La energía lo explica todo en la vida. De su estado y
gestión depende la dinámica del Universo y sus criaturas. Nada funciona sin
ella. Y cuando las personas afectan premeditadamente el caudal de su energía
vital, lo menos que hacen es un acto de sabotaje contra
sí mismos.
La energía vital del ser humano no proviene de ninguna
fuente externa. No está relacionada a su alimentación o algún proceso de
asimilación biológica. Tiene otra vertiente, vasta y profunda, una que sigue
siendo un hermoso misterio. Evidentemente el origen de esta energía es interno,
pero no se sabe cómo se produce con exactitud.
Tome en cuenta, a título de ejemplo, el siguiente
caso. Una pareja se despide emotivamente porque debe separarse por un tiempo.
El novio no recibe noticias prontas de su compañera y después de unos días se
encuentra profundamente angustiado. Durante el proceso es incapaz de actuar
apropiadamente, ni siquiera en sus tareas rutinarias. Está nervioso, ausente,
su mente divaga y argumenta respecto a todas las posibilidades que pueden explicar
el silencio del ser querido.
Pero un buen día y sin que lo espere, recibe la
llamada que esperaba. La novia ha tenido algunos problemas en el viaje y no ha
podido comunicarse antes, nada más. No hay mayor drama. Al instante mismo del
contacto se activa en el hombre un poderoso caudal de energía interna. Siente
alivio, regocijo, la noticia le devuelve motivación, enfoque, ganas de retomar
y acomodar las cosas de su vida. Todo fluye de nuevo, hay una fuerza interna
que justifica todo.
Las causas de esta manifestación pueden ser muy
diversas. El ejemplo anterior ayuda porque puede ser universalmente
comprendido, pero el fenómeno es mayor, único, grande y poderoso.
Sin la presencia de esta energía, el ser humano sería
solo una sombra perdida en su propia oscuridad. No tendría capacidad de
producir o construir nada. Por otra parte, al cultivarla y protegerla, es capaz
de elevarse hasta la cima donde se encuentra todo lo que busca.
El flujo de energía vital solo se bloquea por
“obstáculos” que construyen las mismas personas. No es algo que se activa o
desactiva en sí. La energía siempre está allí, lista y dispuesta a fluir. Ésa
es su condición natural. Son los seres humanos quienes la bloquean y generan el
sabotaje.
Los obstáculos aparecen cuando las personas concentran
su atención en temores, suspicacias, consideraciones negativas, disgustos,
presunciones y preocupaciones. Estos elementos bloquean el flujo vital.
En realidad, si se tuviera la capacidad de entender
que todas las cosas que suceden en la vida son solo experiencias y
manifestaciones diversas de energía, los obstáculos no existirían. Pero cuando
hay una consideración consciente de estos elementos negativos, la energía deja
de fluir. Entonces todo adopta el color gris de la frustración e impotencia.
Por supuesto que estos “elementos negativos” tienen
diferente peso y envergadura. No es igual la muerte de un ser querido, que un
comentario “molestoso” en la oficina, y no es lo mismo un importante problema
financiero que el disgusto provocado por un precio alto en algo que se compra.
Pero en todos los casos, (“grandes” o “pequeños”), surge un obstáculo al flujo
interno de energía.
Cuando las situaciones son mayores, el bloqueo puede
acompañar toda la vida. Así se explican los traumas y las psicosis. Cuando el
drama es menor, eventualmente puede desaparecer más rápido. Pero en todos los
casos queda trunca la energía, al mismo tiempo que el bienestar y la
productividad de las personas. De esto se trata el sabotaje.
La demanda para los seres que desean disfrutar la vida
y extraer lo mejor que tiene es simple: trascender la necesidad instintiva de
poner excesiva atención en los eventos que se consideran “desagradables”.
Y en esto hay una propensión que definitivamente
constituye el sabotaje más grande que uno se puede hacer a sí mismo: ésa lógica
de establecer lo que “gusta y lo que no gusta” en todos los ámbitos de la vida.
