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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel
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“Amén”, el término que resume el pensamiento estratégico

 

“Amén” es un término habitualmente usado en la liturgia sinagogal y cristiana. Es una palabra que tiene origen en el idioma hebreo y su riqueza acompaña la evolución de la sociedad humana desde tiempos remotos. Hay pocas expresiones (en cualquier lengua), que tengan tanto significado y relevancia para la comunicación universal.

“Amén” en esencia significa “así sea”. Es una afirmación y a la vez una confirmación. Un veredicto sobre lo que es y lo que será.

Su significado también está asociado a:

  • en verdad
  • ciertamente
  • que conste

En el idioma hebrero es la misma palabra que se utiliza para el vocablo FE. La raíz del adverbio implica firmeza, solidez, seguridad.

Pues bien, no hay palabra que resuma mejor la esencia conceptual del pensamiento estratégico, ni mecánica más efectiva para interactuar con la realidad.

El pensamiento estratégico es una forma de tratar con un entorno que cambia contantemente. Consiste en responder a ése medio ambiente en formas que permitan alcanzar las metas propuestas y cambiarlo para beneficio propio.

Al ser parte del Universo que atinge a la Estrategia, los objetivos del pensamiento estratégico se orientan a la resolución de situaciones difíciles, conflictos y adversidad.

A diferencia del pensamiento convencional, el estratégico no tiene “procesos lineales” en su trámite deductivo. Presume siempre la presencia de factores exógenos orientados a interferir con el resultado de las deducciones propias. Quién piensa estratégicamente reconoce la existencia de elementos orientados a impedir que sus actos se cumplan.

Oposición, resistencia y adversidad son condiciones con las que el pensador estratégico interactúa siempre. De aquí su valor en la resolución de todos los conflictos humanos, desde las grandes y sangrientas conflagraciones bélicas hasta los relacionados con la competitividad profesional y empresarial.

Ahora bien, si hay que reducir a un factor todo el pensamiento estratégico, éste sería por fuerza la practicidad. Lo práctico es efectivo, simple, directo y poco costoso en términos de tiempo y energía.

El pensamiento estratégico es primero y siempre, razonamiento práctico.

En este sentido hay algo que se debe entender desde un inicio: nada hay más práctico que reconocer y aceptar LA REALIDAD. De esto parte todo criterio juicioso y en ello abreva cualquier intento de alcanzar sabiduría.

La realidad no amerita objeciones. Es lo que es. Negarla o desconocerla es punto de partida para un proceso que siempre finaliza en fracaso y frustración. Aceptarla, por otra parte, constituye el inicio de la transformación.

Ante la realidad solo existe una afirmación posible: “Amén”, así sea.

La inmensa mayoría de los seres humanos tiene un serio conflicto con esta premisa. Son funcionalmente incapaces de aceptar la realidad. Juzgan, resisten y rechazan lo que es. Y en este simple hecho siembran la semilla de una derrota inapelable.

Bien lo decía Carl Jung: “lo que resistes, persiste”. Por esto mismo, nada se puede cambiar si todo persiste.

En un sentido místico, la Realidad es la vida misma. En términos de fe, es  la materialización de Dios. Esto es lo que ES, lo que fue y lo que será.

Quién resiste, rechaza o reniega de la Realidad lo hace de la vida o de Dios (como quiera entenderse). Es una pelea que no se puede vencer, una que no tiene absolutamente nada de práctico.

Lo que determina la percepción o el carácter de la Realidad es la interpretación que las personas adoptan sobre ella. En sí misma, la realidad es neutra. Esencialmente siempre “está bien”. Es el lente con que se la observa e interpreta lo que define su entendimiento particular.

Un día de lluvia es solo eso. Si para alguien es algo desagradable y para otro no, es solo cuestión de interpretaciones.

Pues bien, éste solo hecho, la aceptación irrestricta y dócil de la realidad, es algo que no practica la mayoría de la gente. Y es el punto de partida para la ventaja que alcanza el pensador estratégico.

Para el Pingüino Amarillo todas las tareas comienzan con un “Amén”. Una sólida afirmación de ASÍ SEA, ante la Realidad y lo que dispone la vida. El no gasta energía en negaciones o cuestionamientos. Las cosas son como son. Ése es el punto de partida. De allí para adelante se justifican las proposiciones, pero no antes.

Pelear contra la realidad es pelear contra la vida. Y ésa es una justa que no se puede vencer. Por otra parte, decir “Amén” ante ello, constituye una forma inteligente de aprovechar la energía vital y trascender las circunstancias.

