El emprendimiento es un oficio que muy pocas personas practican en este mundo, muy pocas. A pesar de todos los elementos y condiciones que facilitan la tarea en este cuarto de avance que tiene el nuevo siglo, apenas un puñado de seres humanos optan por sus caminos.
El motivo de esto sigue siendo el mismo desde hace más
de doscientos años: la idiosincrasia imperante en las familias y la sociedad
respecto al trabajo.
Para la gran mayoría, el ejercicio laboral consiste en
incorporarse al sistema convencional con las características de siempre:
estructuras organizacionales desarrolladas por terceros (privados o púbicos),
jerarquías, remuneración por inversión de tiempo, mérito asociado al
conocimiento, predictibilidad, repetitividad, trabajo en equipo, etc.
Estas particularidades conducen a una asociación muy
particular entre trabajo y empleo. En muchos casos los términos se asumen
incluso como sinónimos. Por eso, para una significativa parte de las personas,
quién tiene un empleo trabaja, y quién no lo posee, no.
En esta corriente caudalosa de pensamiento se forman
generaciones de individuos desde la primera Revolución
Industrial. Así funciona el sistema. Y en este escenario hay
poco espacio para considerar el emprendimiento como una forma virtuosa de
trabajo.
Sin embargo hay algo muy curioso: en realidad todas
las estructuras productivas que sostienen el sistema son producto del trabajo
entrepreneurial, puesto que toda creación emerge finalmente de un
emprendimiento.
Con ser tan escasas hoy las personas que deciden
emprender, de todas maneras definen el carácter de la civilización en que se
vive.
Solo resta imaginar cómo sería el mundo si esta
insignificante proporción de emprendedores se duplicara. Porque aun siendo una
manifiesta minoría cambiaría la faz de la tierra.
Aquí no hay ninguna apología insensata. No existe afán
de ensalzar a nadie. El emprendimiento es esencialmente virtuoso porque refleja
el afán de hacer algo que constituya un beneficio colectivo. Solo en la medida
que todos se benefician, la tarea puede considerarse exitosa.
En este tiempo, que marca ya la transición entre la
tercera y la cuarta Revolución Industrial, los seres humanos que cultiven el
emprendimiento como sistema de trabajo y forma de vida, serán más necesarios
que nunca.
Los desafíos que tienen el planeta y la humanidad solo
podrán ser resueltos con creatividad e iniciativa, tomando riesgos calculados
que conduzcan a evolución. Esto no se conseguirá solo por medio del
desenvolvimiento de las organizaciones existentes y su fuerza laboral. Harán
falta nuevas proposiciones y diferentes estructuras.
Es indispensable que muchas más personas tomen la
decisión de emprender. Que rompan las ataduras mentales asociadas al sistema de
educación ancestral y acepten los desafíos que plantea el futuro.
La posibilidad, primera llave mental del
emprendimiento.-
Esas millones de personas que se desenvuelven en los
sinuosos caminos del empleo y el trabajo convencional, deben entender algo
fundamental: el emprendimiento es una posibilidad clara y concreta para todos.
No existe ningún requisito excepcional. Emprender es
un verbo, no un estado. Es
una manera de entender la vida fundamentada en la acción
propositiva. Nada más y nada menos.
Los estándares vigentes de educación y formación
cultural han hecho creer a muchos que el Emprendedor precisa condiciones
especiales. Que toma riesgos poco racionales y suma a su vida incertidumbre e
inseguridad. Esto no es verdad, o como mucho es igual de cierto a lo que sucede
con el trabajo convencional.
Lo único seguro de un empleo es que un día terminará.
¿Qué tanta certidumbre puede representar esto? Por otra parte, todo empleado
somete su condición a la probabilidad que dos simples palabras cambien
dramáticamente su estado: “estás despedido”. ¿Qué tipo de seguridad existe en esta
realidad?
El emprendimiento es una POSIBILIDAD universal. Esto
es lo primero que deben entender todos.
No hay condiciones de cuna, tampoco de educación o de
fortuna financiera. Emprendedor
puede ser cualquiera que decida dar el paso y no mirar atrás. La historia es rica en ejemplos de
emprendedores exitosos que emergieron de las más difíciles condiciones de vida
que se puedan experimentar.
Ahora bien, emprender no solo es posible para
cualquiera, porque alguien dirá que finalmente todo es posible en la vida.
También es una opción benigna y llena de virtud, porque representa el afán de
hacer algo que beneficie a todos.
Estar consciente de la POSIBILIDAD, simple, clara y
concreta, es el primer y más importante factor para multiplicar los
emprendedores en este mundo. Porque es justamente la posibilidad de ser
emprendedor la que está sujeta a prejuicio y sanción psicológica.
Entender la existencia de la posibilidad, aceptarla y
actuar en consecuencia demanda ACTITUD.
Probabilidad, la segunda llave mental.-
Ahora bien, la POSIBILIDAD de emprender existe
para todos, pero otra cosa es la PROBABILIDAD de tener éxito en el empeño.
Ambas cosas se confunden desde el sistema.
La probabilidad de triunfar en el emprendimiento está
sujeta a muchos factores: las bondades del modelo de negocios, el
aprovechamiento de las oportunidades, capacidades técnicas y emocionales,
esfuerzo, tenacidad, laboriosidad, etc.
Es razonable suponer que las probabilidades de éxito
de un emprendimiento sean menores que las de un trabajo convencional. En esto
no se equivocan mucho los agoreros del sistema. Pero pecan por no hacer notar
igualmente que la vara es más alta, y también las recompensas.
Se comete un serio error al presentar el
emprendimiento como una fórmula mágica para cambiar estados, alcanzar fortuna y
un envidiable estilo de vida. Eso es tan falso como negar su posibilidad
universal.
Quién decide emprender toma también la decisión de
adoptar una forma de vida muy concreta y especial, puesto que deberá adaptar al
oficio muchas cosas de su existencia cotidiana. Esto tiene un costo, ¡seguro!
Pero nada se consigue en este mundo sin pagar un precio. En ello tampoco hay
misterio.
Es en la PROBABILIDAD de alcanzar éxito donde deben
concentrarse los esfuerzos, no en negar la posibilidad. Hay que consolidar la
mentalidad emprendedora, conocimientos, destrezas, técnicas, etc. En este campo
se debe enfocar la formación de jóvenes y profesionales, partiendo del hogar y
terminando en toda institución educativa.
Hay un falso debate cultural respecto a la posibilidad
de emprender, y esto perjudica los necesarios esfuerzos para aumentar las
probabilidades de éxito en el oficio.
En lugar de extremar esfuerzos para formar recursos
que nutran un sistema de trabajo anquilosado, deben destinarse atención y
cuidado a la formación de los futuros emprendedores. Es la única forma de
garantizar viabilidad para el mundo que espera.
Aumentar las probabilidades de éxito de la actividad
entrepreneurial demanda APTITUDES.
Estas son las dos llaves mentales del emprendimiento:
aceptar la existencia de la posibilidad universal y entender la necesidad de
incrementar las probabilidades de éxito a partir de formación y educación.
Mientras no se dé lo primero, seguirán existiendo carencias en lo segundo.
Fuente: https://elstrategos.com/emprendimiento/