El asunto parece banal e inofensivo, pero por eso mismo constituye un gran
peligro para el flujo de energía vital.
Puede parecer normal que todas las personas expongan
situaciones y cosas que les gustan o les disgustan, pero ello establece
limitaciones muy sutiles y complejas para la existencia.
¿Qué diferencia hay entre un bloqueo de energía vital
producido por la muerte de un ser querido y el disgusto por una comida mal
servida en un restaurante? A efectos del bloqueo, nada. No hay diferencia. Es
posible que uno de los eventos tenga más peso psicológico que el otro y se
sostenga más tiempo, pero ambos perturban por igual la energía y quitan
libertad.
Ahora bien, ¿cuántas veces por día se activa la
valoración sobre pequeños eventos que “no gustan”? De hecho muchas más de las
que parecerían “más justificables”, es decir accidentes, muerte, separaciones,
problemas financieros, etc. Por esto la energía vital se bloquea con mayor
frecuencia por situaciones absurdas, gustos y disgustos, juicios de valor,
suposiciones, susceptibilidades.
Un sabotaje ridículo que las personas se hacen a sí
mismas.
La perpetua valoración de “me gusta o no me gusta”, es
una forma directa de establecer límites al crecimiento personal. Una manera
expedita de alejar la grandeza por un conjunto absurdo de pequeñeces.
Los eventos desagradables deben procesarse con
naturalidad y rapidez. Son las inevitables (y valiosas) experiencias que deben
vivirse. Nada más. No es necesario hacer carne de ellas o construir un entramado de valores a su alrededor. La realidad es siempre neutra, y
es la mente de cada quién la que la califica. Las cosas no son buenas o malas
en sí mismas, mucho menos agradables o desagradables. Cada quién las interpreta
a su manera.
El sabotaje se evita considerando que todas son
experiencias valiosas que deben vivirse. Múltiples manifestaciones de energía.
Para evitar bloqueos en el flujo vital de la vida
(posiblemente por el simple hecho de no haber recibido de vuelta un saludo o no
tener las noticias que se esperan del jefe), todos los eventos deben procesarse
y soltarse con rapidez. Hay que hacerlo con la misma naturalidad y soltura que
representa la experiencia de un paisaje mientras se lo recorre en automóvil.
Todo llega y pasa, aparece y desaparece.
Hay que erradicar el juicio del “me gusta o no me
gusta”. Eso construye complejos límites para el potencial humano. Detrás de
cada cosa que se evita bajo la etiqueta de lo “desagradable”, puede existir una
herida psicológica que se debe curar, una oportunidad de ampliar el campo de
acción de la consciencia o la posibilidad de aprender una lección.
En tanto más se mueva en el círculo estrecho de “lo
que le gusta” más pequeño se le hace el mundo y más duro el bloqueo interno.
Por otra parte, ¿quién puede afirmar que tiene dominio de la verdad sobre lo
que es bueno o malo, agradable o desagradable?
Es absurdo.
Ya es difícil procesar los grandes reveses que da la
vida (en los que aplica el mismo criterio de procesar y soltar), como para
limitar los alcances de la existencia por banalidades asociadas “al gusto”.
En estas “pequeñeces” se encuentra el mayor peligro.
Porque se suceden a cada instante, imperceptiblemente. Es cierto que “el diablo
está en los detalles”, porque todo en el Universo se forma de lo pequeño a lo
grande. No existe el proceso inverso. De ladrillos diminutos están compuestas
las grandes estructuras, y los insignificantes juicios del “me gusta o no me
gusta” terminan formando vastas estructuras de valores.
Este es el sabotaje que se hace uno a sí mismo. La
hipoteca del destino por causa de minucias.
Trascienda la estrechez del “gusto y del disgusto”.
Tome estos eventos sólo como una experiencia necesaria e inevitable. Cuando lo
haga todo terminará siendo positivo y usted será libre.
No subestime el tremendo perjuicio que representan los
pequeños juicios de valor. Aunque no lo perciba, en función de ellos está
construyendo su destino.
Fuente: https://elstrategos.com/sabotaje/
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