El pensador estratégico confía en la vida, se refugia y nutre en sus disposiciones. Sabe que “por algo” suceden las cosas y acepta con sabiduría sus designios. Por eso finalmente, todo lo que le pasa, le pasa para bien. No hay misterio ni fórmula mágica. Solo es cuestión de decirle “Amén” a la vida.

Recuerde que el adverbio “Amén” implica firmeza, solidez, seguridad. A esto se refieren desde siempre la sabiduría, la filosofía y la espiritualidad. Aceptar no implica rendir ni resignar nada, solo reconocer lo que ES.

Por otra parte, la palabra “Amén” es también un referente directo de la FE, y en este sentido es un nexo concreto con el futuro, con aquello que se espera.

Cuando el pensador estratégico establece sus objetivos y plantea sus propuestas, también las cierra con un “Amén”, porque así expone su confianza en que las cosas serán como las desea. Ésta es la doble virtud que posee el “ASÍ SEA”. Por una parte certifica lo que ES y por otra proclama en positivo lo que SERÁ.

La construcción del futuro que se quiere es algo más que un conjunto de deseos, obviamente. Es una cuestión de esfuerzo, conocimiento, habilidad e inversión general de recursos y energía. Pero si esto no viene acompañado de inquebrantable convicción, no cuenta con el soporte esencial de la vida. Porque ésta, como buena representación de Dios, se abona con FE.

La vida reconoce la aptitud, pero premia la actitud. Saber es importante, pero creer es indispensable. Hay una sutil pero fundamental diferencia en esto. Quien sabe y no cree, para nada sabe. Quien cree y no sabe, valora lo que desconoce.

Decir “Amén” con respecto al futuro, es reafirmar la confianza en sus designios y en el triunfo de las proposiciones que se plantean. Ambos son elementos fundamentales para el pensador estratégico.

En definitiva la vida es como un rio y todos los seres humanos se desenvuelven en sus aguas. La clave es fluir con la corriente, confiar en ella. Interponer un humilde “Amén” a sus disposiciones. Muchos no lo hacen. Resisten y pelean. Quisieran cambiar su cauce a fuerza de obstinación y necedad. No llegan lejos, se desgastan y ahogan. El pensador estratégico, por otra parte, tiene un objetivo práctico: convertirse en un marinero experto.

Sabiamente se ha dicho desde siempre: “el hombre propone y la vida dispone”. Pues bien, quién interpone un sincero Amén ante las disposiciones, tiene un poderoso aliado para sus proposiciones.

Fuente: https://elstrategos.com/amen/

 

De tu sentido del humor depende lo que alcances en la vida


Peter F. Drucker el padre del Management moderno decía: “corresponde tomarse el trabajo en serio, pero nunca te tomes muy en serio a ti mismo”. Esta apreciación debe extenderse al entendimiento general de la existencia, porque ciertamente corresponde tomar la vida con seriedad, pero vivir… eso es otra cosa. Y para ello no hay mejor lubricante que el sentido del humor.

En el afán de hacer una exposición simpática se podría decir que hay pocas cosas más tristes que una persona que carezca de sentido del humor. Pero esta sería una afirmación banal, porque el asunto es muy serio. Quién no puede ver el mundo con un mínimo de alegría, sufre tremendamente.

En realidad, todo se trata de una cuestión de ACTITUD. Nada más. Una manera de sentir y entender las cosas que suceden. No hay destrezas involucradas en esto. Están en lo cierto quienes dicen que “tomarse las cosas con humor es un privilegio de la inteligencia”, pero ello no alude a conocimientos particulares.

El sentido del humor, en su interpretación más profunda, consiste en reconocer “la gracia” que acompaña a todas las cosas que suceden.

“Gracia”. Este hermoso término tiene dos interpretaciones concurrentes.  Significa benevolencia, favor o beneficio que se recibe sin ningún tipo de merecimiento. Y también es el don que poseen algunos para divertirse y hacer reír a través de palabras o actitudes.

La existencia es, evidentemente, una gracia concedida. Nadie tiene efectivo control sobre lo que depara el futuro. Hoy se está aquí y mañana quién sabe. En tanto esto es verdad, la vida es simplemente una gracia. Un favor, una bendición recibida sin ningún merecimiento.

