Se conocen
muchas clases de visitas y aquí nos limitaremos solamente a enumerar las
principales que son las más comunes
Cuáles son los tipos de visitas más comunes. Visitas
familiares, sociales y de compromiso
Las visitas
forman una parte muy importante de las relaciones sociales; son más que
simples medios de comunicación establecidos por la necesidad. Las visitas
tienen a la vez por objeto el deber y el recreo, interviniendo en
casi todos los actos de la vida.
Se
conocen muchas clases de visitas y aquí nos limitaremos
solamente a enumerar las principales, pues respecto a aquellas, que no tienen
lugar sino por circunstancias especiales, el comportamiento y 'protocolo' en
estas visitas será muy similar.
Principales
tipos de visitas
1. Visitas
de Santos o natalicios. Visitas para felicitar y, en algunos
casos, celebrar y festejar.
2. Visitas
de amistad y las de ceremonia. Visitas para charlar y para saber cómo se
encuentran y algunos otros detalles.
3. Visitas
generales. Son las que hacen al establecer en una población.
No hablaremos
aquí de las visitas de negocios, porque no
tiene el componente social que tratamos en las clases de visita de este
artículo.
Al principio de cada año se deben visitar a los parientes, después
a los superiores y a los jefes respectivos según su clase, sus protectores,
amigos, y todas las personas con quien se está en relación.
No haremos mención de las visitas de amistad, sino
para recordar que prohíben todo ceremonial y etiqueta. Se pueden hacer a todas
horas, sin preparativos ni adornos; un vestido o traje lujoso estaría fuera de
lugar, y si la calidad y circunstancias de las visitas que hubieseis de hacer
en el resto del día , os obligan a presentaros así en casa de una amiga, debéis
excusaros manifestando la causa. Si no la encontráis en casa no le dejéis
tarjeta, pues extrañaría semejante extemporáneo cumplimiento; limitaos a
encargar a sus criados, le hagan presente que habéis estado a verla, y
únicamente debéis dejar tarjeta cuando no encontraréis tampoco a sus domésticos.
En este caso es conveniente no dejar pasar mucho tiempo sin repetir la visita.
Con un pariente y amigo a quien
se tiene y aprecia como tal, no se cuentan las visitas; el que tiene más tiempo desocupado visita al
que está más atareado, sin abusar de este privilegio. Es preciso guardar algún
intervalo aún en esta clase de visitas, evitando la demasiada frecuencia,
recordando aquel feliz pensamiento de un célebre autor: "molestamos
frecuentemente a los demás, cuando creemos imposible que esto suceda". Las
visitas de ceremonia no se hacen jamás sin tener en cuenta el tiempo que han
tardado o dejado pasar para devolveros el cumplido, y es muy prudente dejar un
período semejante entre visita y visita. El tiempo transcurrido sin pagaros la
visita es una indicación de la conducta que debéis seguir en vuestras
relaciones con la persona en cuestión. Hay personas a quienes se visita una vez
cada mes, otras cada quince días y algunas aún con menos frecuencia.
Las personas de muchas relaciones
sociales deben llevar una nota de las visitas que hacen, para evitar las
equivocaciones, ya sea por exceso o por falta.
Para hacer de un modo conveniente
las visitas de
ceremonia debe evitarse el practicarlas cuando os halléis
con alguna indisposición que perjudique temporalmente a la figura o la voz; que
embarace el discurso, tal como una fluxión, reuma o cosa parecida, pues
correríais el riesgo de pasar por demasiado familiar. En este estado hacer solo
visitas de confianza y estaréis, por el contrario, muy oportunas y amables.
También es indispensable elegir las horas a
propósito para hacer las visitas. Hay que tener en cuenta los usos y costumbres
de las personas a quien se va a ver para no embarazarlas o hacerles alterar la
hora de comer, sus ocupaciones o paseo de costumbre, No se puede asentar una
regla absoluta sobre el particular, pero se puede señalar como una regla muy
acertada que las visitas de ceremonia no deben hacerse ni antes de las dos de
la tarde ni después de las cinco. Obrar con esta advertencia es exponerse a ser
inoportuno presentándose en una casa demasiado temprano, o alterando las
costumbres que tenga una familia por la noche.
