Hay mucho por entender
y aprender de esta hermosa frase: “si el viento deja de soplar, rema”. Y aunque
no lo parezca a primera vista, es una enseñanza que incorpora todo lo que
sostiene la sabiduría
estratégica.
La diferencia entre la
sabiduría a título general y la “estratégica”, es el énfasis que esta última
establece sobre la dinámica de los conflictos, los adversarios y la lid
competitiva. La Estrategia es el arte para gestionar la adversidad y dirimir
los conflictos favorablemente.
¿Cómo debe entenderse
la frase “si el viento deja de soplar, rema”?
En primer lugar como un reconocimiento a la gestión de oportunidades.
El “viento favorable”,
ése que permite avanzar con mayor facilidad y comodidad, responde al hecho de
haber identificado condiciones propicias para el desarrollo de cualquier
proyecto o emprendimiento en la vida, sea de carácter personal o profesional.
Las personas que
orientan sus actos en función de la sabiduría estratégica buscan siempre el
camino más práctico y eficaz para alcanzar sus objetivos. La Mente Estratégica no trabaja
solo buscando soluciones, más bien clasificando opciones. El trabajo sobre
estas últimas es el que finalmente conduce a las primeras con mayor
efectividad.
Actuar en términos de
“viento favorable”, (entiéndase condiciones propicias), genera ventajas
competitivas. Optimiza esfuerzo, trabajo e inversión de energía. Esta dinámica
se encuentra siempre en las oportunidades. Buscarlas, identificarlas y
aprovecharlas es una tarea fundamental del pensador estratégico,
y para ello hay que desarrollar habilidades específicas.
Puede parecer lógico
suponer que todas las personas buscan naturalmente oportunidades para actuar en
la vida, pero esto no es así. En realidad la mayoría opera, o bien de acuerdo a
los patrones establecidos o es adversa al riesgo. Las oportunidades prometen
mejores resultados pero involucran mayor riesgo, y muy pocos toman estos
caminos.
Ahora bien, actuar con la lógica de identificar permanentemente
oportunidades consigue que se “construyan” situaciones propicias. Este es uno
de los frutos más valiosos de la sabiduría estratégica.
Los “vientos
favorables” siempre benefician al marinero que tiene velas desplegadas y la
nave orientada a su objetivo. En esto nada tiene que ver la suerte o la
fortuna. Por eso Napoleón (posiblemente el Strategos más grande de la historia)
decía: “…el azar será siempre un enigma para las mentes mediocres”.
Para el pensador
estratégico el trabajo inteligente prevalece
sobre el “trabajo duro”. Por esto busca oportunidades para hacer las cosas
mejor y más fácilmente. Esta es otra alusión a los “vientos favorables”.
Ahora bien, si en algún
momento “el viento deja de soplar”, corresponde invertir todo el esfuerzo
necesario para continuar el camino elegido. Acá ingresa la alusión a “remar”.
No se trata de parar o
cambiar de rumbo ante la primera condición desfavorable. Esto sería aún peor
que nunca haber iniciado el trayecto y representaria una pobre sabiduría
estratégica.
La ausencia de los “vientos favorables” puede manifestarse de dos formas:
1.
Una reducción de las energías positivas o
2.
Un franco cambio a condiciones negativas
Y en ambos casos lo que
corresponde es empezar a “remar”.
Hay que reemplazar la
energía natural de las condiciones propicias por esfuerzo directo. El objetivo
es no detenerse hasta que los “vientos favorables” retornen o hasta encontrar
un punto definitivo de inflexión. La energía natural de las oportunidades debe
sustituirse por inversión de esfuerzos extraordinarios, sacrificio concreto.
Para el pensador estratégico la desaparición de los “vientos favorables”
y la necesidad de “remar” es, en sí misma, OTRA OPORTUNIDAD.
Esta es la magia que
exhiben quienes no piensan ni actúan como la masa. La adversidad y las
situaciones difíciles despejan las rutas que llevan a la victoria. Espantan a
la mayoría. Crean condiciones preciosas para continuar en soledad y alcanzar
éxito.
Poca competencia encuentra aquél que sabe trabajar con igual habilidad
oportunidades y adversidades. Este es el guerrero que domina la fórmula para
ser igualmente eficaz contando con fuerzas superiores o inferiores. El promedio
de las personas solo compite bien cuando opera en condiciones propicias (si es
que ha podido encontrarlas y construirlas).
“Remar” no es sencillo,
por supuesto. Y mucho menos para mantener el rumbo elegido. Otra cosa es hacer
el esfuerzo por criterio de sobrevivencia o con intención de “salvarse”. Sin
embargo el pensador estratégico no trabaja con la lógica del plan “b”, más bien
con muchos planes “a”. Es distinto. Un plan “a” es operar al amparo de las
oportunidades y los “vientos favorables”, otro plan “a” es comenzar a remar
cuando las condiciones han cambiado.
Por último, la sabiduría estratégica no desconoce, a pesar de lo dicho
antes, la necesidad de eventualmente “rendirse” o cambiar de rumbo
definitivamente. Esto vale la pena tenerlo claro.
Si los “vientos
favorables” no retornan luego que se estuvo “remando” bastante tiempo, lo
práctico es evaluar un cambio profundo. El Strategos no es un Quijote. Si se
encuentra involucrado en una pelea que no podrá vencer, entonces se retira y
prepara para la próxima contienda.
La apología de la
perseverancia, la tenacidad o la persistencia no corresponde en todos los
casos. No puede aplicarse para derribar una pared a fuerza de cabezazos. Es
absurdo. Para la sabiduría estratégica todos los obstáculos son como ésas
puertas de vidrio que tienen escondido el cartelito de “jale”. Se puede hacer
mucho esfuerzo tratando de abrir la puerta a empujones y fracasar. Sin embargo
se puede “jalar” la puerta con dos dedos y abrirla.
Todos los problemas tienen solución, toda adversidad puede ser superada.
El pensador estratégico solo se diferencia de los demás en el hecho de buscar
las medidas más prácticas, los caminos más sencillos. Esto es, en definitiva,
encontrar nuevamente oportunidades y “vientos favorables” para seguir
navegando.
El viejo y sabio adagio
que afirma que “todo problema es una oportunidad que llega disfrazada a la
fiesta”, es un mantra en los procesos mentales del pensador estratégico. Pero
esto solo se hace evidente para él cuando el esfuerzo de “remar” ya no conduce
a ninguna parte. Nunca antes.
“El viento que sopla a
favor” es combustible del perezoso, en tanto que una bendición para el
Strategos. ¿Qué factor determina la diferencia? El hecho que éste último está
siempre dispuesto a “remar” cuando las condiciones lo requieren.
Bien lo dice un
proverbio inglés y lo ratifica la sabiduría estratégica: “un mar tranquilo
nunca hizo un buen marinero”.
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