Ahora bien, muchas personas (lastimosamente no las suficientes), encuentran reconfortante esa benevolencia. La ven como una bendición “agradable y grata”. Y desde este punto todo discurre con facilidad, porque del entendimiento de lo “grato” procede la significación de lo “gracioso” (del  término latín “gratus”, proviene el vocablo “gratiotus”).

No es que lo grato “puede ser” gracioso, es que en realidad lo es.

El sentido del humor es coherente con la naturaleza de la vida.

Por lo tanto, encontrar y entender su gracia es un acto de básica inteligencia. Reconocerlo es un imperativo existencial, y “celebrarlo”, un don maravilloso.

Quién celebra comparte e involucra a los demás. Transmite alegría, levanta el ánimo y enriquece el ambiente allá donde está. Mejorar así el mundo es uno de los dos frutos más grandes del sentido del humor. El otro, que es aún mayor, se expondrá luego.

Celebrar la gracia de la vida y propiciar el establecimiento de ambientes agradables, es un don que tienen pocos. A estos nada les está privado, porque poseen la actitud esencial de los vencedores.

También a efectos de liderar y dirigir a los demás, pocas cosas son más útiles que el sentido del humor.

En referencia a esto Dwigth  D. Eisenhower, el gran general y presidente americano decía: “El sentido del humor es parte del arte del liderazgo, de estar con la gente, de hacer que las cosas sucedan.” Un vehículo poderoso para construir relaciones, desarrollar fe, reconocimiento, percepciones de protección y amor.

Es una actitud que permite enfrentar los acontecimientos sin dejarse condicionar por la derrota o el infortunio. Una especie de baluarte, un refugio. Las personas con sentido del humor son capaces de salir adelante de asuntos delicados guiados por la esperanza y certeza de que todo puede mejorar.

La sabiduría popular gusta decir en momentos de dificultad: “Mantén la tranquilidad, todo se resolverá pronto. Un día te acordarás con una sonrisa de todo lo que pasaste ahora”.  Y esto es cierto. Aunque cueste entenderlo, en la vida todo está SIEMPRE bien. La realidad es absolutamente neutra. Cada persona interpreta y califica las cosas que le suceden de acuerdo al lente que porta.

Pues bien, el sentido del humor es “un lente” maravillosamente útil para apreciar todo. Incrementa la energía positiva de los acontecimientos y neutraliza la negativa.

¡Sonríale a la vida! En serio… No hay mejor acto de sano desafío y juiciosa aceptación.

Reflexione un momento en esto. ¿Hay algo más reconfortante que enfrentar la adversidad con una sonrisa? ¿No otorga esto más poder que el puño levantado? Por otra parte, piense en lo siguiente: ¿acaso sonríe la derrota?

Por otra parte, y posiblemente esto sea lo más importante, aprenda a reírse de buena gana de usted mismo. Este es el fruto más grande del sentido del humor.

Las personas que se toman muy en serio a sí mismas son dramáticamente débiles. Inseguras, susceptibles y acomplejadas. Viven en términos de un Ego que demanda incesante protección y cuidado. Son como enormes castillos de cristal que le temen hasta a la roca más pequeña.

Estas personas no pueden exponer grandes logros. Viven dando saltos de mata en mata, protegiéndose de todo lo que nos les parece apropiado. Alcanzan grotesco dominio en la gestión de la seriedad absoluta. Operan de acuerdo a la calificación ajena y se toman todo a pecho.

Quién es capaz de reírse de sí mismo, celebra su propia existencia. No es otra cosa. Nada reduce ni minimiza. No pide ni otorga. Solo relativiza la aparente majestuosidad de los eventos. Les da el tamaño que en realidad tienen.

Aprecie el tamaño del Universo. Toda nuestra galaxia es como una mota de polvo en el desierto. Imagine, en este contexto, la proporción de una simple persona. ¿Es razonable darse tanta importancia? ¿Es necesario considerarse el “hueco” del queque y suponer que todo gira conspirativamente alrededor?

¡Absurdo!

Por lo tanto ríase de usted mismo. Y con buena gana. Eso tiene el efecto del sol de mediodía sobre unos gramos de margarina. Si por nada se da por afectado, entonces nada puede afectarlo. El proceso empieza por allí: en uno mismo. Luego todo lo demás es accesorio. Lo que piensen o digan los demás, es problema de ellos.

Y hablando de “sentidos”…

Dice también la sabiduría popular que “el sentido común es el menos común de los sentidos”. En esto tampoco se equivoca. No tener sentido del humor es un despropósito básico y monumental.

