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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

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Protocolo fallecimiento. Ceremonia entierro. Trámites y costumbres en torno a al fallecimiento de un familiar o ser querido

 

Afrontar esta situación, sobre todo si somos la parte afectada, en estos momentos de intenso dolor, es una cuestión muy personal e íntima

Reglas de etiqueta ante el fallecimiento de un familiar o ser querido

El protocolo social: del pésame al entierro

A lo largo de nuestra vida, mantengamos o no una vida social, debemos toparnos con la muerte de un amigo, familiar o compañero de trabajo. Afrontar esta situación, sobre todo si somos la parte afectada, en estos momentos de intenso dolor, es una cuestión muy personal e íntima. No obstante, tenemos que aceptar un protocolo social para actuar en estas situaciones, en cualquiera de los lados que estemos.

Acudir al tanatorio local o casa del fallecido -cosa cada vez menos habitual- suele ser el principio de este protocolo social para cumplir con nuestro círculo familiar y de amistades.

Costumbres y usos locales en torno al fallecimiento de una persona

Al igual que indicábamos para las bodas, los funerales y los entierros tienen un componente costumbrista muy marcado. Las pautas a seguir suelen ser muy distintas en determinadas comunidades o regiones. Sobre todo en la parte del velatorio, las costumbres suelen ser muy locales. En determinadas comunidades es un auténtico acto social en el que se puede tomar una bebida o un bocado (pues se sirven bebidas y comida), nosotros vamos a dar las reglas generales y más comúnmente conocidas por todos.

1. Dar el pésame. De forma presencial o mediante una nota escrita -correo, WhatsApp, etcétera-.

2. Enviar unas flores o una corona (opcional).

3. Asistir a la ceremonia. Religiosa o no.

Los trámites legales después de un fallecimiento

En muchos casos, nos pilla por sorpresa y además no contamos con experiencia sobre los pasos a seguir (confección de la esquela, publicación, pésame, etcétera). Una de las mejores opciones es dejarse asesorar por el servicio de pompas fúnebres (funeraria) que nos indicará la mejor manera de proceder. También, otra opción puede ser, recurrir a familiares mayores o personas que ya hayan pasado por esta experiencia.

En cualquier caso, nosotros vamos a darle algunas pautas y formas de actuar para estos casos, y por ello, hemos dividido el tema en varios capítulos para su mejor comprensión, especificando en cada uno de ellos, todos los detalles principales y secundarios que le puedan servir de ayuda.

Fuente: https://www.protocolo.org/social/celebraciones/fallecimiento-entierro-tramites-y-costumbres.html

Consejos para los padres. Cómo deben actuar y comportarse cuando sus hijos utilizan las redes sociales

 

Las redes sociales son fuentes de información y de entretenimiento, muchas veces puestas en entredicho. El uso que los menores hacen de ellas puede ser peligroso si no se vigila

Caminar de la mano en las redes sociales

Por muy poco que les guste a los padres, los chavales son unos de los grandes 'clientes' de las redes sociales. La mayoría están deseosos de tener una cuenta en alguna de las muchas redes sociales que existen. Los jóvenes se decantan por Instagram y Tik Tok. Redes como FacebookPinterestTwitter, etcétera, suelen ser las preferidas por los adultos.

Lo primero que hay que aclarar es que las redes sociales en sí, no son malas. Lo malo es el uso que se puede hacer de ellas. Las redes sociales posibilitan estar en contacto con amigos y familiares, tanto cercanos como lejanos. Las redes sociales pueden ser una estupenda fuente de inspiración y creatividad, como en el caso de Instagram, donde hay verdaderos artistas de la fotografía, del dibujo, del vídeo, etcétera. O en YouTube, donde se pueden ver vídeos de personas con un gran talento para cantar, hacer magia, cocinar, etcétera.

La importancia de la edad y las redes sociales

Lo primero que debemos saber es, que aunque las redes sociales tratan de 'cribar' la edad de sus 'clientes', no siempre es posible hacerlo de forma acertada. La veracidad de los datos está muchas veces en entredicho.

Si miramos algunas cifras podemos quedar horrorizados por los datos que nos ofrecen algunos medios. Un estudio realizado en el Reino Unido en el año 2022 aseguraba que un 33% de los niños entre 5 y 7 años contaba con al menos una cuenta en redes sociales, según el propio testimonio de sus padres.

Si subimos la franja de edades, las cifras se disparan. Los niños entre 8 y 11 años que tienen, al menos, una cuenta en una red social sería algo mayor del 60%.

