Las deudas certifican la
propia existencia del emprendimiento. Todas las iniciativas de este tipo
generan obligaciones financieras, bien sea con el emprendedor en su rol de
inversor u otros que hubieran capitalizado o financiado el proyecto.
La evaluación de opciones para financiar el
emprendimiento es muy importante. Muchas ideas y proyectos no se llevan a la
práctica por este factor, y otro número concluye teniendo corta vida.
(Extracto del libro: “Emprender es una forma de
vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora“)
Una responsabilidad vital del emprendedor está
relacionada a entender, planificar y concretar el financiamiento para su
proyecto. Esta habilidad es indispensable cuando el
emprendimiento es solo una idea y muy importante cuando se
encuentra en marcha y debe consolidarse.
Las decisiones respecto al
financiamiento son iguales o más importantes para el futuro del proyecto que la
propia idea del negocio.
Los recursos financieros o deudas para poner en marcha
un emprendimiento pueden provenir de las siguientes fuentes:
- Capital
propio
- Aportes de
socios particulares
- Endeudamientos
institucionales
- Endeudamientos
con terceras personas
- Una mezcla
de lo anterior
Al margen de sus diferencias, todas
estas opciones tienen una característica común: generan una deuda del
emprendedor hacia alguien. O bien consigo mismo o con un tercero, sea éste
una persona o institución.
Para administrar el asunto, el emprendedor debe tener
clara su disposición respecto al propio hecho de endeudarse, y en esto existe
un complejo entramado de condicionamientos mentales.
Cuando una persona trabaja para otras (empleo), adopta
una sutil actitud de “acreedor”. El empleado, de forma inconsciente (y muy
consciente en otros casos), calcula que siempre “se le debe” algo como efecto
del servicio que está prestando. O bien es una deuda monetaria, reconocimiento
o gratitud. Colocarse en posición de “acreedor” es relativamente sencillo para
quién se emplea al servicio de otros, y su concepto de deuda es, por supuesto,
más prosaico.
Sin embargo, la disposición mental
cambia cuando se trata de deudas en el emprendimiento.
Porque la persona se coloca inmediatamente en la
posición de deudor. Y aunque éste es un requisito natural del trabajo que se
inicia, detona un torbellino de emociones.
En la mayoría de los casos, la educación que las
personas reciben en el seno familiar, el círculo de relaciones próximas y las
instituciones educativas, plantea un modelo adverso al endeudamiento y la
“inseguridad” que ello provoca.
Las personas están esencialmente programadas para
evitar situaciones así, o al menos condicionadas para no buscarlas. Al igual
que en otras cosas, la educación temprana falla al no incorporar el necesario
criterio de “relatividad” para tratar el tema. La afirmación: “la deuda es mala
y punto”, condiciona las actitudes de las personas a lo largo de su vida y
resulta costosa.
El “modelo mental” respecto a las
deudas construido desde edad temprana, echa raíz en ése campo que la gente
interpreta como seguridad.
Es el mismo modelo que entiende que el empleo es “más
seguro”, que la jubilación proporciona “garantías en el futuro”, que la
formación universitaria es la mejor forma de aprender un oficio, etc. Para
éste “modelo mental” la deuda atenta contra la seguridad.
El culto a la “seguridad”, cualquiera sea su carácter,
genera incertidumbre y
temor. Todas las personas que desarrollan su vida sujetas a
estos preceptos terminan siendo individuos de visión corta y estrictas rutinas.
Apóstoles del orden y de actitudes conservadoras.
Nada de esto fuese reprochable si la dinámica de la
vida permitiese que funcione, pero no es así. El hombre, en su genética
básica, en su entendimiento antropológico, es un ser que anhela explorar y
descubrir cosas nuevas.
Las personas que inician un
emprendimiento “rompen” con esfuerzo este “modelo mental” y salen de sus zonas de seguridad.
El sólo hecho de tomar la decisión de emprender
enfrenta preceptos atávicos y consignas generacionales. Las premisas del
modelo no se superan con facilidad, muchas acompañan largo tiempo al
emprendedor. Y uno de esos “acompañantes” es el concepto formado sobre las
deudas.
