Ya
hace mucho tiempo que los seres humanos sobre el planeta no se comunican por
medio de cartas, a menos que sea para notificaciones formales en materias que
así lo consideran necesario.
Era
usual que una carta modelo empezara, «Te escribo estas líneas en la esperanza
de que todos se encuentren bien»…
Había
ajedrecistas que se carteaban las jugadas, y de esa forma desarrollaban
partidas que duraban su tiempo. Cada jugador vivía la expectación del arribo de
una nueva carta para enterarse el siguiente movimiento de su contendor.
El
mundo cambió, de las misivas pasamos a los faxes, de los teléfonos fijos
residenciales, llegamos a los teléfonos móviles o celulares, cuyo número ronda
los tres mil millones en uso sobre el planeta y sigue creciendo.
De
la siempre fiel maquina de escribir nos llegamos al computador personal. Es imposible hoy en día encontrarse con textos impresos que tengan tachaduras, borrones o líquido
para borrar letras.
Con
la maquina de escribir, el escritor tenía que ser más cuidadoso al escoger y
tipiar la palabra deseada, ya que corría el riesgo de comenzar de nuevo su explayado discurso.
De
las salas de cine, emigramos a las antenas parabólicas, el betamax, VHS, DVD y la televisión por cable a los sistemas de transmisión por streaming.
Así
las cosas, fuimos dejando la tranquilidad que nos proporcionaba el decurso natural
del tiempo, por la eficacia y productividad que nos prometía la inmediatez de
la información o los contenidos.
Existen intelectuales que han desarrollado el tema desde vertientes diferentes, pero siempre convergentes, por ejemplo, Carl Honore en su obra “Elogio de la lentitud” quien se plantea "¿Por qué tenemos siempre tanta prisa? ¿cómo se cura esa auténtica enfermedad que es nuestra actitud ante el tiempo? ¿Es posible, e incluso deseable, hacer las cosas con más lentitud?"
El autor místico Eckhart Tolle en su libro “El Poder del Ahora”, lo desarrolla desde el mundo mental y espiritual, buscando la solución al apuro en la vida en el hecho cierto de “que la mente es enemiga de la iluminación y que los individuos contienen la fuente de su propio dolor.”
El
avance tecnológico, ha creado una dependencia en nosotros por la velocidad y la
disponibilidad ante nuestros semejantes de las 24 horas del día.
Creo,
para culminar, que, si manejáramos con racionalidad y conciencia, estos
dispositivos electrónicos de la vida moderna, lograríamos reducir la prisa que
nos apremia y las enfermedades que adosadas vienen con el estrés.
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