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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

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Concepto de Estrategia. Definiciones generales


El concepto de Estrategia y sus acepciones vinculadas (estratégico, por ejemplo), son términos de acceso rutinario. La frecuencia de su uso los ha colocado fuera de terminologías especializadas. Son parte del lenguaje común, y su utilización no está privada a nadie. En una u otra forma, todas las personas hacen uso de la palabra Estrategia por múltiples motivos.

Esta simplicidad se repite en la exposición de propósitos y cursos de acción en las organizaciones: empresas, instituciones públicas, iglesias, partidos políticos, el Estado, etc. Aca su uso se multiplica, sin dejar de tener un significado bastante elemental.

Esta “familiaridad” del término (y su interpretación), posiblemente constituya un beneficio “social”, pero ha causado daño al concepto esencial de Estrategia.

Todas las connotaciones comunes que se le atribuyen no tienen nada de ordinarias el momento de  hacer la interpretación correcta.

¿Qué significa Estrategia?

Un diccionario común establece, con importante grado de universalidad, lo siguiente:

“Estrategia es el arte de dirigir las operaciones militares. Arte de dirigir los esfuerzos con miras a la obtención de un fin, asegurando su debida coordinación”.

El término dirección se convierte en el eje del concepto de Estrategia.

Primero se lo asocia a operaciones militares y luego a esfuerzos generales destinados a la obtención de un fin. Por último se agrega algo, que a más de parecer obvio, es significativo: “asegurando su debida coordinación”.

Esta interpretación descarta dos ideas de Estrategia que tiene el común de la gente:

1.- Que es un término de referencia para algo “clave”, “especialmente importante y delicado. Algo que no se puede percibir fácilmente y que es necesario destacar.

2.- Que la Estrategia es un sinónimo de plan, o el producto que emerge de anticipar, calcular y establecer cursos de acción ordenados en algo.

El concepto original de Estrategia NO dá a entender ninguna de estas dos cosas.

El significado de Estrategia no establece la persecución de algo difícilmente perceptible.Tampoco se remite simplemente un plan, desde el momento que su interpretación se sustenta en la dirección.

Los errores de entendimiento tienen origen muy inocente y casual.

El primero está relacionado a lo que representa la asociación de las palabras arte y dirección, es decir el “arte de dirigir”.

La palabra arte, significa lo siguiente:

“Virtud o disposición para hacer algo. Conjunto de normas y preceptos para hacer bien algo. Astucia, maña, habilidad, destreza”

Para la mayoría de personas (y esto es básicamente correcto), el arte y lo artístico no están sujetos a lo establecido. No están determinados. No forman parte de ningún guión y carecen de parámetros.

Cuando se utiliza el término Estrategia como “un medio para alcanzar un resultado delicado”, se hace referencia a la virtud, astucia, maña, habilidad, destreza que debe imprimirse a la acción.

Se calcula de antemano la dificultad de alcanzar cierto objetivo y se recurre al sentido de lo estratégico para entenderlo: “no es sencillo, no es usual, por lo tanto es estratégico”.

La segunda interpretación equivocada del concepto de Estrategia, probablemente se vincula a la “coordinación de esfuerzos para obtener un fin”.

Se tiene la idea que la coordinación eficaz debe estar siempre planificada. A tal punto, que prevalece la premisa de “esfuerzos para coordinar” sobre la “coordinación de esfuerzos”. Y mientras sucede esto, más cerca se está del plan que de la acción o dirección.

Sin embargo, algo que el entendimiento popular no percibe, radica en que la definición de Estrategia no tiene su vínculo principal con las palabras arte o dirección. El aspecto más importante recae en la primera frase, no en las primeras palabras: arte de dirigir las operaciones militares.

El sentido y objeto de aplicación del término es concreto: Operaciones Militares.

De allí proviene la palabra: de un contexto bien definido.

Las Operaciones Militares no son ni habituales ni comunes. Todo lo contrario. Se diferencian bastante de cualquier otro tipo de actividad. Hacer referencia a ellas establece contextos y circunstancias especiales:

1.- Las Operaciones Militares incorporan un sentido confrontacional. Se orientan al combate para vencer a un enemigo

2,. Involucran gran intensidad para quienes participan en ellas. Son cuestiones de vida o muerte.

3.- Tienen programas y cronologías (disposición espacio – tiempo) muy ordenadas y condicionantes.

4.- El establecimiento de objetivos y metas en Operaciones Militares define de forma práctica el curso de acción, y garantiza inercialmente el compromiso de todos en la misión.

5.- En las Operaciones Militares existe una noción de objetivos naturalmente compartido entre los individuos. La importancia de los procesos se conoce y comparte.

A este tipo de operaciones se vincula el concepto original de Estrategia. De allí, y por motivos que deben evaluarse, su uso se amplía hasta pertenecer al lenguaje común.

Etimológicamente, la palabra Estrategia proviene del vocablo griego “Strategos” que significa General.

El General era quién comandaba las Operaciones Militares. A él se le atribuía astucia, maña, habilidad y destreza para dirigirlas. La Estrategia, por lo tanto, era una función del Strategos para llevar adelante las Operaciones Militares.

Y en tanto función, sujeta a la discrecionalidad de quien la ejecutaba o llevaba a cabo.

Si el concepto universal de Estrategia se vincula al “arte de dirigir las Operaciones Militares”, la definición etimológica (que puede entenderse de mayor legitimidad), vincula el término con una persona: el general, el Strategos.

No corresponde entonces hacer referencia al concepto de Estrategia sin la consideración indispensable del Strategos, o quien en esencia le da vida y forma.

La Estrategia no ha existido nunca sin el Strategos. Pues siempre ha sido, básicamente, una función de éste.

Sin embargo, a pesar de la contribución que el sentido etimológico proporciona, las interpretaciones no concluyen.

Hoy es poco usual entender la lógica de “lo estratégico” como una función  que le corresponde a un individuo en particular.

Entender el significado de un término como función de alguien, es decir una actividad, tarea o responsabilidad personal, es diferente a concebirlo como una práctica impersonal que se explica a sí misma.

