Si bien la perseverancia es
requisito indispensable para que los emprendimientos tengan éxito, puede
constituir también una desventaja en el desenvolvimiento del negocio si no es
entendida apropiadamente. Hay que ser cuidadoso con las interpretaciones.
La perseverancia es el título del libro que cuenta la
historia del emprendedor. Pero no explica el contenido de cada capítulo.
De todos los requisitos que se precisan para
emprender, la perseverancia está asociada a fuerza de voluntad y poder de
“tracción” para enfrentar la adversidad y sobrellevarla. En ello es virtuosa
aliada de habilidades y aptitudes, pero no tiene capacidad de sustituirlas.
La confusión en esto puede provocar algo frecuente en
los actos de gobierno: la procrastinación.
No existe término que explique mejor el asunto.
Procrastinar es la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que
deben atenderse, sustituyéndolas por otras menos relevantes. A diferencia de
postergar algo, el acto de procrastinar SUSTITUYE la actividad postergada por
otra menos importante y “más cómoda”.
En el emprendimiento existen situaciones que deben
atenderse tomando decisiones objetivas y oportunas, hechos que deben
modificarse profundamente. Pero cuando el emprendedor gestiona el negocio
enfocado en la lógica de perseverar, puede caer en la trampa de postergar o
sustituir éstas decisiones por otras de menor relevancia.
A veces la línea es delgada entre perseverancia y
obstinación.
La primera es una virtud, pero la segunda un defecto
costoso. Precisamente porque se evidencia tarde, luego de un ciclo largo de
procrastinación.
La perseverancia se perfecciona como acto de gestión
en tanto que las tareas se estén conduciendo por el camino correcto.
Si el camino está equivocado, la perseverancia sólo
conseguirá que el error se manifieste más tarde y a mayor costo.
Cuando el emprendedor empieza sus tareas adopta una
conducta perseverante como forma, casi intuitiva, de sustituir la experiencia
que no posee. Y cuando ya ha materializado experiencias valiosas, tiende a ser
menos paciente.
En ambos casos existen errores de importancia.
La perseverancia debe aplicarse siempre en los actos
de la vida y los negocios, más allá de la experiencia que se tenga. Y por otra
parte no debe sustituir nunca otras habilidades indispensables para la buena
gestión.
Existen objetivos y tareas en el emprendimiento que no
se abordan con perseverancia. Y el solo hecho de privilegiarla causa perjuicio.
Esto es como la historia de la puerta que no puede
abrirse por mucho que se la empuje, pero tiene un cartel que dice “jale”. Se
puede perseverar en los esfuerzos de empujarla y no conseguir nada. Por otra
parte, con poca energía se la abre jalándola. Hay situaciones cuyo trato no
pasa por la aplicación de gran energía o voluntad, más bien por la básica
habilidad de interpretar las señales.
La perseverancia no puede sustituir la imprescindible
habilidad de DIRIGIR el negocio. No constituye alternativa a la intuición o el
conocimiento del oficio. El emprendedor puede ser más o menos perseverante,
pero NUNCA un hombre que no tome decisiones.
En el mundo de los negocios un hombre que toma decisiones es un
activo de valor incomparable.
Las condiciones del entorno cambian dramáticamente, y
la necesidad de adaptarse a ellos es requisito de sobrevivencia. Cuando se
trata de tomar decisiones no se puede vacilar. La propia perseverancia es en
los hechos una decisión. En la relación causal, es un efecto, y no puede
convertirse en una causa.
Existe una sabiduría ancestral en el arte de dirigir
que está constituida por los Principios Estratégicos. Éstos son la experiencia
de miles de STRATEGOS en la interacción con muchos conflictos a lo largo de la
historia. Esta experiencia genera pautas de comportamiento para la gestión que
pocas veces son equivocadas. Uno de los Principios Estratégicos más importantes
es convertir el tiempo en aliado. Y a su sombra se desenvuelve
ese delicado equilibrio entre perseverar y tomar decisiones.
Cuando el emprendedor se ampara en el Principio
Estratégico no comete errores. Activa la perseverancia en tanto ella convierta
el tiempo en su aliado, o toma una decisión diferente que conduzca al mismo
fin.
La toma de decisiones entra en conflicto con otro
elemento que a veces se nutre maliciosamente de la perseverancia: la aversión
al riesgo.
Por cada decisión que se toma se asumen riesgos proporcionales.
Y existen umbrales diferentes de tolerancia a ellos. En tanto se persevera en
una decisión, se evita tomar otras y asumir los riesgos inherentes. De allí que
sea más sencillo perseverar que tomar decisiones.
El viaje del emprendedor, desde ésa pequeña estación
donde inicia la marcha, hasta aquella en que, eventualmente, se convierte en
una importante organización de negocios, es largo y complejo. Los obstáculos
son frecuentes y difíciles de superar. Para mantener viaje es indispensable ser
perseverante, pero la conducción del vehículo no tiene nada que ver con ello.
Depende de la habilidad del conductor y su capacidad de tener claro el destino.
Es la habilidad de conducción la que permite superar obstáculos.
El tiempo es el mejor aliado y el peor enemigo. La
perseverancia juega en sus entramados y debe hacerlo con cuidado.
No existen muchas historias de éxito asociadas a
emprendedores obstinados. Probablemente aquellas pocas que se fundamentan en
una chispa de genialidad o visión aguda. La mayoría de los casos exitosos
corresponde a hombres que toman decisiones difíciles, sin consideración
exhaustiva de los riesgos o el fracaso.
Si cabe preguntarse cuál es el requisito para tomar
decisiones apropiadas, y si no se quiere explorar en la personalidad o el
carácter, ayuda remitirse a otro Principio Estratégico: conozca su
oficio.
El emprendedor debe conocer hasta el detalle más
pequeño de su negocio, el mercado y los competidores. La estructura y la gente
que lo soporta, las variables y tendencias medioambientales.
El conocimiento del oficio es una tarea que tiene
punto de partida pero no final. Es necesario aprender permanentemente
para decir que se conoce. La experiencia es un conocimiento asociado
al tiempo y no al aula. El conocimiento tiene vínculo, por igual, con libos y
fracasos.
El Principio Estratégico hace alusión a un
conocimiento integral del oficio a lo largo del tiempo.
Cuando el conocimiento del oficio constituye una
obsesión, las bases están dadas para que se tomen decisiones oportunas y
correctas. Nada proporciona tanta confianza como el conocimiento.
Allá donde existe un hombre perseverante que conoce su
oficio y tiene fe en sí mismo, no solo se halla un negocio exitoso, se
encuentra una fuerza vital.
Estos hombres son escasos, pero con un grupo pequeño
de ellos se puede cambiar el mundo.
Fuente: https://elstrategos.com/cuidado-con-la-perseverancia/