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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel
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LA EDAD IDEAL PARA SER EMPRENDEDOR



No existe una edad ideal para ser Emprendedor. Hay dos verdades incuestionables en el mundo del emprendimiento: no todas las personas tienen la capacidad para emprender y no existe edad definida para ser Emprendedor.

Para emprender no se necesitan aptitudes excepcionales, se precisan actitudes extraordinarias.

El concepto lo dice todo: actitudes ajenas a lo ordinario, diferentes y poco comunes. Los emprendimientos están relacionados primero con el carácter, luego con las habilidades y finalmente con el conocimiento.

El cierto que el Emprendedor es alguien que trata de vivir sus sueños despierto y posee una visión que trasciende las fronteras que se imponen otras personas. Es correcto que tiene habilidad para identificar oportunidades y hacer posibles cosas improbables. Todo esto es cierto y lo particulariza, pero NADA de ello determina que finalmente sea un Emprendedor.

Esto es parecido a lo que pasa con las personas a las que les gusta el futbol. Una cosa es practicarlo, mirarlo, disfrutarlo o vivirlo intensamente. Pero otra diferente es ser un profesional que hace del juego una forma de sustento y vida.

El jugador profesional vive de y para ése deporte, se desenvuelve en márgenes exigentes de resultados y desempeño. No le basta solo talento, disposición o conocimientos, debe ajustar cada aspecto de su vida a la profesión.

Precisa adoptar una estricta disciplina para guiar cada acto. Sacrificar muchas cosas de valor en beneficio de su carrera. Requiere capacidad para encajar, procesar y superar la derrota, la adversidad, la crítica impiadosa, el adulo interesado, el olvido intencionado. Debe apretar los dientes para ocultar el dolor mientras todos le exigen a gritos que siga corriendo. Estas pruebas solo pueden superarse con CARÁCTER.

Es cómoda la participación del resto en la función, bien desde el anonimato de la grada o del cuarto de TV. Es sencillo juzgar, divertido criticar, todo es finalmente parte del “show”. Pero la diferencia es clara: unos son jugadores profesionales y el resto aficionados.

Sucede lo mismo en el mundo del emprendimiento: existen profesionales, aficionados y todos los demás.

Los primeros deciden hacer del emprendimiento su VIDA, los segundos juegan con la posibilidad y el resto mira, disfruta, contribuye y se beneficia de la dinámica. ¡Pocos tienen el CARÁCTER para entrar en las grandes ligas!

Los diccionarios dicen de carácter más o menos lo siguiente:

“Conjunto de cualidades psíquicas y afectivas que condicionan la conducta de cada individuo”. “Condición, índole, naturaleza de algo o alguien que lo distingue de los demás”. “Firmeza, energía, genio”. “Señal espiritual que queda en una persona como efecto de un conocimiento o experiencia importante”.

En el mundo del fútbol la edad ES una limitante que el carácter no puede superar en determinado momento. Sin embargo no existe una edad ideal para ser Emprendedor. La edad no limita el carácter nunca. Por el contrario: lo enriquece, fortalece y lo lleva al límite.

La definición “el carácter es una “señal espiritual” que queda en una persona como efecto de su conocimiento y experiencia”, es una alusión directa a la riqueza con la que contribuye la edad al desenvolvimiento profesional.

El carácter no se pierde con los años, de ninguna forma. Más bien cobra solidez con el tiempo y con las pruebas a las que es sometido.

Es cierto que la juventud proporciona energía, pero el carácter la utiliza y procesa con sabiduría. La aplica y contiene en función de lo que conoce.

El nombre del asiento donde reposa el carácter se llama paciencia. Los brazos de la silla mansedumbre, y el espaldar tiene inscrito en dos grandes caracteres la palabra fe. Todas estas son cualidades que se desarrollan con el tiempo, eso que los seres humanos llaman edad.

El deseo de emprender es una criatura rebelde que se prende del espíritu del hombre como benigna garrapata a lo largo de toda su vida. Muchas veces tarda en manifestarse, pero siempre lo hace.

No hay una edad ideal para ser Emprendedor. Hay personas que desean emprender desde que tienen 10 años de vida y no lo consiguen hasta que pasan los 50. Para esto también se precisa carácter. Puesto que no es fácil vivir tanto tiempo con una criatura rebelde que patea desde el fondo del espíritu cada minuto, y debe ser contenida por un sinfín de consideraciones.

Hay personas que efectivamente emprenden desde los 10 años y deben pagar muchos peajes en el camino. Todos relacionados a la falta de experiencia, al ímpetu, la imprudencia, al sentido de “inmortalidad”, que es signo de toda vida joven. Estas pruebas también demandan carácter.