En este segundo caso cualquiera puede “tomar” el concepto y hacer uso de él, provocando que el trato del tema se convierta en algo ordinario y común, tal como sucede hoy día.

La Estrategia no es una práctica impersonal, y no puede explicarse a sí misma con suficiencia. Y las Operaciones Militares no son prácticas ordinarias. Luego, no existe forma de sostener que la temática estratégica sea asunto de interpretación común y entendimiento profano.

¿Por qué motivos y en qué circunstancias cambió el entendimiento y uso del término?

Probablemente la explicación se encuentre en el “peso específico” que tiene cada parte de la definición original.

Por un lado se encuentra el arte de dirigir, la función (que se debe atribuir siempre al Strategos). Y por otro las Operaciones Militares, que para el caso constituyen la estructura, o aquello sobre lo que se aplica la función.

Puede entenderse que históricamente haya existido falta de equidad en el trato de lo funcional y lo que se asocia a lo estructural.

El objeto de trabajo del Strategos son las Operaciones Militares. Sin embargo, en algún momento, seguramente con el propósito de establecer apropiadamente el carácter de la función, se inicia un estudio minucioso de la estructura, es decir de las Operaciones Militares. Se presume que sin el conocimiento de éstas, no puede desarrollarse adecuadamente el trabajo del Strategos.

Las Operaciones Militares se inscriben en la dinámica de la guerra, y los esfuerzos centrales se dirigen a interpretarla. Esta tarea es extensa, el universo de factores, hechos y variables es enorme.

Pero a pesar que el esfuerzo de dimensionar el fenómeno de la guerra es interminable, en él se han concentrado los estudios, postergando el trato de la función, o aquello que le corresponde de forma exclusiva a la persona, al Strategos.

La Estrategia no es nada más que aquello que hace el Strategos para dirigir las Operaciones Militares. Son acciones concretas, y como tales pueden clasificarse con facilidad.

Existen tantas estrategias como situaciones o circunstancias en las que pueda establecerse la participación del Strategos.

Es lógico suponer que un conocimiento del fenómeno y la dinámica de la guerra faciliten el mejor desenvolvimiento del Strategos. Pero si aquello empieza y termina solo en el trato de lo estructural, se vuelve un sistema cerrado que hace inviable su control o gobierno externo.

Si se repara en el tema, al hablar de lo estructural, en este caso de la guerra, se incorporan factores exógenos que determinan la dinámica. Las Operaciones Militares y la guerra responden a estímulos externos. En este caso a la energía que se produce por la interacción que con ellas tiene la acción del Strategos.

Una Operación Militar o una guerra, es fundamentalmente una representación de lo que fueron e hicieron los Strategos involucrados en ellas. La historia la hacen los hombres. De ello no quedan exentas las Operaciones Militares.

Analizar el concepto de Estrategia y lo estratégico solo como fenómeno estructural, conduce a que se expliquen por sí mismos de manera vaga y etérea.

¿Dónde ha quedado el entendimiento del Strategos en la explicación básica de la Estrategia?

De él se han olvidado incluso los propios militares. Basta ver definiciones que de Estrategia hacen algunos de los teóricos militares más importantes:

Brodie dice: “Estrategia es el empleo de los instrumentos de guerra para que cumplan su propósito”.

Lidell Hart, dice: “Estrategia es el arte de distribuir y hacer actuar los medios militares para alcanzar los medios políticos”.

El general Beaufre, dice: “Estrategia es la dialéctica de las voluntades, empleando la fuerza para dirimir los conflictos”.

Von Clausewitz, dice: “La Estrategia marca donde, cuando y con qué fuerzas es preciso librar la batalla”

Posiblemente la definición de Beaufre considera más de cerca la existencia básica del Strategos. O aquel que en los hechos le da vida y forma a la Estrategia. Cuando hace referencia a una “dialéctica de voluntades” se aproxima más a las personas, y a la forma en que ellas aplican la función para alcanzar objetivos. Acierta también al asociar estos objetivos al conflicto y su solución. ¿Qué otra cosa puede tratarse en una guerra?

Las otras definiciones, sin embargo, se encuentran lejos de personalizar algo. Le dan al concepto de Estrategia vida y significado propio, y por ello mismo hacen difícil su comprensión.

Cuando Brodie dice que Estrategia es el empleo de los instrumentos de guerra, proporciona una explicación complicada a una operación básicamente sencilla. Puede entenderse que existe una mecánica específica para el empleo de estos instrumentos, pero resulta un exceso atribuirle a ello la exquisitez de la función que cumple el Strategos.

La definición de Hart amerita tratarse con más cuidado. Él incorpora como rasgo de identidad de la Estrategia el concepto de arte: “el arte de distribuir y hacer actuar los medios militares”. El concepto de arte está íntimamente relacionado con el concepto de Estrategia, alejándolo de formatos, y acercándolo a habilidad, astucia, maña, virtud.

Por otra parte, la definición de Hart se acerca también al concepto de dirección. Establece que la Estrategia “distribuye y hace actuar” los medios militares. Acá hay un acierto: Estrategia es acción. No involucra un proceso pasivo o “inactivo”.

Esto debe descartar, en primera instancia, cualquier esfuerzo de vincular la Estrategia exclusivamente al plan. Hacer actuar los medios militares involucra dirigirlos, con habilidad, astucia, maña.

La última parte de la definición de Hart, también es interesante: “…para alcanzar los medios políticos”. La explicación establece una subordinación de la Estrategia a intereses de mayor envergadura. Hart los define como intereses políticos, es decir asociados al gobierno del Estado.

Esta idea de subordinación de la Estrategia es importante y correcta. Establece un contexto apropiado para la función, en tanto que ella debe responder a objetivos que van más allá de su propia justificación.

El Strategos y su función (la Estrategia) responden a intereses mayores de la organización a la que pertenecen. De esta manera se constituyen en un medio, en un recurso, y no en un fin en sí mismos.

