¡Lo
que uno tiene que escuchar en esta vida!; un hijo le dice a su madre «mamá ya
no te ocupes ni preocupes por los abuelos, ya ellos vivieron su vida, ahora ocúpate
de la tuya» ante lo que la madre le respondió, «es verdad, tienes razón hijo».
Ahí arrancó mi reflexión de mínima lógica aplicada y pensé «esa madre, ¿no piensa que cuando llegue a la edad de la indefensión, su propio nieto va a sugerir al hijo aplicar la misma conseja? Y quien inició tan perversa idea, ¿piensa que podrá escapar de tan fatídico invento?».
He
conocido hijos, que pareciera que la relación con sus padres fuese de tipo
unidireccional, y ¿por qué esto? Bueno, estos hijos “ejemplares” siempre están
esperando algo de parte de sus papás; ya sea cariño, consejos, regalos y sobre
todo dinero, no importa la edad que estos “hijos” tengan, ah, pero ellos jamás
ni por iniciativa propia ni por ninguna otra, sacan sus manos del bolsillo para
siquiera comprar un caramelo y dárselos espontáneamente, y basta que algún de los
viejos tengan alguna necesidad o carencia, para que esos manganzones no
aparezcan por algún tiempo por la casa paterna, a seguir comiendo como de
costumbre, la escasa comida que los pobres ancianos tienen en su humilde
despensa.
Será, pienso yo, que estos miserables no recuerdan todo el sacrifico que abnegadamente tuvieron que hacer sus padres para llevarlos al tamañote que tienen hoy en día.
A veces digo que, tal vez estás personas
nacieron sin el circuito mental de la responsabilidad y conciencia.
Luego digo no, eso no es, ya que esos
mismos negligentes, se vuelven un carnaval con las personas de la tercera edad
que se encuentran diariamente en la calle. Los padres de los vecinos, los
padres de su novia de turno, los padres de quien aparezca en su cotidianidad.
Con los extraños se vuelven como locos,
les regalan de todo sin que se lo pidan, si la persona está enferma, son los
primeros en ofrecerse a dormir en el piso de cualquier hospital, no sé; pero es
toda una locura, como el mundo invertido.
Dijera mi madre: «son claridad para la calle y oscuridad para su casa".
Estos
hijos egoístas, son duros de conciencia, duros de corazón y su final nunca
podrá ser sobre un lecho de rosas, porque ahí está un Dios que no sufre de tortícolis
y siempre ve hacia abajo.
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