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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

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Las diferentes clases de visitas. Tipos de visita: sociales y familiares

 

Se conocen muchas clases de visitas y aquí nos limitaremos solamente a enumerar las principales que son las más comunes

Cuáles son los tipos de visitas más comunes. Visitas familiares, sociales y de compromiso

Las visitas forman una parte muy importante de las relaciones sociales; son más que simples medios de comunicación establecidos por la necesidad. Las visitas tienen a la vez por objeto el deber y el recreo, interviniendo en casi todos los actos de la vida.

Se conocen muchas clases de visitas y aquí nos limitaremos solamente a enumerar las principales, pues respecto a aquellas, que no tienen lugar sino por circunstancias especiales, el comportamiento y 'protocolo' en estas visitas será muy similar.

Principales tipos de visitas

1. Visitas de Santos o natalicios. Visitas para felicitar y, en algunos casos, celebrar y festejar.

2. Visitas de amistad y las de ceremonia. Visitas para charlar y para saber cómo se encuentran y algunos otros detalles.

3. Visitas generales. Son las que hacen al establecer en una población.

No hablaremos aquí de las visitas de negocios, porque no tiene el componente social que tratamos en las clases de visita de este artículo.

Al principio de cada año se deben visitar a los parientes, después a los superiores y a los jefes respectivos según su clase, sus protectores, amigos, y todas las personas con quien se está en relación.

No haremos mención de las visitas de amistad, sino para recordar que prohíben todo ceremonial y etiqueta. Se pueden hacer a todas horas, sin preparativos ni adornos; un vestido o traje lujoso estaría fuera de lugar, y si la calidad y circunstancias de las visitas que hubieseis de hacer en el resto del día , os obligan a presentaros así en casa de una amiga, debéis excusaros manifestando la causa. Si no la encontráis en casa no le dejéis tarjeta, pues extrañaría semejante extemporáneo cumplimiento; limitaos a encargar a sus criados, le hagan presente que habéis estado a verla, y únicamente debéis dejar tarjeta cuando no encontraréis tampoco a sus domésticos. En este caso es conveniente no dejar pasar mucho tiempo sin repetir la visita.

Con un pariente y amigo a quien se tiene y aprecia como tal, no se cuentan las visitas; el que tiene más tiempo desocupado visita al que está más atareado, sin abusar de este privilegio. Es preciso guardar algún intervalo aún en esta clase de visitas, evitando la demasiada frecuencia, recordando aquel feliz pensamiento de un célebre autor: "molestamos frecuentemente a los demás, cuando creemos imposible que esto suceda". Las visitas de ceremonia no se hacen jamás sin tener en cuenta el tiempo que han tardado o dejado pasar para devolveros el cumplido, y es muy prudente dejar un período semejante entre visita y visita. El tiempo transcurrido sin pagaros la visita es una indicación de la conducta que debéis seguir en vuestras relaciones con la persona en cuestión. Hay personas a quienes se visita una vez cada mes, otras cada quince días y algunas aún con menos frecuencia.

Las personas de muchas relaciones sociales deben llevar una nota de las visitas que hacen, para evitar las equivocaciones, ya sea por exceso o por falta.

Para hacer de un modo conveniente las visitas de ceremonia debe evitarse el practicarlas cuando os halléis con alguna indisposición que perjudique temporalmente a la figura o la voz; que embarace el discurso, tal como una fluxión, reuma o cosa parecida, pues correríais el riesgo de pasar por demasiado familiar. En este estado hacer solo visitas de confianza y estaréis, por el contrario, muy oportunas y amables.

También es indispensable elegir las horas a propósito para hacer las visitas. Hay que tener en cuenta los usos y costumbres de las personas a quien se va a ver para no embarazarlas o hacerles alterar la hora de comer, sus ocupaciones o paseo de costumbre, No se puede asentar una regla absoluta sobre el particular, pero se puede señalar como una regla muy acertada que las visitas de ceremonia no deben hacerse ni antes de las dos de la tarde ni después de las cinco. Obrar con esta advertencia es exponerse a ser inoportuno presentándose en una casa demasiado temprano, o alterando las costumbres que tenga una familia por la noche.

No obstante, entre las personas que tienen el día destinado a los negocios están admitidas las visitas por la noche.

Después de prepararse con el traje y adornos a propósito para la clase de visitas que se van a hacer, se debe proveer de tarjetas las que deben llevarse dentro de un tarjetero. Variada ha sido durante algún tiempo la forma y matices adoptados en las tarjetas, pero hoy han prevalecido de una fina cartulina, litografiadas y con caracteres de una letra inglesa. Las tarjetas de luto llevan una faja o van en cartulina negra.