Porque finalmente:

Si uno siempre presenta una sonrisa a la vida, obtiene de retorno también una sonrisa. Y si la vida le sonríe, ¿a qué más puede aspirar?

 Fuente: https://elstrategos.com/sentido-del-humor/

La vida no es Estabilidad, es saber andar en Equilibrio

 

La mayoría de las personas en este mundo administra su vida en franca oposición a una premisa básica del Universo. Buscan afanosamente estabilidad y evitan el esfuerzo que demanda andar en equilibrio. Es curioso: uno de los anhelos más importantes de la gente es un gran motivo de infelicidad y frustración.

Hay una razón de fondo para afirmar que la vida no es cuestión de estabilidad y sí de equilibrio: lo primero está asociado a un estado, en tanto lo segundo se encuentra vinculado a la acción. Y el hecho mismo de vivir es un acto, nunca un estado.

La vida es una película que solo termina cuando termina, no es un conjunto inconexo de fotografías. Por muy ilustrativa que sea una foto, adolece irremediablemente de pobreza para representar la realidad. Igual pasa con cualquier “estado”.

Por otra parte, ¿puede asumirse que acción y estabilidad compartan naturaleza? Lamentablemente no. Estabilidad es “la capacidad que tengan los elementos de las estructuras de aguantar las acciones sin volcar o caer”, y “aguantar las acciones” es muy distinto a fundamentarse en ellas.

La vida es un proceso, no es la suma de estados inconexos. Por lo tanto no se trata de estabilidad.

En segundo lugar, la búsqueda de estabilidad consume enormes cantidades de energía. Hay que invertir mucho esfuerzo para alcanzar cierto estado y muy pronto se tiene que iniciar todo de nuevo, bien para proteger lo que se ha conseguido o para alcanzar otros hitos. Esto requiere mucha energía, y ella no es un recurso inagotable en los seres humanos.

Buscar estabilidad en la vida, agota. Genera vulnerabilidad y frustración. Se convierte en un proceso que nunca termina.

Adicionalmente, y a pesar que parezca lo contrario, la estabilidad nunca está asociada con seguridad. ¿Qué nivel de seguridad presenta un escenario en el que debe invertirse energía para “aguantar acciones sin volcar o caer”? Todos los “estados” están siempre sujetos a la presión que establece la dinámica de las cosas. Por esto mismo no son estables y tampoco seguros.

Esta es una tremenda paradoja, porque “estable” y “estabilidad” no son lo mismo. La estabilidad es en realidad una cualidad de lo estable asociada al tiempo. Esto quiere decir que se alcanza estabilidad en cuanto se puede mantener un estado estable en el tiempo.

Ahora bien, no es necesario perderse en la semántica. No se trata de eso. Basta con entender que la búsqueda de estabilidad no puede asociarse directamente al hecho de alcanzar seguridad, dado que esta última, por simple consideración de probabilidades, es un estado inalcanzable.

¿Cuál es entonces esa cualidad de lo estable que eventualmente puede conducir a la estabilidad?: pues bien, ésa cualidad es el EQUILIBRIO.

Las personas que dominan el complejo arte del equilibrio son las que se acercan más a condiciones que se pueden considerar seguras y operan en las fronteras de ésa tierra prometida que representa la estabilidad.

Es que el equilibrio es primero acción, por mucho que se hable con soltura de un “estado de equilibrio”. Cualquiera puede entender fácilmente esto. Por ejemplo, equilibrar el cuerpo en condiciones físicas difíciles requiere esfuerzo, habilidad y  concentración.

Quién mantiene el equilibrio, no cae, y así cumple su propósito.

Esto es interesante. Porque el objetivo final de mantener el equilibrio es no caer. Y al conseguirlo puede asumirse que se ha alcanzado el objetivo (cualquiera que éste fuese). Las fuerzas que se oponen a la consecución de un fin, buscan que éste caiga, en tanto los actos de equilibrio lo evitan.

Hay que reconocer que existe una fuerza poderosa que juega siempre a favor de los actos de equilibrio: la concentración. Sin ella el equilibrista no alcanzaría la meta que lo espera al final de la cuerda.

Y en este caso la concentración se orienta hacia aquello que importa: el proceso. Quién busca estabilidad se enfoca en el objetivo, mientras que aquél que domina el arte del equilibrio se concentra en lo que está haciendo en el momento. Y no es difícil anticipar cuál enfoque es finalmente más efectivo.