Es posible que la premisa esté referida a las “deudas
de dinero”, pero como todo esfuerzo educativo, concluye por influir en la
formación de otros valores y actitudes, trascendiendo sus objetivos
particulares.
La razón primordial para que esto constituya una carga
costosa radica en el simple hecho que las deudas son inevitables. Están
estrechamente relacionadas al carácter social del ser humano.
La formación respecto al tema no debiera fundamentarse
en el absoluto de que “toda deuda es mala”. Más bien en el entendimiento
del asunto y el desarrollo de habilidades para manejarlo. El maniqueísmo NO
FUNCIONA con las deudas, mucho menos en el emprendimiento.
La deuda no es ni buena ni mala,
simplemente es más o menos necesaria. La virtud se encuentra en establecer
dominio sobre ella.
En el caso del emprendedor la deuda es indispensable.
Sin ella el emprendimiento no existe.
El capital propio o las deudas con
uno mismo.-
En el entendimiento “popular”, el emprendimiento que
se desarrolla con inversión propia elude las deudas, pero ¡esto es falso!
El emprendimiento con capital propio genera deudas con uno mismo. Y
éstas son muchas veces las más impiadosas de las obligaciones. Este tipo de
deudas activa dos reacciones importantes:
1.- El cálculo del “costo de
oportunidad”:
El capital propio invertido en el emprendimiento es, a
la vez, un recurso que deja de invertirse en otra cosa. Mientras más importante
sea éste “costo de oportunidad”, más carga emocional representa para el
emprendedor, al menos a lo largo de la etapa de recuperación del capital. Y si
eventualmente éste capital llega a perderse (lo cual es una posibilidad
concreta), el costo tiene efectos prolongados en el tiempo.
2.- El miedo a “perderlo todo”:
Existe diferencia de grado entre el temor y el miedo.
Y son precisamente estos límites los que se tocan cuando el emprendedor calcula
que puede perder todo lo invertido. El miedo paraliza, afecta la toma de
decisiones y daña la confianza. La inseguridad y la actitud conservadora son
las hijas bastardas del miedo. Y ambas son pésimas compañeras en actividades de
negocio.
Las inversiones con capital propio son como un péndulo
que oscila entre el fracaso costoso y el éxito “barato”. Porque cuando
efectivamente ayudan a que el emprendimiento llegue a buen puerto, la nave no
siempre arriba en buen estado (y su capitán tampoco).
En términos prácticos los emprendimientos con capital
propio pueden provocar demoras o establecerse con precariedad.
Los aportes de socios o las deudas
internas en el emprendimiento.-
Más allá de la buena fortuna en la elección de socios,
lo que sí se genera de inmediato es una deuda interna. El emprendedor no solo
está obligado consigo mismo, también con los socios. A ellos “les debe” obtener
éxito y cumplir objetivos. Si bien es cierto que en las sociedades se comparten
responsabilidades, no por ello desaparece el sentido de obligación de unos para
con otros.
En el marco del emprendimiento la deuda interna genera
presión. Y dependiendo de particularidades y circunstancias, puede provocar
problemas en la toma de decisiones, en la seguridad y en la confianza.
Administrar las relaciones en una
sociedad no es cosa sencilla. Y si ellas están condicionadas por un
entendimiento imperfecto de obligaciones y compromisos, pueden afectar
sensiblemente el emprendimiento y al propio emprendedor.
Tampoco es extraño que en caso que los resultados
fuesen satisfactorios, el emprendedor tenga una sensación de “pérdida” por
aquello que tuvo que “sacrificar” para hacer efectivo el emprendimiento por
medio de una sociedad. Y por otra parte son comunes las relaciones dañadas y
enemistades cuando las cosas no salen como estaban previstas.
Un problema en el caso del financiamiento interno es
que las sociedades están muchas veces constituidas por personas que comparten
la educación conservadora y limitante respecto a deudas y pérdidas. Y esto,
obviamente, no establece un escenario idóneo para los negocios.