Los padres deben ser conscientes que si sus hijos tienen una cuenta en alguna red social, deben estar muy al tanto de lo que hacen. Además de una fuente de inspiración y una forma de estar en contacto con otras personas, también es una fuente de información falsa, de acoso, de contenido inapropiado, etcétera.

La edad adecuada para tener una cuenta en una red social no está muy bien definida. Hay muchas discrepancias a este respecto. Desde luego, a más edad mayor criterio y conocimiento, se supone.

¿Qué hacer cuando usan las redes sociales? Algunos consejos

1. Sin lugar a dudas, supervisión.

No dejar que 'caminen' solos. Incluso, es bueno sacar el tema de las redes sociales a la conversación durante una comida, cuando están todos juntos en el sofá o en el coche cuando van de viaje. Es una manera de 'sondear' qué hacen, qué leen, qué comentan, etcétera, los chavales según se expresen sobre ciertos temas.

2. Establecer horarios.

El uso de las redes sociales debe estar limitado. Se debe establecer un plan de horarios, que pueden ser un poco más amplios los fines de semana. Dependiendo de la edad del niño, estos horarios deben contar con la presencia de algún adulto cuando vaya a interactuar con las redes sociales.

3. ¿Privado o público?

La incursión en las redes sociales de nuestros hijos debería de ser gradual. Por esta razón, una buena opción es mantener la cuenta como privada. De esta manera se restringe quién puede seguir los contenidos y tener mejor 'controlados' los seguidores o contactos de esa cuenta.

4. Filtrar palabras y comentarios.

En las redes sociales se pueden hacer comentarios que pueden dañar y afectar de forma significativa a los niños y a su entorno. Hay que tratar de utilizar todas las herramientas disponibles para evitar este tipo de comentarios: filtros, bloqueos, denuncias, etcétera. Entre todos se puede ayudar a ir eliminando este tipo de usuarios tan ofensivos y crueles.

5. Evitar que tu hijo sea el 'malo'.

Hablamos de proteger a nuestros hijos, pero también hay que proteger a los demás niños. No podemos dejar que nuestros hijos insulten, acosen, intimiden, etcétera a otros niños. Estos comportamientos se deben cortar de raíz. No hay ninguna justificación válida para que se comporten de esa manera. Los mayores no deben justificar un comportamiento de este tipo de sus hijos. Además, hay que recordar que los mayores son los responsables de las acciones de sus hijos. Pueden acabar teniendo problemas legales.

Resumiendo, las redes sociales tienen su cara amable y su lado oscuro. Todo depende del uso que se haga de ellas. No es fácil, en muchos casos, separar el grano de la paja, pero hay que intentarlo. Más, cuando estamos hablando de personas tan vulnerables como los niños.

Fuente: https://www.protocolo.org/social/netiqueta/consejos-para-los-padres-como-deben-actuar-y-comportarse-cuando-sus-hijos-utilizan-las-redes-sociales.html

Síndrome del impostor o síndrome del fraude ¿Qué es el síndrome del impostor? Quién padece el síndrome del impostor (con vídeo)


La persona que tiene este síndrome del impostor, cuando consigue un éxito laboral tiene la sensación de que está engañando a los demás

Defraudar a la gente aparentando ser otra persona distinta

No valorar lo que hacemos ni lo que valemos

El síndrome del impostor podemos definirlo como la sensación de que no eres lo suficientemente bueno, de que no estás a la altura y que en algún momento alguien va a descubrir tus debilidades y te va a dejar en evidencia.

Este tipo de personas creen que los éxitos profesionales son fruto de las circunstancias y de la buena suerte, pero no lo son de su propia valía, de su capacidad.

Este síndrome se empezó a estudiar en 1978 por dos psicólogas americana, Pauline Clance y Suzanne Imes, Definieron el síndrome del impostor como un sentimiento profundo de deshonestidad hacia las propias competencias, como si tú, te estuvieses engañando. Lo solían sufrir las mujeres de mayor éxito en el mundo de la empresa.

El éxito laboral y el síndrome del impostor

Socialmente, a casi todo el mundo nos importa lo que digan los demás de nosotros. La persona que tiene este síndrome del impostor, cuando consigue un éxito laboral, tiene la sensación de que está engañando a los demás. Pensamos que no somos tan buenos para estar en ese puesto. Los méritos que nos atribuyen no les damos valor porque creemos que no nos ha costado tanto conseguirlos.