Las personas distinguidas y de importantes negocios, que tienen al propio tiempo muchas relaciones, está admitido que puedan mandar tarjetas por medio de sus criados, y en el caso de que hagan alguna visita personalmente suelen poner estas iniciales debajo de su nombre: "E.P.", es decir "en persona", o doblar por el medio la tarjeta. Más a menos que una alta posición no prescriba o justifique la primera práctica, sería muy ridículo adoptarla.

Es de muy mal tono conservar en el borde o marco de las lunas o espejos, las tarjetas que se reciben; esto parece dar a entender que se quiere hacer ostentación de las relaciones que se tienen.

Si el que va a hacer una visita, lleva carruaje, el lacayo sube a la casa a informarse si está la persona a quien se va a visitar; caso que se vaya a pie se debe hacer por si propio.

Los criados deben ser reputados a manera de soldados que tienen su consigna y así, cuando contestan que sus amos no están en casa, no se debe insistir aun cuando conste lo contrario, y aunque por azar se les oyese hablar, se les debe dejar una tarjeta y tomar tranquilamente la escalera.

Cuando un criado responde que su amo o persona por quien se pregunta está indispuesta, ocupada o comiendo, debe hacerse lo mismo que en el caso anterior, manifestando su sentimiento. Deben darse tantas tarjetas como personas principales hay en la casa que se visita.

Al ser introducidos en una casa debéis dejar en la antecámara los chanclos, el paraguas y la capa; las señoras también dejan sus abrigos. Enseguida es preciso hacerse anunciar por un criado si está así establecido en la casa, o al menos aguardar que sin anunciarnos abran la puerta de la sala o el gabinete. En caso de ausencia de los criados, no debéis entrar inmediatamente, sino herir ligeramente la puerta con la mano, y aguardar que se os abra, o que os den permiso para entrar. Si no sucede lo uno ni lo otro, abrid lenta y suavemente la puerta, y si no encontráis persona alguna, guardaos de penetrar más adelante y volved por el mismo camino a la antesala, aguardando a alguien que os introduzca. Si la detención se prolonga demasiado, dejaréis vuestra tarjeta sobre una mesa o bien al portero. Estos casos se presentan muy rara vez, más es conveniente preverlo todo para que no coja de sorpresa.

Respecto a los caballeros, al ser admitidos o presentarse en una visita lo hacen con el sombrero en la mano, saludando con gracia y respeto. Debe anticiparse a tomar una silla para evitar esta molestia a las personas de la casa, y colocarla cerca de la puerta de entrada y a cierta distancia de los dueños de la casa. No debe sentarse hasta tanto que ellos no lo hagan, teniendo el sombrero en la mano apoyado sobre las rodillas, sin balancearse ni hundirse en su asiento, sino guardando una postura a la vez cómoda y decente. Sería familiar y de mal tono desembarazarse del sombrero y bastón antes que el dueño y, sobre todo, la dueña de la casa nos haya invitado a hacerlo y aún entonces será bien ofrecer alguna resistencia y no ceder sino a la segunda o tercera insinuación; debe colocarse sobre alguna consola o velador que se encuentren cercanos; muchas personas de buen tono colocan el sombrero sobre el pavimento, lo cual no debe permitir el dueño de la casa. Por otra parte, la invitación a dejar el sombrero, no se hace sino a personas que se quiere tratar con cierta familiaridad, pues en las visitas de ceremonia, se conserva el sombrero en la mano.

Estos consejos se refieren también a las señoras. Está admitida entre ellas la costumbre, al hacer algunas visitas, de dejar el sombrero y el chal, más esto supone mucha intimidad para que se permitan hacerlo en casa de personas que le son poco conocidas. Si se les invita a ello deben rehusarlo. Los pocos momentos destinados a una visita de ceremonia, la necesidad de consultar un espejo al volver a ponerse el sombrero y de ser ayudada para arreglarse el chal se oponen a que acepten esta invitación. Si tienen alguna confianza con las personas que visitan y desean desembarazarse de estos objetos deben pedir su permiso. Deben depositarse estos objetos sobre una butaca o mueble apartados y jamás se deben colocar sobre las camas, a no ser que lo haga así la dueña de la casa. Cuando se está de visita en una casa adonde se va con mucha frecuencia, se puede hacer esto sin decir una palabra y aún también arreglarse el cabello delante de un espejo con tal que esta operación dure pocos momentos.

Si aquel a quien visitáis, se prepara para salir o sentarse a la mesa, aunque os ruegue os detengáis debéis retiraros lo más pronto posible; por su parte la persona interrumpida no debe dejar entrever un deseo demasiado pronunciado porque la visita se concluya prontamente.

Se debe tener la mayor amabilidad siempre al recibir una visita y cuando las circunstancias que acabamos de mencionar concluyan en breve rato, se debe manifestarles sentimiento por disfrutar tan poco tiempo de su amable compañía.

Las visitas de ceremonia deben ser cortas y si la conversación se encuentra cortada por las personas a quien vais a visitar, si se levanta bajo un pretexto cualesquiera el uso exige saludar y retirarse.