El grado de importancia de este recurso, o la intensidad de su uso, dependen del conflicto en que se encuentre involucrada la Organización. El predominio del Strategos y de la Estrategia será mayor mientras más importante sea el conflicto.

Para el caso de lo militar esto puede adquirir ribetes trascendentales tratándose de una guerra o un conflicto global. En estos casos los intereses nacionales dependen de la dinámica del Strategos y la Estrategia a la que da forma.

El concepto de subordinación de la Estrategia refuerza la premisa de la acción y lo dinámico. Generando espacio para el establecimiento de los grandes objetivos y los planes a otro nivel.

A este proceso algunos autores lo definen como Alta Estrategia, tratando de asociar lo estratégico a la tarea de fijar objetivos y planes.

Es probable que pueda establecerse esta diferenciación de estrategias de acuerdo al nivel de la Organización en la que se conciban. Pero en esencia, el concepto de Estrategia y estratégico se materializa mientras más cerca se encuentre del conflicto. Allí se perfecciona su naturaleza.

Sin la existencia del conflicto, el Strategos y su función se mimetizan en la Organización y no se diferencian de otras funciones de dirección.

Probablemente este hecho no desmerezca la existencia del Strategos y de la Estrategia, pero lo aleja de su misión: la dirección de operaciones militares, empleando la fuerza, para dirimir conflictos.

La Estrategia es una función del Strategos, y la formación de éste último responde al conocimiento profundo y cabal de la naturaleza del conflicto. Que ello se subordine al poder político o a los intereses mayores de la Organización se entiende y acepta. Toda excepción no deja de ser disfuncional.

Como puede verse, la definición de Lidell Hart sobre Estrategia establece algunas características importantes. Hart, sin embargo, no hace mayor referencia al Strategos como el generador de la Estrategia y la dinámica estratégica. Sus obras se concentran luego en descripciones minuciosas de guerras, batallas, formas de entenderlas, manejarlas y lidiar con ellas. Todo esto en un análisis de la estructura y no de la función.

El célebre Von Clausewitz, amplía y profundiza el estudio de éstas mecánicas hasta el punto de desarrollar un verdadero tratado “De la Guerra”, nombre que asigna a su obra más importante.

No se niega la importancia de estos estudios. De ellos emergen incluso los Strategos y las estrategias militares más brillantes de la historia. Pero puede certificarse, a vuelta final de página, que estos hechos cuentan siempre con la paternidad de alguien: un hombre, un nombre, el Strategos.

Los hechos están definidos por Alejandro Magno, Julio Cesar, Napoleón, Ludendorf, Rommel, Guderian, Montgomery, Patton, Eisenhower, etc. Brodie, Hart, Clausewitz, permanecen detrás de la historia.

La Estrategia está definida por el Strategos, y para él la riqueza en el tratamiento de lo estructural (el conflicto, la batalla, la guerra) constituye una referencia. Pero no un factor que explique lo circunstancial y lo dinámico, y la guerra es eso. Si la guerra en particular no puede asociarse a la acción, ¿entonces qué?

Los fundamentos del Strategos tienen carácter personal. Detrás de la Estrategia exitosa, existen hombres especiales, capaces de lidiar y vencer en un proceso que es de los más difíciles que existen.

El conocimiento de lo estructural no genera la existencia ni el éxito de la Estrategia sin la participación del Strategos. Napoleón decía: ” Es excepcionalmente difícil hallar en un hombre todas las cualidades necesarias para ser un gran general”.

Por todo ello la definición del concepto de Estrategia que plantea Beaufre parece la más reveladora, y aquella que menos olvida al Strategos: “…dialéctica de las voluntades empleando la fuerza para dirimir los conflictos”. La voluntad, a diferencia del conocimiento, involucra acción. Y ésta es la esencia de la Estrategia.

La voluntad puede alcanzar éxito a pesar del conocimiento, y puede resultar brillante merced a él. Enfrenta y vence contratiempos que el conocimiento no puede dimensionar. Aquella no solo diferencia a un hombre, lo identifica entre los demás.

La voluntad define el carácter y el valor de ésa persona que buscaba Napoleón. La voluntad ha ganado batallas por medio de hombres que lo desconocían todo acerca de ellas. Y cuando esta voluntad se enfrenta a otra, igualmente decidida, en un proceso dialéctico, nace la Estrategia. Como una forma ordenada de administrar y dirigir los recursos para alcanzar la victoria.

Porque sin el concepto de la victoria o la derrota, la Estrategia no existe, y la voluntad se hace innecesaria.

Las cosas y los hechos no tienen voluntad, los hombres si. Las cosas y los hechos no pueden calificar victorias o derrotas, los hombres lo hacen.

Al establecer esto, Beaufre no se aleja de las otras premisas de la Estrategia: la dialéctica de las voluntades para alcanzar el éxito involucra la aplicación de habilidad, maña, virtud, astucia. Aquí está el arte de dirigir.

En el empleo de la fuerza se incorporan todos los medios y recursos.

La fuerza y su utilización es un concepto inherente al de Estrategia. Ya sea que ésta se utilice de manera activa o pasiva para dirimir el conflicto.

Los grandes pensadores orientales en temas de guerra y Estrategia (Sun Tzu, por ejemplo), son partidarios extremos de que la mejor Estrategia es aquella que permite ganar una batalla sin necesidad de luchar.

Con todo el beneficio que involucra el concepto, ello no excluye en nada el hecho que la Estrategia se fundamente en el uso de la fuerza. Sea que en última instancia se use o no.

La interpretación y entendimiento del término conflicto completa la descripción básica de lo estratégico.

Sin la existencia de un conflicto, el hombre organizado puede recurrir a un conjunto diverso de medios para alcanzar sus objetivos sin tener que acudir a lo estratégico.

En esencia, cuando lo estratégico se estudia desde sus orígenes en el mundo militar, se asocia intrínsecamente al conflicto. Los “medios militares” que menciona Hart o los “instrumentos de guerra” de Brodie tienen como destino final su utilización para “dirimir los conflictos”.

