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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel
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La vida no siempre te presenta las personas que deseas conocer

 

Photo by Anna Shvets from Pexels

 

La vida no siempre te presenta las personas que deseas conocer. A veces te pone en contacto con quienes debes conocer, para que te ayuden, lastimen, abandonen, amen, y gradualmente te fortalezcan para ser un mejor ser humano.

¡Es así de simple y maravilloso!

Imagínate como sería tu vida si en ella solo existieran las personas que deseas conocer…

No habría la mínima posibilidad de crecer y evolucionar. Ninguna dinámica constructiva. Porque el carácter se forma definitivamente con la fricción, y en tanto más sólido es aquel, mayores son las perspectivas de tener la vida que se aspira.

Las personas que piensan estratégicamente son buscadores incansables de oportunidades que les sean provechosas para desarrollarse. Y las interacciones con otros seres humanos son las mayores oportunidades que se pueden encontrar.

En este sentido, y por fortuna, la vida juega a favor.

Ahora bien, ¿por qué tenemos ésa predisposición tan básica de evitar o escapar de las interacciones que no nos agradan? En muchos casos se dirá que ellas constituyen un lastre para nuestro bien-estar y equilibrio emocional. Pero lo cierto es que ello obedece simplemente a comodidad.

No es cuestión, obviamente, de quedar condicionado por actitudes o comportamientos ajenos que no aprovechen, porque eso solo sería someterse y depender. Se trata de encontrar el beneficio personal en cada experiencia.

La comodidad es el enemigo más importante que tiene el desarrollo personal, no lo son de ninguna forma los problemas o adversidades. Porque la comodidad demanda muy poca energía, en tanto las dificultades, por muy molestas que sean, promueven la activación.

La comodidad debe entenderse siempre como una estación de trasbordo, no una de partida o llegada. Es natural aspirar a ella, pero no es bueno concebirla como un nido.

El pensador estratégico debe estar convencido que en todo evento que acontezca en la vida, no solo existe algo por aprender, también por aprovechar. Hay en esto una sutil pero poderosa diferencia. El aprendizaje pasivo puede condicionar de alguna forma el destino, pero la acción lo define en la forma que se quiere.

Cuando tienes propósitos claros y trabajas esforzadamente en función de ellos, no solo encuentras las personas que deseas conocer, también las que necesitas para tus fines. Todas tienen algo que te aporta en tanto hay disposición y habilidad de entenderlo y actuar en consecuencia.

El individuo que no tiene propósitos sólidos en su vida forma parte de las experiencias de alguien más y no es dueño de su destino.

Si algo te hace falta en la vida quiere decir, simplemente, que no se encuentra entre lo que ya posees. Debes buscarlo afuera. Y allá hay un poco de todo, no solo lo que te agrada. Pero si lo que prevalece es el sentido de la búsqueda y no solo el agrado, aun en las personas “desagradables” existirán recompensas.

Es más, justamente aquellas que poco sintonicen con tus principios y valores, son las que más te aportarán, porque constituyen referente de caminos que debes evitar y señal de las direcciones apropiadas.

Las relaciones con otras personas siempre son un juego de espejos y proyecciones. Nos vemos en ellos tal y como somos nosotros mismos, y nos proyectamos como eventualmente quisiéramos ser.

Solo los individuos necios y arrogantes pretenden que el mundo sea a su imagen y semejanza, y el pensador estratégico no puede ser ni lo uno ni lo otro.

Quién tiene claros sus propósitos y es dueño de sí mismo, proporciona luz aun cuando transite sombras. Influye positivamente allá donde se desenvuelve, y solo es influenciado para aprender.

Si te encuentras en el mundo con una persona que se dedique a exponer tus defectos, ¡fantástico! Nada te obliga a convivir con ella, pero es un activo que no puedes desechar. No es algo cómodo, pero ningún crecimiento lo es. Crecer siempre duele.

De igual forma la vida te presentará personas que te harán daño. Pero eso también aprovecha, a pesar de todo. Porque en tanto más daño sufras, más daño te podrás evitar en perspectiva. Cada segundo de experiencia vale oro, porque ilumina el camino que se desea seguir.

Si la vida te otorgara la falsa bendición de presentarte siempre las personas que deseas conocer, benignas y afínes, serías extremadamente débil.

La vida convoca luchadores o víctimas, no existe otra categoría, y esto define la necesidad de interactuar permanentemente con personas “desagradables”.