Las deudas institucionales.-
Hay consideraciones prácticas en el análisis del
financiamiento por parte de instituciones. Pero a efectos de la obligación
surge una característica fundamental: las deudas institucionales carecen de
flexibilidad.
El carácter impersonal de este tipo de deudas impide,
en buena parte de los casos, que sus condiciones acompañen las particularidades
de evolución del negocio.
Los elementos legales y aspectos de trascendencia
pública suman sensibilidad a su manejo. Las instituciones financieras no
están llamadas a entender los imponderables y dificultades por las que pueda
atravesar el negocio. Y en este sentido se convierten en un costo fijo
importante.
La relación del emprendedor con este tipo de deudas no
es equilibrada, y los intereses del negocio deben subordinarse a las premisas
del financiador.
Muchos emprendedores consideran que las fuentes
“impersonales” de financiamiento son prácticas y presentan menos problemas en
la administración cotidiana. Sin embargo son también las menos flexibles y
obligan a encarar la situación desde una posición más débil.
Las deudas con terceras personas.-
Los compromisos con terceras personas que nada tienen
que ver con el negocio representan una gran carga emotiva. Habitualmente éstas
son personas que sostienen una relación familiar o
de amistad con el emprendedor y lo
apoyan en consideración de ello.
Fallar en el cumplimiento de estas obligaciones tiene
efectos que van más allá del negocio.
Las personas externas no tienen por qué entender los
avatares del emprendimiento a lo largo del tiempo. Y cuando se producen
pérdidas o contratiempos se afectan las relaciones.
Las experiencias negativas con este tipo de deudas son
las que pueden dejar mayor secuela en el emprendedor, afectando sus decisiones
cuando emprende de nuevo.
¿CÓMO DEBEN ENTONCES ENCARARSE LAS
DEUDAS EN EL EMPRENDIMIENTO?
1.- El emprendedor debe partir de
una premisa básica: el endeudamiento es para el negocio, no para él.
El negocio es una entidad independiente desde el
momento que es formado, no es una “extensión” de sí mismo. Los intereses del
negocio deben prevalecer sobre los personales el momento de considerar la
deuda.
2.- El pago de las deudas debe
efectuarse de acuerdo al rendimiento que tenga el negocio.
Por esto es importante hacer una evaluación apropiada
de las fuentes de financiamiento. Cuando el negocio se obliga a pagar deudas
cuya proporción no es razonable con su rendimiento, lo único que consigue es
ponerse en riesgo a sí mismo y por ende a la deuda.
Muchas personas asumen la posición de “pagar las deudas
a cualquier costo” para evitar problemas. Estas medidas resuelven
situaciones en el corto plazo pero tienden a agravar el cuadro general.
Si el rendimiento del negocio (asumiendo que esté bien
administrado), no cubre las exigencias de la deuda, las medidas que deben
tomarse son (en estricto orden de importancia) las siguientes:
a) Refinanciar la deuda.
b) Postergar o suspender los pagos de la deuda.
c) Propiciar mayores rendimientos en el negocio.
No es conveniente activar el proceso comenzando por el
fin. El negocio es más importante que la deuda porque es quien debe
solventarla.
3.- Los negocios pueden ser exitosos
o no.
El momento de considerar el origen de la deuda debe
prevalecer un análisis cuidadoso de éstas probabilidades, y en función de ellas
definirse el tipo de deuda. Para proyectos que tienen mayores grados de riesgo
las opciones de endeudamiento propio o interno son más adecuadas.
4.- Si el negocio no puede pagar las
deudas y el emprendedor ha invertido sus mejores esfuerzos para evitar perjuicios,
allí terminan las obligaciones.
El capítulo tendrá que cerrarse como un negocio
fallido. No existe beneficio para nadie en llevar las cosas más allá de éste
punto. El emprendimiento es una experiencia en la vida, no es la vida misma.