En definitiva, una persona “equilibrada” vale oro, porque tiene la capacidad de maniobrar ventajosamente sobre las circunstancias de la vida. No se detiene a esperar el embate de las olas, se sube a ellas y aprovecha su energía para fluir con los eventos.

Obviamente no es fácil desarrollar las destrezas que requiere el equilibrio, pero hay un punto de partida fundamental: no buscar la estabilidad. Evitando esto se sale del camino equivocado y se toma posición de partida en la ruta correcta.

El ser equilibrado orienta sus actos por ése consejo imperecedero de Wayne Dyer: “mantiene una mente abierta a todo y sin ningún tipo de ataduras”. No es dogmático. Nunca piensa por cabeza ajena. Huye del rebaño y sus dinámicas. Sabe bien que hay mucho por aprender de todos y todo. Por lo tanto reconoce que nadie posee las respuestas absolutas y que la única etiqueta que se debe respetar es la de “buscador de la verdad”.

Es probable que no le esté reservado al ser humano encontrar toda las respuestas que busca, pero si le está demandado que busque. Y esto se encuentra reñido con la estabilidad.

El ser equilibrado es un artista. Construye siempre. Crea. Encuentra soluciones y establece alternativas. Porque saber vivir no es un acto mecánico, es un arte. No es un proceso determinístico, es simplemente un proceso.

Seguramente transitar “el camino del medio” es un recurso de la persona equilibrada, y ser ecuánime una condición que se lo permite. Entender que la vida convoca luchadores o víctimas posiblemente lo consuela en sus caminos, pero no buscar la estabilidad es la decisión que lo distingue.

No hay porqué tener temor de la inestabilidad intrínseca que plantea la vida. En realidad esto no es más que una ilusión del que no aprecia cosas y eventos con perspectiva. Por esto mismo, lo que para el gusano constituye el fin, es solo el comienzo para la mariposa.

Hay que entender las cosas del Universo con visión holística, serenidad y humildad.

El mundo se encuentra bombardeado por noticias de calamidades y desventuras. No cesan las especulaciones respecto al inminente fin de todo lo bueno. Cuando alguna prueba se supera, es solo preámbulo de otra. Así se consume la mente humana, sin pausa ni piedad.

A la sombra de esta carpa de negatividad parece lógico anhelar estabilidad a cualquier costo. Pero el panorama desolador es solo una ilusión.

No hay nada estable en la vida y el Universo que no sea producto del equilibrio que alcanzan los fenómenos y sus componentes. No lo hubo ni lo habrá. Todo es cambio, flujo, transformación.

Apreciando esta realidad se desarrolla la perspectiva y se anula la ilusión.

Por lo tanto no tenga temor. No busque estabilidad, ¡Viva!

Trabaje con denuedo para lograr el equilibrio que demanda la caminata.

Quienes alcanzan la sabiduría pueden dar testimonio de lo que dice el certificado de los vecedores. Dice, sin exageraciones ni recato, lo siguiente: “éste fue un ser equilibrado”.

Fuente: https://elstrategos.com/estabilidad/

 

La Mentalidad de Crecimiento es "minimalista"

 

Esto, que apropiadamente debe entenderse como “mentalidad de crecimiento”, es ése “espíritu de superación” al que se han referido miles de generaciones desde el comienzo de la historia humana. Los conceptos son similares y versan sobre lo mismo: ésa necesidad y conveniencia de mejorar y evolucionar como personas y profesionales, de alcanzar mayor talla y generar buenos frutos.

Parece bastante natural,  y por ello mismo se puede asumir que todos comparten la premisa. Pero no es así. Una gran parte de la gente ignora su potencial, y una mayoría es incapaz de poner en práctica medidas efectivas para hacerlo realidad.

La gente desconoce su potencial porque en buena medida es condicionada en ése sentido desde pequeña. Los círculos familiares e instituciones llamadas a formar, se equivocan bastante al impartir los códigos que rigen el desarrollo personal.

Se considera que al establecer límites en ciertas formas de pensar y en el planteamiento de aspiraciones, se protege al niño o al joven contra los efectos del fracaso y la frustración. “Hay que tener los pies sobre la tierra” se dice, y así se sustituye la mentalidad de crecimiento por una de pragmatismo, aceptación equivocada y conformismo peligroso.

El pragmatismo tiene mucho valor, por supuesto. De igual manera la “aceptación” como conducta que interactúa favorablemente con la realidad. Pero esto no tiene nada que ver con el establecimiento de un estado de conformismo que coarta el desarrollo personal.