Habrá seres que te amen como corresponde, pero ellos casi siempre emergen del abandono al que te someten otros. Construirás relaciones que siendo buenas perdurarán mucho tiempo y otras que aun siendo buenas terminarán. Todo eso es experiencia, nada más. Para ello llegamos al mundo, para vivir una experiencia.

El amor es la energía que mueve el universo, de acuerdo, pero ninguna raíz tiene si no parte del amor propio. Solo quién se ama a sí mismo puede amar a los demás. Así se entiende y comprueba que toda interacción solo juega a beneficio.

El ego es un ingrediente muy particular. En la misma medida puede ayudar a conseguir el éxito o conducir al fracaso total. Contribuye a lo primero cuando activa el sano amor propio, pero conduce a sufrimiento cuando no reconoce el valor que tienen TODOS los demás.

Porque algo de valor existe en todas las personas que encuentras en la vida, ¡no lo dudes! La riqueza integral que puedas acumular depende que entiendas esta verdad trascendental. Si tú te abres, el mundo también lo hace. Sin embargo, si te cierras a las cosas que pasan, el mundo no solo se cierra ante ti, también te devora.

En función de lo anterior, posiblemente hay pocas recomendaciones más importantes para los seres humanos que ésta:

“Ten siempre una mente abierta a todo y sin ningún tipo de ataduras”

Esto es lo que garantiza que todos los individuos se conviertan en las personas que deseas conocer.

Fuente: https://elstrategos.com/



 

¡Responsabilidad! Cambia tu vida y transforma el mundo

 

Foto de Anna Shvets en Pexels

Es simple. 

La responsabilidad consiste en dar cumplimiento a obligaciones y ser cuidadoso cuando se toman decisiones o se actúa. Significa ser responsable de alguien o algo. ¿Puede haber una fórmula más sencilla para alcanzar lo que se desea en la vida?

En momentos que el mundo enfatiza con esmero los derechos de las personas, olvida destacar que es la responsabilidad el vehículo que cambia la vida individual y transforma el mundo.

Está bien hablar de derechos, por supuesto, pero la ecuación que sostiene la dinámica de vida, exige simultáneamente cumplir obligaciones. Y éstas solo pueden honrarse con responsabilidad personal.

Los derechos constituyen una concesión colectiva, la responsabilidad es eminentemente personal.

Un mundo pleno de derechos y sin individuos que cumplan conscientemente sus obligaciones, no es viable desde ningún punto de vista. Garantizar derechos sin enfatizar responsabilidades es básicamente una locura.

Ahora bien, es relativamente sencillo establecer derechos, pero mucho más complejo construir el sentido de responsabilidad de las personas hacia sí mismas y todo lo que les rodea. Esta es una obra que se construye de “abajo hacia arriba”, de lo particular a lo general, de lo pequeño a lo grande.

Responsabilidad significa cuidar de uno mismo y de los demás. Entendido esto, ¡que no se hable prematuramente de otros derechos! El cuidado personal constituye un requerimiento integral: cuerpo, mente y espíritu. Amor propio. Capacidad de quererse para ser de básica utilidad a los demás.

¿Puede suponerse que el niño que no sea responsable en el manejo de su pequeño ambiente, pueda serlo luego en la gestión de los intereses de un grupo u organización? Abundarán quienes digan que son cosas diferentes, pero tienen algo en común: responsabilidad. Obligación de dar cumplimiento a ciertos criterios de orden y ser cuidadoso para decidir y actuar.

No es fácil hablar actualmente de obediencia, respeto, consideración y orden. Porque de hecho es más agradable remitirse a derechos. Pero el mundo no se ha construido a partir de derechos, más bien de la necesidad de convivir bajo criterios edificantes de comunidad.

¡El éxito no se alcanza por derecho!

Es en todo caso el producto de vencer inteligentemente obligaciones con uno mismo y los demás. Hay derechos básicos que se han conquistado para beneficio de todos, pero entre ellos no se encuentra el éxito o la felicidad. Estos deben alcanzarse con esfuerzo y sacrificio.

Está bien decir que el ser humano tiene derecho a ser feliz, pero ése derecho se perfecciona únicamente siendo responsable con la vida propia.

La responsabilidad es un valor y una práctica ética, ya que impacta en la vida familiar, académica, laboral y ciudadana.

Una persona responsable cumple con sus deberes de manera oportuna y eficiente. Si no fuera así, ¿cómo podría garantizarse el beneficio individual y colectivo?

Un niño tiene el derecho de disfrutar de juegos y esparcimiento, pero tiene también la obligación de entender la dinámica de orden que permite sostener el tejido social. El joven posee derecho para educarse y desarrollar competencias, pero debe ser responsable de sus resultados e incluso del aseo de su dormitorio. No es cuestión de magnitudes, es un asunto conceptual. El sentido de responsabilidad se construye de abajo hacia arriba.