Hacer uso del concepto y de la mecánica de lo estratégico para resolver problemas o alcanzar objetivos en los que no medie la existencia concreta de un conflicto, no se justifica.

La palabra conflicto significa “lo más recio del combate. Punto en que aparece  incierto el resultado de la pelea”.

En términos sociológicos se entiende así: “enfrentamiento entre dos o más personas o grupos que se suelen manifestar de diferentes modos: luchas de clases, revoluciones, etc.”

En su diccionario militar, estratégico y político, Fernando de Bordeje dice de conflicto: “vulgarmente se toma como sinónimo de guerra. No obstante, un conflicto puede desencadenarse en otra esfera que la militar. Bien sea en el campo laboral, político o diplomático, cuando se produce un choque de intereses”.

La mención de los términos combate, pelea, lucha y choque de intereses alude a dos o más protagonistas que sostienen posiciones encontradas, cuya dinámica busca anulación o destrucción mutua.

El conflicto establece el imperativo para que una u otra de las posiciones prevalezca. Su resolución es, por lo tanto, una cuestión de supervivencia para las partes.

Cuando la lógica del conflicto tiene carácter sistemático, evoluciona de lo que puede considerarse un problema a un estado específico del “ser de las cosas”. Un problema tiene carácter puntual en términos de esencia, tiempo y espacio. Esto es diferente, en alcance, al concepto del conflicto. Porque éste genera de forma ordenada y sistemática, un conjunto sostenido de problemas para los intereses propios.

Normalmente, en un conflicto las partes pueden personalizar o particularizar las fuerzas antagónicas. Estas desarrollan un rol similar en el enfrentamiento. Están, de igual forma, organizadas para ello. El desenlace de esto es un combate, una lucha de posiciones e intereses entre partes antagónicas.

En estas situaciones, en este medio, emerge el concepto y la mecánica de Estrategia y lo estratégico.

Es importante establecer este contexto porque se propende a utilizar el concepto en situaciones o hechos cuya envergadura no lo justifica. O cuya esencia se encuentra apartada de las premisas que justifican el esfuerzo estratégico.

Un problema, en su particular dimensión de espacio y tiempo, no necesariamente amerita la utilización de la lógica estratégica. Para ello el problema debe formar parte de un esfuerzo organizado y sistemático de alguna persona o grupo que se enfrenta a los intereses de otro.

En este sentido, y más allá del campo militar, pueden existir estrategias (y Strategos, por supuesto) en el campo diplomático y en el campo político.

En el caso de los negocios, la existencia de lo estratégico debe asociarse fundamentalmente a la existencia del conflicto que se genera a partir de un competidor.

La alusión a lo estratégico para la resolución de aspectos internos se aleja de la utilidad que representa el uso de lo estratégico.

La definición de Lo Estratégico, queda pues sometida a los siguientes conceptos:

1.    Organización, o supra-estructura a efectos del Strategos y de la Estrategia.

2.    STRATEGOS, o agente que define la existencia de la Estrategia.

3.    Estrategia, como función del STRATEGOS

4.    Conflicto, como campo de acción de la Estrategia o elemento estructural de la función.

La organización define la necesidad de la existencia del STRATEGOS, quien a partir de una dialéctica de voluntades hace prevalecer la Estrategia propia para dirimir el conflicto. La interacción de estos factores define Lo Estratégico.

La mayoría de los textos, sin embargo, concentra su atención en el tratamiento de Estrategia en perjuicio de los intereses vitales del conjunto. Existe el entendido que Lo Estratégico se fundamenta, o al menos gira, alrededor del criterio conceptual de Estrategia.

Y ello no es así. La Estrategia es únicamente el producto final del circuito, del proceso puesto en práctica por el STRATEGOS para dirimir un conflicto en beneficio de la Organización.

En todo caso, y si de centro de gravedad se trata, el circuito gira alrededor del STRATEGOS.

Esta personalización del proceso genera dificultades importantes en el esfuerzo histórico por describir Lo Estratégico. Por ello probablemente la Estrategia ha cobrado mayor valor explicativo. Porque llegado el caso resulta más sencillo referirse a la obra que al autor.

Los estudios sobre el STRATEGOS se han limitado a la identificación de grandes representantes históricos.

El STRATEGOS, sin embargo, no es un producto de accidentes de la historia. Es un agente de la dinámica organizacional que debe, por fuerza, identificarse, formarse y desarrollarse.

Si se entiende que Lo Estratégico es indispensable para alcanzar objetivos organizacionales, igualmente lo es la participación del STRATEGOS. El rol del STRATEGOS en términos de Lo Estratégico, no es sustituible por ningún esfuerzo colectivo, ni por la participación improvisada de alguien que asuma la función.

Si bien esto parece estar mejor entendido entre los militares (porque en última instancia la idea del General es muy sólida), en el mundo de los negocios, las interpretaciones continúan equivocadas. Aún se realizan esfuerzos de naturaleza colectiva como forma de establecer y administrar Lo Estratégico. Este es el caso de los planes estratégicos. Se asume que ellos pueden cumplir la función reservada al STRATEGOS, y esto no es así.

Los procesos de planificación y los planes no están habilitados para sustituir los esfuerzos básicos de dirección que exige un proceso estratégico.

No existen planes estratégicos, dirección estratégica o administración estratégica que no este íntimamente asociada a la función del STRATEGOS. Este no es un asunto de elección o predilección, sin el STRATEGOS, lo estratégico no existe.

Si se desarrolla un “continuo” del proceso que inicia una Organización para tratar un conflicto, la variable de explicación más importante sería el contacto. Mientras más cerca se encuentre la Organización de hacer contacto con el conflicto, la naturaleza de lo estratégico cobra mayor valor. Mientras más lejos se encuentre, más cerca se halla del plan.

Un plan, por sí solo, no dirime un conflicto. En cambio una Estrategia, aun cuando no esté bien planificada, puede hacerlo.

No es fácil comprender por qué, en el proceso de evolución del estudio de lo estratégico, se ha vinculado tanto (hasta el punto de hacerlos indiferentes), el plan con la Estrategia.

