Se asume que una persona clasificada como “Workaholic” es
adicto estrictamente al trabajo. Y en una gran cantidad de casos es verdad.
Pero hay otros tantos en que la “adicción” no está solo asociada al desempeño
laboral, más bien a la necesidad de “ocupar” el tiempo con alguna actividad que
permita abstraerse de realidades que incomodan.
Las personas inmersas en actividades que llevan a cabo de
forma obsesiva y sin pausa, buscan abstraerse de algo que les incomoda o no les
gusta en su vida. Como toda adicción, constituye una conducta tendiente a
“escapar” y anestesiar la mente respecto a situaciones y acontecimientos que
desagradan.
Sin embargo, a diferencia de otro tipo de adicciones,
ésta puede canalizarse productivamente. La persona del tipo “Workaholic”
derrocha energía. Sin ella no sería capaz de sostener su estilo de vida. Es
cierto que ésta misma dispensación de energía la puede volver disfuncional o
enfermarla, pero ello no la niega. Energía existe, y a borbotones.
El alcohol, las drogas y otras adicciones, provocan
momentos breves de enérgico desenvolvimiento y mucho tiempo de postración y
debilidad. En cambio el “Workaholic” es una dínamo constante de producción de
energía. Y esto, en definitiva, puede aprovecharse beneficiosamente.
Es un asunto simple. El “Workaholic” está esencialmente
vinculado a la actividad, a la necesidad de “ocupar” el tiempo. La relación con
el “tema laboral” es de segundo orden.
El “trabajo”, al que hace alusión el término (work), es
finalmente una actividad, una ocupación. Es posible que en muchos casos el
“Workaholic” entienda que ésa actividad debe ser necesariamente asociada a la
producción de bienes y servicios, es decir al circuito económico. Pero en gran
parte, está simplemente relacionada a “estar ocupado”.
Si la “ocupación” se dispone de diferente manera, sin
involucrar solo tareas laborales, los efectos perniciosos de la adicción pueden
mitigarse, anularse y convertirse en algo positivo. En primera instancia, solo
se trata de encauzar la energía de forma distinta.
La forma (también simple) de conseguir esto, emerge del
propio comportamiento que tiene el “Workaholic”. Habitualmente estas son
personas muy estructuradas y metódicas. Ello es casi un requisito para la
intensidad en sus actividades laborales. Pueden existir “Workaholic” caóticos y
desordenados, pero esto ya es otra cosa, porque en esencia no es sostenible en
el tiempo.
Para revertir el problema, el “Workaholic” debe ocupar su
tiempo (ordenada y metódicamente), en actividades distintas a las meramente
laborales. Y lo debe hacer con el mismo ímpetu y poder que les dedica a
aquellas. Se trata de sustituir, no de incrementar.
El calendario, la “lista de tareas”, debe incorporar
labores ajenas a las del trabajo, pero igualmente sensibles y demandantes. Esto
permite sostener la aplicación de energía y la sensación de satisfacción.
Dispone los procesos mentales con igual intensidad y ocupa el tiempo.
Ejercicio, estudio y capacitación, desafíos,
relacionamiento social. Aprendizaje de técnicas
de productividad y competitividad, planificación de metas
profesionales. Asignación de tiempo metódico a la atención familiar, objetivos
de conquistas sentimentales, planes para ganar más dinero, lectura, meditación,
etc. Este tipo de actividades, (y otras similares), deben sustituir las tareas
laborales.
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¡Es solo un asunto de agenda y calendario!
Toda actividad puede considerarse una de “trabajo”, es cuestión del lente con el que se mire y la seriedad e intensidad con que se lleve a cabo. Muchos cuestionarán que la atención a la familia, las conquistas sentimentales, la lectura o la meditación, puedan considerarse “un trabajo”, pero en la mente del “Workaholic” más vale que así sea, porque de ésa manera podrán “insertarse” en sus procesos mentales y cumplir su propósito.
Porque lo importante acá es entender lo siguiente: el
círculo vicioso debe romperse de cualquier manera. Y si la forma de hacerlo es
además noble y productiva, pues mucho mejor. En una primera etapa no es
importante si el “Workaholic” concibe el tiempo con sus hijos como un trabajo,
lo vital es que “ése” tiempo se asigne a ellos y no a lo meramente laboral.
Más temprano que tarde, las tareas “no laborales” que se
adopten con el mismo ímpetu y devoción, terminarán dando sus propios frutos y
“romperán” el molde en el que tomaron forma. En ése momento, el “Workaholic”
comenzará a valorar otras cosas con igual medida que la utilizada en el laburo.
Curiosamente, los “Workahlic” pueden volverse excelentes
deportistas, estudiantes, padres, lectores y amantes, puesto que invierten
energía intensa y cosechan resultados proporcionales.
Por otra parte, estas “otras tareas”, al no tener el
carácter monotemático e inflexible de la actividad meramente laboral, generan
una disociación de la persona con la dedicación excesiva al trabajo.
Simplemente porque también alcanza satisfacción en ocupaciones distintas.
Ahora bien, para que esto funcione, éstas “otras
actividades” deben incluirse en la agenda y el calendario con un sentido de
reto y desafío.
No solo es cuestión de considerar que el aprendizaje de
algo nuevo pueda ser interesante, se trata de asociarlo a beneficios concretos.
No corresponde entender que el ejercicio es bueno, hay que vincularlo con metas
específicas que distingan y embellezcan las formas.
El “Workaholic” tendrá que asociar lectura a crecimiento
profesional, conquista romántica a desarrollo de estima personal, tiempo
familiar a la construcción del mejor hogar del mundo, meditación a un
satisfactorio desarrollo interno, etc. Intensidad, de eso se trata.
Canalización de lo que hay en abundancia: energía.
Si finalmente se trata de “ocupar tiempo”, entonces es
mejor hacerlo de forma productiva. Esto es lo que debe pensar el “Workaholic”.
Y la naturaleza de sus procesos mentales lo permite. Cualquier tema que se
asocie al trabajo tiene resonancia en él. Luego, argumentar que el estudio
puede mejorar su perfil laboral, le otorga consideración especial. Igualmente
el ejercicio, la construcción de relaciones sociales, el tiempo familiar, etc.
En tanto ésas “otras actividades” se alinean con sus parámetros de
productividad y competitividad, tienen posibilidad de insertarse en su agenda y
calendario.
Hay que tener en cuenta esto: si el “Workaholic” fuera
realmente productivo sería millonario. Pero si no lo es, entonces solo está
ocupando artificialmente su tiempo y destruyendo su vida.
Yendo al otro extremo del espectro, la verdad es que mejor
trabaja quién más consigue con el menor esfuerzo. Esto es lo verdaderamente
valioso y distinguido. Pero los procesos mentales del “Workaholic” difícilmente
comulgarán con esta verdad en tanto se encuentre en el círculo vicioso del
trabajo como evasión. Por lo tanto, la sustitución de actividades es un camino
más corto y práctico.
Una última pero delicada consideración: se trata de
sustituir actividades, no incrementarlas. Las “otras tareas” deben reemplazar
las del laburo, no sumarse a ellas. Si se da esto último, el resultado puede
tener más drama.
El “Workaholism” no es nada trivial. Es un problema
complejo. Combatirlo, transformarlo y salir de él no es fácil. Pero finalmente
no es algo que tenga la gravedad de otros fenómenos. Las
personas tienen el tamaño de los problemas que enfrentan, y los adictos al trabajo ponen a
prueba la madera de la que están hechos al superar sus dificultades.
Fuente: https://elstrategos.com/
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