Por otra parte, no es Emprendedor quien alguna vez entró al ruedo y lo dejó ante la primera desventura. Tampoco aquel que practica buena mayordomía con lo que le ha sido asignado, o lo que ha heredado. Estas tareas demandan otras virtudes, no por ello menores, pero el Emprendedor siempre abre senda, transforma las cosas a su paso, crea realidades, esculpe el mundo.

No existe una sola idea, invento o descubrimiento que haya cambiado a la humanidad y no hubiese sido producto de una mente emprendedora.

La siguiente frase parece apropiada para explicar esto: “Los emprendedores son personas que cambian su futuro, cambian su entorno y hacen que la vida de otras personas sea mejor. Siempre hay un antes y un después del paso de un Emprendedor por este mundo”.

¿Es posible suponer que en el Universo del Emprendedor exista una edad ideal para activarse? ¡En absoluto! La edad es solo un matiz, una curiosidad, un adorno del espíritu Emprendedor.

Y si se trata de identificar una edad ideal para el Emprendedor, siempre habría que remitir la referencia hacia los que llevan canas. Porque allí los bríos se reúnen con la sabiduría, ésa hermana mayor de la experiencia. Porque nada es más valioso que todo lo visto por una persona madura. Aquello que ha escuchado en los caminos de la vida, los golpes que ha superado, las personas que ha conocido, las barreras sobre las que ha saltado.

Si por otro lado se presenta el joven inquieto con la duda de comenzar su vida en el mundo del emprendimiento o adoptar una actitud más conservadora, salvada la prueba para saber si tiene ésa criatura indómita aferrada al espíritu, el consejo inmediato sería que dé el paso al frente y comience. ¡Sin ninguna duda ni temor!

No solo es un privilegio poseer el carácter para emprender, es fundamentalmente una bendición.

Parece también una falacia asociar el emprendimiento (y de allí la edad ideal del Emprendedor) a la acumulación de dinero. El emprendimiento no es un sinónimo de fortuna financiera, si no de libertad financiera, que no es lo mismo.

Si en este mundo carente y difícil se da a escoger a la gente entre fortuna financiera o escasez, solo el tonto optará por lo segundo. Sin embargo esta simplificación de la realidad no es correcta. No hay recetas mágicas para la fortuna financiera, y entre ellas obviamente no se encuentra el emprendimiento.

¡Que Dios bendiga a los millonarios, por supuesto!, especialmente si han conseguido sanamente ésa condición. ¡Y que los guarde!, porque tampoco es fácil la vida en ése sitial, a pesar de todo lo que puedan pensar las mentes simples. Pero debe abandonarse la promesa de millones a quienes aguardan la señal propicia para Emprender.

Dirán muchos, con razón, que el emprendimiento es un camino más corto para alcanzar riqueza financiera, pero esto siempre es una consecuencia y no un objetivo del espíritu emprendedor.

No son pocos los emprendedores que han sacrificado fortunas por cumplir un sueño. O han muerto en la estrechez económica tratando de alcanzar una visión.

Y lo hicieron por dos razones: porque eran presas de una criatura rebelde que se abrazaba a su espíritu, y porque tenían carácter.

No cualquier persona puede ser Emprendedor, así como no todos llegan a jugar en el futbol profesional, por mucho que les guste y tengan aptitud.

¡Y no hay problema con esto!

Hay que ser crítico con aquellos que visualizan un mundo lleno de emprendedores o consideran menos a quienes no lo son. Está bien compartir la inquietud de animar esos espíritus que vibran y esperan una oportunidad. Pero el mundo es una paleta llena de colores entrelazados, no es un lienzo monocromático, por mucho que ése único color que se quisiera sea el del Emprendedor.

Y la edad ideal, por supuesto, no existe como condicionante para el Emprendedor. Así como no existe como fundamento para vivir. Porque el emprendimiento es precisamente eso: una forma de vivir.

Fuente: https://elstrategos.com/




 

Nostalgia, su valor en el mundo de la excelencia profesional


Dicen por ahí, y con mucha sabiduría, que “el propósito de la vida es experimentar cosas por las que luego sentirás nostalgia”. Así de sencillo. Un planteamiento interesante y profundo, porque brinda interpretaciones que no sólo pueden relacionarse a la vida personal, también al desempeño profesional.

El desenvolvimiento en el trabajo no solo consume una buena parte de la existencia útil de cada persona, también condiciona la calidad de la vida personal y familiar. Ya no existen fórmulas simples para separar una cosa de la otra. Quién lleva adelante un ordenado y distinguido desenvolvimiento profesional tiene mayores probabilidades de gozar integralmente de toda su existencia.