El plan como concepto tiene tal riqueza que su utilización, para invadir el territorio de la Estrategia, no cobra sentido. El plan es una “supra-función” organizacional. Su empleo es indispensable a todo nivel y en todo momento de la vida organizacional. No es un esfuerzo que pueda reservarse a una particularidad, ni uno que precise apoyo conceptual para explicarse.

Con los planes no se alcanza todo, y sin ellos no se consigue nada. El plan tiene su parte en los esfuerzos humanos y organizacionales. El plan es el plan, y la Estrategia es la Estrategia. Ninguno precisa recurrir a la explicación conceptual del otro para establecer su propio valor.

El STRATEGOS debe planificar sus acciones para enfrentar el conflicto, y si algo puede llamarse Plan Estratégico, es esto. Cualquier otro esfuerzo que pretenda merecer el título y se encuentre lejos del conflicto, desmerece la esencia de lo estratégico.

El plan por lo tanto, como esfuerzo colectivo, no reemplaza de forma alguna al STRATEGOS.

¿De qué otra forma puede evaluarse la conocida afirmación entre los militares de que “todo plan termina con el primer disparo”?

Tampoco pueden reemplazar al STRATEGOS los esfuerzos individuales espontáneos e improvisados. Este es el caso de los llamados Estrategas.

Cuando se adopta el término STRATEGOS no se lo hace como sinónimo de Estratega.

El STRATEGOS es producto de un proceso largo y continuo de formación profesional. Un entendido en materia de lo estratégico. De todo lo que ello involucra: la naturaleza y dinámica organizacional; el liderazgo como elemento motriz de las voluntades humanas; el campo de batalla, el enemigo, la naturaleza del conflicto, etc.

El Estratega en cambio, es la persona que de manera eventual o circunstancial, puede atribuirse la práctica de alguna acción estratégica.

No debe perderse de vista que la Estrategia es producto del “arte de dirigir”, y en función de ello se presta a la habilidad, astucia o maña que en determinado momento puedan ejecutar diferentes personas. A ellos, en ése determinado momento y circunstancia, se los puede llamar Estrategas, en cuanto están ejecutando acciones consistentes con lo estratégico. Pero un Estratega no es necesariamente un Profesional de la Estrategia, y por ello no puede confundirse con el STRATEGOS.

El concepto del plan y la idea de los Estrategas emergen, en muchos de los casos, de la confusión que genera el entendimiento de Estrategia y Táctica.

En muchos casos, lo que es eminentemente estratégico su asume como táctico, y allí se incorporan los conceptos del plan para sustituir los de Estrategia. La dirección táctica se asume como estratégica, y allí termina el entendimiento de la participación vital del STRATEGOS.

Fernando de Bordeje, dice de Táctica:

“Es el arte o ciencia que estudia el empleo y conducción de la maniobra de las fuerzas en el combate”.

Véase bien: “…la maniobra de las fuerzas en el combate”. La maniobra como tal, o el proceso de efectuar maniobras con las fuerzas y los recursos disponibles, es UN elemento de lo estratégico, no es la Estrategia en sí misma.

Von Clausewitz da un salto más grande para establecer la diferencia:

“La táctica es el arte de utilizar tropas en la batalla, la estrategia es el arte de utilizar las batallas para ganar las guerras”.

Esta definición tampoco coloca a la Estrategia en la esfera exclusiva del plan, dándole por ello a la Táctica la responsabilidad de la dirección de las acciones en el Conflicto. La Táctica dice Clausewitz, es el arte de utilizar tropas. Con ello se acerca a la definición de Bordeje en el uso y maniobra de fuerzas y recursos. La Estrategia, dice, es al arte de utilizar batallas para ganar las guerras, luego, ¡hay que ganar las batallas!, y esto último sólo se consigue con la dirección adecuada de las acciones en el conflicto, la cual recae en la función del STRATEGOS, materializada en la Estrategia.

La Táctica no sustituye a la Estrategia, y tampoco la coloca en un nivel alejado que pueda hacer que se la interprete solo como un plan. En el punto y en el momento que se aplican acciones tácticas, se aplican en los hechos, conceptos estratégicos.

Como concepto Estrategia y Táctica se diferencian solamente en alcance. La Estrategia involucra la dirección y el dominio de todas las acciones en el conflicto, la Táctica se limita a algunas de ellas, pero allí aplica el sentido estratégico que de forma general se está utilizando para tratar el conflicto.

La Táctica, por supuesto, nace de la Estrategia, pero no proyecta esta última hacia arriba, por el contrario se proyecta a sí misma hacia abajo, de forma de alcanzar los límites puntuales, en espacio y tiempo, de contacto con el conflicto.

Por ello es cierto que las tácticas apropiadas tienen mayor probabilidad de definir a favor los resultados de un conflicto, que la sola Estrategia. Si existen errores en las definiciones estratégicas pero aciertos en las definiciones tácticas la probabilidad de éxito se mantiene. Si existen errores en las definiciones tácticas, por mucho que se cuente con la mejor Estrategia, el éxito  está en riesgo.

Esta es la importancia del elemento táctico.

Gerald Michaelson, en su tratado sobre Sun Tzu, hace algunas apreciaciones interesantes sobre la lógica de Lo Estratégico y lo táctico:

“La estrategia, dice, determina la orientación. La auténtica ejecución del plan para lograr unos objetivos recibe el nombre de Táctica y comienza en el contacto”.

Luego afirma:

“Mientras que los principios estratégicos perduran inmutables, las tácticas cambian con el tiempo y las circunstancias”.

Finalmente dice:

“En cualquier nivel, las estrategias son las tácticas del siguiente nivel inferior en la cadena de mando”.

Esta última afirmación es la más importante, porque en ella se encuentra establecida la diferencia vital entre Estrategia y Táctica: el alcance y la proximidad al contacto con el conflicto.