No obstante, entre las personas
que tienen el día destinado a los negocios están admitidas las visitas por la
noche.
Después de prepararse con el traje y adornos a
propósito para la clase de visitas que se van a hacer, se debe proveer de
tarjetas las que deben llevarse dentro de un tarjetero. Variada ha sido durante
algún tiempo la forma y matices adoptados en las tarjetas, pero hoy han
prevalecido de una fina cartulina, litografiadas y con caracteres de una letra
inglesa. Las tarjetas de luto llevan una faja o van en cartulina negra.
Las personas distinguidas y
de importantes negocios, que tienen al propio tiempo muchas relaciones, está
admitido que puedan mandar tarjetas por medio de sus criados, y en el caso de
que hagan alguna visita personalmente suelen poner estas iniciales debajo de su
nombre: "E.P.", es decir "en persona", o doblar por el
medio la tarjeta. Más a menos que una alta posición no prescriba o justifique
la primera práctica, sería muy ridículo adoptarla.
Es de muy mal tono conservar en el borde o marco de las
lunas o espejos, las tarjetas que se reciben; esto parece dar a
entender que se quiere hacer ostentación de las relaciones que se tienen.
Si el que va a hacer una visita,
lleva carruaje, el lacayo sube a la casa a informarse si está la persona a
quien se va a visitar; caso que se vaya a pie se debe hacer por si propio.
Los criados deben ser reputados a
manera de soldados que tienen su consigna y así, cuando contestan que sus amos
no están en casa, no se debe insistir aun cuando conste lo contrario, y aunque
por azar se les oyese hablar, se les debe dejar una tarjeta y tomar
tranquilamente la escalera.
Cuando un criado responde que su
amo o persona por quien se pregunta está indispuesta, ocupada o comiendo, debe
hacerse lo mismo que en el caso anterior, manifestando su sentimiento. Deben
darse tantas tarjetas como personas principales hay en la casa que se visita.
Al ser introducidos en una casa
debéis dejar en la antecámara los chanclos, el paraguas y la capa; las señoras también dejan sus abrigos.
Enseguida es preciso hacerse anunciar por un criado si está así establecido en
la casa, o al menos aguardar que sin anunciarnos abran la puerta de la sala o
el gabinete. En caso de ausencia de los criados, no debéis entrar
inmediatamente, sino herir ligeramente la puerta con la mano, y aguardar que se
os abra, o que os den permiso para entrar. Si no sucede lo uno ni lo otro,
abrid lenta y suavemente la puerta, y si no encontráis persona alguna, guardaos
de penetrar más adelante y volved por el mismo camino a la antesala, aguardando
a alguien que os introduzca. Si la detención se prolonga demasiado, dejaréis
vuestra tarjeta sobre una mesa o bien al portero. Estos casos se presentan muy
rara vez, más es conveniente preverlo todo para que no coja de sorpresa.
Respecto a los caballeros, al ser admitidos o
presentarse en una visita lo hacen con el sombrero en la mano,
saludando con gracia y respeto. Debe anticiparse a tomar una silla para evitar
esta molestia a las personas de la casa, y colocarla cerca de la puerta de
entrada y a cierta distancia de los dueños de la casa. No debe sentarse hasta
tanto que ellos no lo hagan, teniendo el sombrero en la mano apoyado sobre las
rodillas, sin balancearse ni hundirse en su asiento, sino guardando una postura
a la vez cómoda y decente. Sería familiar y de mal tono desembarazarse del
sombrero y bastón antes que el dueño y, sobre todo, la dueña de la casa nos
haya invitado a hacerlo y aún entonces será bien ofrecer alguna resistencia y
no ceder sino a la segunda o tercera insinuación; debe colocarse sobre alguna
consola o velador que se encuentren cercanos; muchas personas de buen tono
colocan el sombrero sobre el pavimento, lo cual no debe permitir el dueño de la
casa. Por otra parte, la invitación a dejar el sombrero, no se hace sino a
personas que se quiere tratar con cierta familiaridad, pues en las visitas de
ceremonia, se conserva el sombrero en la mano.