Es decir, lo que los demás valoran, nosotros no lo valoramos tanto como los demás, Entonces, por ese motivo surge el sentimiento de estar defr
audando a los demás.

Los 3 motivos principales causantes del síndrome del impostor

1. Baja autoestima. No reconocemos nuestros méritos y, por lo tanto, tampoco disfrutamos de nuestros éxitos. Tenemos la sensación de que no somos nosotros los que 'provocamos' ese éxito.

2. Falsa humildad. Nos han inculcado eso de 'ser humildes'. No hay que ir alardeando de las cosas que tenemos, pero no es malo hablar y compartir los éxitos y las metas que vamos alcanzando.

3. Atribución de éxito y fracaso. Cuando tenemos un talento para hacer algo, hay un criterio que es la facilidad. Como tenemos talento hay cosas que hacemos de forma fácil o sencilla. Al hacerlas de forma fácil no las valoramos. Para darle valor a algo, parece que tiene que costarnos más hacerlo, que tiene que tener un nivel de dificultad alto.

Consejos para vencer el síndrome del impostor

1. Atribución correcta del éxito y del fracaso.

2. Habla el idioma de las personas exitosas.

3. Acepta el error como forma de aprendizaje.

4. Comparte y habla de tus éxitos.

5. Rodéate de personas que te valoren de manera sincera.

La estupenda psicóloga y escritora Patricia Ramírez Loeffler, participa en el magnífico programa de RTVE "Para todos la 2" con el interesante tema del síndrome del impostor
Las personas que piensan o sienten que están defraudando a los demás.


Fuente: https://www.protocolo.org/social/etiqueta-social/sindrome-del-impostor-o-sindrome-del-fraude-que-es.html

Establezca su residencia en la “zona de incomodidad”

 

No solo es cierto que nada bueno crece en la “zona de confort”, también es verdad que los grandes logros solo se consiguen operando en la orilla opuesta: la “zona de incomodidad”. Éste es el campo donde se juega la liga más competitiva del quehacer personal y profesional.

La “zona de incomodidad” se encuentra en los límites del desenvolvimiento habitual de las personas, sea cual fuese la actividad que estén desempeñando. Allí se exhibe el potencial de cada quién, la madera de la que está hecho y el tamaño que puede alcanzar. Si se opera y trasciende en la “zona de incomodidad”, todo es evolución.

El progreso no consiste en construir “mejores condiciones” o más comodidad, en realidad es una consecuencia del trabajo en situaciones difíciles. Ningún acto de creación disruptiva o innovación ha sido fácil, basta conocer la historia de Charles Goodyear, los hermanos Wright, Alexander Fleming, Nicola Tesla, etc, etc, etc.

Y eso por citar casos mayores, porque es igual para todas las personas, independientemente del tamaño de sus logros. Quién no se sienta “incómodo” haciendo lo que hace, poco o nada alcanzará. De esto se trata finalmente la diferencia entre “trabajo” y descanso (si quieren tomarse los extremos). Uno representa incomodidad (de todas maneras), y el otro comodidad.

Ahora bien, es importante entender a qué hacen referencia las operaciones en “zonas de incomodidad”, porque no se trata tampoco de complicarse la vida.

La “incomodidad” está relacionada al trabajo en asuntos ajenos al “área de seguridad” en la que buscan desenvolverse todas las personas. La tan mentada “zona de confort” es en los hechos una “zona de seguridad”.

A esta conclusión conduce la naturaleza de la mente humana y la historia de su evolución. Todo se trata de seguridad, desde las ya lejanas cavernas hasta nuestros días. La premisa básica de los circuitos cerebrales es situar al ser humano en condiciones seguras.

Todo acto o intención que atente contra las condiciones que el cerebro vincula a seguridad, está sujeto a oposición y fricción.

El espectro de esas “condiciones seguras” puede ser muy amplio, no se trata de entenderlos como un deporte extremo. El cerebro triúnico del ser humano y su complejo reptiliano, trabaja cada instante condiciones de seguridad que pueden parecer irrelevantes o incluso absurdas. ¡Esa es su función!

Levantarse de la cama puede convertirse en un acto sujeto a fricción, no se diga hacer un mínimo de ejercicio o sostener una agenda disciplinada de trabajo. El cerebro primitivo puede entender muchos de estos actos como innecesarios e inseguros.

La “zona de confort”, por lo tanto, termina siendo un área grande de factores y eventos que el cerebro considera básicamente seguros.

