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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel
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Oriéntese a la prosperidad, no a la riqueza

Imagen de Pezibear en Pixabay

En buenas cuentas, la prosperidad está relacionada con el éxito en lo que se emprende, la buena suerte en lo que sucede o el curso favorable de las cosas. Entendiéndola así, la prosperidad es un devenir de los hechos, un flujo de eventos, una sucesión de actos que conducen a situaciones auspiciosas o favorables.

La riqueza, por otra parte, es un estado. Un punto al que se llega por efecto de hacer algo. En tanto que la prosperidad puede evaluarse en el camino, la riqueza solo puede medirse en coyunturas concretas de espacio y tiempo.

Las personas que desean extraerle lo mejor a la vida deben orientarse a la prosperidad, no a la riqueza, por mucho que ésta sea entendida en términos integrales.

El juicio del Universo es benigno en tanto cada ser humano prospere sin pausa en todos los aspectos de su vida. Lo mismo en los físicos, morales, espirituales, profesionales, de relacionamiento con los demás, etc. Cada ámbito del desenvolvimiento humano demanda prosperidad.

Que ello eventualmente conduzca a la riqueza que se busca es otra cosa. En buena parte de los casos sucederá, pero cuando así no fuese, el camino habrá justificado completamente el esfuerzo invertido.

Muchos encontrarán en esta afirmación una sombra de conformismo o resignación, pero la verdad está lejos de eso. Al final de la historia, cuando uno debe abandonar la tierra, nada puede llevar consigo, ningún estado, por muy apreciado que sea. Lo único que en esencia justifica el hecho mismo de haber existido son las experiencias vividas.

Y si ellas se sujetaron al afán de hacer las cosas lo mejor posible, habrán sido valiosas y habrán conducido al éxito y la felicidad.

Orientarse a la prosperidad genera experiencias de calidad en la vida. Permite construir y disfrutar el momento presente.

Cuando cada decisión y acto tiene el único propósito de alcanzar la mejor versión de uno mismo, se consigue la realización.

No está llamado nadie a garantizar el resultado esperado de sus acciones, solo a dejar en el empeño su mayor esfuerzo.

Para ser exitoso y feliz hay que tener objetivos, pero no expectativas. Los objetivos ordenan la existencia, pero las expectativas son un falso afán de darle órdenes a la vida.

La riqueza se encuentra más cerca de las expectativas que de los objetivos. Es algo completamente natural. La idea de riqueza (no solo la material, por supuesto), genera un enorme centro de gravedad, uno que atrae y seduce con intensidad. Esta “atracción” activa las expectativas. Y cuando ellas no se cumplen por algún motivo, provocan desencanto y frustración.

En otros casos, aun cuando el estado deseado de riqueza se alcanza, no siempre genera la satisfacción esperada, y vuelven a ponerse a prueba expectativas y deseos.

Con la prosperidad no pasa esto. Porque siempre es una obra en construcción, nunca tiene límites ni reconoce estados. No hay una sola persona que entienda de prosperidad y se considere un producto acabado. Eso no existe. Todo ser humano es siempre perfectible. Cualquier estado de riqueza puede superarse por uno mejor, en tanto se prospere cada día en los intentos.

Que prosperen sus destrezas profesionales.

Sus relaciones de amistad y amor.

Que prosperen sus finanzas.

Sus conocimientos.

Que prospere el control de sus emociones.

Sus procesos mentales.

Que sea usted cada día un mejor hijo, padre, esposo, amigo y ciudadano del mundo.

¡Eso es prosperar!

Y si eventualmente no se alcanzan los estados esperados, pues bien. La vida no tiene publicado ningún diploma que se deba tomar al final de la historia. Nadie posee el rasero para calificar premios o castigos. Hay un llamado a invertir el mejor esfuerzo, nada más.

Muchos se confunden pensando que buscan éxito, pero son solo exitistas. Anhelan vencer sus desafíos pero son triunfalistas. No es lo mismo. La vida presenta exámenes todos los días, pero las calificaciones definitivas no existen. Nadie puede medirse por sus resultados, solo por el esfuerzo empeñado.

Y no se trata de ninguna afirmación relativista o “postmodernista”. Alguien dirá que el mejor esfuerzo de nada sirve si no se alcanza el resultado esperado, pero ése alguien está solo capacitado para ver fotos, no puede ver la película. Y las fotos son una pobre representación de la realidad que cambia y evoluciona permanentemente.

