El arte de dirigir individuos es uno de los más
sofisticados que existe. No hay recetas escritas que puedan considerarse
efectivas ni tiempo de aprendizaje suficiente. Hay una sola premisa que puede
conducir exitosamente a destino: la actitud. El jefe no
conquista sus metas de acuerdo a lo que sabe, más bien en función de la
conducta que sostiene con sus subordinados.
Esto funciona igual en cualquier sistema de trabajo
colectivo, se trate de un empleo o un emprendimiento: si las personas
no trabajan bien porque quieren, entonces sólo hacen lo que deben. Y
si se produce esto último, la Organización opera (eventualmente) con propiedad,
pero no conoce la excelencia.
La dirección eximia de los seres humanos (llámese
liderazgo o lo que sea), pasa por conquistar corazones, no por aprovechar
mentes. Y esto difícilmente se compra con dinero, hace falta invertir una
actitud correcta, sostenida e inquebrantable.
Hay cosas que ningún jefe puede tener sin la
aprobación del subordinado:
1.- Confianza:
Es simple. Si el subordinado no confía en el Jefe, no
interpone su mejor empeño. Dará de sí lo estrictamente conveniente. Entender
esto es clave. Lo “conveniente” no necesariamente es algo malo, pero rara vez
es lo mejor.
La mayoría de los jefes, y por ende las
Organizaciones, se sienten bien obteniendo un resultado “conveniente” del
equipo de trabajo. Son como ésa persona que posee un auto deportivo pero nunca
lo maneja a más de 50 kilómetros por hora.
La confianza de los demás se gana por méritos
específicos, no por efecto de lo que disponga una estructura. Ninguna
instrucción o arenga conquista la confianza de los demás, solo la experiencia
concreta. Hace falta que el jefe demuestre, con el tiempo, que se puede confiar
en lo que dice y hace.
La confianza se fundamenta en una relación, no es una
cuestión de momentos. Demanda intimidad. Requiere compartir experiencias,
buenas y malas. Pocos jefes invierten esto de sí para obtenerla. La mayoría
considera que en tanto las cosas no están mal, entonces están bien por defecto.
El jefe que conquiste la confianza de los demás, no
estará obligado a transitar solo por caminos pavimentados, podrá tener compañía
aún en las sendas (habituales y complejas), de la tribulación y el fracaso.
2.- Respeto:
El respeto también se obtiene. No se pide. Ningún
título o cargo jerárquico lo otorga “per se”. Tampoco es cuestión de
conocimientos o habilidades. Se puede efectivamente respetar la capacidad de
alguien respecto a cierta cosa, pero ése es un respeto que emerge de la razón,
no del corazón.
El genuino respeto se otorga a la integridad. Es un
reconocimiento a la conducta de los demás que ha sido puesta a prueba en
diferentes circunstancias. Un individuo íntegro actúa en función de lo que ES,
no de lo que le pasa.
Hay jefes de ánimo tibio que se calientan o enfrían de
acuerdo a lo que sucede, y eso no consigue el respeto de nadie.
3.- La lealtad y el jefe:
Esta es, teóricamente, más sencilla de obtener. Ahora
bien, en la práctica no es nada fácil. Hace falta algo que no todos los jefes
entienden. La lealtad es una calzada de doble vía: se obtiene una vez que se la
da.
Así como quién planta semillas de un árbol de naranjas
no obtiene bananos, quién siembra lealtad cosecha lealtad. No hay margen para
otro tipo de cálculos.
¿Sabe usted cuando se forja la lealtad? En los
momentos difíciles. En ésas situaciones en las que alguien se siente solo y
abandonado. Cuando las circunstancias castigan.
Si el jefe permanece firme con quién enfrenta la
adversidad, está ganando una persona que le será leal cuando eventualmente le
suceda lo mismo.
La lealtad es una póliza de seguro que se debe pagar
permanentemente, pero se puede cobrar cuando más se necesita.
4.- Admiración:
Las personas admiran de otros lo excepcional. Eso que
no es común y que pocos poseen.
Todas las actitudes del jefe que destaquen sobre los
demás, construyen la admiración de los colaboradores. Especialmente si se
sostienen imperturbables en el tiempo.
Hay un sinónimo de “excepcional” que ayuda a entender
esto: extraordinario. Esto quiere decir “más allá de lo ordinario”. ¿Y qué es
ordinario? Algo común y de poca calidad.
Comunes y corrientes son casi todos en sus actos
cotidianos. Pocos invierten genuina calidad en lo que hacen, por esto mismo son
considerados, pero pocas veces admirados.
Ahora bien, el jefe excepcional es producto del ser
humano excepcional. En esto la estructura determina la función. Nadie puede
llegar a ser admirado por los demás si solo se esfuerza en cumplir un papel. En
esto es necesario SER para HACER.
