“Amén” es un término
habitualmente usado en la liturgia sinagogal y cristiana. Es una palabra que
tiene origen en el idioma hebreo y su riqueza acompaña la evolución de la
sociedad humana desde tiempos remotos. Hay pocas expresiones (en cualquier lengua),
que tengan tanto significado y relevancia para la comunicación universal.
“Amén” en esencia significa “así
sea”. Es una afirmación y a la vez una confirmación. Un veredicto
sobre lo que es y lo que será.
Su significado también
está asociado a:
- en
verdad
- ciertamente
- que
conste
En el idioma hebrero es
la misma palabra que se utiliza para el vocablo FE. La raíz del adverbio
implica firmeza, solidez, seguridad.
Pues bien, no hay
palabra que resuma mejor la esencia conceptual del pensamiento estratégico, ni
mecánica más efectiva para interactuar con la realidad.
El pensamiento estratégico es
una forma de tratar con un entorno que cambia contantemente. Consiste en
responder a ése medio ambiente en formas que permitan alcanzar las metas
propuestas y cambiarlo para beneficio propio.
Al ser parte del
Universo que atinge a la Estrategia, los objetivos del pensamiento estratégico
se orientan a la resolución de situaciones difíciles, conflictos y adversidad.
A diferencia del
pensamiento convencional, el estratégico no tiene “procesos lineales” en su
trámite deductivo. Presume siempre la presencia de factores exógenos orientados
a interferir con el resultado de las deducciones propias. Quién piensa
estratégicamente reconoce la existencia de elementos orientados a impedir que
sus actos se cumplan.
Oposición, resistencia
y adversidad son condiciones con las que el pensador estratégico interactúa
siempre. De aquí su valor en la resolución de todos los conflictos humanos,
desde las grandes y sangrientas conflagraciones bélicas hasta los relacionados
con la competitividad profesional y empresarial.
Ahora bien, si hay que
reducir a un factor todo el pensamiento estratégico, éste sería por fuerza
la practicidad.
Lo práctico es efectivo, simple, directo y poco costoso en términos de tiempo y
energía.
El pensamiento estratégico es primero y siempre, razonamiento práctico.
En este sentido hay
algo que se debe entender desde un inicio: nada hay más práctico que reconocer
y aceptar LA REALIDAD. De esto parte todo criterio juicioso y en ello abreva
cualquier intento de alcanzar sabiduría.
La realidad no amerita
objeciones. Es lo que es. Negarla o desconocerla es punto de partida para un
proceso que siempre finaliza en fracaso y frustración. Aceptarla, por otra
parte, constituye el inicio de la transformación.
Ante la realidad solo
existe una afirmación posible: “Amén”, así sea.
La inmensa mayoría de
los seres humanos tiene un serio conflicto con esta premisa. Son funcionalmente
incapaces de aceptar la realidad. Juzgan, resisten y rechazan lo que es. Y en
este simple hecho siembran la semilla de una derrota inapelable.
Bien lo decía Carl
Jung: “lo que resistes, persiste”. Por esto mismo, nada se puede cambiar si
todo persiste.
En un sentido místico,
la Realidad es la vida misma. En términos de fe, es la materialización de
Dios. Esto es lo que ES, lo que fue y lo que será.
Quién resiste, rechaza
o reniega de la Realidad lo hace de la vida o de Dios (como quiera entenderse).
Es una pelea que no se puede vencer, una que no tiene absolutamente nada de
práctico.
Lo que determina la
percepción o el carácter de la Realidad es la interpretación que las personas
adoptan sobre ella. En sí misma, la realidad es neutra. Esencialmente siempre
“está bien”. Es el lente con que se la observa e interpreta lo que define su
entendimiento particular.
Un día de lluvia es
solo eso. Si para alguien es algo desagradable y para otro no, es solo cuestión
de interpretaciones.
Pues bien, éste solo hecho, la aceptación irrestricta y dócil de la
realidad, es algo que no practica la mayoría de la gente. Y es el punto de
partida para la ventaja que alcanza el pensador estratégico.
Para el Pingüino Amarillo todas
las tareas comienzan con un “Amén”. Una sólida afirmación de ASÍ SEA, ante la
Realidad y lo que dispone la vida. El no gasta energía en negaciones o
cuestionamientos. Las cosas son como son. Ése es el punto de partida. De allí
para adelante se justifican las proposiciones, pero no antes.
Pelear contra la
realidad es pelear contra la vida. Y ésa es una justa que no se puede vencer.
Por otra parte, decir “Amén” ante ello, constituye una forma inteligente de
aprovechar la energía vital y trascender las circunstancias.
El pensador estratégico confía en la vida, se refugia y nutre en sus
disposiciones. Sabe que “por algo” suceden las cosas y acepta con sabiduría sus
designios. Por eso finalmente, todo lo que le pasa, le pasa para bien. No hay
misterio ni fórmula mágica. Solo es cuestión de decirle “Amén” a la vida.
Recuerde que el
adverbio “Amén” implica firmeza, solidez, seguridad. A esto se refieren desde
siempre la sabiduría, la filosofía y la espiritualidad. Aceptar no implica
rendir ni resignar nada, solo reconocer lo que ES.
Por otra parte, la
palabra “Amén” es también un referente directo de la FE, y en este sentido es
un nexo concreto con el futuro, con aquello que se espera.
Cuando el pensador
estratégico establece sus objetivos y plantea sus propuestas, también las
cierra con un “Amén”, porque así expone su confianza en que las cosas serán
como las desea. Ésta es la doble virtud que posee el “ASÍ SEA”. Por una parte
certifica lo que ES y por otra proclama en positivo lo que SERÁ.
La construcción del
futuro que se quiere es algo más que un conjunto de deseos, obviamente. Es una
cuestión de esfuerzo, conocimiento, habilidad e inversión general de recursos y
energía. Pero si esto no viene acompañado de inquebrantable convicción, no
cuenta con el soporte esencial de la vida. Porque ésta, como buena
representación de Dios, se abona con FE.
La vida reconoce la aptitud, pero premia la actitud. Saber es
importante, pero creer es indispensable. Hay una sutil pero fundamental
diferencia en esto. Quien sabe y no cree, para nada sabe. Quien cree y no sabe,
valora lo que desconoce.
Decir “Amén” con
respecto al futuro, es reafirmar la confianza en sus designios y en el triunfo
de las proposiciones que se plantean. Ambos son elementos fundamentales para el
pensador estratégico.
En definitiva la vida
es como un rio y todos los seres humanos se desenvuelven en sus aguas. La clave
es fluir con la corriente, confiar en ella. Interponer un humilde “Amén” a sus
disposiciones. Muchos no lo hacen. Resisten y pelean. Quisieran cambiar su
cauce a fuerza de obstinación y necedad. No llegan lejos, se desgastan y
ahogan. El pensador estratégico, por otra parte, tiene un objetivo práctico:
convertirse en un marinero experto.
Sabiamente se ha dicho
desde siempre: “el hombre propone y la vida dispone”. Pues bien, quién
interpone un sincero Amén ante las disposiciones, tiene un poderoso aliado para
sus proposiciones.
Fuente: https://elstrategos.com/amen/
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