Ser responsable también significa hacerse cargo de las consecuencias que emergen por las propias acciones. La responsabilidad es el mejor antídoto contra el victimismo y la actitud parasitaria que destruyen la sociedad. La colectividad que cobija individuos que se apropian del éxito pero culpan a los demás por sus fracasos, no sobrevivirá.

Errar no solo es humano, es fundamentalmente necesario para evolucionar. Pero en tanto nadie quiera hacerse responsable de sus errores, todo apunta a parálisis y estancamiento. ¿Cómo estaría hoy la humanidad si la virtud del error no hubiera sido responsablemente reconocida por quienes construyeron este mundo?

La responsabilidad es un hecho virtuoso en tanto que gracias a ella, las personas se cuidan unas a otras y alcanzan el desarrollo familiar, comunitario y social.

Cuando alguien no es responsable, no solo afecta su propio crecimiento, también perjudica a los demás. Los derechos son un logro colectivo, pero, ¿qué comunidad puede formarse sin básica responsabilidad entre sus miembros?, ¿y qué respeto puede haber hacia los demás si no existe primero un elemental respeto por uno mismo?

Si quiere alcanzar las metas que se propone en esta vida, olvide un momento sus derechos, ¡sea responsable!

El camino para las personas responsables está bastante despejado. No existen muchas transitándolo. La mayoría está congestionando la senda habilitada para el reclamo interminable de derechos.

¿Quiere cambiar su vida y transformar el mundo?, evalúe conscientemente lo que sigue. Es básico, casi elemental, como el “derecho” que ampara a todos para ser exitosos:

Responsabilidad es “deber”.-

Esto es, deber hacer. Obligaciones que se adquieren con uno mismo y los demás. Cuando se asume un deber, tiene que ser honrado. Hay que ser responsable y consecuente con los actos. ¡Punto! Haga de esto una norma de vida y cosechará, indefectiblemente, los frutos que busca.

Ciertamente hay que ser inteligente para evaluar los “deberes” que generen compromiso, pero luego de esto, la responsabilidad es solo una: cumplirlos.

El individuo responsable es comprometido.-

¿Cuántas personas entienden hoy de compromiso?

Esta es una forma positiva de asumir obligaciones, pues éstas no siempre son agradables. El compromiso garantiza actuar con responsabilidad y cumplir la palabra (otro elemento muy escaso hoy, y por lo mismo de enorme valor).

Se es responsable cuando se honran compromisos. En el trabajo, con la entrega de un proyecto, en la vida personal, con la pareja, o en la política, cuando se respalda una causa justa.

¡Compromiso! El costo de honrarlo no es bajo, pero la recompensa es una vida que vale cada una de las penas.

La persona responsable es prudente.-

No hay ser responsable que actúe impulsivamente o sin reflexionar. Llegar a este estado cuesta una vida de trabajo, pero debe hacerse. Ser dueño de uno mismo es un acto de responsabilidad. La alternativa solo lleva a constituirse en un títere de las circunstancias y la voluntad de los demás.

Responsabilidad es cumplimiento.-

¡Basta de excusas y justificaciones!

El pensador estratégico reconoce solo dos parámetros para la evaluación de sus resultados: victoria o derrota, éxito o fracaso. No hay medias tintas. Es lo mismo con la responsabilidad: se es o no se es. Se cumple o no se cumple. La relatividad es la bebida energizante del mediocre.

Responsabilidad es madurez.-

Por esto se dice que se construye de “abajo hacia arriba”, de lo pequeño a lo grande.

La responsabilidad tiene carácter incremental en sus consecuencias positivas sobre el individuo. El niño que entiende la importancia de ordenar su cama y habitación, madura. Luego no tiene problemas en aplicar los mismos criterios en su relación con la familia, las responsabilidades con la Organización, la comunidad, el país o la humanidad entera.

Responsabilidad es ética.-

Ética significa hacer lo correcto. Actuar y tomar decisiones en función de principios que ayudan a distinguir lo que está bien y lo que está mal. Por eso se afirma que la responsabilidad empieza en la ética, porque ser responsable es siempre hacer lo correcto. ¡No lo dude!

Escuchará por allí lo absurdo de “hipotecar” la felicidad o el futuro por ser “responsable”. Pero quienes así piensan, no entienden nada de responsabilidad, porque asociaron deberes a lo equivocado. En este sentido, es bueno reafirmar lo dicho al principio: el circuito virtuoso de la responsabilidad comienza con uno mismo. Y esto básicamente quiere decir que nadie se comprometerá con algo que le haga daño, ¿no es cierto?

