Hay un triste problema con la mente de la mayoría de las personas: está
ocupada, casi a tiempo completo, en resolver insatisfacciones,
inconvenientes y dramas existenciales. Y así, es prácticamente imposible
que sea una herramienta de ayuda para que alguien alcance lo que quiere
y conquiste el mundo.
La capacidad, o mejor dicho en este caso, el potencial de la mente, es
majestuoso. Una sinfonía de Beethoven lo atestigua, tanto como la ingeniería
de una nave espacial, la profundidad de los conocimientos científicos o una
pequeña pero trascendental muestra de amor en alguna esquina del
mundo.
¡La mente humana es maravillosa!
Lamentablemente poco provecho le saca la mayoría, puesto que en general la
utiliza como parte de una “psique” constantemente enfrentada con la vida. Se
le encomienda la insensata tarea de acomodar las cosas del mundo de acuerdo
a los gustos y expectativas que se tienen. Se le pide velar por los
acontecimientos para que no provoquen sufrimiento o decepción.
Esta es una triste generalidad en la historia y el destino de la mente
humana.
Afortunadamente, es también una realidad que puede cambiarse con cierta
facilidad, aunque parezca iluso decirlo.
Lo único necesario para que libere su mente y conquiste el mundo es
alinearse con los flujos de la vida, no resistirse a ellos.
Hay que entender, en definitiva, que las cosas no suceden en este mundo de
acuerdo a los gustos y deseos que se tienen. Todo pasa en la forma que tiene
que pasar. Y no se debe hacer un drama alrededor de ello o esperar que la
mente acomode las cosas para “sentirse mejor”.
La realidad tiene que aceptarse tal como es. Cualquier otro acto es
simplemente insensato.
Esta lógica no gusta a muchos, especialmente porque consideran que los
coloca en una situación de sumisión y desesperanza. Ellos prefieren pensar
(así como el Quijote), que pueden moldear el mundo de acuerdo a sus
expectativas y preferencias. Así actúan, y eso demandan de sus mentes.
No entienden que aceptar lo que efectivamente sucede no es un acto de
resignación, es una muestra de sabiduría y necesaria humildad para caminar
exitosamente por los caminos de la vida y conquistar el mundo.
Primero se aceptan las cosas tal como son y luego se actúa de acuerdo al mejor criterio. ¡Este es el órden! La aceptación proporciona sosiego, fortaleza de
espíritu y claridad mental. Con estos factores a favor es mucho más fácil
construir y obtener lo que se desea.
La genuina y humilde aceptación genera PAZ de espíritu, trasciende la
minucia involucrada en el deseo imperativo que las cosas siempre sean como
uno quiere o como a uno “le gustaría que fueran”.
El rechazo provoca tribulación, no ayuda en la claridad mental y no sirve
(en absoluto) para consolidar pretensiones y expectativas.
Y, por último, lo más dramático: la falta de claridad impide que la mente
rinda de acuerdo a su potencial.
¡Todo esto es lógica pura! Argumentación a prueba de cualquier
escepticismo.
Una cosa es luchar en la vida y otra muy diferente luchar contra la vida.
En lo primero existe virtud, lo segundo es un despropósito que conduce al
fracaso.

Hay una forma simple y mundana de reducir fricciones y “disgustos”, una que
ayuda mucho en el proceso de aceptación: tener una vida básicamente
ordenada. Esto no evita contratiempos, pero reduce el caos.
¿Se puede esperar que alguien conquiste el mundo teniendo una vida
disipada? ¿Puede ser libre siendo esclavo de malos hábitos y rutinas
perniciosas? ¿Es posible suponer que tenga equilibrio mental quién depende
de lo que otros hagan o lo que suceda a su alrededor?
Si de hecho no es fácil aceptar las cosas como son, es mucho más complejo
aceptar los resultados de una vida disipada.
O bien la mente está libre para crear y producir u ocupada para “acomodar”
las cosas de acuerdo a gustos y expectativas.
Si alguien está siempre preocupado por lo que sucederá mañana y tiene la
mente ocupada visualizando fatalidades, difícilmente trasciende la
mediocridad.
Por otra parte, quién tiene una existencia básicamente ordenada tiene mayor
capacidad de alinearse con los flujos de la vida y dejarse conducir por
ella. Abandona los mandos y ese afán enfermizo de controlar todo para
situarse en el asiento del copiloto que observa en paz las sinuosidades y
oportunidades que presenta el camino.
Solo una mente libre puede identificar plenamente posibilidades y
oportunidades, únicamente una psique desprovista de ataduras pasadas o
expectativas, elude la “matrix” en la que se desenvuelve la mayoría.
Se habla fácilmente de victorias, del éxito y el deseo de ser aquel que
conquiste el mundo, pero se concentran esfuerzos en luchar contra la vida en
lugar de aprovechar el poder de sus flujos naturales.
¿Cuántas cosas se pierden por el simple hecho de evitar “disgustos”,
cuántas oportunidades pasan desapercibidas en tanto la mente se enfoca en
mantener las condiciones de comodidad que exige una psique perturbada?
¡Dele una chance a la vida! ¡Quite las manos del volante! El momento que
acontece ante usted es producto de un ordenamiento superior que se viene
produciendo hace millones de años, tiene un sentido y un destino mayor al
que establecen sus gustos o caprichos. Si fluye con él alcanzará beneficios
que apenas puede imaginar, si se resiste, apenas sorteará tormentas, día
tras día.
La tierra es un planeta minúsculo girando alrededor de una pequeña estrella
inserta entre miles de millones de galaxias. Usted es menos que una mota de
polvo en el universo. Fuerzas muy poderosas y desconocidas han obrado para
que la realidad que vive se manifieste. Tenga por tanto un poco más de
humildad e inteligencia. No pretenda salir airoso resistiendo estas fuerzas,
más bien déjese conducir por ellas para conocer sus riquezas.
Evite volverse un experto en sabotear su propia vida. No malgaste preciosa energía peleando contra cosas que le disgustan y
ocupando su mente para que nada lo incomode. ¡Deje de pelear contra la
realidad y dirija esos esfuerzos para anular la psique que lo
esclaviza!
Relájese y suelte. No vale la pena vivir atado a las circunstancias
(pasadas, presentes o probables). Todo finalmente pasa. Lo que considera
“bueno” sucede y termina, igual lo “malo”. Y si esto es así, lo único que
tiene valor es el aprecio por el flujo de las cosas, por el momento que
acontece y la experiencia que suscita.
Ordene su vida, coleccione experiencias, libere su mente y conquiste el
mundo. Todo lo demás es necedad, o, dicho de otra forma: una demostración de
poca inteligencia.