Luego de pasar como mínimo,
tres años de estudios superiores en un instituto tecnológico universitario, nos encontramos con
personas, no sólo en Venezuela, sino en el mundo entero, tanto en países
catalogados del: primer, segundo o tercer mundo; que sufren las dificultades
de obtener y mantener un ingreso dinerario fijo, que pueda suplir las necesidades
básicas y elementales para sustentar tanto a ellos mismos como a su familia.
Así las cosas, nos
preguntamos: ¿en qué está fallando la educación, la familia o la sociedad en relación
a esta problemática de tan evidente daño?
Hoy en día, las
instituciones educativas siguen con sus carreras y pensa que tienden a alejarse
del mundo globalizado en sus muchas de sus áreas de estudios.
Según la realidad que
estamos viviendo, las nuevas formas laborales a considerar se pueden muy bien
circunscribir en: por un lado, el teletrabajo, que ha dejado desiertas las oficinas
físicas de las empresas, como centro de asistencia obligatoria para la operatividad,
para ahora desempeñar esas mismas tareas, desde la rutinaria comodidad del
hogar; y por el otro, la robótica como suplantadora de las labores que, hasta no
hace mucho, eran consideradas de exclusiva ejecución humana.
Y, por si fuera poco, por
vía de consecuencia de los factores antes mencionados, y otros elementos que no
han sido cubierto en esta disertación, los profesionales universitarios tratados
como sobrecalificados, no consiguen un mínimo empleo que asegure la expresión
de su vocación y mejora de su calidad de vida, quedando muchos desempleados y
sin ingresos por muchos años.
Esto es así, porque no
se les enseñó desde la escuela primaria, a manejarse con la economía doméstica,
el preguntarse, ¿qué puedo y sé hacer yo? ¿qué puedo hacer con mis manos, que
luego pueda ofrecer a mi circulo de amistades, mis vecinos, etc.?
Muchos expresan, ¡yo no
soy comerciante! ¡a mi no me gusta cobrar! ¿qué dirá la gente? Y así, se
vuelven un mar de timidez y complejos psicológicos, que no conlleva a nada
bueno.
Debemos activar y
promover, la cultura del autorrespeto en el ciudadano. Cuando usted ofrezca un producto,
el que fuere, no piense, ni sienta que usted está rogando que le regalen dinero,
ni que le ayuden con una limosna, NO, usted simple y orgullosamente debe pensar
y sentir, que está ayudando a alguien a mejorar su calidad de vida y, que como
contraprestación usted recibirá dinero. Eso es todo.
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