Por este hecho, que tiene naturaleza trascendental en el tratamiento de Lo Estratégico, el STRATEGOS está obligado a rodearse del mejor apoyo humano. El equipo comandará los esfuerzos tácticos, y de su desenvolvimiento dependerán los resultados finales.

El equipo que apoye la labor del STRATEGOS tiene una importancia definitiva en la dirección táctica, y es indispensable para que pueda alcanzarse el éxito estratégico.

Mientras más próxima la labor de algunos miembros de este equipo a la propia labor del STRATEGOS, más evidente el hecho de contar con más de un STRATEGOS en la conducción de los intereses organizacionales. La naturaleza del conflicto exige esto.

Un conflicto, sostenido en el tiempo, no puede depender de la gravitación que tenga un sólo hombre. Los intereses mayores exigen que la conducción estratégica se sostenga. Por ello, los miembros del equipo más cercanos al STRATEGOS, deben tener la capacidad de reemplazarlo en cualquier momento.

Esto define la importancia y el carácter del equipo, la Táctica y su conducción en el marco de Lo Estratégico.

La Táctica, por último, es el factor que condiciona la diferenciación infinita de las estrategias entre sí. No existen dos estrategias idénticas, nunca. Esta aclaración es saludable, pues no siempre forma parte de las consideraciones que se realizan cuando se trata de Estrategia.

La Estrategia no tiene nombre, o al menos no otro que aquél que pueda atribuirle su autor. La afirmación de Michaelson es importante: “…los principios estratégicos perduran inmutables, la táctica (entiéndase la propia Estrategia, por lo dicho antes) cambia con el tiempo y las circunstancias”.

Existe una diferencia vital entre lo que son los Principios Estratégicos y lo que es la Estrategia.

Los Principios Estratégicos son premisas orientadoras. Constituyen un producto de la evaluación técnica del desarrollo de las estrategias a lo largo de la historia. Los estudiosos de Estrategia han documentado, a lo largo del tiempo, la forma en que diferentes STRATEGOS han concebido, planteado y puesto en práctica acciones en el conflicto. De todas ellas se han obtenido conclusiones, positivas y negativas. A las primeras, en tanto se hayan repetido como beneficiosas en el tratamiento del conflicto, se las ha convertido en Principios Estratégicos.

Los Principios Estratégicos establecen orientaciones para el planteamiento de la Estrategia. ¡No son la Estrategia!

El hecho, por ejemplo, de afirmar como recomendable la concentración de fuerzas para superar en un determinado momento y lugar a las fuerzas del adversario, no es un tipo de Estrategia, es un Principio Estratégico. Cuando Napoleón decía: “el arte de la guerra es disponer de las tropas de manera que estén en todas partes en el mismo momento”, no aludía a ninguna Estrategia en particular, hacía referencia a un Principio Estratégico.

Los Principios Estratégicos son importantes para llevar adelante con éxito cualquier Estrategia. Estos principios permanecen, de alguna manera, inmutables en el tiempo. Ellos pueden tener, en ciertos casos, nombres propios, la Estrategia no.

La Estrategia se forma a partir de estos principios como una función del STRATEGOS. En este sentido nunca podrá clasificarse ni etiquetarse más allá de los parámetros que establezca su autor. Cada Estrategia es una obra particular.

En muchas ocasiones, estudiosos de Estrategia han indiferenciado lo que son los Principios Estratégicos de lo que son las estrategias, en un afán de consolidar aspectos estructurales de estas últimas y hacerlas objeto de estudio en sí mismas. Al llevar adelante este proceso solo pueden alcanzarse conclusiones útiles remitiéndose a los Principios Estratégicos.

El estudio de la Estrategia por sí sola, termina siempre como el estudio de una fotografía, ello no permite nunca llegar a visualizar la película entera si este esfuerzo no pasa por el estudio del autor.

Esto es algo similar, por ejemplo, al estudio de una pintura de Picasso o un libro de García Marquez. La obra en sí misma no permite ninguna clasificación o identificación que no pase por la de su autor. ¿Quién si no él, puede darle nombre y lógica a su obra?

Es cierto que la obra hace al autor, pero el poder no se encuentra en ésta sino en aquel. El autor puede generar muchas obras a medida que algunas de ellas ya pertenezcan a la historia. Puede transformar su obra o puede ponerle fin. La obra sobrevive al autor, pero jamás cobra vida sin él. La Estrategia es la obra del STRATEGOS, y solo por él y a través de él, puede ser identificada o clasificada.

Los Principios Estratégicos son también obra del STRATEGOS, como el resultado histórico de sus acciones. Los Principios Estratégicos no hacen al STRATEGOS, la relación es siempre inversa.

En el estudio de la Estrategia, los Principios Estratégicos permiten orientar el ejercicio mental hacia los campos propios de la temática. Pero sin la consideración y el estudio del STRATEGOS y del conjunto de Lo Estratégico, el esfuerzo terminará como una experiencia similar a la del aprendiz de pintor que transita una sala de exposición de pinturas tratando de convertirse en autor de una de ellas.

En este sentido debe plantearse una fina duda sobre la afirmación que los Principios Estratégicos sean inmutables. El STRATEGOS siempre tendrá la capacidad de transformarlos. En última instancia, es él quien les ha dado forma y vida. Y estos principios pueden cambiar porque, como dice Michaelson, las tácticas se ajustan al tiempo y las circunstancias, y con ello ajustan las premisas estratégicas y la labor del STRATEGOS.

Por ello la Estrategia no puede brindarse como objeto de estudio estructural. La Estrategia es una función y como tal depende, para su mejor entendimiento y aplicación, del estudio de un conjunto de parámetros, hechos y variables precedentes a ella misma. Entre ellas, por supuesto, el estudio del STRATEGOS.

La Estrategia como función y los Principios Estratégicos como elementos orientadores, se ajustan más bien, al carácter del conflicto. Existen para tratar con él y dirimirlo. Y él carácter del conflicto es absolutamente circunstancial, aunque en esencia puedan entenderse en él ciertas fenomenologías. Ello, en todo caso, lleva también a suponer que los Principios Estratégicos no pueden permanecer inmutables en el tiempo. Porque así no lo hace, necesariamente, el propio conflicto.