Por otra parte, quienes no se empantanan en estas consideraciones, muchas veces tampoco saben cómo llevar a puerto aspiraciones, deseos y objetivos. Y aunque no comparten el criterio de las limitaciones, estas personas también terminan frustrados y amargados.

La respuesta para todo esto es entender de qué se trata una Mentalidad de Crecimiento y cómo hacerla parte de la conducta cotidiana.

1.- La Mentalidad de Crecimiento es “minimalista” y se fundamenta en la lógica de la mejora continua.-

El criterio es simple: todo puede ser mejorado siempre, especialmente si se lo hace poco a poco. En esto se inscribe el acercamiento minimalista y la mejora contínua.

Las expectativas sobre grandes mejoras, cambios espectaculares y proezas, no necesariamente forman parte de una Mentalidad de Crecimiento. Pensar en grande no conduce a la grandeza. Son las mejoras continuas y agregadas las que definen la evolución. De esto se trata el “efecto compuesto”: sumar pequeñas conquistas con esmero y convicción, sin prisa ni pausa. En cierto momento el resultado del proceso se vuelve algo majestuoso.

La palabra clave de la Mentalidad de Crecimiento es mejorar. De eso se trata. Quién incorpora la mejora como verbo de conducta y lo hace con criterio minimalista, puede alcanzar todo lo que desea.

2.- Una cosa es establecer límites y otra muy diferente limitarse.-

El potencial de todos los seres humanos es grandioso. No debe existir duda sobre ello. Las condiciones y las circunstancias son diferentes o cambian, pero todos tienen el potencial de alcanzar los objetivos que se planteen, o al menos vivir el proceso virtuoso. El resultado final no es una consideración esencial de la mentalidad de crecimiento, el proceso lo es. Es importante entender esto.

La vida en sí misma es un proceso, porque el resultado final es el mismo para todos, irremediablemente. Se nace y se muere, esos son los únicos resultados concretos, todo lo demás es solo proceso. Lo mismo aplica para la mentalidad de crecimiento. El objetivo es mejorar siempre, los resultados son solo una consecuencia.

Ahora bien, en el proceso los métodos ayudan, y uno de ellos consiste en saber establecer límites. Esta es una muestra de orden y eficiencia. Los límites se asocian a la capacidad de establecer inteligentemente metas, objetivos. Y aunque ello demanda virtudes y habilidades, no deja de ser algo estrictamente mecánico.

Cuando los límites no se entienden como un ejercicio mecánico, surge el riesgo de que las personas se limiten. Que se crean conscientemente incapaces de mejorar, evolucionar o alcanzar ciertos objetivos.

3.- Los enemigos más grandes de la Mentalidad de Crecimiento son las excusas y las justificaciones.-

Se excusan las personas para no hacer lo que corresponde o lo que es recomendable. Y se justifican cuando no alcanzan los resultados que buscan. Un círculo vicioso interminable.

La verdad lastima. Es algo que pocos egos tienen la capacidad de procesar. Cuando no se crece, cualquier argumentación es válida para alcanzar alivio de consciencia. Así se pasa la vida, y así también se transmiten las experiencias negativas de generación en generación. Este es el fermento de la mediocridad que tiene cautivas a la mayor parte de las personas en este mundo.

La Mentalidad de Crecimiento erradica de su léxico cualquier excusa. Camina para adelante con lo que corresponde y al ritmo que le sea posible. No importa mucho la velocidad o la efectividad, lo esencial es ponerse en marcha.

Las justificaciones, por otra parte, no existen para la persona que “sigue caminando”, simplemente porque son la peor manera de mentirse a uno mismo. Si ha de admitirse que la honestidad es un valor humano que permite la sana convivencia, cuánto más importante la honestidad con uno mismo, porque de hecho permite conciliar con el propio ser.

Es grande la persona que aunque poco más consiga, es capaz de conducir su vida sin excusas ni justificaciones. En esto se diferencia del promedio que camina bajo la bandera de la mediocridad.

4.- Conciencia activa.-

La Conciencia es un faro de luz que despeja sombras y oscuridad. Y la Mentalidad de Crecimiento se apoya en ella para identificar defectos y oportunidades. No importa la cuantía de cosas que se deben superar o el grado de nocividad que tengan. Si existe Conciencia de ello, más temprano que tarde se superan los obstáculos.

El drama es que pocos individuos son conscientes de sus carencias, defectos y fallas. Es esto lo que les impide crecer. Se consideran un producto terminado y ni siquiera se dan cuenta del error.