Si antes de esta invitación tácita para que os retiréis, se anuncian otras visitas, no por eso debéis dejar de salir. En el caso en el que el dueño de la casa os instase a quedaros por más tiempo ofreciéndose a acompañaros, debéis responder en pocas palabras que un negocio indispensable os llama y le rogareís con instancia no se moleste por vos.

Cuando sobreviene o se presenta alguno de vuestros amigos sería impolítico separaros de esto modo. En todo caso se debe saludar a los recien llegados y cuando se trata de una señora todo el mundo se levanta a su entrada. Respecto a los caballeros, solo entre ellos se levantan y las señoras saludan ligeramente con la cabeza devolviendo el saludo.

Si al entrar en una visita encontráis que personas extrañas que tienen entrablada una conversación, contentáos con las palabras que os dirijan los dueños de la casa; no os detengáis más que algunos instantes, haced un saludo general y conducíos como en el caso anterior.

Si alguna vez acontece que los recién llegados, bien porque os conozcan de vista, bien por otra razón se unan con los dueños de la casa para insistir que no os vayáis, respondedles algunas palabras políticas y aún lisonjeras, más no desistáis por eso de retiraros.

Si estando en visita traen una carta para la señora o dueño de la casa, está en el orden que no la abra, más de vuestra parte está el rogarle, lo haga y se entere del contenido, y caso que no acceda, estáis en el caso de abreviar vuestra visita.

Cuando en una visita de media etiqueta insisten vivamente porque os quedéis, conviene ceder al pronto y luego que pase algún tiempo levantarse; si aun así y todo insisten cogiéndoos de las manos y obligándoos casi a sentaros, sería impolítico retiraros, pero es preciso que pasado un intervalo que creáis suficiente os levantéis definitivamente.

Al subir una escalera es de uso riguroso ceder el paso a las personas de más respeto y dejarles el lado de la pared que es el más cómodo. Esta precaución debe tenerse muy en cuenta cuando se trata de una señora, a más de ofrecerla el brazo, cuya distinción corresponde a la de más edad cuando se encuentran varias mujeres reunidas.

Sería enojoso y extemporáneo ocuparse en interminables ceremonias para cuestionar quien debe entrar o ser anunciado primero. La prioridad en estos asuntos guarda la regla del sexo, después la edad y en último lugar las cualidades personales.

Cuando muchas señoras de la misma edad y categoría están juntas, no se deben prolongar las etiquetas acerca del orden que han de llevar en la introducción; solamente si hay muchas habitaciones que atravesar, la persona que ha pasado la primera al entrar, debe pasar la última a la primera puerta que haya que atravesar. En todas ocasiones las señoritas ceden la preferencia a las señoras. Llevar consigo a las visitas niños, o perros, es una cosa muy provincial, y aún en las visitas de poco cumplido o etiqueta, es preciso dejar el perro en la antesala, como también la niñera o ama de cría, en su caso.

Se reprende con razón a los provincianos el prodigar demasiado las reverencias y fórmulas consagradas para saludar a las personas o para despedirse. Esta costumbre, que puede hacer nacer o adquirir el embarazo o una extremada atención, es en extremo ridícula. No es fácil conservar la formalidad al ver una de esas buenas gentes, saludar todos los muebles, volverse veinte veces cuando se le despide y hacer a cada estación una triple salva de saludos y de adiós. Nuestros lectores evitarán tan singular atención; saludarán una vez en el momento de despedirse y otra en el instante en que la persona que los acompaña se retira de la puerta.

Hemos dicho anteriormente que cuando no se encuentra en casa a una persona, o se teme molestarla, se le deja una tarjeta; pero estas no son las visitas especiales que se denominan "por tarjetas". En estas últimas no se tiene el objeto de ver a las personas, sino que se limita a dar una tarjeta al portero o criado sin enterarse si quiera de si está o no en casa el dueño.

Este uso, que ha sido introducido por la necesidad entre las personas de muchos quehaceres y relaciones, no es ridículo, más puede serlo con exceso por la extensión que se le ha dado. Esta extensión consiste en hacer las visitas sin salir de casa, enviando solamente una tarjeta por medio de un criado. Este sistema de visitas por tarjetas se presenta a las gentes de buena sociedad como la cosa más impertinente y más trivial que se pueda imaginar. No debéis permitíroslo, sino para pagar visitas hechas de este modo.

En las obras consagradas a la enseñanza de la buena educación, no se tiene presente sino las personas distinguidas, olvidándose totalmente de las gentes de condición más modesta, y cuando se está en contacto con ellas se lamenta su incivilidad. Esto es a la vez una injusticia y falta de cálculo; injusticia porque la verdadera urbanidad se dirige o se hace relación menos a la clase que a la rectitud de espíritu y bondad del corazón; mal cálculo, pues rehusar el iniciar a las personas en lo que hace fáciles y agradables las relaciones sociales, es procurar extrañezas y enojos; es, en una palabra, retardar en cuanto es posible la práctica de las buenas formas de la civilización.

