La vida no siempre te presenta las personas
que deseas conocer. A veces te pone en contacto con quienes debes
conocer, para que te ayuden, lastimen, abandonen, amen, y gradualmente te
fortalezcan para ser un mejor ser humano.
¡Es así de simple y maravilloso!
Imagínate como sería tu vida si en ella
solo existieran las personas que deseas conocer…
No habría la mínima posibilidad de crecer y
evolucionar. Ninguna dinámica constructiva. Porque el carácter se forma
definitivamente con la fricción, y en tanto más sólido es aquel, mayores son
las perspectivas de tener la vida que se aspira.
Las personas que piensan estratégicamente
son buscadores incansables de oportunidades que les sean provechosas para
desarrollarse. Y las interacciones con otros seres humanos son las mayores
oportunidades que se pueden encontrar.
En este sentido, y por fortuna, la vida
juega a favor.
Ahora bien, ¿por qué tenemos ésa
predisposición tan básica de evitar o escapar de las interacciones que no nos
agradan? En muchos casos se dirá que ellas constituyen un lastre para nuestro
bien-estar y equilibrio emocional. Pero lo cierto es que ello obedece
simplemente a comodidad.
No es cuestión, obviamente, de quedar
condicionado por actitudes o comportamientos ajenos que no aprovechen, porque
eso solo sería someterse y depender. Se trata de encontrar el beneficio
personal en cada experiencia.
La comodidad es el enemigo más importante
que tiene el desarrollo personal, no lo son de ninguna forma los problemas o
adversidades. Porque la comodidad demanda muy poca energía, en tanto las
dificultades, por muy molestas que sean, promueven la activación.
La comodidad debe entenderse siempre como
una estación de trasbordo, no una de partida o llegada. Es natural aspirar a
ella, pero no es bueno concebirla como un nido.
El pensador estratégico debe estar
convencido que en todo evento que acontezca en la vida, no solo existe algo por
aprender, también por aprovechar. Hay en esto una sutil pero poderosa
diferencia. El aprendizaje pasivo puede condicionar de alguna forma el destino,
pero la acción lo define en la forma que se quiere.
Cuando tienes propósitos claros y trabajas
esforzadamente en función de ellos, no solo encuentras las personas que deseas
conocer, también las que necesitas para tus fines. Todas tienen algo que te
aporta en tanto hay disposición y habilidad de entenderlo y actuar en
consecuencia.
El individuo que no tiene propósitos
sólidos en su vida forma parte de las experiencias de alguien más y no es dueño
de su destino.
Si algo te hace falta en la vida quiere
decir, simplemente, que no se encuentra entre lo que ya posees. Debes buscarlo
afuera. Y allá hay un poco de todo, no solo lo que te agrada. Pero si lo que
prevalece es el sentido de la búsqueda y no solo el agrado, aun en las personas
“desagradables” existirán recompensas.
Es más, justamente aquellas que poco
sintonicen con tus principios y valores, son las que más te aportarán, porque
constituyen referente de caminos que debes evitar y señal de las direcciones
apropiadas.
Las relaciones con otras personas siempre
son un juego de espejos y proyecciones. Nos vemos en ellos tal y como somos
nosotros mismos, y nos proyectamos como eventualmente quisiéramos ser.
Solo los individuos necios y arrogantes
pretenden que el mundo sea a su imagen y semejanza, y el pensador estratégico
no puede ser ni lo uno ni lo otro.
Quién tiene claros sus propósitos y es
dueño de sí mismo, proporciona luz aun cuando transite sombras. Influye
positivamente allá donde se desenvuelve, y solo es influenciado para aprender.
Si te encuentras en el mundo con una
persona que se dedique a exponer tus defectos, ¡fantástico! Nada te obliga a
convivir con ella, pero es un activo que no puedes desechar. No es algo cómodo,
pero ningún crecimiento lo es. Crecer siempre duele.
De igual forma la vida te presentará
personas que te harán daño. Pero eso también aprovecha, a pesar de todo. Porque
en tanto más daño sufras, más daño te podrás evitar en perspectiva. Cada
segundo de experiencia vale oro, porque ilumina el camino que se desea seguir.
Si la vida te otorgara la falsa bendición
de presentarte siempre las personas que deseas conocer, benignas y afínes,
serías extremadamente débil.
La vida convoca luchadores o
víctimas, no existe otra categoría, y esto define la necesidad de
interactuar permanentemente con personas “desagradables”.
Habrá seres que te amen como corresponde,
pero ellos casi siempre emergen del abandono al que te someten otros.
Construirás relaciones que siendo buenas perdurarán mucho tiempo y otras que
aun siendo buenas terminarán. Todo eso es experiencia, nada más. Para ello
llegamos al mundo, para vivir una experiencia.
El amor es la energía que mueve el
universo, de acuerdo, pero ninguna raíz tiene si no parte del amor propio. Solo
quién se ama a sí mismo puede amar a los demás. Así se entiende y comprueba que
toda interacción solo juega a beneficio.
El ego es un ingrediente muy particular. En
la misma medida puede ayudar a conseguir el éxito o conducir al fracaso total.
Contribuye a lo primero cuando activa el sano amor propio, pero conduce a
sufrimiento cuando no reconoce el valor que tienen TODOS los demás.
Porque algo de valor existe en todas las
personas que encuentras en la vida, ¡no lo dudes! La riqueza integral que
puedas acumular depende que entiendas esta verdad trascendental. Si tú te
abres, el mundo también lo hace. Sin embargo, si te cierras a las cosas que
pasan, el mundo no solo se cierra ante ti, también te devora.
En función de lo anterior, posiblemente hay
pocas recomendaciones más importantes para los seres humanos que ésta:
“Ten siempre una mente abierta a todo y sin
ningún tipo de ataduras”
Esto es lo que garantiza que todos los
individuos se conviertan en las personas que deseas conocer.
Fuente: https://elstrategos.com/
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