La gestión adecuada de las relaciones
conflictivas condiciona la estabilidad mental y emocional de todo
individuo. Así mismo su nivel de productividad y
competitividad.
Las relaciones interpersonales determinan la forma en
que el ser humano se inscribe y desarrolla en su medio social. Su importancia
es fundamental en la calificación del desenvolvimiento y el tránsito por la
vida.
(Temática abordada en el libro: “Cómo enfrentar problemas en los emprendimientos y en la vida“, de Carlos
Nava Condarco)
Las habilidades de carácter social no son “adornos” de
la personalidad, son un requisito indispensable del comportamiento. El medio
social es el entorno primario del ser humano, y el desempeño “en sociedad”
define la calidad de vida.
Las relaciones interpersonales pueden clasificarse
así: relaciones satisfactorias, intrascendentes o conflictivas.
Si bien existen grados en la escala, el resultado
tiene, como parámetro de evaluación, alguno de estos formatos.
Las relaciones personales satisfactorias se miden en
términos de su beneficio; en ellas solo cabe maximizar el carácter positivo de
los resultados. Este es un tipo de relación que en el peor de los casos debe
conservarse y en el mejor, desarrollarse.
Las relaciones intrascendentes constituyen motivo de
alarma, principalmente porque no son productivas, y deben invertirse esfuerzos
sustanciales para que otorgan beneficio.
Las relaciones conflictivas son otra cosa, porque de
hecho constituyen un problema.
Las personas pueden tener un conjunto importante de
relaciones satisfactorias o intrascendentes y considerarse en buena situación.
Pero incluso un número pequeño de relaciones conflictivas lo desvirtúa todo. La
razón es simple: el conflicto afecta
emocionalmente y desestabiliza.
El ser humano es una entidad, y aunque tiene
capacidad de procesar estímulos diferentes y dar respuestas distintas, es incapaz
de construir “compartimentos estancos” que condicionen su conducta de acuerdo
al entorno o situación que enfrente.
Un hombre que tiene conflictos en determinado ámbito
de su vida, los traslada a otro en mayor o menor medida. La discriminación
perfecta de hechos no existe, de la misma forma que el hombre perfecto tampoco.
Ése “hombre de diferentes sombreros”, que actúa
con propiedad en cada situación, forma parte de un ideal y es poco práctico.
Las relaciones personales conflictivas afectan las
satisfactorias, porque condicionan el estado emocional del individuo que en
ambos casos es su protagonista.
¿Cómo se identifica una relación personal conflictiva?
Hay diferencia entre ellas y otras que pueden
calificarse como difíciles. Las relaciones conflictivas tienen efectos
negativos en las personas, alteran su estabilidad emocional,
condicionan sus respuestas y generan estados de ánimo negativos por periodos
largos de tiempo.
Por otra parte, estas relaciones tienen un ingrediente
adicional: personas que actúan premeditadamente para afectar los intereses
ajenos. Si habitualmente la vida presenta adversidades aleatorias, aquí son
planificadas. Los protagonistas de estas relaciones mantienen situaciones hostiles
que lesionan abiertamente.
Hay que actuar para que el grado de conflictividad no
sea extremo y se lleve la relación a escenarios controlables.
Las medidas preventivas deben activarse el momento
preciso en que la interacción corre riesgo de convertirse en un problema. Las
relaciones conflictivas tiene un momento de inicio.
Existe un acto, una palabra, un gesto que condiciona
el grado que el conflicto alcanza posteriomente.
La forma en que se trata ése “punto de quiebre”
determina el “grado” de la pendiente que la interacción toma luego.
Es natural que las relaciones interpersonales se
deterioren o concluyan. Pero es recomendable evitar el drama, de forma que la
propia labor de controlar sus efectos o cambiar su estado, sea una labor más
sencilla.
Todo depende de lo que suceda “ése” momento crucial
que enfrenta a las personas en determinadas coyunturas.
Ahora bien, “ése” momento, ese “punto de quiebre”
tiene sus particularidades:
- Puede presentarse de manera
inesperada
- No está
bajo control de nadie
- Incorpora dosis elevadas de
emotividad
Por otra parte, a “ése” momento llegan personas: seres
con una intrincada estructura de emociones. Cada cual con la vastedad y
complejidad del universo, y son “universos” los que colisionan en un momento
dado. Y en tanto que las circunstancias constituyen el material explosivo, el
ego de las personas es el detonador.
El ego es el factor sensible de la ecuación.
Las personas se entienden en términos del “Yo”, y
cuando calculan que éste se encuentra amenazado, reaccionan instintivamente.