Esta digresión nos conduce naturalmente a la segunda parte de nuestro propósito, relativamente a las visitas, concerniente a los deberes que impone la urbanidad para recibirlas, pues no es menos importante acoger bien a las personas que presentarse bien ante ellas.

Antes de pasar a esta relevante materia parecería del caso que concluyamos lo relativo a las visitas haciendo algunas indicaciones acerca de las de audiencia, felicitación, pésames, invitaciones, etc., más fuera de las primeras a las que consagraremos algunos renglones.

No se debe presentar en casa o despacho de un ministro o jefe de administración pública sin antes haber solicitado audiencia por escrito, indicando al propio tiempo el objeto que en ella se propone; debe concurrirse a la hora señalada, y no detenerse a informarse del estado de salud, limitándose únicamente a los estrictos cumplidos oficiales. Estas visitas que son el apogeo de la etiqueta deben ser muy cortas.

Fuente: https://www.protocolo.org/familiar/visitas/las-diferentes-clases-de-visitas.html

Las dos decisiones que te convierten en un emprendedor

 

Existen esencialmente un par de decisiones que te convierten en un emprendedor. Hay por supuesto otros requisitos: ideas de negocio, aptitudes personales, disposición de ordenar la vida de una manera diferente, deseo encendido, visión, inclinación competitiva, destreza estratégica, una poderosa confianza, etc., pero en términos de decisiones, son fundamentalmente dos.

Dos factores convierten a una persona en emprendedor. O dicho de otra manera, le otorgan el título que lo distingue. Son dos decisiones que dependen del coraje y la envergadura del carácter:

1.- La decisión de “lanzarse a la piscina” y,

2.- La decisión de “quemar naves” una vez hecho lo anterior.

Estas son las dos decisiones que te convierten en un emprendedor.

Por un afán de pulcritud correspondería decir que la primera es la decisión de hacerlo, y la segunda la de dedicarse con exclusividad a ello. Pero la pulcritud en este caso no ayuda. No existe una forma simple de describir la naturaleza extendida de estas dos decisiones.

Los “términos académicos” pueden abordar nominalmente el hecho, pero son incapaces de transmitir la experiencia inherente a estas decisiones. Y menos aún la sinergia fundamental que existe entre ambas.

Si la persona no se lanza  a la “piscina” donde se encuentran las inquietudes e ideas del emprendimiento, éste NUNCA se hace realidad. Y por otra parte, sin la decisión de quedarse allí, enfrentando contratiempos y sinsabores hasta llegar a los objetivos, NUNCA se perfecciona.

Un emprendedor funge como tal de manera sostenida en el tiempo.

Lo circunstancial no representa para él algo diferente de lo que significa para un empleado. Es decir NO lo define. Si el empleado tiene circunstancias favorables o adversas en su labor no por ello deja de ser un empleado. Lo mismo se aplica al emprendedor.

Es interesante analizar cómo estas decisiones de convertirse en un emprendedor son completamente distintas cuando  se trata de un empleo. En éste último caso la definición cuesta menos. Carece de las inquietudes, temores y vacilaciones que tipifican el primero. El acto de decidir sobre un empleo es menos emotivo, los pasos se dan en función de consideraciones más elementales.

Los fundamentos que hacen diferentes ambas decisiones son eminentemente psicológicos. La persona promedio asocia el empleo a niveles mayores de seguridad. En esto no existe ningún fundamento técnico, es una asociación mental. Las estadísticas son claras al respecto: existe un número menor de personas que emprenden que aquellas que se refugian en un empleo. La relación es al menos de  1 a 20.

Esto reafirma una tendencia natural del cerebro humano: privilegia seguridad sobre libertad. Al menos mientras esta última no se encuentra en límites intolerables.

Nadie puede afirmar, con base racional, que el emprendimiento termine proporcionando menos seguridad que el empleo, en realidad ello puede ser hasta filosóficamente inverso, en tanto la “seguridad” que proporciona la disposición de otros, nunca debiera ser equiparable a la seguridad que uno mismo construye para precautelar sus intereses.

La decisión de “lanzarse a la piscina” constituye ése salto desde la “zona de confort” a la hipotética “zona de riesgo”. Por esto mismo no puede calificarse solamente como la decisión de hacer algo, puesto que involucra mucho más.

Se deben vencer temores y romper paradigmas de conducta.

Hay que trasladarse de un ambiente a otro, ajeno y diferente.

Cuando una persona “salta” por primera vez a una piscina la experiencia es justamente ésa: un cambio de ambiente natural. En la mayoría de los casos la vivencia termina siendo agradable y motivadora. Rápidamente se olvida la aprehensión y se descubre la gracia. Más allá que alguien sea gran nadador, la experiencia en una piscina es un acto seguro.

