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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

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Emprendedor: su romance con el fracaso

 El emprendedor sostiene finalmente un romance con el fracaso. A ello lo conduce el imperioso afán de extraer de él las cosas de valor que desea. Sólo en un sutil cortejo con el fracaso se alcanza y conquista la victoria.

La persona que no tiene capacidad de coexistir con las pérdidas y la frustración, no está habilitada para desenvolverse como emprendedor.

En el mundo del emprendimiento las victorias constituyen gramos de oro entre toneladas de lodo y arena. Y hace falta colosal esfuerzo para separar una cosa de la otra.

Si el minero lucha cada día con el lodo y el frío, lo hace porque reconoce que el premio supera todo costo y porque aquél es el ambiente natural donde se esconde el tesoro. Cada tonelada de lodo es materia prima que aloja el dorado metal. Si el oro no fuese escaso y difícil de encontrar tampoco sería valioso.

Este ambiente es parecido al del emprendedor. El resultado esperado es como ésa elusiva pepita de oro en el muladar.

Muchos emprenden con un espejismo como norte. Visualizan el premio sin apenas tomar cuenta de las dificultades que saturan el camino. Están dispuestos a empeñar esfuerzo para alcanzar sueños pero ignoran que la meta no se alcanza sólo con trabajo, más bien por la capacidad de procesar el fracaso y la frustración. Toneladas de ambos por cada gramo de beneficio.

Si el emprendedor no sabe perder no está habilitado para ganar. Porque el triunfo es apenas una de las contiendas que no se ha perdido. Y el mérito jamás se encuentra entre los “ganadores” sino en quienes saben perder.

Los hombres grandes no son los estereotipos asociados con genialidad y astucia para alcanzar sus metas. Son personas con admirable capacidad de encajar adversidades, procesarlas y utilizarlas para sus fines. Como muestra viva del dictamen del Edén, estos hombres alcanzan sus objetivos secando sangre, sudor y lágrimas.

Esto no quiere decir que otras tareas de la vida no demanden lo mismo o sean menos “dignas”, puesto que está claro que nada se consigue sin esfuerzo. La diferencia radica en que el emprendedor tendrá que procesar todo esto esencialmente SOLO. Carece de ésa “red de seguridad” que proporciona la responsabilidad colectiva.

Si algo caracteriza su  trabajo es el peso de encarar todos los “costos”. En esencia no existe quién comparta la frustración y pena. La simpatía y “solidaridad” pueden poblar su entorno, pero la responsabilidad del resultado es solo suya.

El emprendedor debe darse cuenta que maestros y orientaciones no provendrán de ése “entorno solidario”. Éste carece de la empatía para identificarse con sus vivencias. Son los problemas, frustraciones y pérdidas quienes no le mentirán nunca y enseñarán soluciones y remedios. Por esto debe el emprendedor debe mantener un romance con el fracaso.

Porque el fracaso es maestro de más valor que el éxito. Las adversidades forjan el carácter como pocas cosas, y la resolución de los problemas conduce a la sabiduría.

Mientras para el resto de las personas los contratiempos llaman a condenación, para el emprendedor deben ser aliados decisivos. Por una parte porque de ellos puede extraerse provecho, pero por otra porque son INELUDIBLES. Los problemas y la adversidad son inevitables. Por lo tanto se asumen como piedra de tropiezo o como fundamento.

En la vida del emprendimiento el fracaso es rutinario y el éxito extraordinario. Los problemas una constante y lo positivo excepción.

No es necesario pensar que el emprendedor “desee” o disfrute pruebas y contratiempos. Ellos aparecen, con la misma certidumbre de la luz que rompe las sombras cada amanecer, como el lodo, la arena y el agua que esperan al minero. Jugarán el rol de privarle de su premio, de hacer difícil la tarea. Lo seducirán para que abandone la lucha. Y muchas veces lo conseguirán.

De esto se trata el fracaso, y de ello el romance que sostiene con el emprendedor.

Resistir con el puño levantado y el pecho descubierto tiene poca probabilidad de alcanzar buen resultado. Poner a prueba hombría y coraje no es lo más inteligente. Aquello de tener  “estómago” o “nervios de acero” aplica mejor para un bombero, porque nadie quiere tener resistencia para enfrentar la adversidad por periodos largos de tiempo. Y el emprendimiento no es asunto de una jornada.

