, en tanto que
de la segunda es “probable” conseguir aciertos.
La primera etapa de los emprendimientos es
habitualmente frágil. Se encuentra dominada por emociones intensas, poca
experiencia, recursos escasos, débil estructura de gestión e incertidumbre
respecto a muchas variables del entorno.
En esta etapa el Emprendedor precisa una guía sencilla
de errores a evitar y obstáculos que eludir.
A medida que el emprendimiento se desarrolla, la
experiencia de ésas primeras vivencias se vuelve una guía, aumenta la confianza
y capacidad para enfrentar contingencias. Llega luego el momento de la
consolidación y el crecimiento. De una situación en la que existe mucha
dependencia del Emprendedor, se pasa a otra en la que es el Negocio quien
protege los intereses de aquellos que lo han concebido.
Algunas de los errores que el Emprendedor debe evitar
en las instancias primarias de desarrollo del emprendimiento son los
siguientes:
1.- No debe prestar atención a los
“consejos” que buscan desanimarlo con respecto a lo emprendido.
Una vez que la decisión de emprender ha sido tomada,
sólo sirve poner en marcha las ideas previstas. En el momento oportuno
quedará establecido si el emprendimiento funciona o no. Pero cuando se ha
dispuesto el inicio de la marcha no debe existir vacilación alguna.
Es conveniente recordar siempre esa valiosa
consideración que tenía Napoleón:
“No hay hombre más pusilánime que yo cuando preparo un
plan militar; aumento todos los peligros y todos los males posibles según las
circunstancias. Me hundo en una agitación penosa. Soy como una joven que da a
luz. Sin embargo, esto no me priva de aparecer bastante sereno ante las
personas que me rodean. Cuando he tomado mi decisión, todo queda olvidado,
menos lo que pueda hacerla triunfar”.
2.- No debe pensar que se “está
jugando la vida”.
Emprender no es una decisión fácil, pero en el fondo
no es diferente a otras decisiones relevantes que se toman en la vida
profesional. Si las cosas salen bien, ¡fantástico! Y si no lo hacen, existirá
SIEMPRE otra oportunidad.
Un daño que se hace a la actividad “entrepreneurial”
es asociarla siempre a un nivel extraordinario de riesgo. Es cierto que quién
emprende toma una decisión trascendental, pero en ello no se juega el destino
más allá de los márgenes normales de cualquier actividad profesional.
Todas las personas evalúan con seriedad la decisión
que deben tomar ante la perspectiva de un empleo. Pero nadie lo hace con el
criterio de estarse “jugando la vida” si algo sale mal. No tiene que ser
diferente en el caso del emprendimiento.
Así como una mala experiencia con un empleo no
representa el final de la vida de nadie, tampoco una eventual experiencia
negativa en el emprendimiento. El Emprendedor ES más que las experiencias
transitorias que tenga, sean buenas o malas. El Emprendedor NO ES lo que le
pasa, y entender las cosas de otra manera es uno de los errores que se debe
evitar.
3.- No debe trabajar “sin descanso”.
Suponer que el emprendimiento constituye ése punto en
la vida profesional en la que debe trabajarse “en serio” es sólo un ardid
mental. La intensidad del trabajo debe ser la misma que se aplicaría a
cualquier otra actividad profesional. Y si alguna diferencia existe,
probablemente sea la necesidad de no desgastar aceleradamente
energía.
En su inicio, la mayor parte de los emprendimientos
tiene estructuras ligeras. Por ello se hace necesario “colocar hombros” para
sostener las tareas. Esta realidad debe conducir a dosificar esfuerzos, no a
multiplicarlos.
El Emprendedor es el factor indispensable del proceso,
y el que menos puede exponerse a situaciones límites de cansancio y fatiga.
4.- No debe pensar y actuar en
función del largo plazo.
El emprendimiento se desenvuelve estrictamente en el
corto plazo por un periodo significativo de tiempo. Lo que menos se piensa
cuando se tiene un bebe es en la carrera universitaria que tendrá.
El nivel de desarrollo integral de un emprendimiento
en su etapa primaria es mayor que en cualquier otro momento de su ciclo de
vida.
Un emprendimiento vive sus primeros días como mil de
aquellos que eventualmente tendrá cuando haya crecido. Cada uno de estos días
tiene su propio afán, y punto.
En vez de pensar en el día de mañana, bien haría el
Emprendedor en adoptar esa consigna de las fuerzas especiales de la marina
estadounidense: “the only easy day, was yesterday” (el único día fácil fue el
día de ayer).
5.- No debe pensar que está
manejando una empresa.
Este es uno de los mayores errores que el Emprendedor
debe evitar. El emprendimiento es un NEGOCIO, no es una
empresa. El Negocio es una actividad no una estructura.
Todo Negocio que se desarrolle apropiadamente podrá
convertirse algún día en una empresa. Pero ello corresponde con el porvenir de
las cosas, no con el devenir que plantea el presente.
Por otra parte toda empresa está formada por un negocio. Y el
Emprendedor tiene responsabilidad con Él en ésta instancia.
Dos son las actividades específicas que conforman un
negocio: producción y ventas, por intermedio de ellas se perfecciona. El
resto de actividades constituyen un apoyo a éstas dos esenciales. El
Emprendedor debe enfocarse en producir y vender, porque esto es lo que en
definitiva condicionará la supervivencia y éxito del negocio.