Estos consejos se refieren
también a las señoras. Está admitida entre ellas la costumbre, al hacer algunas
visitas, de dejar el
sombrero y el chal, más esto supone mucha intimidad para que se
permitan hacerlo en casa de personas que le son poco conocidas. Si se les
invita a ello deben rehusarlo. Los pocos momentos destinados a una visita de
ceremonia, la necesidad de consultar un espejo al volver a ponerse el sombrero
y de ser ayudada para arreglarse el chal se oponen a que acepten esta invitación.
Si tienen alguna confianza con las personas que visitan y desean desembarazarse
de estos objetos deben pedir su permiso. Deben depositarse estos objetos sobre
una butaca o mueble apartados y jamás se deben colocar sobre las camas, a no
ser que lo haga así la dueña de la casa. Cuando se está de visita en una casa
adonde se va con mucha frecuencia, se puede hacer esto sin decir una palabra y
aún también arreglarse el cabello delante de un espejo con tal que esta
operación dure pocos momentos.
Si aquel a quien visitáis, se prepara para salir o sentarse a la
mesa, aunque os ruegue os detengáis debéis retiraros lo más
pronto posible; por su parte la persona interrumpida no debe dejar entrever un
deseo demasiado pronunciado porque la visita se concluya prontamente.
Se debe tener la mayor amabilidad siempre
al recibir una visita y cuando las circunstancias que acabamos de mencionar
concluyan en breve rato, se debe manifestarles sentimiento por disfrutar tan
poco tiempo de su amable compañía.
Las visitas de ceremonia deben
ser cortas y si la conversación se encuentra cortada por las personas a quien
vais a visitar, si se levanta bajo un pretexto cualesquiera el uso exige
saludar y retirarse.
Si antes de esta invitación
tácita para que os retiréis, se
anuncian otras visitas, no por eso debéis dejar de salir. En el
caso en el que el dueño de la casa os instase a quedaros por más tiempo
ofreciéndose a acompañaros, debéis responder en pocas palabras que un negocio
indispensable os llama y le rogareís con instancia no se moleste por vos.
Cuando sobreviene o se presenta alguno de vuestros amigos sería
impolítico separaros de esto modo. En todo caso se debe saludar a los recien
llegados y cuando se trata de una señora todo el mundo se levanta a su entrada.
Respecto a los caballeros, solo entre ellos se levantan y las señoras saludan
ligeramente con la cabeza devolviendo el saludo.
Si al entrar en una visita encontráis
que personas extrañas que tienen entrablada una conversación, contentáos con
las palabras que os dirijan los dueños de la casa; no os detengáis más que
algunos instantes, haced un saludo general y conducíos como en el caso
anterior.
Si alguna vez acontece que
los recién llegados,
bien porque os conozcan de vista, bien por otra razón se unan con los dueños de
la casa para insistir que no os vayáis, respondedles algunas palabras políticas
y aún lisonjeras, más no desistáis por eso de retiraros.
Si estando en visita traen una
carta para la señora o dueño de
la casa, está en el orden que no la abra, más de vuestra parte está el rogarle,
lo haga y se entere del contenido, y caso que no acceda, estáis en el caso de
abreviar vuestra visita.
Cuando en una visita de media etiqueta insisten
vivamente porque os quedéis, conviene ceder al pronto y luego que pase algún
tiempo levantarse; si aun así y todo insisten cogiéndoos de las manos y
obligándoos casi a sentaros, sería impolítico retiraros, pero es preciso que
pasado un intervalo que creáis suficiente os levantéis definitivamente.
Al subir una escalera es de uso
riguroso ceder el paso a las personas de más respeto y dejarles el lado de la pared que es el
más cómodo. Esta precaución debe tenerse muy en cuenta cuando se trata de una
señora, a más de ofrecerla el brazo, cuya distinción corresponde a la de más
edad cuando se encuentran varias mujeres reunidas.
