Muchas veces se olvida que las diferencias entre amateurs y profesionales trascienden el oficio que se practica. No importa si se trata de la persona que barre las calles o quién diseña trajes espaciales. Tampoco es una cuestión de aptitud, más bien de actitud.
Se puede ser una persona mediocre aun teniendo muchos conocimientos y
experiencia, por otra parte, se puede destacar tremendamente incluso con poca
formación de base. La diferencia es un asunto de mentalidad.
“Lo profesional” no es un estado, es una cualidad. Una forma de entender
y actuar en el oficio que se tiene. El mejor heladero del mundo no es pobre simplemente porque imprime
mucho valor a lo que hace. De esto se trata la profesionalidad.
Estas son las 11 diferencias esenciales entre las personas que trabajan
para vivir y las que viven su trabajo:
Los amateurs se dejan llevar por los eventos del día,
los profesionales tienen una rutina
Los mejores exponentes, de cualquier oficio, comparten un rasgo en
común: tienen una rutina, y la siguen disciplinadamente.
En realidad, la mayor parte de lo que se llama grandeza es simplemente
el resultado de pequeñas acciones bien hechas cada día, una y otra y otra vez.
Para que esto sea posible, los profesionales establecen rutinas. Así
toman control de las dinámicas del día. Eliminan preguntas y sorpresas
controlando los acontecimientos.
También se dan cuenta que una rutina es inútil si el entorno no es el
adecuado para seguirla, por eso crean su entorno, no solo existen en él.
En resumen, establecen los términos.
A los aficionados les encanta el premio, a los
profesionales el proceso
Pocas veces se alcanza el objetivo si la vista en la cima es lo único
que motiva el escalamiento.
Es absolutamente necesario que la carrera sea tan emocionante como el
hecho efímero de cruzar la meta.
Puede sonar como un cliché, pero los profesionales realmente se enamoran
del proceso.
Los amateurs hacen que los procesos parezcan
difíciles, los profesionales hacen que parezcan fáciles
Esta es la “paradoja del esfuerzo”: hay que esforzarse más para que algo
parezca fácil.
Los profesionales reconocen que esos desempeños que se ven “elegantes” y
sencillos, son solo el resultado de mucho esfuerzo y práctica.
Porque ésta es una verdad que el Universo no esconde nunca: las cosas
pequeñas nutren la grandeza.
Los aficionados culpan a los demás, los profesionales
se hacen responsables de sus actos
Cuando se produce un fracaso o un error, hay dos tipos de
interpretaciones:
- El
amateur mira hacia afuera y los atribuye a mala suerte, circunstancias
injustas, alguien que hizo trampa, etc.
- El
profesional mira hacia adentro y reconoce falta de preparación, fallas en
la rutina, irregularidades en la intensidad, etc.
Los individuos del primer grupo se estancan y marchitan, los segundos
crecen.
Los amateurs atribuyen el éxito a la habilidad y el fracaso a la mala
suerte. Los profesionales, por otra parte, también reconocen el papel de la
habilidad y la suerte en cada resultado, por eso se enfocan en los factores
controlables y crean un entorno en el que es más probable que la fortuna los
encuentre.
La responsabilidad personal siempre genera progreso.
Los amateurs son como una luz centelleante, los
profesionales son un faro
Muchas personas son capaces de generar ráfagas de energía, sin embargo,
pocas consiguen producir flujos constantes, día tras día.
Quienes “resplandecen” intermitentemente pueden llamar la atención, pero
las personas que iluminan el entorno con sus actos, son siempre un referente.
A los profesionales les enorgullece “marcar el reloj”, estar allí todos
los días. A eso conduce la constancia, sumada a una sólida disciplina y una
gran resiliencia.
Como bien lo atestigua la historia de Charles Goodyear: “nunca apuestes contra alguien que
simplemente sigue apareciendo, una y otra vez”
Los aficionados realizan cien movimientos mediocres,
los profesionales ejecutan uno perfecto
“No temo al hombre que ha practicado 10.000 golpes una vez, más bien a
quién ha practicado un golpe 10.000 veces”. (Bruce Lee)
Los profesionales saben que la ventaja principal se alcanza
estableciendo las pautas y desenvolviéndose en el juego que dominan.