Ahora bien, si la Táctica se ajusta al tiempo y a las circunstancias, y ello a su vez define la Estrategia, es factible suponer que la Táctica determina la Estrategia.

Algunos dirán, y esto también es cierto, que sin las definiciones mayores de Estrategia, la Táctica no forma parte de nada. Esta polémica corresponde también al tratamiento de Lo Estratégico. Aún más que la que establece diferencias entre los conceptos de plan y Estrategia.

Modular el énfasis de la Estrategia y/o de la Táctica, es importante para quien desea abordar con éxito la conducción del conflicto.

Debe entenderse que la relación entre Estrategia y Táctica es de carácter ontológica. Ambas se corresponden mutuamente en términos de “ser” y de sus propiedades trascendentales. Ninguna de ellas se explica sin la existencia de la otra.

La forma de llevar adelante la Estrategia y la Táctica es la misma. El concepto y el ejercicio mental para plantearlas y desarrollarlas es el mismo. Y ambas se determinan mutuamente.

El STRATEGOS es, por efecto de lo que representa la dirección de operaciones en el conflicto, un agente táctico. Y por la naturaleza del alcance de su función en la dirección del conflicto, un agente estratégico.

Queda, con todo ello, claramente definido el concepto de Estrategia y su diferencia con el STRATEGOS, Principios Estratégicos, tácticas, conflicto, etc.

El estudio de todo ello se inscribe en la lógica lo estratégico, es decir:

  • La Organización
  • El STRATEGOS
  • La Estrategia
  • El Conflicto

(Extracto del libro El STRATEGOS y 23 Principios Estratégicos para la lucha en el mercado. Aclaraciones indispensables de los conceptos de Estrategia, Negocio y competencia)

Fuente: https://elstrategos.com/concepto-de-estrategia/

Relaciones conflictivas: aplique la PAUSA


La gestión adecuada de las relaciones conflictivas condiciona la estabilidad mental y emocional de todo individuo. Así mismo su nivel de productividad y competitividad.

Las relaciones interpersonales determinan la forma en que el ser humano se inscribe y desarrolla en su medio social. Su importancia es fundamental en la calificación del desenvolvimiento y el tránsito por la vida.

(Temática abordada en el libro: “Cómo enfrentar problemas en los emprendimientos y en la vida“, de Carlos Nava Condarco)

Las habilidades de carácter social no son “adornos” de la personalidad, son un requisito indispensable del comportamiento. El medio social es el entorno primario del ser humano, y el desempeño “en sociedad” define la calidad de vida.

Las relaciones interpersonales pueden clasificarse así: relaciones satisfactorias, intrascendentes o conflictivas.

Si bien existen grados en la escala, el resultado tiene, como parámetro de evaluación, alguno de estos formatos.

Las relaciones personales satisfactorias se miden en términos de su beneficio; en ellas solo cabe maximizar el carácter positivo de los resultados. Este es un tipo de relación que en el peor de los casos debe conservarse y en el mejor, desarrollarse.

Las relaciones intrascendentes constituyen motivo de alarma, principalmente porque no son productivas, y deben invertirse esfuerzos sustanciales para que otorgan beneficio.

Las relaciones conflictivas son otra cosa, porque de hecho constituyen un problema.

Las personas pueden tener un conjunto importante de relaciones satisfactorias o intrascendentes y considerarse en buena situación. Pero incluso un número pequeño de relaciones conflictivas lo desvirtúa todo. La razón es simple: el conflicto afecta emocionalmente y desestabiliza.

El ser humano es una entidad,  y aunque tiene capacidad de procesar estímulos diferentes y dar respuestas distintas, es incapaz de construir “compartimentos estancos” que condicionen su conducta de acuerdo al entorno o situación que enfrente.

Un hombre que tiene conflictos en determinado ámbito de su vida, los traslada a otro en mayor o menor medida. La discriminación perfecta de hechos no existe, de la misma forma que el hombre perfecto tampoco.

Ése “hombre de diferentes sombreros”, que actúa con propiedad en cada situación, forma parte de un ideal y es poco práctico.

Las relaciones personales conflictivas afectan las satisfactorias, porque condicionan el estado emocional del individuo que en ambos casos es su protagonista.

¿Cómo se identifica una relación personal conflictiva?

Hay diferencia entre ellas y otras que pueden calificarse como difíciles. Las relaciones conflictivas tienen efectos negativos en las personas, alteran su estabilidad emocional, condicionan sus respuestas y generan estados de ánimo negativos por periodos largos de tiempo.

Por otra parte, estas relaciones tienen un ingrediente adicional: personas que actúan premeditadamente para afectar los intereses ajenos. Si habitualmente la vida presenta adversidades aleatorias, aquí son planificadas. Los protagonistas de estas relaciones mantienen situaciones hostiles que lesionan abiertamente.

Hay que actuar para que el grado de conflictividad no sea extremo y se lleve la relación a escenarios controlables.

Las medidas preventivas deben activarse el momento preciso en que la interacción corre riesgo de convertirse en un problema. Las relaciones conflictivas tiene un momento de inicio.

Existe un acto, una palabra, un gesto que condiciona el grado que el conflicto alcanza posteriomente.

La forma en que se trata ése “punto de quiebre” determina el “grado” de la pendiente que la interacción toma luego.

Es natural que las relaciones interpersonales se deterioren o concluyan. Pero es recomendable evitar el drama, de forma que la propia labor de controlar sus efectos o cambiar su estado, sea una labor más sencilla.

Todo depende de lo que suceda “ése” momento crucial que enfrenta a las personas en determinadas coyunturas.

Ahora bien, “ése” momento, ese “punto de quiebre” tiene sus particularidades:

  • Puede presentarse de manera inesperada
  • No está bajo control de nadie
  • Incorpora dosis elevadas de emotividad

Por otra parte, a “ése” momento llegan personas: seres con una intrincada estructura de emociones. Cada cual con la vastedad y complejidad del universo, y son “universos” los que colisionan en un momento dado. Y en tanto que las circunstancias constituyen el material explosivo, el ego de las personas es el detonador.