¡Exactamente lo mismo ocurre con el emprendedor!, aunque esto parezca una cómoda simplificación. Cuando “salta a la piscina” se da cuenta que el “tigre no es como se lo pintaba”, y que el emprendimiento es una labor profesional como cualquier otra.

Esta primera decisión CALIFICA al emprendedor. En ella yace su significado distintivo. El salto a la piscina lo dan pocos.

La filósofa ruso-americana Ayn Rand afirma que las personas de una sociedad se dividen entre creadores y parásitos (Makers y Takers en el idioma original). Los primeros son los que dan forma y sentido al proceso evolutivo del bienestar humano creando cosas, estructuras, sistemas. Y los segundos son quienes se nutren y viven de lo creado.  En el mundo no hay  más de 3 creadores por cada 97 “parásitos”. Y al dar el “salto”, el emprendedor se incorpora al primer grupo. De allí que la decisión lo CALIFIQUE.

No es apropiado suponer que el emprendedor se encuentra detrás de una idea de negocios, un deseo ardiente de independización o una visión que nadie más tiene. Todo eso puede existir, pero aquello que lo califica definitivamente es el paso que da entre lo imaginario y lo físico. Entre lo que piensa y la acción, el dicho y el hecho.

Detrás de un emprendedor no hay una idea o un proyecto, detrás de un emprendedor hay una DECISIÓN DE HACERLO.

Luego de dar el “salto”, el emprendedor debe tomar una segunda decisión trascendental: hacer de la victoria la UNICA opción. Si no enfoca toda su capacidad, recursos y tiempo en hacer del emprendimiento una forma de vida, el proceso corre riesgo de convertirse en una anécdota.

Únicamente la persona que “quema naves” tras la determinación, está tomando decisiones que lo convierten en emprendedor.

Si habilita, consciente o inconscientemente, “puertas de salida” para la tarea que inicia, existe enorme posibilidad que el emprendimiento concluya por ser sólo una buena intención, de ésas que pavimentan los accesos que llevan al fracaso y frustración.

El emprendimiento es una forma de ver y hacer las cosas en la vida, no es un oficio que depende de los resultados. 

Las cosas saldrán bien o mal muchas veces. Una idea funcionará mejor que otra y existirán periodos favorables y desfavorables. En cada una de estas situaciones el emprendedor debe permanecer firme detrás de sus decisiones. Solo de ésta manera concluirá la tarea.

Es tan notorio el cambio que se produce al tomar la decisión de “lanzarse a la piscina” que si no viene acompañado por una igualmente firme de no retroceder o desmayar, fracasa. El mero hecho de asumir que se “queman las naves” proporciona poder, enfoque. Para el emprendedor no debe existir “retaguardia”. Nada a derecha o izquierda. El premio está siempre adelante, sujeto a conquista.

El momento que entra en la “piscina” se cierran periódicos para buscar trabajo, llamadas para referencias laborales. Lo único que existe es el emprendimiento, y la necesidad de crecer a su lado.

La decisión de “quemar naves” no tiene nada que ver con la bondad de las ideas o los proyectos.

Ellos no son los que se ponen a prueba, es el hombre. Si una idea no funciona, otra lo hará. Si un proyecto termina por ser inapropiado otro saldrá mejor.

Edison no fabricó el bombillo de luz en el primer intento, García Marquez quemó cientos de hojas por cada una que le dio forma a su obra maestra. No importan las ideas ni los proyectos. Importa el hombre que les da vida y permanece consecuente detrás de ellos, en buenos y malos momentos.

Son más los emprendedores que retornan a “zonas de seguridad” luego de haber tomado la decisión de “saltar” que aquellos que finalmente nunca  se animan a dar el paso.

“Quemar naves”, hacer de la victoria la única opción, son parte de las dos decisiones que te convierten en un emprendedor, actos indispensables para coronar la tarea del emprendimiento.

Con referencia a la dificultad obvia de todo esto, Napoleón pensaba de la siguiente manera: “No hay hombre más pusilánime que yo cuando preparo un plan militar. Aumento todos los peligros y todos los males posibles según las circunstancias. Me hundo en una agitación penosa. Soy como una joven que da a luz. Sin embargo, esto no me priva de aparecer bastante sereno ante las personas que me rodean. Cuando he tomado mi decisión, todo queda olvidado, menos lo que pueda hacerla triunfar”.

Todas las dudas y vacilaciones están justificadas antes de dar “el salto”. Las precauciones obran a bien. Pero luego que esto se ha hecho todo debe quedar en el olvido, menos aquello que sea necesario para triunfar.

“Saltar a la piscina y quemar naves” luego de hacerlo. Estas dos las dos decisiones que te convierten en un emprendedor.