Ahora bien, la vida no es más que una suma de experiencias, el resultado de eventos que se propician con determinado fin, o que suceden aleatoriamente. Para todo lo que está involucrado en el primer caso llega la recomendación señalada: “experimentar cosas por las que luego se sentirá nostalgia”.

La lógica de “experimentar” alude concretamente a la acción, esto en primer lugar, puesto que no hay experiencia sin un acto determinado. Por otra parte, “experimentar” implica aceptar resultados inciertos, factor que lo sitúa bajo la influencia del riesgo y la tolerancia al equívoco. Esto es importante, porque no todos comprenden el papel explícito y natural que el riesgo y la incertidumbre juegan en la vida.

Todo ello define el desempeño profesional de las personas y el carácter de los elementos que le proporcionan calidad.

La excelencia en la vida profesional no está vinculada a ninguna aptitud. Esto debe quedar claro. No es una cuestión de conocimientos o experiencia, y tampoco es algo que se pueda evaluar en el marco de lo teórico o insustancial. La excelencia profesional está siempre relacionada con la acción, con el sentido de hacer las cosas, y de hacerlas muy bien.

El orden de estos factores es vital: se trata primero de actuar y luego de considerar virtuosismo en el acto. Es más sencillo hacer las cosas bien, en cierto sentido, que hacer todo lo que se tiene que hacer. La excelencia profesional se mide primero en términos cuantitativos, porque se trata de hacer mucho, y hacerlo muy bien. Ese es el proceso.

La orientación fluida y confiada hacia la acción está vinculada a la actitud. Y la calidad de la misma a la aptitud. Ese es el orden.

Por ello el mérito le corresponde siempre al “hombre en la arena”, aquél que efectivamente genera una dinámica. Las personas inclinadas a la crítica y juicio fácil nunca pueden evaluarse en los márgenes de la excelencia profesional. Es posible que sean necesarios para que el sistema funcione, pero no pueden subir al pedestal de los que actúan.

La acción, en términos de “experimentar”, representa desenvolverse sin una idea cabal del resultado, y por eso responde a la fe y confianza que se tenga en uno mismo. Esto tampoco habita en los dominios del conocimiento, porque éste considera por esencia, límites y restricciones. Tener la capacidad de “experimentar” en los actos profesionales, y hacerlo en los márgenes de la excelencia, responde al carácter y la actitud virtuosa.

Ahora bien, si a esto se agrega el sentido de nostalgia, se llega al punto en que el profesional excelente experimenta con sus acciones hasta el punto de extrañarlas, de acordarse de ellas con esa mezcla de tristeza, placer y afecto que surge cuando se piensa en momentos felices.

Nadie tiene la capacidad de recordar todas las cosas que le acontecen, y mucho menos sentir una nostalgia generalizada. Se recuerda lo que genera impresiones relevantes, bien sea de tipo positivo o negativo. Son esos eventos (“extra-ordinarios”), los que se graban en la memoria.

Y la excelencia es precisamente eso: un evento extraordinario.

El profesional que se desempeña en sus márgenes no siente nostalgia solo por los eventos de resultado favorable. De esto no se trata la vida. Los reveses y fracasos son más frecuentes (y comunes) que los éxitos. Y no solo es preciso sobrellevarlos, también se los debe apreciar, de la misma forma que se valora íntegramente una naranja, aunque solo se le quiera extraer el zumo.

Ahora bien, ¿quién puede sentir fácilmente nostalgia por errores y fracasos cometidos? Pues solo el que entiende que son los peldaños que conducen a la victoria.

El éxito nunca se encuentra “al alcance de la mano”, porque si fuera así estaría disponible para todos, y con mucha facilidad. Eso le quitaría valor y lo anularía como factor calificativo de la acción. En realidad, al éxito solo puede accederse subiendo un montón de peldaños. Y cada uno de estos es un fracaso que se debe experimentar.

Hay dos formas de enfrentar esos eventos negativos: con temor o con confianza. Cualquiera de estas vías puede llevar a la victoria. Pero el temor tiene un costo más grande y es menos efectivo cuando se miden los resultados.

Los aciertos se reproducen a mayor velocidad cuando los procesos son abordados con seguridad y confianza, no con temor. Las victorias que cuestan “sangre, sudor y lágrimas” (esas que se procesan con temor), tienen alto costo y menor probabilidad de ocurrencia.