Por ello son:
- Conscientes
de sí mismos para determinar su ventaja principal.
- Estratégicos
para alinear las situaciones y los eventos a esa ventaja.
- Despiadados para explotarla.
Se preocupan menos en trabajar sus debilidades y más en aprovechar sus
fortalezas.
Los amateurs temen al fracaso, los profesionales lo
aceptan
Existe otra evidente paradoja, la del fracaso: en tanto más se falla,
más aciertos se consiguen.
Los “tiros a puerta” son necesarios si se quiere marcar, porque de hecho
¡se pierde el 100% de los tiros que no se hacen!
Por esto es cierto que el crecimiento más significativo a menudo
proviene de los mayores fracasos.
Los profesionales no aceptan la derrota como algo inevitable, pero tampoco la temen.
Por esto, es bueno recordar siempre que uno es falible y que
eventualmente fallará. Luego, hay que abrazar el hecho y fracasar de forma
inteligente y rápida.
Los amateurs temen equivocarse, los profesionales lo
disfrutan
Ante su propia
incompetencia:
- El
amateur se agita para distraerse e ignorar sus falencias.
- El
profesional solicita apoyo para superar debilidades y reorganiza las cosas
para evitar exposición.
Los profesionales entrenan sus mentes para aceptar información nueva que
conduce a cambios de puntos de vista y mejoras estratégicas.
Ven cada “actualización de software” como una versión que mejora la
anterior y no como una incomodidad.
Porque finalmente, son las mentalidades abiertas las que gobiernan el
mundo.
Los aficionados son impacientes, los profesionales
pacientes
Los amateurs son pacientes con las acciones e impacientes con los
resultados, en tanto los profesionales son impacientes con las acciones y
pacientes con los resultados.
Los profesionales pueden retrasar las gratificaciones (su baja preferencia temporal les permite actuar a largo
plazo de manera más efectiva), pero al mismo tiempo entienden que el futuro se
construye a partir de pequeñas acciones diarias.
Los amateurs esperan buenos desenlaces, los
profesionales los crean
Los aficionados entran a la arena con los dedos cruzados, mientras que
los profesionales lo hacen con un plan. Se dan cuenta que eso que se llama
suerte es el resultado grande de miles de acciones pequeñas.
Los profesionales multiplican la suerte.
Los aficionados presionan, los profesionales esperan
Cuando los niveles de tensión y estrés aumentan:
- El
aficionado se siente incómodo y presiona en un esfuerzo por avanzar
rápidamente hasta el final.
- El
profesional está cómodo, observa situaciones y oponentes esperando el
momento oportuno para actuar y golpear.
El aficionado se mueve constantemente, creyendo que avanzar hacia
adelante constituye progreso.
El profesional, en cambio, se mueve lentamente, hace constantes pausas
para pensar y actúa en consecuencia.
Esta es la paradoja de la velocidad: hay que reducir el ritmo para
acelerar. La lentitud y la velocidad son estados que se trabajan con la misma
suavidad.
Conclusión
El desempeño profesional es producto de una mentalidad bien definida de
excelencia y distinción. No importa el oficio que se practique, en tanto se lo
haga “mejor que nadie”.
Lo anterior responde ciertamente a conocimientos, habilidades y
destrezas, pero es un asunto esencialmente relacionado a la ACTITUD. No hay
ningún título o diploma que pueda clasificar a alguien como un profesional.
Ésta es una distinción que se alcanza a partir de la forma en la que se hacen
las cosas. La función define al sujeto, no aplica lo inverso.
“Toda persona que desee triunfar profesionalmente en la vida debe
aspirar a ser “el mejor del mundo en lo que hace”. No el mejor de la empresa,
del barrio, de la ciudad o del país, sino el mejor de todos. Éste es un
individuo al que el destino le tiende mesa para que se sirva lo que desee”.