Y como se supone que no producirá nada que
eventualmente no pueda venderse, entonces son las actividades de ventas las
que tendrá que priorizar.
6.- El Emprendedor no debe ponerse
al final de la lista de prioridades.
Entregarlo todo por el negocio y ser el último que
“experimente” los beneficios que éste proporciona no es el procedimiento
recomendado para darle futuro al emprendimiento, y es uno de los errores que el
Emprendedor debe evitar.
El Emprendedor debe ser “quien se pague primero”.
Existe una dosis importante de energía en esta
premisa. Por una parte el efecto de la “recompensa”. Por otra el hecho que él
mismo extremará esfuerzos para garantizar que lo demás esté cubierto y la
“recompensa” se replique en el tiempo. La frustración del Emprendedor con su
propio negocio es el camino más corto para que éste desaparezca.
Esta no es una convocatoria al desorden o la
inequidad, porque en definitiva el Emprendedor tiene la responsabilidad
final de todo. Es un llamado a la dinámica extraordinaria que puede generar un
sistema de recompensas inteligente.
7.- No debe compararse con la
competencia.
Corresponde hacer esta labor luego. En los primeros
pasos del emprendimiento no existen condiciones técnicas para sostener una
comparación, y hacerlo conduce a frustración o vanagloria.
La medida de su desenvolvimiento en el mercado es
exclusivamente la capacidad de ingresar y permanecer en él hasta consolidar una
posición. Solo una vez que ésta posición ha sido establecida será razonable
hacer comparaciones.
8.- No debe pensar en el Marketing.
El enfoque debe ser estrictamente hacia las ventas.
Hay una diferencia esencial entre ventas y marketing, aunque la confusión sea casi
universal.
Las ventas son la función básica del negocio, el
marketing es un conjunto de herramientas de apoyo a las mismas. El
Emprendedor debe ser un experto en su negocio y en las ventas que lo
perfeccionan.
Ser un experto en marketing, o no, es cosa accesoria.
Las labores de marketing pueden ser externalizadas, el conocimiento y la
gestión del negocio no.
Un carpintero no puede llamarse tal solo por el
conocimiento que tenga de su caja de herramientas. Estas carecen de valor si no
conoce el oficio.
No es el marketing el que determina la existencia de
las ventas. Son éstas las que eventualmente recurren al marketing con
propósitos específicos. Una mala interpretación en este sentido es un error que
el Emprendedor debe evitar.
Todo emprendimiento nace con un determinado perfil de
negocio. Éste es el que establece su potencial competitivo y hace posible que
se perfeccionen las ventas. No hay emprendimiento sólido y sostenible que
se lance al mercado fundamentado en una técnica de marketing.
9.- El Emprendedor no debe creerse
sus propias historias.
El emprendimiento es una labor profesional en la que
cuesta mucho ser objetivo.
El Emprendedor concibe y establece el negocio como una
franca manifestación de fe y confianza en su visión. Durante buen tiempo éstas
variables son las que constituyen el sustento de la actividad que se lleva a
cabo y construyen una relación íntima entre Emprendedor y negocio. Una relación
emotiva en la que se mezclan deseos y convicciones, el creer con el poder, el
fracaso y la perseverancia.
Estos hechos conducen a que el Emprendedor construya
escenarios imaginarios que expliquen lo que sucede con el Negocio. Estas
consideraciones se nutren y fortalecen de dosis importantes de convicción, pero
no siempre responden a la realidad, o la interpretan subjetivamente.
Cuando el Emprendedor concluye por creer en “sus
propias historias” y se aleja inconscientemente del dictamen de los hechos,
pone en riesgo el emprendimiento.
Así como es vital una enorme dosis de fe para llevar
adelante las tareas, es indispensable ser objetivo. Tener una mente abierta a
la realidad, ser capaz de aceptar críticas y recomendaciones. Y por sobretodo
tener la capacidad, cuando llega el momento, de aceptar los errores y
enmendarlos.
10.- No debe ser impaciente.
Hay distancia importante entre ser paciente y ser
impaciente. La primera es una virtud que no se encuentra al alcance de
cualquiera, la segunda es un defecto que se debe evitar a cualquier costo.
La impaciencia es estadísticamente la causa mayor del
fracaso de los buenos emprendimientos. Es homicida de proyectos y obstáculo
principal para su éxito. La impaciencia supera a la vacilación, falta de
fe o aversión al riesgo como factor de fracaso del emprendedor.
Convertirse en una persona paciente se alcanza en la
batalla diaria con la impaciencia.
Sin paciencia se
hacen viajes cortos, se navega en superficie, se coquetea con la seducción de
“lo promedio”, aquello que se halla tan cerca de lo mediocre. Sin paciencia no
se gestan ni se desarrollan buenos planes, no se cautiva a los clientes. No se
enamora al mercado ni se vence al competidor. Y, por sobre todo no se supera la
soledad que acompaña el trayecto emprendido.
La paciencia tiene la virtud de alinearse con ése
médico infalible que tiene la naturaleza: el tiempo. Éste es quien al final
remedia y resuelve todo.
Fuente: https://elstrategos.com/los-errores-que-el-emprendedor-debe-evitar/