¿Que se necesita para subir los peldaños que llevan al éxito con seguridad y confianza?: conocimiento de lo que se está haciendo, ¡seguro!, pero sobre todo la actitud apropiada para tomar decisiones y procesar contratiempos.

Esta es la fórmula:

  • Coraje para empezar.

  • Disciplina para concentrarse.

  • Confianza para resolver.

  • Paciencia para reconocer el progreso que no siempre es visible.

  • Tenacidad para seguir adelante, incluso en los días malos.

Si se actúa así permanentemente, se alcanza la excelencia profesional. El circuito de estas acciones alcanza fluidez, se vuelve un hábito y termina como un estado.

Por último, al optar por circuitos de acciones que en algún momento puedan generar nostalgia, se aumenta la calidad del desempeño hasta un nivel que le está reservado a muy pocos.

Porque aún entre los profesionales excelentes hay diferencias. Como bien lo dice Tim Grover, no es lo mismo ser un profesional grandioso que uno imparable. Aún en la galería de los laureados existen diferencias.

La “crème de la crème” del mundo profesional define sus actos cotidianos con el criterio de acordarse mucho tiempo de lo obrado. Es gente romántica. Valora, expresa y evoca sentimientos, sueños, afectos e ideales. No son personas frías, a diferencia de lo que piensan muchos. Sus actos se parecen más a una obra de arte que a un procedimiento quirúrgico.

¿Qué significa ser un profesional memorable? Pues justamente alguien que merece ser recordado. Ciertamente por lo que ES, pero en tanto ello esté definido por la CALIDAD en lo que HACE.

¿Y qué se puede decir de esos mismos profesionales que adicionalmente consideran la nostalgia como factor de sus experiencias? Pues bien, ellos ya forman parte del Olimpo en el universo de las personas que trabajan.

https://elstrategos.com/


 

Pedir permiso antes de entrar en una habitación o despacho.


 

Pedir permiso antes de entrar en una habitación o despacho. La regla de cortesía que todos deberíamos tener en cuenta y poner en práctica (con vídeo explicativo)

Redacción Protocolo y Etiqueta


La importancia de la cortesía de pedir permiso al entrar en una habitación o despacho

Las normas de cortesía son fundamentales para cinvivr con respeto y armonía en cualquier sociedad. La mayoría de ellas son muy sencillas y fáciles de poner práctica, aunque no siempre lo hacemos. Esta que ahora explicamos, es una de ellas.

Al entrar en un despacho o habitación, debemos seguir ciertas pautas que preserven la privacidad y el espacio personal de los demás. No podemos irrumpir de repente sin previo aviso. Incluso, aunque pensemos que se está haciendo algo... podemos decir poco apropiado. No somos policías buscando pruebas.

Lo primero y más importante es llamar a la puerta antes de entrar. Es una forma de avisar a la persona que está dentro que deseamos acceder, dándole la oportunidad para prepararse o para pedir un momento si está ocupado -está hablando por teléfono, tiene una visita, etcétera-. Entrar sin previo aviso es muy descortés y molesto.

Lo más habitual es pedir el permiso tocando la puerta -popularmente conocido como 'picar' en la puerta- y esperar a que nos lo concedan. De igual manera debemos actuar aunque la puerta esté abierta o entreabierta.

Tanto en los entornos laborales como en los familiares donde se comparten espacios, es recomendable establecer acuerdos y normas claras. Por ejemplo, se puede acordar tocar antes de entrar en el despacho de un compañero de trabajo o en la habitación de un hijo. En estos casos, nos debemos atener a lo pactado. Pero también para otros acuerdos distintos a los que las reglas de cortesía indican. Es decir, si un compañero de trabajo nos permite entrar, por la razón que sea, sin llamar a la puerta, en este caso no estaremos actuando mal.

La regla de oro que debemos tener en cuenta es el respeto mutuo. Llamar a la puerta antes de entrar es un gesto sencillo que demuestra consideración por la privacidad y el espacio personal de los demás. También es una demostración de buena educación. Aunque, por desgracia, este gesto de pedir permiso antes de entrar no es tan habitual como debería ser.

Vídeo explicativo: pedir permiso antes de entrar

Conquiste problemas grandes para que todos parezcan pequeños

Este es un asunto relacionado con la orientación que se les da a los procesos mentales, nada más (pero tampoco nada menos). Por lo general las personas no se inclinan a resolver problemas grandes como prioridad. Habitualmente postergan su tratamiento por consideraciones, aparentemente lógicas, de dificultad y sensibilidad.

Algo de sentido tiene esto, porque las cosas y eventos que revisten mayor complejidad tendrían que tratarse con más tiempo y precaución.