De allí para afuera, todo terreno de conquista es pleno en recompensas. Mientras más lejos se opere de las zonas de seguridad, más importante es la promesa de victoria y éxito. O visto desde el otro lado de la moneda: mayores los logros mientras más incómodas las tareas.

Operar permanentemente en la “zona de incomodidad” no es sencillo. Aquí radica la clave para volver esto una efectiva ventaja competitiva. En realidad todas las personas, de una u otra forma y en algún momento, operan fuera de su “zona de confort”, porque en caso contrario sería muy difícil la supervivencia.

Lo importante es, sin embargo, ser a la vez efectivo y eficiente en estas tareas. Y eso se consigue incorporando el criterio de “incomodidad” en los objetivos de la vida y, por otra parte, respecto a las tareas cotidianas.

Esto es parecido al acercamiento científico de la definición de felicidad. Ésta se trata, dice, de que “estés feliz CON tu vida y EN tu vida”. Lo primero tiene que ver con objetivos y lo segundo con las tareas rutinarias.

Lo mismo aplica con el criterio de incomodidad. Para ser efectivo, los objetivos de vida (personal o profesional), deben estar fuera del área de confort o seguridad. Y para ser eficiente, las tareas de cada día (que precisamente conducirán al objetivo),deben tener la misma cualidad.

La persona que opera efectiva y eficientemente en sus “zonas de incomodidad” trabaja su potencial como lo hace un escultor con la piedra que dará forma a su obra de arte. Con cada golpe lo acerca a la consagración.

Esto fortalece el perfil competitivo de cualquiera, porque pocos enfocan su energía al trabajo permanente en “zonas de incomodidad” o de “menor seguridad”.

Y las comillas valen mucho en esto último, porque el criterio de inseguridad aquí planteado nada tiene que ver con peligros o riesgos insensatos. La “seguridad” no es un asunto de vida o muerte, es simplemente la aversión a lo desconocido y al esfuerzo que ello representa.

Ahora bien, la persona que decide orientar su vida a extraer los premios que ofrece la “zona de incomodidad”, debe estar consciente que enfrentará dura oposición. En primer lugar de él mismo. El cerebro desarrollará una fuerza gravitacional que atraerá toda acción hacia zonas de confort. Cada momento, durante toda la vida.

La única forma de vencer esta fuerza de manera eficiente es creando hábitos productivos que trabajen desde el inconsciente. Solo un conjunto de virtuosos hábitos permite fluir en la “zona de incomodidad”, porque si cada acto tuviera que ser conscientemente planificado, la tarea sería imposible. La consciencia en realidad debe ocuparse del planteamiento de los objetivos de vida.

Por lo tanto, quien hace de la “zona de incomodidad” el área de su desempeño, alcanza efectividad con el planteamiento consciente de sus objetivos de vida y eficiencia con el desarrollo de hábitos virtuosos para sus tareas cotidianas. En lo primero se juega la visión, inteligencia y el sentido de trascendencia, en lo segundo participa la fuerza de voluntad, disciplina, perseverancia, etc.

Sin los dos ingredientes no puede alcanzarse la victoria. Pesa tanto el sentido de visión como la fuerza de voluntad para operar exitosamente en la “zona de incomodidad”.

Establezca por lo tanto objetivos ambiciosos para su vida, en todo sentido. Sea atrevido. Desafíe al destino. Nada de esto comulga con la comodidad o la seguridad, pero estos conceptos son sólo construcciones humanas, y muchas veces planteadas inconscientemente.

Es preferible tratar con gente que bordea la fantasía en la previsión de sus propósitos, que con personas completamente ancladas “al suelo”.

Una vez que se haya planteado “objetivos incómodos” para su vida, opere congruentemente, y cada día, en su “zona de incomodidad”. Haga cada jornada alguna cosa que lo atemorice, algo que esté postergando injustificadamente, y en general, cualquier acto que encuentre tan pertinente como incómodo.

Si su cerebro expone 20 razones para que no se ponga las zapatillas y salga a correr de acuerdo a lo que tenía planificado, emita UNA SOLA ORDEN a su cuerpo, vístase y salga a correr. Esta es la forma de decirle a la mente quién está al mando de la “nave”. Si practica esta lógica todos los días, la “zona de incomodidad” se volverá más familiar que su barrio.

La mente necesita repetidos recordatorios que le indiquen quién está al mando, porque de lo contrario toma las riendas y conduce por donde quiere. Esto no es cómodo, obviamente.

Pero finalmente se trata de esto: operar en la incomodidad con tal solvencia y familiaridad, que lo incómodo se torne cómodo.