La Conciencia ilumina, registra, destaca y reporta lo que no está bien. Ése es el punto de partida indispensable. De allí para adelante todo es mejora, todo tiene carácter incremental. Solo quién se reconoce enfermo tiene la posibilidad de curar.

La Conciencia, por otra parte, no debe culpabilizar. No se trata de huirle por el simple hecho de que exponga las cosas que no están bien. Nadie debe sentirse mal por sus sombras y sus propios demonios. Simplemente debe observarlos como son, reconocerlos. Ese es el punto vital a partir del cual cambia el sino de las cosas.

Todos los seres humanos de este mundo son imperfectos y cargan sus propios maderos. Es la Conciencia de eso lo que activa la Mentalidad de Crecimiento. Ignorar los problemas anula la posibilidad de solucionarlos.

5.- La Mentalidad de Crecimiento distingue, califica y tamiza el género humano.-

Ninguna otra especie viva tiene Conciencia. Ni siquiera los animales más avanzados pueden hacer gala de una Mentalidad de Crecimiento. Esta es privativa de los seres humanos. Y por lo mismo, es algo que demanda reconocimiento y acción.

La persona que no tiene aspiraciones básicas de crecer en la vida pone en tela de juicio su pertenencia a la especie. Parece una afirmación muy dura, pero es apropiada. Si el ser humano no hubiera poseído desde siempre el sentir profundo de crecer y evolucionar, habría desaparecido aún sin llegar a las cavernas.

Es su Mentalidad de Crecimiento la ha que colocado al hombre en el lugar que hoy está, con virtudes y defectos; luces y sombras. Es ella la que igualmente distingue a unos de otros, aún entre los que crecen.

Los logros y éxitos están allí para testificar las posibilidades del crecimiento humano. Las necesidades insatisfechas, fracasos y problemas no resueltos son, por otra parte, referencias que convocan con urgencia  la Mentalidad de Crecimiento que deben activar todas las personas.

Fuente: https://elstrategos.com/mentalidad-de-crecimiento/

 

Si el viento deja de soplar, rema. Sabiduría Estratégica

 

Hay mucho por entender y aprender de esta hermosa frase: “si el viento deja de soplar, rema”. Y aunque no lo parezca a primera vista, es una enseñanza que incorpora todo lo que sostiene la sabiduría estratégica.

La diferencia entre la sabiduría a título general y la “estratégica”, es el énfasis que esta última establece sobre la dinámica de los conflictos, los adversarios y la lid competitiva. La Estrategia es el arte para gestionar la adversidad y dirimir los conflictos favorablemente.

¿Cómo debe entenderse la frase “si el viento deja de soplar, rema”?

En primer lugar como un reconocimiento a la gestión de oportunidades.

El “viento favorable”, ése que permite avanzar con mayor facilidad y comodidad, responde al hecho de haber identificado condiciones propicias para el desarrollo de cualquier proyecto o emprendimiento en la vida, sea de carácter personal o profesional.

Las personas que orientan sus actos en función de la sabiduría estratégica buscan siempre el camino más práctico y eficaz para alcanzar sus objetivos. La Mente Estratégica no trabaja solo buscando soluciones, más bien clasificando opciones. El trabajo sobre estas últimas es el que finalmente conduce a las primeras con mayor efectividad.

Actuar en términos de “viento favorable”, (entiéndase condiciones propicias), genera ventajas competitivas. Optimiza esfuerzo, trabajo e inversión de energía. Esta dinámica se encuentra siempre en las oportunidades. Buscarlas, identificarlas y aprovecharlas es una tarea fundamental del pensador estratégico, y para ello hay que desarrollar habilidades específicas.

Puede parecer lógico suponer que todas las personas buscan naturalmente oportunidades para actuar en la vida, pero esto no es así. En realidad la mayoría opera, o bien de acuerdo a los patrones establecidos o es adversa al riesgo. Las oportunidades prometen mejores resultados pero involucran mayor riesgo, y muy pocos toman estos caminos.

Ahora bien, actuar con la lógica de identificar permanentemente oportunidades consigue que se “construyan” situaciones propicias. Este es uno de los frutos más valiosos de la sabiduría estratégica.

Los “vientos favorables” siempre benefician al marinero que tiene velas desplegadas y la nave orientada a su objetivo. En esto nada tiene que ver la suerte o la fortuna. Por eso Napoleón (posiblemente el Strategos más grande de la historia) decía: “…el azar será siempre un enigma para las mentes mediocres”.