¿Quiere cambiar su vida y transformar el mundo?

Revise el estado de su responsabilidad hacia los valores que lo sostienen, a las personas de su entorno, al mundo que lo cobija y a la naturaleza que es tan paciente con usted.

¡Medite qué tan responsable es en este momento con respecto a todo ello!

Si se encuentra en falta, rectifique de inmediato, y si no, espere con tranquilidad la cosecha, porque será cuantiosa.

Fuente: https://elstrategos.com/responsabilidad/


 

La importancia de la CELEBRACIÓN.

 


Estamos acostumbrados a procesar el dolor y el sufrimiento, pero poco entendemos el valor que tiene la celebración. Casi tan poco como lo que significa el propio agradecimiento. Aunque los seres humanos tenemos una tendencia biológica al optimismo (sin la que sería imposible la evolución), somos funcionalmente fatalistas.

Racionalizamos mucho la celebración y poco el sufrimiento. Tenemos una mente cauta y conservadora para celebrar algo y pródiga en la consideración del dolor. Y ésta lógica no ayuda, por supuesto, a extraer lo mejor que ofrece la vida.

¡Hay que aprender a celebrar las cosas buenas que pasan!

Ésta es la mejor vacuna para procesar las situaciones difíciles que acontecen. Los momentos agradables y los éxitos deben volverse memorables. Esto último quiere decir algo muy simple pero trascendental: definir algo que merece ser recordado o conservado en la memoria.

La vida no es fácil y su convocatoria es clara: se es luchador o víctima, no existe otra categoría. Quién no lucha por extraer de ella lo mejor que tiene, se convierte en una víctima. La existencia nos pone todo a disposición, pero no regala nada, todo debe ser conquistado. El costo que se debe pagar por toda conquista no es solo una constante, es por sobre todo el factor que le otorga valor.

Pero en esta lógica del ser que lucha, hemos olvidado algo fundamental: la prerrogativa que tiene el guerrero para celebrar sus victorias.

Por eso consideramos a menudo que el éxito es más bien una aspiración, una esperanza, un regalo que llega pocas veces. Olvidamos ingenuamente que el éxito nos visita todos los días en diversas formas, con ropaje distinto. A veces envuelto en una manta raída y otras en tela de seda. Menospreciamos nuestras victorias. Y esto tiene origen en algo sutil pero perverso: nuestra mentalidad avara para la celebración.

Los pueblos conmemoran religiosamente las victorias que han obtenido en campos de batalla por su independencia o liberación, pero carecen de referencia para sus victorias personales. Sus triunfos íntimos. El éxito que alcanzan sobre improbabilidades y adversidad.

Somos tan anodinos y miserables con nosotros mismos que evitamos celebrar un matrimonio, la perspectiva de tener un hijo o la fortuna de un buen negocio.

Prevalece en nuestra psiquis el temor a perder lo obtenido y convertir el recuerdo en episodio doloroso. El recuerdo de la pérdida nos provoca nostalgia y tristeza, pocas veces alegría por el privilegio de lo que se ha vivido.

Se celebra con mezquindad un matrimonio porque la mente arremete con pensamientos sombríos de un eventual y remoto divorcio. La celebración por el nacimiento de un hijo se mezcla con inquietudes por la responsabilidad que ello involucra. El éxito de un negocio alerta al subconsciente sobre las probabilidades de que la mala fortuna llegue luego. ¡Somos fatalistas funcionales, pesimistas profesionales!

El recuerdo de las tormentas ocupa de tal manera nuestra memoria que poco espacio otorga a los días de sol. La claridad es visitante esporádico, en tanto la oscuridad es compañera de viaje, incondicional y fiel.

Por esto el arrepentimiento común de todos los que encaran la muerte, está relacionado a lo que no hicieron, pocas veces a lo que efectivamente hicieron, por mucho que esto no hubiera traído bendición.

Solo hay una manera de revertir éste drama: aprendiendo a celebrar todas las cosas buenas que pasan. Sin miedo ni remordimientos. Con todo el derecho del mundo. Haciendo una fiesta o un acto solemne para conmemorar el acontecimiento. La fiesta no tiene porqué ser ése acto que convoca al disipado, y la conmemoración tampoco involucra protocolos, es cuestión, simplemente, de hacer efectiva la celebración. Esta es una necesidad del espíritu humano.