Quién no alcanzó las cotas que esperaba (o que se esperaban de él), pero ha invertido lo mejor que tenía, no sólo alcanzará mejores resultados luego, también puede considerarse un vencedor ahora mismo. Porque ha entendido de qué se trata la prosperidad.

La vida es como un curso de agua, no un reservorio estancado. Se trata de navegar de la mejor forma hasta el momento final. No hay islas o pedazos de tierra donde valga la pena parar, por mucho que tengan la forma de una riqueza transitoria.

No se desanime si no puede inscribirse en ése pantagruélico escenario que el mundo describe como éxito o bienestar. Son solo convencionalismos sociales. La medida del éxito es absolutamente personal. Solo la gente mediocre se evalúa por externalidades. Quién mide el éxito de un viaje por el arribo a una estación intermedia es eso: un mediocre. El viaje solo termina cuando termina.

Oriéntese a la prosperidad. A ser una mejor persona en todo sentido cada día. En hacer el mejor esfuerzo para superar estados y adversidades. Deje en ello la piel, duerma cada día con el sentido de la labor cumplida. La vida le honra por esto, no le pide más.

Por supuesto que no es fácil hacer esto. Requiere mucha honestidad y amor propio. Es más sencillo retozar en algún hipotético estado de riqueza o bienestar, autocalificarse positivamente por algo circunstancial y luego descansar. Pero las personas que se orientan a la prosperidad no descansan nunca. Saben que el afán acompaña los latidos de su corazón, y solo para cuando éste para.

Ahora bien, quédese tranquilo. Porque el afán de buscar prosperidad en todos los ámbitos de la vida no es uno que genera tensión, conflicto o ansiedad. Siempre proporciona alegría y paz. Cuando uno invierte todo lo que tiene en lo que hace no lleva carga pesada a la almohada, sonríe con tranquilidad aunque no hubiera alcanzado los resultados esperados. Y sonríe así por un motivo simple, porque ha cumplido con su juez más implacable: él mismo.

Fuente: https://elstrategos.com/


Machismo: Limitante del Desarrollo de las Sociedades

  

Imagen de Carabo Spain en Pixabay

Escuchado en una institución pública: un empleado de cuarto nivel educativo, a otro del mismo grado académico.

—¡Qué va! Yo no le doy carro a mi esposa, ni la enseño a manejarlo, porque, luego si uno está en un bar, seguro se aparece a buscarlo a uno.

—Eso es verdad, hermano —respondió el otro, con cara de sabio—. Totalmente de acuerdo contigo.

Pasado los años, uno de estos señores, había tomado vacaciones, estableciendo su centro de disfrute de las mismas, un bosque apartado de cualquier contacto humano.

Al tercer día de asueto, al sujeto jefe de familia, se le adormeció con dolor incisivo el brazo izquierdo, no hubo manera de comunicarse por teléfono móvil celular, debido a que esa tecnología no había arribado a nuestras vidas.

Está por descontado decirles que, la familia de este buen hombre: su esposa y sus dos hijos menores de edad, tuvieron que presenciar la inexorable muerte de su ser querido.

Basta con pensar, qué hubiera sido de esta historia si el hombre infartado, hubiese tenido la delicadeza de tratar con respeto y como a un ser humano a su esposa, y le hubiese enseñado sin mezquindades, ni absurdo machismo, a conducir el automóvil familiar. Existirían en el mundo: una viuda y dos huérfanos menos.

Escuchado en una tasca: dos señores de mediana edad, de buen gusto al vestir; a uno le llamaban «licenciado» y al otro «doctor».

—Yo no permito que mi mujer salga a la calle a trabajar. Yo soy el hombre; yo me basto para conseguir los reales para la casa. «La mujer es de la casa el hombre de la calle» como dice el refrán.

—Y no es nada, compadre. Después le hembrean la mujer a uno. Comienzan siseándola y bueno…luego la perdición.

No pasaron dos años desde ese dialogo tan sórdido, cuando por los imponderables que arroja la vida, el «doctor» sufrió un ACV (accidente cerebro vascular) que se había estado gestando debido al estilo de consumo llevado por el susodicho, el cual estaba aderezada con: Grasa, alcohol y cigarrillos; todo ello en exceso.