Sin embargo, esta premisa pierde valor cuando se ingresa al campo del pensamiento estratégico. Porque en él, la acción se privilegia sobre los planes y la dificultad constituye un valioso activo del perfil competitivo.

Los planes, y en realidad todo lo relacionado a los procesos de planificación, tiene una importancia tangencial para la Estrategia. En esto ella se distingue de otros sistemas de gobierno. A diferencia de la Administración y de la Política, la Estrategia es un conjunto de consideraciones y reflexiones dirigidos específicamente a la resolución de conflictos. Ciertamente no todo es “conflicto” en términos del objeto de trabajo de los sistemas de gobierno, pero para la Estrategia constituye elemento esencial y motivo de enfoque.

Tener un plan o una estrategia son dos cosas distintas. Los planes sirven prácticamente para todo, en cambio la estrategia solo justifica su existencia para resolver un conflicto, una disputa, una contienda. Y cuanto más importante, mejor.

En función de estos propósitos, la estrategia se orienta siempre a la acción. Ésta es su marca distintiva, y también el factor que limita la utilidad que pueden brindarle los procesos convencionales de planificación. Entre los planes y la acción siempre hay una brecha de espacio y tiempo, y este es un factor de alto riesgo para la resolución de conflictos.

Y si se trata de problemas grandes, mucho peor.

Esto no quiere decir, por supuesto, que nada se planifique en la estrategia. Los planes también son funcionales para el abordaje de los conflictos, pero la forma de procesarlos es muy diferente. En el mundo estratégico las actividades de planificación se trasladan del “laboratorio” a la cabeza del Strategos. Los procesos no se desarrollan en juntas o comités, son dinámicas reflexivas que ocurren en la mente del Strategos.

Entender esto es tan sencillo como comprender los siguientes ejemplos: ¿qué tipo de plan puede suponerse que utiliza una persona que es atacada en la calle por unos asaltantes? O por otra parte, ¿cómo se planifica la conducción de un automóvil?

Estos son casos en los que la acción desplaza la consideración de cualquier plan. El acto aquí es supremo. Ahora bien, si este acto responde a un programa mental preestablecido, mucho mejor. Pero esto no es lo mismo que un plan.

Un programa mental es un conjunto de pensamientos que toman cierta dinámica en la mente de las personas cuando consideran algo en particular. Son procesos que tienen origen en determinadas premisas y se activan en función de ellas. Y a pesar que cambian de acuerdo a las circunstancias, mantienen la lógica de sus fundamentos.

Para entenderlo de otra forma, un programa mental es como un “software” que dirige la dinámica de ciertos pensamientos.

Si una persona está convencida que la forma más segura de caminar por la calle es en sentido contrario al flujo de automóviles, adaptará sus actos a esta premisa en todas las circunstancias en que le sea posible. Ya no piensa necesariamente en ello, ya no planifica nada, actúa en términos de un programa mental.

Ahora bien, si este programa mental tiene suficiente calidad, las acciones también la tendrán. Esto sucede en el caso de la Estrategia, porque ella se fundamenta en el que es, posiblemente, el mejor programa mental que existe para abordar los conflictos: los Principios Estratégicos.

Ellos resumen el conocimiento y la experiencia del ser humano en su relación con los conflictos y los problemas a lo largo de toda la historia. Y se los denomina principios porque su validez ha sido comprobada empíricamente, una y otra vez.

Hay infinidad de principios estratégicos, desde esa premisa de tiempos remotos en la que Sun Tsu recuerda que “hay que saber cuándo luchar y cuando no”, pasando por la afirmación atribuida a Maquiavelo y según la cual “el fin justifica los medios”, hasta una que hoy mismo sostiene Seth Godin cuando dice: “si yo fallo más que usted, yo gano”.

Los principios estratégicos tienen la misma edad que las tribulaciones humanas, y en ese sentido tendrán un valor eterno.

Quién aborda los conflictos (grandes problemas incluidos), utilizando el programa mental que proviene de los principios estratégicos, hace estrategia. Y a quién lo hace de forma profesional, a ése hay que llamar Strategos.

Pues bien, estos profesionales tienen una recomendación muy simple para el tratamiento de la adversidad: “conquiste los problemas grandes para que todos parezcan pequeños”.

En el mundo de las dificultades las cosas no se construyen de lo pequeño a lo grande. Pequeñas soluciones nunca resuelven grandes problemas. Y la razón es muy clara: las dificultades mayores siempre dominan a las menores. En una casa que se está incendiando, de nada sirve resolver problemas eléctricos.