En la medida que se celebren las victorias y los éxitos de cada día, algo trascendental sucederá: la alegría, el gozo y la felicidad tocarán la puerta de cada quién.

Y esto por un hecho determinístico: existen victorias genuinas cada instante de la existencia. Las hay en mayor cantidad que problemas e infortunios. Están allí, solo que permanecen inadvertidas por la resistencia a celebrarlas. Cuando esto sucede, la suma del bien prevalece sobre el infortunio, y la felicidad corona las jornadas.

Pensemos un momento: ¿acaso despertar con vida cada día no es una victoria? ¿Estamos tan confundidos que éste hecho simple y vital se da por descontado? O lo que es peor, ¿acaso se considera algún tipo de derecho?

La vida en sí misma es un motivo de celebración perpetua, porque más allá de ella, apenas alcanza el entendimiento. Tener vida posibilita, incluso, resolver problemas o enfrentar adversidades. ¿Y no es esto algo digno de celebrar?

Recostar la cabeza para reposar en la noche sin dolores físicos y con la perspectiva de un largo descanso, ¿no es algo que se debe celebrar? Habrán días en que ello no será posible (la vida es así), y entonces, ¿no será penoso recordar que las buenas cosas se confundieron absurdamente con rutinas baratas?

Todos tenemos, aun en medio del peor temporal, éxitos y victorias. Están allí. Son la prueba de nuestra entereza, fe, confianza y poder. Pecamos solamente en el hecho de no celebrarlas. El triunfo, por pequeño que parezca, no es el ausente, la celebración lo es.

Y luego, después de la tormenta, la claridad solo se intensifica. Emerge sólida desde ésos destellos de luz que brillaron en las tinieblas, pero ¿qué es lo que hacemos incluso en ésos momentos?: sentimos alivio antes que deseos de celebrar.

¿No es curioso el carácter funcional del ser humano? (porque su naturaleza no es).

Nuestros problemas son problemas, y nuestras victorias razón de alivio. Solo eso. ¿Existe mayor prueba de pobreza de espíritu?

Así como la vida solo convoca luchadores o víctimas, así también hace un llamado a la celebración y al coraje. La primera es indispensable para conmemorar el privilegio de existir y el segundo para prevalecer sobre la adversidad.

¿Quién dice que el guerrero no es un ser feliz? Lo es, ¡absolutamente!, esencialmente porque celebra sus victorias. El néctar del triunfo recorre todas sus venas, dado que bien conoce el sabor amargo del infortunio. Si tiene la obligación de encarar la lucha, entonces tiene el derecho de celebrar la victoria.

Y no olvidemos otro ingrediente vital: ser agradecidos. Éste es el lubricante del éxito, el vino de la celebración.

Si nuestra fe alcanza para entender lo trascendente, agradecimiento para con Dios y sus benignos designios, y si no alcanza, entonces para con nosotros mismos. Agradecimiento, al fin y al cabo. Exposición de humildad y reconocimiento de nuestras intrínsecas limitaciones.

La persona que no agradece todo lo que le sucede en la vida, no entiende de qué se trata la existencia. Porque se coloca en una posición que por naturaleza no tiene, aquella que le hace ver como dueño de su destino y del Universo. Sin embargo, por muy suficiente que se sienta, será incapaz de evitar que la noche caiga al final de cada día o que el sol caliente generosamente su próxima jornada.

Posiblemente el agradecimiento sea, en última instancia, el acto supremo de celebración de la vida.

¡Aprendamos a celebrar las victorias!, todas ellas. Las que suceden cada día. Con bombo y platillo. Aún la persona que se siente tremendamente desgraciada, tiene innumerables motivos para celebrar. Los motivos no faltan, la celebración es la ausente.

¿Nos enseñaron desde niños a superar adversidades?, pues bien, ¡celebremos también eso! Porque si aprendemos ahora a conmemorar la vida, por muchas canas que ya adornen nuestra cabeza, el viaje habrá tenido sentido.


Fuente: https://elstrategos.com/celebracion/

40 pequeños “tips” para ser productivo “a lo grande”

 


En tanto más productivo se desee ser, el conocimiento de pequeñas pautas y orientaciones es más necesario. La productividad se convierte en un asunto complejo cuando se lo aborda con mucho criterio técnico y poco sentido común.

Josh Spector (@jspector) nos presenta un artículo muy interesante sobre el tema y lo hace resumiendo las orientaciones en breves frases. Esto nos sirve para profundizar algunas cosas.