Para el pensador estratégico el trabajo inteligente prevalece sobre el “trabajo duro”. Por esto busca oportunidades para hacer las cosas mejor y más fácilmente. Esta es otra alusión a los “vientos favorables”.

Ahora bien, si en algún momento “el viento deja de soplar”, corresponde invertir todo el esfuerzo necesario para continuar el camino elegido. Acá ingresa la alusión a “remar”.

No se trata de parar o cambiar de rumbo ante la primera condición desfavorable. Esto sería aún peor que nunca haber iniciado el trayecto y representaria una pobre sabiduría estratégica.

La ausencia de los “vientos favorables” puede manifestarse de dos formas:

1.  Una reducción de las energías positivas o

2.  Un franco cambio a condiciones negativas

Y en ambos casos lo que corresponde es empezar a “remar”.

Hay que reemplazar la energía natural de las condiciones propicias por esfuerzo directo. El objetivo es no detenerse hasta que los “vientos favorables” retornen o hasta encontrar un punto definitivo de inflexión. La energía natural de las oportunidades debe sustituirse por inversión de esfuerzos extraordinarios, sacrificio concreto.

Para el pensador estratégico la desaparición de los “vientos favorables” y la necesidad de “remar” es, en sí misma, OTRA OPORTUNIDAD.

Esta es la magia que exhiben quienes no piensan ni actúan como la masa. La adversidad y las situaciones difíciles despejan las rutas que llevan a la victoria. Espantan a la mayoría. Crean condiciones preciosas para continuar en soledad y alcanzar éxito.

Poca competencia encuentra aquél que sabe trabajar con igual habilidad oportunidades y adversidades. Este es el guerrero que domina la fórmula para ser igualmente eficaz contando con fuerzas superiores o inferiores. El promedio de las personas solo compite bien cuando opera en condiciones propicias (si es que ha podido encontrarlas y construirlas).

“Remar” no es sencillo, por supuesto. Y mucho menos para mantener el rumbo elegido. Otra cosa es hacer el esfuerzo por criterio de sobrevivencia o con intención de “salvarse”. Sin embargo el pensador estratégico no trabaja con la lógica del plan “b”, más bien con muchos planes “a”. Es distinto. Un plan “a” es operar al amparo de las oportunidades y los “vientos favorables”, otro plan “a” es comenzar a remar cuando las condiciones han cambiado.

Por último, la sabiduría estratégica no desconoce, a pesar de lo dicho antes, la necesidad de eventualmente “rendirse” o cambiar de rumbo definitivamente. Esto vale la pena tenerlo claro.

Si los “vientos favorables” no retornan luego que se estuvo “remando” bastante tiempo, lo práctico es evaluar un cambio profundo. El Strategos no es un Quijote. Si se encuentra involucrado en una pelea que no podrá vencer, entonces se retira y prepara para la próxima contienda.

La apología de la perseverancia, la tenacidad o la persistencia no corresponde en todos los casos. No puede aplicarse para derribar una pared a fuerza de cabezazos. Es absurdo. Para la sabiduría estratégica todos los obstáculos son como ésas puertas de vidrio que tienen escondido el cartelito de “jale”. Se puede hacer mucho esfuerzo tratando de abrir la puerta a empujones y fracasar. Sin embargo se puede “jalar” la puerta con dos dedos y abrirla.

Todos los problemas tienen solución, toda adversidad puede ser superada. El pensador estratégico solo se diferencia de los demás en el hecho de buscar las medidas más prácticas, los caminos más sencillos. Esto es, en definitiva, encontrar nuevamente oportunidades y “vientos favorables” para seguir navegando.

El viejo y sabio adagio que afirma que “todo problema es una oportunidad que llega disfrazada a la fiesta”, es un mantra en los procesos mentales del pensador estratégico. Pero esto solo se hace evidente para él cuando el esfuerzo de “remar” ya no conduce a ninguna parte. Nunca antes.

“El viento que sopla a favor” es combustible del perezoso, en tanto que una bendición para el Strategos. ¿Qué factor determina la diferencia? El hecho que éste último está siempre dispuesto a “remar” cuando las condiciones lo requieren.

Bien lo dice un proverbio inglés y lo ratifica la sabiduría estratégica: “un mar tranquilo nunca hizo un buen marinero”.

Fuente: https://elstrategos.com/sabiduria-estrategica/