Fuente: https://elstrategos.com/zona-de-incomodidad/

“No hacer nada” es una gran inversión

 

Las personas se ocupan de estar ocupadas. Ese es uno de los dramas humanos que no ha hecho otra cosa que empeorar con el tiempo. El “no hacer nada” está mal visto y no parece un acto responsable, no se diga que pueda considerarse una “gran inversión”.

Todos reconocen y se duelen de la intensidad y el vértigo con el que viven. Sin embargo, responden el frenetismo de sus vidas con más frenesí, como si así pudiese ser contrarrestado. Combaten el fuego con más fuego, a pesar que la intención sea sofocarlo.

No parece muy inteligente, pero así se vive.

Tomando en cuenta que la consigna de mantenerse ocupado no sea solo un convencionalismo, tendría que suponerse que es útil y constituye una buena inversión. Porque finalmente, parece ilógico “no hacer nada” mientras una tormenta de eventos sucede alrededor.

Pero esto aplicaría siempre que se tratase de un evento extraordinario, es decir, que la “tormenta” sea poco corriente y perturbadora. Pero si ella está presente siempre, ya no es extraordinaria. Se convierte en algo “normal”.

Y esto pasa en la dinámica de la vida. La velocidad con la que suceden las cosas, las exigencias, los problemas y eventualidades son una constante. No hay nada especial.

Este tampoco es un fenómeno estrictamente contemporáneo, en realidad es una particularidad de la vida social y su evolución. Cada generación de seres humanos ha tenido que gestionar sus propias dinámicas, con una sensación de vértigo similar.

La persona que hoy ve asombrada la posibilidad inminente de colonizar el planeta Marte, y tiene la experiencia de innumerables eventos creados electrónicamente, siente lo mismo que el hombre de principios del siglo anterior que miraba perplejo los primeros automóviles y aparatos telefónicos.

La dinámica es siempre igual, lo mismo que el ser humano. Solo son distintas las circunstancias y los conocimientos disponibles.

Ante este vértigo de la vida, el “no hacer nada” constituye un sabio retorno a las capacidades humanas fundamentales, y es desde todo punto de vista, una “gran inversión”.

Esencialmente porque estas capacidades no pueden ser reemplazadas por ningún sistema. Son condiciones privativas del ser humano.

En reposo y contemplación las personas pueden soñar, reflexionar, observar, pensar, aprender. Tienen la posibilidad de elaborar visiones útiles del futuro y concebir caminos para alcanzarlo.

Nada de esto puede ser hecho por una computadora o un robot, y lo que es más intimidante, TODO el resto puede ser hecho mejor por ellos.

Al salir conscientemente del círculo vicioso de la “ocupación”, surge el espacio para sostener las relaciones que importan, abrazar la vida y mostrar gratitud. Puede aprenderse algo más de lo que demanda la dinámica habitual, maravillarse con la existencia y recargar la indispensable energía que se necesita para la “ocupación”.

Es en este escenario de “ocio” donde se construyen las capacidades para operar eficazmente en el frenesí cotidiano y volverlo, así, una gran inversión.

Sin posibilidad de soñar, visualizar, reflexionar, aprender y mantener relaciones de calidad, no es posible interactuar bien con la vida, al menos no con un sentido mínimo de control sobre el destino.

Quién argumenta que “no tiene tiempo para aprender” o para maravillarse con la existencia, no vive, sobrevive. Es como un pez que lleva la corriente.

Decía Herman Melville en su maravilloso Moby Dick: “hablan de la dignidad del trabajo. Bah. La dignidad está en el ocio”. ¡Y así es!

En tanto la dignidad se entienda como “la cualidad del que se hace valer como persona, quién se comporta con responsabilidad, seriedad y respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni degraden”, entonces emerge de las condiciones que plantea la quietud y no el trabajo.

La ocupación que puede calificarse como productiva, siempre es consecuencia del ocio bien entendido y del reposo apropiado.

Ahora bien, el “no hacer nada” (con todo lo que ello representa), debe ser un acto consciente, no se trata de una respuesta inercial al cansancio. Si fuese así, se convertiría en consecuencia, no en causa. Dejaría de ser una gran inversión y se volvería un acto inercial.

La tarea más importante de la persona competitiva es la construcción apropiada de sus labores de ocio. Del carácter de aquello que hace cuando “no hace nada” depende la calidad de su oficio cuando está “muy atareado”.

Lo anterior demanda consciencia.