Ser productivo es una consecuencia de entender pequeñas cosas:

1.- Finalizar una sola cosa es más valioso que iniciar 100.-

Recuerde siempre que el trabajo inteligente paga más y mejor que el “trabajo duro”. No solo porque permite alcanzar resultados de calidad, sobretodo porque evita malgastar energía y preserva el rendimiento personal.

2.- Las personas exitosas y las que no lo son, tienen la misma disposición de tiempo en el día.-

La posibilidad de ser productivo radica en la forma que se aprovecha el tiempo disponible. Es un tema de forma, no de fondo. No lo olvide. El tiempo es igual para todos. No hay magia en esto.

3.- El trabajo se expande para llenar el tiempo que se le otorga.-

La disposición adecuada de tiempo para hacer un trabajo, define en última instancia la calidad de éste. Si se maneja adecuadamente la variable tiempo, la calidad del trabajo está garantizada. Esta disposición no solo involucra el aspecto cuantitativo, también el cualitativo. Hay ciertas horas del día en las que deben hacerse ciertas cosas y no otras.

4.- La perfección es la némesis de la productividad.-

En tanto más inclinada a la perfección, menos productiva es una persona. ¡Es así de simple! El perfeccionista es como ése repostero que hace un pastel para que salga perfecto en la foto y olvida que las fotos no son las que se comen.

5.- Si no estás haciendo precisamente eso, entonces no es una prioridad.-

6.- La lista más valiosa de “cosas por hacer” es la que se ha hecho.-

Todo lo demás son buenos deseos y sanas intenciones.

7.- Es más fácil hacer algo cada día que hacerlo “una que otra vez”.-

La experticia se alcanza realizando las cosas repetida y rutinariamente. Las tareas dificultosas se vuelven sencillas por efecto de repetición. En éste sentido, ser productivo es una cuestión de rutina.

8.-  La mitad de las cosas en su “lista por hacer” no deberían estar allí.-

El registro de tareas no garantiza productividad, todo lo contrario. Si no se tiene bien estructurada la lista de pendientes, es solo una “cortina de humo” que anticipa la procrastinación. ¡Si no lo va a hacer, no lo registre!

9.- En tanto más tiempo le tome administrar su sistema de productividad, menos productivo se vuelve.-

Hay muchos consejos y herramientas disponibles por allí para ayudarlo a ser más productivo, pero en tanto su gestión sea compleja es posible que generen mayor perjuicio que beneficio. La productividad es una cuestión conceptual antes que técnica. Responde más a procesos mentales apropiados que a herramientas utilitarias.

10.- ¿Cuál es el secreto de la productividad? Hacer aquello que se está evitando hacer.-

Este consejo no solo contribuye a ser más productivo, también permite superar miedos y frustraciones.

Este tema responde a una forma de pensar, no de hacer:

11.- La duda duplica el tiempo que toma hacer alguna cosa.-

A efectos de productividad es incluso mejor NO hacer algo que tener muchas dudas al respecto. Todo error puede ser enmendado, pero el tiempo no se recupera nunca. La evaluación minuciosa debe preceder a la acción, no debe estar asociada a ella.

12.- Sólo puede ser productivo en tanto tenga claro el resultado que desea producir.-

Si el objetivo no está claro, todos los caminos conducen a cualquier parte.

13.- La productividad es el arte de la sustracción, no de la adición.-

Nunca se trata de hacer más, siempre es cuestión de reducir aquello que no aprovecha.

14.- La productividad requiere destrezas opuestas: la habilidad de prestar atención e ignorar.-

15.- En tanto más decisiones remueva, más progreso tendrá.-

La capacidad de tomar decisiones tiene incomparable valor en la gestión de las cosas en esta vida. En tanto menos decisiones se dejen pendientes, las cosas fluirán. Finalmente importa menos si las cosas fluyen por el cauce correcto o no, puesto que es peor tener el “agua estancada” aguardando que se pudra.

16.- En tanto más haga lo que quiere, más productivo será.-

Mejores cosas alcanzan las personas por disposición que por obligación. Por esto afirmar que la excelencia es una consecuencia del amor, no debe entenderse como poesía.

17.- El propósito no es hacer todo, se trata de hacer aquello que conduzca al propósito.-

18.- La meta no es hacer más, es tener más impacto.-

Esto diferencia a un profesional competente de uno competitivo.

19.- Las decisiones de grupo destruyen la productividad.-

La productividad colectiva solo puede entenderse como la suma de productividades individuales. ¡Nunca lo opuesto! Por esto no funcionan las normas o políticas que pretenden establecer “por decreto” la productividad en las organizaciones.