Por otra parte, los problemas terminan siendo “grandes” justamente porque no son abordados. Al ser cosas que se mantienen pendientes, flotan en el aire succionando energía positiva. Por eso el temor, las vacilaciones, la procrastinación y la incapacidad de tomar decisiones, están asociados estrechamente a la existencia de “problemas grandes” que no se atienden.

La fricción, incomodidad y aprehensión que se tienen al enfrentar una contrariedad sólo se diferencian en volumen cuando se tratan problemas grandes en lugar de pequeños.

La sensación en ambos casos es la misma. Igual que cuando alguien se sumerge en una piscina de 5 metros de profundidad o en un lago de 500 metros. La sumersión no es distinta, ni tampoco la sensación.

Pero algo si cambia en relación a la experiencia: la confianza de la persona, su seguridad y la percepción de valor que tiene de sí misma. Porque para quién se sumerge en grandes volúmenes de agua profunda, nada complejo le representa una alberca, por mucho que en ambas exista la posibilidad “técnica” de ahogarse.

Quién aplica estrategia para resolver conflictos es como el amante del surf que siempre busca olas mayores para desplazarse. Conquista los problemas grandes hasta el punto que todos le parecen pequeños.

Y esta mentalidad no aplica solo para los problemas, por supuesto. Laird Hamilton, el surfista norteamericano de grandes olas lo dice bien:

“Tus experiencias previas dan forma a tus percepciones actuales. Si quieres que las cosas que te estresan o los problemas parezcan más pequeños, conquista los factores estresantes y las adversidades más grandes. Si deseas que la silla incómoda se sienta más cómoda, duerme en una trinchera. Si quieres poner tus tiempos difíciles en perspectiva, lee la autobiografía de Jackie Robinson. Si pretendes introducir un nuevo género musical, cierra la brecha con una canción con la que la gente esté familiarizada. Si quieres que las olas gigantes parezcan manejables, surfea olas cada vez más grandes. Tus percepciones son una función de lo que has encontrado previamente”.

¡Agarre el toro por las astas! Aborde de inmediato los problemas que más resistencia le provocan. ¡Esos son los que pagan! Le resultará difícil al principio y por unas cuantas veces, pero después todo será energía y poder.

¿Qué se puede perder en el intento? Porque de todas maneras un inicio tiene que existir para todo. Y las primeras experiencias igualmente se pueden dar con pequeños o grandes desafíos. Es así de sencillo.

A diferencia de la gran mayoría de los individuos, el pensador estratégico reconoce esta realidad y la aprovecha como una ventaja competitiva. Puesto que, aunque suene triste, lo siguiente no deja de ser verdad: muy pocas personas tienen la capacidad de simplificar las cosas en este mundo, por el contrario, son expertas en complicarse la vida.

Fuente: https://elstrategos.com/


 

¡Invierta en usted mismo! El consejo básico de Warren Buffet

 

Muchos lo consideran el mejor inversor de todos los tiempos y uno de los hombres más sabios en la historia de los negocios. Warren Buffet es un ícono en términos de lo que ha alcanzado, un paradigma en sí mismo. De este hombre grande surge un pequeño pero poderoso consejo para quién desea emular sus logros: invierta en usted mismo.

El acto de invertir puede entenderse de manera simple: dedicar recursos. De esto se trata finalmente: destinar y asignar ciertos valores con el propósito de obtener otros mayores.

La complejidad del acto se presenta cuando debe elegirse el objeto de inversión, cuando hay que medir la cuantía de los recursos y definir el tiempo que tomará el proceso. La calidad con que se hace esta evaluación diferencia a los inversores entre sí. Allí convergen el arte con la ciencia.

Hay, sin embargo, un tipo de inversión en la que los factores de cuantía, destino y tiempo no necesitan cuidarse. Una que siempre tiene retorno positivo, crecimiento compuesto y ningún riesgo: la inversión que se hace en uno mismo.

Invierta en usted mismo, dice Buffet, y verá los beneficios multiplicados por diez, sin que nadie pueda gravarlos o robarlos”.

Se trata de que dedique los recursos más importantes que tiene: energía, tiempo, enfoque, dinero, cuidado, cariño, etc., a su desarrollo personal, al vital objetivo de sentirse y estar bien. Y se trata de hacerlo como una prioridad en su vida, no como una “responsabilidad” más.

Entender el beneficio de un acto así, emerge de una lógica sencilla: uno mismo es su activo principal, el que sustenta la capacidad de producción, la “tarjeta madre” de todo el circuito, el “equipo” central del sistema. Si uno funciona bien, todo lo demás también.