Cuando se trata de un “ego lastimado”se desconectan de sus fuentes de
raciocinio y actúan por impulso. Activan ésa lógica básica de “autoprotección”
que tanto los acerca a los animales elementales. El ego difícilmente otorga
algo. Habitualmente quiere dominar, y al sentirse amenazado reacciona sin
proporciones.
El ego puede convertirse en enemigo duro e insensible
de uno mismo. Es causa de una cantidad importante de dificultades y problemas,
principalmente en el desenvolvimiento social.
Los hombres grandes triunfan primero sobre su “Yo” y
tienen un ego pequeño, humilde y propenso a entenderse con los demás.
Sin embargo el hombre promedio se sujeta a un ego
grande como lo hace el náufrago a la tabla de salvación.
El hombre grande tiene un ego firme pero es flexible.
Sabe quién ES más allá de sus circunstancias. Ante la adversidad su ego es
dúctil, soporta el golpe y retoma progresivamente su estado original, sin haber
quebrado nada propio o ajeno.
La vida no es una justa de “egos”, es un torneo en el
que se miden las competencias de las personas.
El individuo seguro de sí mismo no considera nunca que
su ego se encuentre amenazado como producto de relaciones conflictivas.
El “Yo” es algo interno y se encuentra aislado de
cualquier elemento externo, nada puede alcanzarlo “desde afuera”, en tanto que
uno mismo no franquee la entrada. Ante situaciones difíciles los hombres
grandes mantienen un “Yo” intacto.
Al “punto de quiebre” en las relaciones
interpersonales se llega por efecto de egos que se sienten lastimados. Las
respuestas apropiadas deben establecerse ése preciso momento. En la génesis de
la relación afectada, en el instante que surge el punto de inflexión.
La respuesta apropiada protege el ego y evita el conflicto.
Posibilita que la razón tome gobierno de las cosas y transforme la relación.
La respuesta en el momento más crítico del conflicto
con otra persona consiste en establecer una profunda y prolongada PAUSA.
Una PAUSA determinante, un silencio total, un completo
“no hacer nada”. Un NO REACCIONAR de ninguna manera (ni bien ni mal), solo
detener todo.
Este momento es vital, de la misma forma que lo es una
bocanada de aire fresco para quién se encuentra en medio de humo denso. Una
PAUSA mental, una PAUSA física. Un momento de “suspensión” y absoluta levedad.
Este momento condiciona el carácter que toma la
interacción. “Marca y sella” el conflicto.
La PAUSA le quita combustible al fuego, reduce el
ímpetu de las energías adversas y brinda una oportunidad a la razón.
Y esto es todo lo que el hombre inteligente precisa:
la posibilidad de hacer prevalecer la razón para tratar un conflicto.
Esta PAUSA no es muestra de debilidad, porque permite
activar una sólida respuesta, una que emerge del cerebro y no del estómago.
Esta PAUSA no otorga, cede o debilita nada, ¡todo lo
contrario! Permite fortalecer una respuesta, un futuro argumento. El ego
propio, entre que elástico y flexible, soporta el golpe, lo “absorbe”, pero al
mismo tiempo toma energía para volver con ventaja al punto de partida, de la
misma forma que lo hace el elástico de una onda. Nada hay más sólido
que un cuerpo flexible.
La naturaleza y dinámica de los conflictos (con mayor
razón entre las personas), es compleja. Pero el ejercicio sencillo de esta recomendación
la simplifica enormemente.
En un conflicto con otra persona NO DEBE REACCIONARSE
NUNCA sin haberse meditado una respuesta. Menos aún si se recibe un ataque.
Establecer la PAUSA permite jugar el resto de la
partida con control y dominio de los movimientos.
Esta PAUSA es una representación de poder igual al que
proporciona el control remoto de un televisor: con él se establece el curso de
los hechos a discrecionalidad. Esta PAUSA permite adueñarse del devenir de las
cosas y no ser títere de las circunstancias y los demás.
Ante el enojo ajeno o propio: PAUSA.
Frente a la provocación: PAUSA.
A la afrenta o el insulto: PAUSA.
Ante la agresión: PAUSA.
La PAUSA es una forma de manejar el tiempo, y éste
debe ser un aliado.
Los conflictos son como un rio brioso, y cruzar sus
aguas impetuosas solo lleva a ser arrastrado por la corriente.
Imagínese, por otra parte, que se tiene el poder de
detener las aguas y vadearlas con tranquilidad, con absoluta seguridad. Eso se
consigue con la PAUSA. Después, cuando la razón toma control de las
circunstancias, se evalúa la respuesta.
Y cualquiera que ésta fuese, nace con una ventaja,
porque parte desde una posición de victoria. Dado que ejercitar y sostener la
PAUSA, ya es un triunfo que pocos conocen.
Fuente: https://elstrategos.com/como-enfrentar-relaciones-conflictivas/