El «doctor», autosuficiente para proveer a su hogar, quedó con discapacidad tanto motora como mental, por haber sufrido daño cerebral de considerable afectación a sus capacidades intelectivas.

Adiós calidad de vida. Los amigos de trago, no aparecieron nunca. La vida continuó. La mujer, sometida a atender solamente el hogar, tuvo que aprender a empujones, a funcionar en el mercado de trabajo. Pero con el detalle que le constituía un hándicap, el no contar con experiencia laboral alguna para la edad que tenía.

Otro ejemplo del egoísmo y limitante que aporta el machismo a la sociedad actual. Eso es todo.

Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

Me Gradué de la Universidad en la Profesión de: ¿Qué Dirá la Gente?

Imagen de robtowne0 en Pixabay

Luego de pasar como mínimo, tres años de estudios superiores en un instituto tecnológico universitario, nos encontramos con personas, no sólo en Venezuela, sino en el mundo entero, tanto en países catalogados del: primer, segundo o tercer mundo; que sufren las dificultades de obtener y mantener un ingreso dinerario fijo, que pueda suplir las necesidades básicas y elementales para sustentar tanto a ellos mismos como a su familia.

Así las cosas, nos preguntamos: ¿en qué está fallando la educación, la familia o la sociedad en relación a esta problemática de tan evidente daño?

Hoy en día, las instituciones educativas siguen con sus carreras y pensa que tienden a alejarse del mundo globalizado en sus muchas de sus áreas de estudios.

Según la realidad que estamos viviendo, las nuevas formas laborales a considerar se pueden muy bien circunscribir en: por un lado, el teletrabajo, que ha dejado desiertas las oficinas físicas de las empresas, como centro de asistencia obligatoria para la operatividad, para ahora desempeñar esas mismas tareas, desde la rutinaria comodidad del hogar; y por el otro, la robótica como suplantadora de las labores que, hasta no hace mucho, eran consideradas de exclusiva ejecución humana.

Y, por si fuera poco, por vía de consecuencia de los factores antes mencionados, y otros elementos que no han sido cubierto en esta disertación, los profesionales universitarios tratados como sobrecalificados, no consiguen un mínimo empleo que asegure la expresión de su vocación y mejora de su calidad de vida, quedando muchos desempleados y sin ingresos por muchos años.

Esto es así, porque no se les enseñó desde la escuela primaria, a manejarse con la economía doméstica, el preguntarse, ¿qué puedo y sé hacer yo? ¿qué puedo hacer con mis manos, que luego pueda ofrecer a mi circulo de amistades, mis vecinos, etc.?

Muchos expresan, ¡yo no soy comerciante! ¡a mi no me gusta cobrar! ¿qué dirá la gente? Y así, se vuelven un mar de timidez y complejos psicológicos, que no conlleva a nada bueno.

Debemos activar y promover, la cultura del autorrespeto en el ciudadano. Cuando usted ofrezca un producto, el que fuere, no piense, ni sienta que usted está rogando que le regalen dinero, ni que le ayuden con una limosna, NO, usted simple y orgullosamente debe pensar y sentir, que está ayudando a alguien a mejorar su calidad de vida y, que como contraprestación usted recibirá dinero. Eso es todo.

Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel



La Moda y su Influencia en la Vida Cotidiana


Imagen de Free-Photos en Pixabay

La moda, para todo aquel con conocimientos académicos de estadísticas, se refiere al valor que se muestra más veces dentro de un conjunto de datos.

Así las cosas, nos corresponde indagar someramente ¿Qué influjo produce esta repetición de gustos, usos, y actitudes en desarrollo del hombre en sociedad?

Primeramente, debemos partir de la idea que cuando un conglomerado de importancia decide uniformarse, lo hace porque, antropológicamente el hombre es un ser sociable, lo que significa que le gusta estar en compañía, contacto y relación con sus semejantes.

Luego se aduce que, el individuo se equipara a su prójimo, para crear una viabilidad conductual más dúctil, que le permita fluir más fácilmente en su trato.

Con la creación y el uso de la moda, el hombre evita el rechazo, la desagradable presión de grupo, y obtiene como premio invalorable: el sentido de pertenencia, sentimientos de patriotismo y el acercamiento sexual más expedito, entre otros.