El ego es el factor sensible de la ecuación.

Las personas se entienden en términos del “Yo”, y cuando calculan que éste se encuentra amenazado, reaccionan instintivamente. Cuando se trata de un “ego lastimado”se desconectan de sus fuentes de raciocinio y actúan por impulso. Activan ésa lógica básica de “autoprotección” que tanto los acerca a los animales elementales. El ego difícilmente otorga algo. Habitualmente quiere dominar, y al sentirse amenazado reacciona sin proporciones.

El ego puede convertirse en enemigo duro e insensible de uno mismo. Es causa de una cantidad importante de dificultades y problemas, principalmente en el desenvolvimiento social.

Los hombres grandes triunfan primero sobre su “Yo” y tienen un ego pequeño, humilde y propenso a entenderse con los demás.

Sin embargo el hombre promedio se sujeta a un ego grande como lo hace el náufrago a la tabla de salvación.

El hombre grande tiene un ego firme pero es flexible. Sabe quién ES más allá de sus circunstancias. Ante la adversidad su ego es dúctil, soporta el golpe y retoma progresivamente su estado original, sin haber quebrado nada propio o ajeno.

La vida no es una justa de “egos”, es un torneo en el que se miden las competencias de las personas.

El individuo seguro de sí mismo no considera nunca que su ego se encuentre amenazado como producto de relaciones conflictivas.

El “Yo” es algo interno y se encuentra aislado de cualquier elemento externo, nada puede alcanzarlo “desde afuera”, en tanto que uno mismo no franquee la entrada. Ante situaciones difíciles los hombres grandes mantienen un “Yo” intacto.

Al “punto de quiebre” en las relaciones interpersonales se llega por efecto de egos que se sienten lastimados. Las respuestas apropiadas deben establecerse ése preciso momento. En la génesis de la relación afectada, en el instante que surge el punto de inflexión.

La respuesta apropiada protege el ego y evita el conflicto. Posibilita que la razón tome gobierno de las cosas y transforme la relación.

La respuesta en el momento más crítico del conflicto con otra persona consiste en establecer una profunda y prolongada PAUSA.

Una PAUSA determinante, un silencio total, un completo “no hacer nada”. Un NO REACCIONAR de ninguna manera (ni bien ni mal), solo detener todo.

Este momento es vital, de la misma forma que lo es una bocanada de aire fresco para quién se encuentra en medio de humo denso. Una PAUSA mental, una PAUSA física. Un momento de “suspensión” y absoluta levedad.

Este momento condiciona  el carácter que toma la interacción. “Marca y sella” el conflicto.

La PAUSA le quita combustible al fuego, reduce el ímpetu de las energías adversas y brinda una oportunidad a la razón.

Y esto es todo lo que el hombre inteligente precisa: la posibilidad de hacer prevalecer la razón para tratar un conflicto.

Esta PAUSA no es muestra de debilidad, porque permite activar una sólida respuesta, una que emerge del cerebro y no del estómago.

Esta PAUSA no otorga, cede o debilita nada, ¡todo lo contrario! Permite fortalecer una respuesta, un futuro argumento. El ego propio, entre que elástico y flexible, soporta el golpe, lo “absorbe”, pero al mismo tiempo toma energía para volver con ventaja al punto de partida, de la misma forma que lo hace el elástico de una onda. Nada hay más sólido que un cuerpo flexible.

La naturaleza y dinámica de los conflictos (con mayor razón entre las personas), es compleja. Pero el ejercicio sencillo de esta recomendación la simplifica enormemente.

En un conflicto con otra persona NO DEBE REACCIONARSE NUNCA sin haberse meditado una respuesta. Menos aún si se recibe un ataque.

Establecer la PAUSA permite jugar el resto de la partida con control y dominio de los movimientos.

Esta PAUSA es una representación de poder igual al que proporciona el control remoto de un televisor: con él se establece el curso de los hechos a discrecionalidad. Esta PAUSA permite adueñarse del devenir de las cosas y no ser títere de las circunstancias y los demás.

Ante el enojo ajeno o propio: PAUSA.

Frente a la provocación: PAUSA.

A la afrenta o el insulto: PAUSA.

Ante la agresión: PAUSA.

La PAUSA es una forma de manejar el tiempo, y éste debe ser un aliado.

Los conflictos son como un rio brioso, y cruzar sus aguas impetuosas solo lleva a ser arrastrado por la corriente.

Imagínese, por otra parte, que se tiene el poder de detener las aguas y vadearlas con tranquilidad, con absoluta seguridad. Eso se consigue con la PAUSA. Después, cuando la razón toma control de las circunstancias, se evalúa la respuesta.

Y cualquiera que ésta fuese, nace con una ventaja, porque parte desde una posición de victoria. Dado que ejercitar y sostener la PAUSA, ya es un triunfo que pocos conocen.

Fuente: https://elstrategos.com/como-enfrentar-relaciones-conflictivas/ 

Los Invictos - William Faulkner



William Faulkner nació en New Albany - Mississippi, Estados Unidos de América, el año 1897; falleció en Oxford – Mississippi, en 1962. En su obra «El Sonido de y la Furia» de 1929, usó por primera vez la técnica del soliloquio interior. Miembro de una familia venida a menos por causa de la guerra de Secesión, se desarrolló en un ambiente sureño influenciado por los recuerdos de la guerra.

En 1949 obtuvo el Premio Nobel de Literatura. «Los Invictos» forma parte del grupo de novela que escribió al final de su vida retirada y apacible que nunca abandonó, en ella refleja con sencillez y maestría los problemas y preocupaciones de los habitantes del añejo sur de los Estados Unidos de América.

Una obra muy recomendada para quienes desean ahondar en las vivencias de los hombres y mujeres inmersos en el ambiente de la Guerra de Secesión.

Autor: Miguel Ángel Moreno Villarroel