No es sencillo “construir” el ocio. “No hacer nada” es un arte que dominan pocos, aunque parezca ridículo. Es algo que está tan lejos de la pereza y del mero hecho de languidecer, como la propia ocupación.

Fíjese en lo siguiente: todas duermen, pero pocos sueñan; las personas miran, pero no todos observan; todos descansan, pero pocos saben cómo relajarse; los cerebros humanos están repletos de pensamientos permanentes, pero pocos saben encontrar quietud y silencio. ¿Cuántas personas existen que pueden meditar completamente inmóviles al menos 15 minutos al día? ¡No es fácil!

Lao Tzu decía: “No hacer nada es mejor que estar ocupado sin hacer nada”.

Ahora bien, cuando el tema se aborda desde la perspectiva de la generación de energía, termina de comprenderse. Pasa de ser un asunto importante y se convierte en algo vital.

Sin energía nadie puede hacer nada. Todo el Universo es una maravillosa manifestación de ella, igual que la vida. El tiempo mismo, ése concepto para medir el discurrir de las cosas, está condicionado por energía, porque de otra forma no existiría el factor que permitiese que las cosas efectivamente sucedieran.

La energía se aplica, se gasta y agota en la ocupación, y sin espacios de “no hacer nada”, no se la podría reponer. Por esto, conocer el arte asociado al ocio es la única manera de ser productivo y vivir con plenitud.

Así la premisa se entiende como una gran inversión. Porque en la medida que mejor se maneje el ocio, mejor retorno existirá en la ocupación.

Estas son algunas “tareas” que pueden y deben practicarse en reposo, quietud y  silencio:

  • Soñar. ¿Se ha dado cuenta que las grandes ideas emergen cuando se conduce, se está en la ducha o se camina sin premura? Es más probable tener un momento de “eureka” cuando se está relajado y se permite que las ideas se filtren en la parte posterior del cerebro. Por esto hay una recomendación para todas las personas que almuerzan en su escritorio: ¡tomen un descanso!
  • Reflexionar. Las personas hacen cosas sin sentido a cada momento, por eso alejarse de las situaciones que tienen que abordarse regularmente proporciona una perspectiva valiosa.
  • Observar. A veces, la mejor respuesta está delante de las narices pero se está demasiado ocupado para verla. Si la mayoría de las respuestas parecen simples en retrospectiva, tal vez no se esté dedicando suficiente tiempo a buscar lo obvio. Tener la capacidad de identificar lo simple es siempre una gran inversión.
  • Vínculos. Despeje su calendario. Pase una noche tranquila con su cónyuge, cene en familia o con amigos en lugar de tomar comidas sobre la marcha. Escuche a sus hijos hoy y sea parte de lo que harán mañana.
  • Relajarse. La gente trabaja todo el año solo para tomarse unos días libres.  Esto quiere decir que solo en vacaciones propende a disfrutar de la vida simple: se relaja en la playa, camina por el bosque o ve una hermosa puesta de sol. ¿Por qué esperar? Posiblemente lo único que impide relajarse es uno mismo. En lugar de agregar actividades a la agenda, intente eliminar algunas y luego… relájese.
  • Abrazar la vida. Cuando pasa el tiempo contando cada minuto, está perdiendo momentos preciosos. Y tome en cuenta que son los momentos, no el calendario, lo que recordará algún día.
  • Mostrar gratitud. ¿Está muy ocupado para demostrarles a las personas que quiere que son importantes en su vida?
  • Pensar. Pero no con el piloto automático que condiciona los procesos mentales rutinarios, más bien trascendiendo lo superficial y meramente utilitario.
  • Aprender. Quítese los zapatos y aprenda algo diferente. Explore nuevos territorios. Cambie su enfoque. Abra su mente. Deje el territorio familiar. Salga de la rutina. Vea la imágen completa. Conecte los puntos. Cambie su perspectiva.
  • Recargar. Tómese un tiempo para rejuvenecer, ¿le parece poco significativo? Tranquilice su mente. Desenchufe. Medite. Tome una buena siesta. Vuélvase, en resúmen, un experto en tomar vacaciones de cinco minutos.
  • Deambule. Olvide sus aspiraciones por un momento. Salga a caminar para despejar la cabeza. Pasee sin propósito. Piérdase dentro de sí mismo. Quién sabe lo que encontrará…

¿Todo esto parece poco? Pues no es así. ¡Es una gran inversión! Una en el negocio más importante que tiene: su propia vida.

Fuente: https://elstrategos.com/no-hacer-nada-es-una-gran-inversion/