20.- Nadie puede obligarlo a hacer nada, solo usted mismo.-

La productividad es un tema de responsabilidad hacia uno mismo:

21.- No puede mejorar algo hasta que efectivamente lo haya hecho.-

22.- Toda persona que hace grandes cosas, empieza por ser una persona que hace cosas.-

Pensar en grande no conduce a la grandeza. Solo la pequeña y efectiva acción garantiza la construcción de lo grandioso.

23.- La gente productiva valora más lo que quiere mañana que lo que quiere hoy.-

La mentalidad de corto plazo es uno de los factores que más daño causa a la lucha por propósitos, al espíritu emprendedor y a la buena gestión.

24.- Cada momento es una oportunidad para abandonar o para no hacerlo.-

De la decisión que se tome en éste sentido no solo depende la productividad, también el destino.

25.- El mejor sistema de productividad es hacer el trabajo.-

26.- Para ser productivo debe superar el miedo respecto a cómo será recibido aquello que produce.-

La orientación hacia el proceso y no al resultado es la fórmula que garantiza los grandes logros.

27.- Si no va detrás de aquello que quiere, en realidad no lo quiere.-

28.- Estar ocupado no significa ser productivo.-

Este es un mal de la Sociedad contemporánea. En realidad, es mucho peor estar muy ocupado sin conseguir nada importante, que “trabajar” poco pero ser efectivo.

29.- La centésima vez que haga algo será más productivo que la primera.-

30.- Como bien lo expresa el dicho: “Puede hacer cualquier cosa que quiera, pero sencillamente no puede hacer todo lo que quiera”.-

Es el costo inherente a todas las cosas que se hacen, lo que impide que se pueda hacer todo lo que se desea. Nada se consigue en este mundo sin pagar el costo involucrado, y solamente cuando éste ha sido honrado se alcanzan las metas.

Ser productivo es muy fácil, por eso las personas se complican tanto. Hay siempre ésta idea equivocada de que solo lo complejo paga y distingue:

31.- La divertido es productivo.-

Nada tiene mayor calidad y valor que aquello que se hace placenteramente. Por esto es pobre aquel que desempeña un trabajo que le disgusta.

32.- No tiene que reinventar la rueda, sólo aprender de aquél que la hizo.-

33.- La relación más importante que tiene en su vida es aquella que sostiene con el tiempo.-

Nada existe más valioso que el tiempo en esta vida, y la energía que se disponga para aprovecharlo.

34.- El mejor atajo para ser productivo: diga NO.-

La persona complaciente vive la vida de muchos y carga el trabajo de todos. ¡Aprenda a decir NO! Es el mejor servicio que puede se puede hacer a usted mismo.

35.- La duración de una reunión no necesita ser igual a la disposición de tiempo en su agenda.-

No tener nada que hacer no es una mala señal, todo lo contrario. Es una muestra concreta de productividad. En tanto el “workaholic” sostiene una relación dependiente con las horas extras, la persona productiva ama su tiempo libre.

36.- ¡Nunca tendrá poco por hacer! (si tiene suerte).-

37.- Es SU calendario (no es el de nadie más).-

Si entiende esto, habrá encontrado uno de los significados más valiosos de la vida.

38.- Las personas que hacen más, raramente hacen lo mejor.-

39.- Uno no administra su tiempo, lo dispone. Sea un inversor inteligente.

40.- Leer esto no será nada productivo… en tanto no actúe en consecuencia.


Fuente: https://elstrategos.com/


 

 

El rechazo te califica, no la aceptación

 

Las personas que alcanzan las metas que se proponen no son necesariamente las que conquistan la aceptación de los demás, son aquellas que saben procesar adecuadamente el rechazo y forjan su carácter. La adversidad es la prueba que otorga certificado de calidad a los individuos.

Theodore Roosevelt decía:

“El muchacho que será un gran hombre no debe edificar una mentalidad orientada a superar mil obstáculos, más bien una que le permita vencer mil rechazos y derrotas”.

No es que la vida se encuentre llena de retos y desafíos, en realidad, ella en sí es una historia de conquistas. Toda bendición y beneficio le debe ser arrebatada. Nada, aparte del hecho mismo de existir, llega como un regalo. Luego, ¿cómo puede explicarse que el éxito construya el carácter? Es todo lo contrario: la victoria sobre el rechazo y la derrota define la calidad de las personas.

Vencer obstáculos es una cosa, entender, procesar y superar el rechazo o la derrota es otra completamente distinta. Porque en este caso debe asumirse que el obstáculo no pudo ser superado y la victoria aguarda en otra jornada.