Si se cuida el árbol, la calidad de los frutos está garantizada.

Ahora bien, ¿a qué se deben dedicar los recursos para optimizar esta inversión?: a todo aquello que agregue valor como persona y profesional.

El orden es importante: primero la persona y luego el profesional. Porque al final de la historia, el segundo siempre es una consecuencia del primero.

Cuando se habla de invertir en el desarrollo personal, hay una inclinación a pensar en habilidades, destrezas, conocimientos y experiencia. Y aunque esto es positivo, no alcanza para el propósito final, porque una dedicación de recursos planteada así prioriza al profesional, no a la persona.

Invierta recursos en sentirse bien con usted mismo.

Si no se siente cómodo en su propia piel, no se sentirá básicamente bien con nada ni con nadie. Es así de simple. Y esta “comodidad” involucra en proporciones similares al cuerpo, la mente y el espíritu. Porque sin la fundamental homeostasis de estos tres elementos, no emerge el producto deseado.

Decían que la famosa actriz Marilyn Monroe se sentía extremadamente cómoda con su cuerpo. Algo excepcional, incluso al nivel de estas personas constantemente expuestas al escrutinio público. Contaban que en esto Marilyn era tan natural que se parecía a un animal en estado de conciencia pura. Pero ella no tenía ni la mente ni el espíritu en igual forma, y por eso sufrió toda su vida, hasta el punto que decidió terminarla.

Es que el “bien-estar y bien-sentir” deben emerger del interior de la persona, porque de lo contrario se vuelven estados de vida corta. Si se depende de las circunstancias externas para sentirse bien, se es un esclavo de los acontecimientos y no se posee control de nada.

La construcción de ese estado interno demanda algunas cosas que son mucho más sencillas de lo que se piensa:

1.- Dedique recursos para verse básicamente bien, por muy profano que esto parezca.

Pararse delante del espejo y sentirse cómodo no es algo común para las personas. Y asumir que esto no tiene importancia es un error fundamental, porque lo estético no es nada banal. El ser humano tiene una capacidad natural para apreciar la belleza, por mucho que esto no tenga un estándar definido. Y poder hacerlo delante de un espejo y con uno mismo, es algo poderoso.

Invierta recursos en la ropa que le guste, en la dieta que le acomode y en el ejercicio físico que le resulte conveniente.

Estos no son “gastos insulsos”, son inversiones de clin a cola, porque conducen a un estado de “bien-sentir” y “bien-estar” que condiciona favorablemente otras actividades.

2.- Invierta recursos en su relacionamiento social.

Esto es indispensable. La vida siempre se manifiesta a partir de un balance delicado de energías. Y dado que el ser humano es un animal de naturaleza social, allí encuentra energía vital para “cargar sus baterías”.

Ahora bien, invertir recursos para el relacionamiento social involucra esfuerzo y sacrificio. Porque sin lo primero las relaciones quedan sujetas al azar, y sin lo segundo carecen de valor. Encontrar personas que contribuyan con el crecimiento personal no es fácil, demanda esfuerzo. Construir y mantener esas relaciones tampoco es sencillo, requiere sacrificios.

Por esto las buenas relaciones son producto de una gran inversión, porque piden que se dé mucho antes que se reciba algo.

3.- Invierta en sus hobbies y aficiones.

Hágalo sin ningún tipo de pesar. Estos no son gastos que deben considerarse con criterio marginal, son inversiones que consolidan su “bien-sentir y bien-estar”. Y a partir de ello la atención a todas las otras responsabilidades queda garantizada.

4.- Conozca el mundo.

Viaje, comparta con otras culturas y gente diferente. Lea sobre ellas, investigue. Muchas veces se piensa que esto tiene que apoyarse en grandes presupuestos, pero no es así. Las vías por las que puede transitarse el mundo son de todo tamaño y costo, y todas conducen a experiencias positivas.

Hay muchos académicos, técnicos, profesionales y demás, que llevan su oficio a los umbrales de la excelencia, pero conocen poco del mundo. Por esto mismo no alcanzan el bienestar que quieren, y sienten un vacío que los mantiene incompletos.

5.- Aprenda algo siempre. Aprenda, aprenda, aprenda.

Éste es el proceso que genuinamente lleva al conocimiento y la sabiduría: aprender algo siempre. El aprendizaje es una función, no un estado. Es como un río que fluye sin parar y riega la tierra que toca para volverla fértil.

El aprendizaje no debe limitarse a nada en particular, porque en ese caso se convierte en una represa que acumula agua, ya no es un río que fluye activando vida. Es cierto que hay cosas que llaman la atención más que otras, pero esto no tiene que conducir a que se desperdicie ningún aprendizaje.