Sería enojoso y extemporáneo
ocuparse en interminables ceremonias para cuestionar quien debe entrar o ser
anunciado primero. La
prioridad en estos asuntos guarda la regla del sexo, después la edad y en
último lugar las cualidades personales.
Cuando muchas señoras de la misma
edad y categoría están juntas,
no se deben prolongar las etiquetas acerca del orden que han de llevar en la
introducción; solamente si hay muchas habitaciones que atravesar, la persona
que ha pasado la primera al entrar, debe pasar la última a la primera puerta
que haya que atravesar. En todas ocasiones las señoritas ceden la preferencia a
las señoras. Llevar consigo a las visitas niños, o perros, es una cosa muy
provincial, y aún en las visitas de poco cumplido o etiqueta, es preciso dejar
el perro en la antesala, como también la niñera o ama de cría, en su caso.
Se reprende con razón a los
provincianos el prodigar
demasiado las reverencias y fórmulas consagradas para
saludar a las personas o para despedirse. Esta costumbre, que puede hacer nacer
o adquirir el embarazo o una extremada atención, es en extremo ridícula. No es
fácil conservar la formalidad al ver una de esas buenas gentes, saludar todos
los muebles, volverse veinte veces cuando se le despide y hacer a cada estación
una triple salva de saludos y de adiós. Nuestros lectores evitarán tan singular
atención; saludarán una vez en el momento de despedirse y otra en el instante
en que la persona que los acompaña se retira de la puerta.
Hemos dicho anteriormente
que cuando no se
encuentra en casa a una persona, o se teme molestarla, se le
deja una tarjeta; pero estas no son las visitas especiales que se denominan
"por tarjetas". En estas últimas no se tiene el objeto de ver a las
personas, sino que se limita a dar una tarjeta al portero o criado sin
enterarse si quiera de si está o no en casa el dueño.
Este uso, que ha sido introducido
por la necesidad entre las personas de muchos quehaceres y relaciones, no es
ridículo, más puede serlo con exceso por la extensión que se le ha dado. Esta
extensión consiste en hacer las visitas sin salir de casa, enviando solamente
una tarjeta por medio de un criado. Este sistema de visitas por tarjetas se
presenta a las gentes de buena sociedad como la cosa más impertinente y más
trivial que se pueda imaginar. No debéis permitíroslo, sino para pagar visitas
hechas de este modo.
En las obras consagradas a
la enseñanza de la
buena educación, no se tiene presente sino las personas
distinguidas, olvidándose totalmente de las gentes de condición más modesta, y
cuando se está en contacto con ellas se lamenta su incivilidad. Esto es a la
vez una injusticia y falta de cálculo; injusticia porque la verdadera urbanidad
se dirige o se hace relación menos a la clase que a la rectitud de espíritu y
bondad del corazón; mal cálculo, pues rehusar el iniciar a las personas en lo
que hace fáciles y agradables las relaciones sociales, es procurar extrañezas y
enojos; es, en una palabra, retardar en cuanto es posible la práctica de las
buenas formas de la civilización.
Esta digresión nos conduce
naturalmente a la segunda parte de nuestro propósito, relativamente a las
visitas, concerniente a los deberes
que impone la urbanidad para recibirlas, pues no es menos
importante acoger bien a las personas que presentarse bien ante ellas.
Antes de pasar a esta relevante
materia parecería del caso que concluyamos lo relativo a las visitas haciendo
algunas indicaciones acerca de las de audiencia, felicitación, pésames,
invitaciones, etc., más fuera de las primeras a las que consagraremos algunos
renglones.
No se debe presentar en casa o
despacho de un
ministro o jefe de administración pública sin antes haber solicitado audiencia
por escrito, indicando al propio tiempo el objeto que en ella se propone; debe
concurrirse a la hora señalada, y no detenerse a informarse del estado de
salud, limitándose únicamente a los estrictos cumplidos oficiales. Estas
visitas que son el apogeo de la etiqueta deben ser muy cortas.
Fuente: https://www.protocolo.org/familiar/visitas/las-diferentes-clases-de-visitas.html