Las deudas tienen implicaciones tan sensibles que una
afirmación como la anterior parece de poca ayuda. Pero es una verdad
incuestionable. Puede tomarse cualquier camino para resolver el problema, pero
más temprano que tarde se llegará al mismo punto: si un negocio fracasó,
las pérdidas son inevitables.
Es el propio emprendedor quien a veces “aumenta” el
costo de la experiencia por no aceptar que si el negocio fracasa también falla
el pago de las deudas.
5.- El emprendedor debe evitar,
hasta donde sea posible, que las deudas involucren intereses que vayan más allá
del negocio.
Cuando la vinculación de las deudas trasciende el
negocio, las consecuencias afectarán también el patrimonio del emprendedor. A
veces es difícil conseguir un financiamiento que limite las obligaciones al
negocio, y el emprendedor tiene que garantizarlo con bienes personales.
El emprendedor debe adoptar siempre riesgos
calculados, lo contrario es un acto de temeridad. Si se arriesga el patrimonio
personal el análisis debe ser meticuloso. Antes de hacerlo es conveniente
planificar un esquema mixto de fuentes de financiamiento.
En el mundo “entrepreneurial” existe una máxima llena
de sabiduría:
“El negocio es más importante que la
deuda, y el Emprendedor más importante que el negocio”
Si las deudas no se pagan y el emprendimiento
sobrevive, finalmente aquellas concluyen por pagarse. Por otra parte, si las
deudas no se pagan y el negocio no sobrevive, se puede volver a emprender. Pero
si las deudas no se pagan, el negocio no sobrevive y se lleva consigo al
emprendedor, el circuito llega a su fin.
6.- No debe olvidarse que las
personas o instituciones que financian el emprendimiento igualmente están
haciendo un negocio. Y en ese sentido también toman riesgos y pueden perder.
Dando por descontada la responsabilidad y el mejor
esfuerzo, la incapacidad de pagar una deuda no es un pecado capital. Es
un costo inherente a la decisión de emprender.
7.- Mucho cuidado con la generación
de sentimientos de culpa o la asunción de veredictos morales.
Quién tiene problemas para pagar una deuda (o
finalmente no lo hace), ¡no es una mala persona, y mucho menos un
delincuente! Sin emprendedores no existiría la estructura económica que
sustenta las sociedades modernas, y por supuesto NINGUN negocio para los
financiadores.
Dado que la imperfección es un hecho estadístico,
existirán en el emprendimiento deudas con problemas de pago y deudas
incobrables. Este es el precio de la dinámica.
8.- Cuando llega el caso que una
deuda no se paga, la situación no es necesariamente como se temía.
Es más grave el temor previo que el hecho
final. La preocupación por honrar una deuda que no puede pagarse es más
destructiva que el hecho de no pagarla.
Parece aconsejable concluir la reflexión sobre este
tema con uno de los pensamientos que más identifica al emprendedor. Pocas cosas
se han escrito que describan mejor ése mundo difícil, solitario, fascinante y
trascendental.
El pensamiento le corresponde a Theodore Roosevelt, el
vigésimo sexto presidente de los Estados Unidos:
“No es el crítico quien cuenta. Ni
aquellos que señalan cómo el hombre fuerte se tambalea. O en qué ocasiones el
autor de los hechos podría haberlo hecho mejor. El reconocimiento pertenece
realmente al hombre que está en la arena, con el rostro desfigurado por el
polvo, sudor y sangre. Al que se esfuerza valientemente, yerra y da un traspié
tras otro pues no hay esfuerzo sin error o fallo. A aquel que realmente se
empeña en lograr su cometido. Quien conoce grandes entusiasmos, grandes
devociones. Y se consagra a una causa digna. Quien en el mejor de los casos
encuentra al final el triunfo inherente al logro grandioso. Y que en el peor de
los casos, si fracasa, al menos caerá con la frente bien en alto. De manera que
su lugar jamás estará entre aquellas almas frías y tímidas que no conocen ni la
victoria ni el fracaso.”
(Extracto del libro: “Emprender es una forma de vida. Desarrollo de la
Conciencia Emprendedora“)
Fuente: https://elstrategos.com/deudas-en-el-emprendimiento/