5.- La credibilidad y el jefe:
Cumplir promesas y honrar la palabra. Estos son los
ingredientes de la credibilidad. Hay que ser inteligente y poseer mucho
carácter para prometer algo y no fallar. Nadie tiene control sobre el destino,
por eso las promesas precisan inteligencia. No se las puede suscribir a diestra
y siniestra.
La mejor promesa del jefe es “dar lo mejor de sí y
hacer todo lo que esté a su alcance”. Esto denota humildad y construye
credibilidad. Cualquier otra cosa es arrogancia y una apuesta peligrosa con el
destino.
Otros elementos que ningún jefe puede tener sin tu
aprobación.-
6.- Honestidad:
Es cierto que la honestidad es una cualidad personal
que no debe estar sujeta a condicionamientos externos. Quien se precia de ser
una persona honesta no puede poner en tela de juicio esta condición de acuerdo
a las circunstancias.
Sin embargo, como en muchos otros casos, la honestidad
tiene grados y matices. Aspectos activos y pasivos.
Cuando el jefe no actúa adecuadamente con sus
colaboradores, a lo sumo obtiene de ellos un básico sentido de honestidad
personal, uno particularmente “pasivo”. Sin embargo, algo diferente ocurre con
los aspectos “activos” de la honestidad.
La persona honesta “activa” esta cualidad sugiriendo y
proponiendo lo que considera apropiado para el bien común. Si las condiciones
en la relación no están dadas, ésta activación no se da.
7.- Retroalimentación positiva:
La retroalimentación como tal es producto de que la
relación se encuentre bien establecida. No se diga una de carácter positivo.
El jefe inteligente debe entender que la
retroalimentación por parte de sus colaboradores solo enriquece su posición, la
nutre, la afina y le proporciona mayor calidad.
Este circuito virtuoso de intercambio de energía no puede establecerse por norma. En realidad ningún planteamiento
dirigido a la productividad puede hacerlo. Para conseguir una retroalimentación
positiva de quienes dirige, el jefe tiene que haber consolidado todo lo
anterior.
8.- Compromiso:
Comprometerse con algo o alguien no es un asunto de
capricho u obstinación. Es simplemente la forma de alcanzar con eficiencia lo
que se quiere.
Nunca emerge el mismo resultado de un equipo de
trabajo comprometido y uno que simplemente hace lo que debe. Aquí se manifiesta
el sentido de la eficiencia. Cuando el compromiso de las personas existe en una
labor, los resultados se obtienen invirtiendo menos recursos, esfuerzos y
tiempo.
Ahora bien, no existe forma que el jefe “active” el
compromiso de los demás simplemente porque quiere o lo ve conveniente. Esto es
siempre un resultado, no un camino. Hay mucha distancia entre un trabajo
profesional y uno comprometido. En el primero prevalecen aspectos técnicos y
racionales, en el segundo se suma el factor emocional.
Quienes sostienen que un profesional es de hecho una
persona comprometida con el trabajo que hace, conocen poco de la naturaleza
humana. El compromiso es producto de otras variables que se presentan en el
ambiente de trabajo. Y ellas tienen mucho que ver con el liderazgo. Responsabilidad
es una cosa y compromiso otra.
Para que una persona se comprometa, deben construirse
factores emocionales que sustenten la actitud. Y éste es un resorte del jefe,
no del colaborador.
9.- 100% de esfuerzo:
Esta es una consideración de aritmética simple. 100%
es algo diferente a 90%, 80% o 60%. ¿Hace falta más análisis para
comprender esto?
Solo los líderes eximios en el arte de dirigir a las
personas consiguen que ellas inviertan sostenidamente el 100% de sus esfuerzos
para llevar adelante el trabajo y alcanzar los objetivos.
10.- Entusiasmo:
Este es, por definición, un sentimiento intenso de
exaltación del ánimo producido por la admiración apasionada de alguien o algo.
Posiblemente pueda considerarse la cereza del pastel.
Si el jefe ha construido la relación con el equipo fundamentado en conseguir
aquello que las personas no están obligadas a darle, tendrá un conjunto de
seres entusiasmados con lo que hacen. Y dado que éste es un motor eminentemente
emocional, el poder del accionar colectivo está garantizado.
El potencial del trabajo en equipo es inmenso. La
historia humana así lo testifica. Cuando los factores que definen las acciones
de las personas están bien alineados, todo se puede conseguir.
Hay apenas un requisito fundamental: que el jefe pueda
conquistar aquello que las personas de su equipo de trabajo no están obligadas
a proporcionarle.
(Referencias obtenidas del artículo “11 Things Your Boss Can’t Have Without YOUR Approval” by Frank
Sonnenberg)
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