Fuente: https://elstrategos.com/dos-decisiones-para-ser-emprendedor/

Cosas que debes hacer cuando te presentan a alguien por primera vez

 

Un simple apretón de manos, ni muy débil ni demasiado 'intenso', es más que suficiente para saludar a una persona que nos acaban de presentar

Cómo quedar bien y no morir en el intento cuando nos presentan a una persona

A menudo ocurre que cuando nos presentan a una persona o grupo de personas no sabemos muy qué hacer o qué decir. La primera regla de oro es muy sencilla: simplemente ser educados y prudentes.

Puede que no sea nada fácil caer bien al principio -y al final, porque no podemos caerle bien a todo el mundo- pero todo es cuestión de seguir algunos sencillos consejos.

Ir bien vestidos, acorde a la ocasión

Ir mal vestido es una forma de hacerle un desaire a los anfitriones o a las personas que nos van a recibir. Nuestra ropa dice mucho de nosotros. Debemos tener en cuenta que nuestro aspecto exterior es nuestra carta de presentación. Algunas veces no es cuestión de la ropa, sino de la manera de llevarla. Una camisa por fuera del pantalón, una combinación que se ve por debajo de una falda, etcétera. Son descuidos que pueden dar una mala imagen.

Presentaciones correctas, sin demasiada familiaridad

Un simple apretón de manos, ni muy débil ni demasiado 'intenso', es más que suficiente para saludar a una persona que nos acaban de presentar. Es mejor olvidarse de besos en la mejilla, abrazos, palmadas en la espalda, etcétera. Eso queda para ámbitos más familiares o de mayor confianza.

Escuchar el doble de lo que hablamos

Escuchar puede resultar algo más complicado de lo que creemos. Porque puede que no entren ganas de responder a opiniones que no compartimos o intervenir en temas que dominamos -sin parecer arrogantes o tratar de dar lecciones a nadie-. Muy bien, pero tenemos que esperar nuestro turno. Nada de interrupciones. Y por supuesto, prestar atención al que habla. No hacerlo es una forma de menosprecio.

Recordar los nombres de las personas

Un fallo muy habitual, es olvidar el nombre de la persona que nos han presentado. Para algunos puede ser un hecho imperdonable. Para otros, simplemente hay que preguntarlo de forma educada: "Disculpe, pero en este momento no recuerdo su nombre". Es mucho mejor que tratar de adivinar su nombre al azar o generar verdaderos circunloquios para no tener que decir su nombre.

Hablar de uno, lo menos posible

Entrados en conversación se puede comentar una anécdota del trabajo, de un viaje, etcétera, pero no debemos contar nuestra vida personal de un modo muy detallado. No importan los detalles íntimos de nuestra vida, ni presumir de la vida que llevamos. Así, no vamos por buen camino.

Tener gestos de cortesía

Las personas bien educadas suelen caer mejor a casi todo el mundo. Claro está, siempre que no se caiga en la pedantería.

Acercar una silla, ceder un asiento, ayudar a ponerse un abrigo o una prenda de vestir similar, recoger un objeto del suelo... hay decenas de gestos de cortesía que se pueden hacer y que ayudan a mejorar la percepción que los demás tienen sobre nosotros.

Resumiendo, como en cualquier acto, ceremonia o evento social al que asistamos, simplemente hay que saber estar. Tener un comportamiento educado, respetuoso y prudente. La buena educación es una fórmula infalible para tener éxito en todas las esferas de nuestra vida.

Fuente: https://www.protocolo.org/social/presentar-saludar/cosas-que-debes-hacer-cuando-te-presentan-a-alguien-por-primera-vez.html

El sabotaje más grande que te haces a tí mismo

  

La energía lo explica todo en la vida. De su estado y gestión depende la dinámica del Universo y sus criaturas. Nada funciona sin ella. Y cuando las personas afectan premeditadamente el caudal de su energía vital, lo menos que hacen es un acto de sabotaje contra sí mismos.

La energía vital del ser humano no proviene de ninguna fuente externa. No está relacionada a su alimentación o algún proceso de asimilación biológica. Tiene otra vertiente, vasta y profunda, una que sigue siendo un hermoso misterio. Evidentemente el origen de esta energía es interno, pero no se sabe cómo se produce con exactitud.

Tome en cuenta, a título de ejemplo, el siguiente caso. Una pareja se despide emotivamente porque debe separarse por un tiempo. El novio no recibe noticias prontas de su compañera y después de unos días se encuentra profundamente angustiado. Durante el proceso es incapaz de actuar apropiadamente, ni siquiera en sus tareas rutinarias. Está nervioso, ausente, su mente divaga y argumenta respecto a todas las posibilidades que pueden explicar el silencio del ser querido.

Pero un buen día y sin que lo espere, recibe la llamada que esperaba. La novia ha tenido algunos problemas en el viaje y no ha podido comunicarse antes, nada más. No hay mayor drama. Al instante mismo del contacto se activa en el hombre un poderoso caudal de energía interna. Siente alivio, regocijo, la noticia le devuelve motivación, enfoque, ganas de retomar y acomodar las cosas de su vida. Todo fluye de nuevo, hay una fuerza interna que justifica todo.