Siempre se habla que: son los niños, adolescentes y jóvenes quienes padecen de manera más vigorosa los embates de la moda. Y esto es así, por la necesidad de vinculación y, mayor requerimiento afectivo relacionado al sentido de pertenencia.

Más es necesario aclarar que, no se debe supeditar este fenómeno psicosocial, a las anteriores etapas vivenciales mencionadas.

En definitiva, todas las edades y áreas de socialización humana están rigurosamente ceñidas a la moda. Unas más y otras menos, pero siempre existirá un cierto grado de influencia de ella en el desarrollo de la vida de la especie humana, para recordarnos que no debemos ni podemos vivir aislados, como ermitaños de nuestro destino común.

Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel


El Empleo es Hoy un “Deporte de Alto Riesgo”

 

Imagen de mohamed Hassan en Pixabay

El empleo que conocemos hoy, y todas las prestaciones que lo particularizan como el sistema de trabajo más extendido desde la Revolución Industrial, tiene poco resto de vida. Esta es una reflexión que ya lleva buen tiempo en el medio, pero se ha vuelto imperativa a partir de los efectos de la pandemia.

El grado de la pendiente en la caída del empleo como sistema de trabajo, se ha vuelto muy agudo. Su desaparición formal ya es cosa de unos años. Las exigencias de productividad y competitividad que enfrentan las organizaciones, no pueden sostenerse con el modelo vigente. Un mundo devastado económicamente por un virus invisible, precisa cambios en las relaciones laborales.

Ahora bien, el problema principal no es éste. El drama se encuentra en la mente de millones de personas, para quienes el empleo es la “única” forma seria, responsable y segura de generar ingresos.

El mundo sobrevivirá a sus desafíos, seguro, pero mucha gente quedará lastimada en el camino.

No es que profesionales, técnicos y otros trabajadores del sistema, ignoren el carácter de los cambios. No solo lo conocen y entienden, también lo viven de cerca. El problema es que les cuesta aceptarlo y actuar en consecuencia.

El empleo es parte de una cultura ancestral.

Es posiblemente el componente más importante de la vida en sociedad de las últimas quince generaciones de personas en esta tierra. El niño que temprano despierta a la consciencia, escucha del empleo de sus padres (y lo que esto significa), antes que otras realidades del mundo que habitará.

Ése mismo niño es luego formado para acceder con ventaja al sistema y prevalecer en él. Casi toda la educación que recibe está orientada a ello. Esto es así desde el tiempo de la antigua Prusia. En realidad, en este mundo existe un sistema de vida que se hace funcional para el empleo, nada menos.

Muchos piensan que el empleo es algo que buscan las “personas normales”, aquellas que (obviamente), favorecen criterios de seguridad y estabilidad, para sí mismos y sus familias. Trabajo y empleo se consideran casi sinónimos en ésa realidad que formó la Revolución Industrial en la segunda mitad del siglo XVIII.

Pues bien, de eso ya queda poco, y todos tendrán que entenderlo a la brevedad.

El empleo ya no tiene ninguna correlación importante con la seguridad o estabilidad de los ingresos. Sus rendimientos financieros son muy bajos, y las prestaciones que solían valorarse (seguridad social, jubilación, capacidad de endeudamiento), pueden desplomarse a mediano plazo.

Buscar y depender de un empleo se está volviendo igual que practicar un deporte de alto riesgo. La probabilidad que las cosas terminen de manera muy diferente a lo que se espera, es muy alta.

El imperativo de construir una distinción profesional exige talentos laborales que ya no pueden maximizarse en el empleo. Cuando una persona coloca sus servicios a disposición del sistema, hace tan buen negocio como el que tendría Coca Cola abriendo una fábrica en el vecindario y vendiendo sus productos solo en el barrio. El empleo paga muy poco a la gran mayoría de sus dependientes.

Siempre hubo muchas razones técnicamente sustentables para no considerar el empleo como la mejor opción de ingresos personales, pero ahora se suma a esto el avance tecnológico y el tipo de mundo que ha dibujado la pandemia.

La tecnología está cambiando el carácter de los negocios en el nuevo siglo. El mundo virtual está desplazando al físico en grandes porciones de la economía global. Estos nuevos negocios precisan de individuos con talentos particulares, conductas flexibles, disposición emprendedora, poca aversión al riesgo, creatividad, mente innovadora, espíritu rebelde.