Para interactuar con los problemas y el fracaso se necesita más inteligencia que carácter, habilidad que fuerza, energía que poder.

El poder de la adversidad nunca podrá enfrentarse con fuerza equivalente. El hombre carece de ése alcance, pero tiene a mano inteligencia, capacidad de discernir e interponer fe, paciencia, buen ánimo y perseverancia.

La vida de un emprendedor no es fácil cuando esto no se entiende y asimila.

De la misma forma que no fue fácil la vida de los primeros hombres sujetos a la rigurosidad de la naturaleza. ¿Qué hubiera sido de la especie si ellos solo se hubieran dedicado a “soportar” o enfrentar “por fuerza” los elementos que los castigaban? ¿Cómo se gana la partida al rayo o la lluvia, al frío y al calor? Primó la inteligencia para adaptarse a los fenómenos y utilizarlos. En ello nada tuvo que ver la fuerza o el poder. Hoy se puede observar desde la agradable calidez de una casa moderna la nieve cayendo y el sol produciendo energía eléctrica. El hombre ha llegado a conquistar los elementos para utilizarlos a su favor, y lo ha hecho recurriendo a su intelecto.

Ante las perdidas, fracasos, problemas y adversidad, el emprendedor tiene también un desafío de conquista, no uno de estoica resistencia. Un desafío que no implica sometimiento, más bien conseguir que lo opuesto juegue en beneficio.

Se arriesgan muchas cosas de valor en la interacción con el conflicto, el éxito entre ellas, o el hecho de alcanzar los resultados. Pero sobre todo la posibilidad de estar en PAZ y equilibrio emocional. Esto sufre cuando el emprendedor no “conquista” la adversidad. Cuando el hombre se quiebra, el emprendimiento también y allí acaba la historia.

Nadie ofreció flores en esta fiesta y hace mal quien porta macetas.

El camino del emprendedor no es sencillo y poco aprovecha “adornarlo”. Las pérdidas existirán, el fracaso tocará las puertas y la frustración será parte del juego.

Lo importante es no oponer resistencia sino inteligencia. Entender que las pruebas son maestros que no mienten y que la adversidad puede ser conquistada para bien. De esto se trata que el emprendedor sotenga un romance con el fracaso.

Por último, todo esto también servirá para que el emprendedor se coloque ante el espejo y determine si tiene “uñas para la pelea”. Pues siempre vale darse cuenta si la convocatoria fue un error.

Quién en su momento decidió emprender viaje puede percatarse que las demandas del trayecto no coinciden con sus expectativas o capacidad. Y en éste caso mejor es detenerse o cambiar de senda. Esto es prueba de coraje.

  • Si quien emprendió no procesa apropiadamente el hecho de perder, debe detener viaje.
  • Cuando se tienen en alto precio rutinas tranquilas de vida, es mejor cambiar de camino.
  • Quien crea que el éxito es una nave que se aborda a cañonazos, es mejor que canalice esa energía por otra parte.
  • Aquel que cree que la genialidad es prima mayor de la inteligencia, está llamado a otro juego.
  • Si lo está haciendo sólo por ganar dinero es mejor evaluar otra opción. Porque en este viaje también perderá dinero.

Es cierto que el minero hace lo que hace por amor al oro. Pero ésa pasión lo conduce a desarrollar un romance con los otros elementos. Aquellos que debe conquistar para tomar su premio. Comprende que entre lodo y arena se halla lo que más quiere y por eso los trata con cuidado. De ellos extrae el oro, con paciencia y habilidad.

El emprendedor debe sostener un romance con el fracaso para extraer de él aquello que quiere: la victoria, el sueño realizado, la visión alcanzada.

Cuando vea la íntima relación que existe entre fracaso y victoria llegará a tratarlos por igual. Y probablemente detrás de este detalle no sólo encuentre una ventaja comparativa, también PAZ.

Porque quien no valora de igual forma fracaso y éxito, es como aquel que inicia un viaje interminable para encontrar el tesoro que supuestamente existe al pié del arcoíris.

Fuente: https://elstrategos.com/emprendedor-romance-con-el-fracaso/

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