Las causas de esta manifestación pueden ser muy diversas. El ejemplo anterior ayuda porque puede ser universalmente comprendido, pero el fenómeno es mayor, único, grande y poderoso.

Sin la presencia de esta energía, el ser humano sería solo una sombra perdida en su propia oscuridad. No tendría capacidad de producir o construir nada. Por otra parte, al cultivarla y protegerla, es capaz de elevarse hasta la cima donde se encuentra todo lo que busca.

El flujo de energía vital solo se bloquea por “obstáculos” que construyen las mismas personas. No es algo que se activa o desactiva en sí. La energía siempre está allí, lista y dispuesta a fluir. Ésa es su condición natural. Son los seres humanos quienes la bloquean y generan el sabotaje.

Los obstáculos aparecen cuando las personas concentran su atención en temores, suspicacias, consideraciones negativas, disgustos, presunciones y preocupaciones. Estos elementos bloquean el flujo vital.

En realidad, si se tuviera la capacidad de entender que todas las cosas que suceden en la vida son solo experiencias y manifestaciones diversas de energía, los obstáculos no existirían. Pero cuando hay una consideración consciente de estos elementos negativos, la energía deja de fluir. Entonces todo adopta el color gris de la frustración e impotencia.

Por supuesto que estos “elementos negativos” tienen diferente peso y envergadura. No es igual la muerte de un ser querido, que un comentario “molestoso” en la oficina, y no es lo mismo un importante problema financiero que el disgusto provocado por un precio alto en algo que se compra. Pero en todos los casos, (“grandes” o “pequeños”), surge un obstáculo al flujo interno de energía.

Cuando las situaciones son mayores, el bloqueo puede acompañar toda la vida. Así se explican los traumas y las psicosis. Cuando el drama es menor, eventualmente puede desaparecer más rápido. Pero en todos los casos queda trunca la energía, al mismo tiempo que el bienestar y la productividad de las personas. De esto se trata el sabotaje.

La demanda para los seres que desean disfrutar la vida y extraer lo mejor que tiene es simple: trascender la necesidad instintiva de poner excesiva atención en los eventos que se consideran “desagradables”.

Y en esto hay una propensión que definitivamente constituye el sabotaje más grande que uno se puede hacer a sí mismo: ésa lógica de establecer lo que “gusta y lo que no gusta” en todos los ámbitos de la vida. El asunto parece banal e inofensivo, pero por eso mismo constituye un gran peligro para el flujo de energía vital.

Puede parecer normal que todas las personas expongan situaciones y cosas que les gustan o les disgustan, pero ello establece limitaciones muy sutiles y complejas para la existencia.

¿Qué diferencia hay entre un bloqueo de energía vital producido por la muerte de un ser querido y el disgusto por una comida mal servida en un restaurante? A efectos del bloqueo, nada. No hay diferencia. Es posible que uno de los eventos tenga más peso psicológico que el otro y se sostenga más tiempo, pero ambos perturban por igual la energía y quitan libertad.

Ahora bien, ¿cuántas veces por día se activa la valoración sobre pequeños eventos que “no gustan”? De hecho muchas más de las que parecerían “más justificables”, es decir accidentes, muerte, separaciones, problemas financieros, etc. Por esto la energía vital se bloquea con mayor frecuencia por situaciones absurdas, gustos y disgustos, juicios de valor, suposiciones, susceptibilidades.

Un sabotaje ridículo que las personas se hacen a sí mismas.

La perpetua valoración de “me gusta o no me gusta”, es una forma directa de establecer límites al crecimiento personal. Una manera expedita de alejar la grandeza por un conjunto absurdo de pequeñeces.

Los eventos desagradables deben procesarse con naturalidad y rapidez. Son las inevitables (y valiosas) experiencias que deben vivirse. Nada más. No es necesario hacer carne de ellas o construir un entramado de valores a su alrededor. La realidad es siempre neutra, y es la mente de cada quién la que la califica. Las cosas no son buenas o malas en sí mismas, mucho menos agradables o desagradables. Cada quién las interpreta a su manera.

El sabotaje se evita considerando que todas son experiencias valiosas que deben vivirse. Múltiples manifestaciones de energía.

Para evitar bloqueos en el flujo vital de la vida (posiblemente por el simple hecho de no haber recibido de vuelta un saludo o no tener las noticias que se esperan del jefe), todos los eventos deben procesarse y soltarse con rapidez. Hay que hacerlo con la misma naturalidad y soltura que representa la experiencia de un paisaje mientras se lo recorre en automóvil. Todo llega y pasa, aparece y desaparece.