La sabiduría consiste en entender y aceptar las cosas tal como son, no necesariamente como se quisiera que sean. Y el coraje es el estado que permite actuar apropiadamente en consideración de lo anterior. Cuando sabiduría y coraje se juntan para procesar el rechazo y la derrota, se inicia la conquista de lo que se pretende.

Es sencillo interactuar con la victoria, pero hace falta sabiduría y coraje para aceptar la derrota y actuar de manera que el éxito se alcance luego. Y si esto es así, queda claro que quienes triunfan son los seres cuyas virtudes han sido refinadas en la adversidad.

El rechazo duele, por supuesto, pero es una invitación que la vida tiende para el crecimiento. Una convocatoria a la evolución. Si la historia de las personas fuese una suma de consentimientos, éste sería un mundo de niños emocionales, incapaces de interactuar con la realidad. ¡Todo crecimiento llega aparejado de dolor!, pero es necesario para que se adquieran las facultades que la vida demanda.

Todos aquellos que pierden preciosa energía y tiempo “rechazando el rechazo” y doliéndose de la derrota, no solo viven fuera de la realidad, también se debilitan y concluyen siendo presas dóciles del devenir de las cosas y de los demás.

Porque hay que ser honestos en este sentido. Por mucho que se enarbolen banderas de la aspiración que hay por un mundo más inclusivo y solidario, la vida misma se encarga de establecer cargos sobre el individuo débil de carácter. Mucha promesa existe para el desafortunado en algún ámbito en particular, pero ninguna para el incapaz de bregar con el rechazo y la derrota.

Si no existiera el rechazo ¿qué valor tendría la aceptación? Y si el triunfo fuera abundante, ¿cuál sería su precio? Es completamente apropiado que lo bueno sea una excepción, y lo malo un peaje por pagarse para llegar a la victoria.

¡Acepte cualquier tipo de rechazo con buen ánimo, procéselo con ecuanimidad! No se trata de mala fortuna o alguna maldición. Es solo la vida expresándose tal como es. Todos los seres humanos que pueblan el planeta lo experimentan. La forma en que lo procesan es la que los califica y distingue.

Si el rechazo o la derrota obedecen a errores o pecados propios, pues bien, esto sirve para acumular experiencia y hacer un mejor viaje. Y si obedecen al arbitrio de los demás, igualmente bien, porque ayudan a identificar los senderos que deben y no deben tomarse.

El hombre sensato no es indiferente con ése aviso del ordenador que le advierte que el archivo que va a borrar no podrá ser recuperado. Es una alerta que toma en cuenta y agradece. Como alerta, es un rechazo a sus disposiciones iniciales, pero la toma en cuenta con buen ánimo. Es igual con otros rechazos y fracasos en la vida. Son alertas para evaluar el curso que se está tomando.

Si corrige las cosas, el obstáculo será superado, si reniega del rechazo o la derrota, el obstáculo habrá vencido.

La mente humana es compleja, pero totalmente justa. Sus triquiñuelas ante el rechazo o el fracaso son tan dolorosas que pueden doblegar al más pintado, pero son por otra parte manifestaciones que aspiran al bien-estar. El estrés es una respuesta biológica ante las amenazas. Sin él no hubiera sobrevivido la especie. Su gestión en estos tiempos en que ya no existe el tigre, es otra cosa.

Edificar un estado emocional y psicológico que otorgue competencia para surcar las aguas turbulentas de la vida es una imperativa necesidad para cada individuo, pero de aquí a desconocer la omnipresencia y utilidad del rechazo y el fracaso es otra. Lo primero es inteligente, lo segundo una temeraria ingenuidad.

En muchas y distintas formas, todos serán rechazados múltiples veces, en realidad tantas como ambiciosa sea su caminata. Cuantas más aspiraciones tengan, proporcionales serán las frustraciones y fracasos. Hay un solo individuo que no sufrirá, aquél que no haga nada. Éste no perderá nunca, pero es el único al que podrá calificarse como perdedor.

Bien lo decía Roosevelt, el gran hombre (que nada tiene que ver con el género), debe poseer una mentalidad que le permita superar “mil” rechazos y derrotas. En tanto más sean éstas, mayor será él. Luego, ¿qué impide llegar a la grandeza?, simple: “el rechazo al rechazo”, el temor a la derrota. El afán de querer que las cosas sean siempre como uno quiere, y la cobardía para aceptar la realidad tal como es.

¿Huele esto a conformismo o resignación? ¡De ninguna manera! Este es el aroma del espíritu competitivo y del individuo sin “zonas erróneas” que siempre experimenta deleite con la realidad.


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