Ninguna de estas cosas se fomenta en el empleo.

Las personas que hoy tienen entre 40 y 60 años son las más vulnerables. Han apostado mucho por el sistema convencional y posiblemente enfrenten severas crisis a medida que su mundo cambie de ritmo. Los fondos de jubilación ya no están seguros. Los aportantes son cada vez menos, y la disposición que se hace de esos recursos justifica el tratamiento de muchas crisis de corto plazo.

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Las personas menores de 40 años están en el medio del “sandwich”. Por una parte siguen recibiendo la influencia de la educación convencional y por otra se dan cuenta que las cosas son ahora muy diferentes. No es una posición cómoda para hacer una buena apuesta de futuro.

Ahora bien, la solución no radica en hacer de otros sistemas de trabajo un nuevo paradigma. Los auto-empleados, emprendedores o inversionistas forman parte de categorías que no pueden sustituir repentinamente a millones de seres involucrados con el empleo. Y es que éste mismo seguramente no desaparecerá como categoría, más bien que cambiará radicalmente.

La solución es un asunto de procesos mentales, de percepciones, convicciones y creencias.

Los profesionales de la “nueva normalidad” deben poseer una mente amplia, abierta a todo y sin ningún tipo de ataduras. Tienen que ser críticos profundos y ecuánimes de su realidad, rebeldes respecto a cualquier dogma o imposición cultural. Ya no pueden asumir ningún tipo de formato.

El conocimiento evoluciona a tal velocidad que es imposible que un título o diploma pretenda aprehenderlo. Los pergaminos que orgullosamente se colgaban en una pared tienen la misma utilidad que una foto de la familia en la infancia. Quién no tiene ahora la capacidad de aprender y desaprender permanentemente, poco puede decir que conoce. El mundo está volviendo a ésa época remota en que los aprendices eran los verdaderos profesionales.

Las personas deben convertir su profesión en un activo específico y muy competitivo. Tienen que ser un Negocio en sí mismos. Poseer conciencia plena y control sobre lo que producen y venden. Y posiblemente el orden sea inverso, porque todo profesional que no sepa “venderse” apropiadamente, en poco aprovecha el talento que posee.

La democratización del empleo y las relaciones laborales transnacionales están ampliando las dimensiones del mercado laboral. Pero aprovechar las oportunidades demanda un nuevo formato mental en todos los que han sido formados suponiendo que el empleo convencional era el fin que justificaba la existencia.

Una persona en un lugar remoto del mundo puede hoy trabajar rentablemente para una Organización situada a miles de kilómetros de distancia. Pero incluirse en esto demanda un profundo cambio de pensamiento y actitud. Para el empleado convencional, esta puede ser una experiencia similar a la del cachorro de la casa cuando se lo deja al borde de una avenida. La probabilidad que termine atropellado es muy alta.

Por esto el empleo se asemeja hoy a la práctica de un deporte de alto riesgo. Es precisamente lo opuesto a lo que considera el pensamiento convencional. Es muy inseguro y de corta vida.

Para “surfear” estos cambios sería bueno dejar de enfocarse en un “curriculum vitae” y preguntarse qué se sabe hacer. Olvidar un poco la historia de los conocimientos que se posee y reflexionar sobre lo que se hace mejor que los demás. Luego darle a esto la forma y estructura de un Negocio, porque eso es lo que todo profesional debe ser, de inicio y en definitiva: un Negocio.

Pensando así también hay gran posibilidad de comprender que la vida y el mundo no se resumen en un empleo (porque de esta forma han vivido decenas de generaciones previas). Intercambiando productos y servicios por dinero en lugar de tiempo, las personas finalmente incrementarán su calidad de vida. Y ésa es una buena noticia para todo el mundo.

El sistema del empleo está viviendo su trance final. Mientras más rápido se asimile esta realidad, menor será la crisis de adaptación que se deba enfrentar.

No son malas noticias, son simplemente representaciones de la realidad.

Por otra parte, muy bien está dicho que la realidad es neutra y uno le coloca el matiz que quiere. Si éste aun lo vincula con la idea de que el empleo es la opción más segura y estable de ingresos, ¡buena suerte! Está usted practicando un deporte de alto riesgo.


Fuente: https://elstrategos.com/el-empleo/