De los eventos y de las cosas agradables se aprende tanto como de aquello que desagrada. Es cuestión de ecuanimidad reconocer y actuar en consecuencia de esto.

Buffet dice: vaya a la cama cada noche un poco más inteligente que cuando despertó en la mañana”

6.- Invierta en calidad.

Todas las cosas que son de calidad cuestan, y seguramente mucho. Pero de esto se trata precisamente el concepto de valor. Muchos propenden a “sacrificarse” y toman para sí cosas de escasa valía. Este tipo de sacrificio no es inteligente. No es una visión apropiada de la vida.

¡Compre cosas de calidad!, adquiera lo mejor que pueda para usted mismo, o al menos aspire a ello siempre. Ese afán, ese deseo, condiciona favorablemente sus acciones. Y cuando consigue lo que quiere, perfecciona el circuito virtuoso del “sentir-bien y el estar-bien”. Esto último proporciona combustible (también de calidad), para conquistar nuevas cimas.

Reclame servicios de calidad, atención de primera allá por donde vaya. No hacerlo lo convierte en cómplice de la mediocridad estructural que gobierna el mundo. Quién invierte en sí mismo no engrosa las filas de esos que piensan y viven en término del “así no más”. La mediocridad solo se combate con una mentalidad de excelencia, porque entre ésta última y la primera ¿qué estado intermedio puede existir?

Ahora bien, invertir en calidad no significa gastar irresponsablemente, porque el concepto de valor no está relacionado con el precio, es más bien, una premisa mental.

Bien dice Warren Buffet en este sentido: precio es lo que usted paga, valor es lo que obtiene”.

7.- Invierta en conocimientos, habilidades y destrezas para dominar la ciencia y el arte del dinero.

El dinero es un bien indispensable para vivir bien o no vivir mal, como usted prefiera. Ignorarlo es un acto irresponsable y siempre conduce a condenación. O bien se domina al dinero o se vive dominado por él.

Invertir en estos conocimientos es una de las mejores inversiones que se puede hacer en uno mismo. No es nada complejo, por mucho que el entendimiento popular crea lo contrario. La dinámica del dinero se fundamenta en muy pocas reglas, y bastante elementales. Si su estudio no se encuentra más extendido, es simplemente porque no es una asignatura a la que el vulgo le dé importancia.

Se enseña un poco de todo en el hogar, la escuela o la universidad, pero casi nada acerca del dinero. Se le dice desde temprano al niño que cuide su salud, pero nada sobre el cuidado que debe tener de su bolsillo.

Por eso hay que adquirir estos conocimientos y destrezas por cuenta propia, y de manera urgente. Es una inversión que da réditos toda la vida.

De esta manera, y en algún momento, podrá inscribirse en el espíritu de esa poderosa afirmación: si es un problema que puede resolverse con dinero, entonces no es problema”.

8.- Invierta tiempo, dinero y esfuerzo en hacer lo que ama para ganarse la vida.

Según un estudio de la consultora estadounidense Gallup llamado “El Estado del mundo laboral 2023”, casi el 60% de los empleados en el mundo se inscriben en un estado de “renuncia silenciosa”. Es decir que permanecen en sus trabajos únicamente porque lo consideran “el mal menor”.

Esto se llama insatisfacción laboral. Y pocas cosas hay más tristes en este mundo. Sentirse obligado a pasar más de un tercio de toda la vida haciendo algo en lo que no se encuentra beneplácito es una tragedia.

La alternativa no es compleja. Porque hacer lo que uno ama para ganarse la vida, es consecuencia de hacer inversiones inteligentes en uno mismo, no es una utopía.

Invierta tiempo (y dinero) en los oficios que le hagan sentir bien. Realice sacrificios de corto plazo para obtener los retornos que espera luego. De eso se trata una inversión. Si el oficio que le agrada no paga hoy como otros, no importa, porque haciendo lo que le gusta mañana alcanzará la excelencia, y ésta genera retornos extraordinarios.

Nadie destaca haciendo algo que le disguste, mucho menos si se “auto obliga” a hacerlo por mucho tiempo. Porque por lo menos no podrá competir con quién trabaje a gusto. El mejor heladero del mundo no es pobre, y no lo es por una simple razón: es el mejor en lo que hace. Y no lo sería si no amara su oficio.

Invierta tiempo, dinero y esfuerzo en hacer lo que ama para ganarse la vida. Piense en ello… y mientras más temprano, mejor.

Fuente: https://elstrategos.com/