Hay que erradicar el juicio del “me gusta o no me gusta”. Eso construye complejos límites para el potencial humano. Detrás de cada cosa que se evita bajo la etiqueta de lo “desagradable”, puede existir una herida psicológica que se debe curar, una oportunidad de ampliar el campo de acción de la consciencia o la posibilidad de aprender una lección.

En tanto más se mueva en el círculo estrecho de “lo que le gusta” más pequeño se le hace el mundo y más duro el bloqueo interno. Por otra parte, ¿quién puede afirmar que tiene dominio de la verdad sobre lo que es bueno o malo, agradable o desagradable?

Es absurdo.

Ya es difícil procesar los grandes reveses que da la vida (en los que aplica el mismo criterio de procesar y soltar), como para limitar los alcances de la existencia por banalidades asociadas “al gusto”.

En estas “pequeñeces” se encuentra el mayor peligro. Porque se suceden a cada instante, imperceptiblemente. Es cierto que “el diablo está en los detalles”, porque todo en el Universo se forma de lo pequeño a lo grande. No existe el proceso inverso. De ladrillos diminutos están compuestas las grandes estructuras, y los insignificantes juicios del “me gusta o no me gusta” terminan formando vastas estructuras de valores.

Este es el sabotaje que se hace uno a sí mismo. La hipoteca del destino por causa de minucias.

Trascienda la estrechez del “gusto y del disgusto”. Tome estos eventos sólo como una experiencia necesaria e inevitable. Cuando lo haga todo terminará siendo positivo y usted será libre.

No subestime el tremendo perjuicio que representan los pequeños juicios de valor. Aunque no lo perciba, en función de ellos está construyendo su destino.

Fuente: https://elstrategos.com/sabotaje/

 

La cortesía no tiene que ser inmediata, pero hay que tenerla. La cultura del 'ahora mismo'

 

Vivimos sumidos en la inmediatez usando los nuevos medios de comunicación que nos han proporcionado las nuevas tecnologías

Perdona, pero no vivo conectado las 24 horas del días. Cortesías y prioridades en el mundo digital

Las comunicaciones actuales han creado un flujo de información que es muy difícil, por no decir imposible, de seguir para cualquier persona. Esa inmediatez que casi todo el mundo requiere para responder a un whatsapp, a un correo electrónico, a un SMS o a cualquier otro mensaje es muy estresante. No hay tiempo suficiente, a lo largo del día, para responder a todo el mundo de manera inmediata.

La cultura de la inmediatez. ¡Lo quiero ya!

Hay personas que se sienten ofendidas porque piensan que un correo o un whatsapp es como hablar y que nadie te atienda. Es una equivocación. Salvo que estemos en un chat o una reunión virtual, los mensajes escritos no siempre se pueden responder al minuto. Las personas tienen más cosas que hacer que responder correos electrónicos, whatsapps, sms, etcétera.

Todos los correos y los mensajes tienen sus prioridades. Lo importante es darles respuesta, de forma personalizada, aunque no sea en el tiempo esperado. Dejar sin responder un mensaje o un correo electrónico no es muy correcto. Como en todo, hay excepciones, por diversos motivos, que no vienen al caso -spam, acoso, etc.-.

Debemos recodar que siempre es mejor escribir una respuesta personalizada que no unas palabras estándar como el que compra una postal con el texto pre impreso para evitar tener que escribir.

Responder a un correo electrónico o a un mensaje es una cuestión de respeto y buena educación. Las personas desconsideradas están muy mal vistas tanto en el ámbito social como en el laboral o empresarial.

¿Qué ocurre con las invitaciones a eventos virtuales o invitaciones digitales?

Aunque son invitaciones que únicamente se deberían hacer para cuestiones personales o de mucha confianza, si nos invitan a un acto o evento vía correo electrónico, whatsapp o cualquier otro sistema similar, debemos actuar de la misma forma que en el 'mundo real'. Es decir, responder como lo haríamos a una invitación tradicional impresa.

Siempre que sea posible, consultaremos nuestra agenda y responderemos lo antes posible, por educación y para facilitar la tarea a los anfitriones u organizadores del acto, ceremonia o evento.

Aunque en una invitación virtual puede que no figure algún tipo de indicación del tipo R.S.V.P., es correcto y apropiado, como hemos indicado, responder lo antes posible, bien sea confirmando o excusando nuestra asistencia.

Es posible que estemos asistiendo, gracias al uso generalizado de la tecnología, a una pérdida progresiva del trato personalizado y del 'calor humano'. La pandemia ha acelerado mucho este proceso de digitalización de nuestras vidas. Pero debemos poner un poco de nuestra parte para poder compaginar, de forma equilibrada, nuestra vida social y nuestra vida digital.

Por último, recordar que no todo es malo cuando se utiliza la tecnología. Una invitación digital o un correo electrónico supone un cierto ahorro de costes para el medioambiente: papel, sobre, tinta, consumo de energía -impresión, combustible y logística para el reparto de esa invitación, carta...-, etcétera, etcétera.

Fuente: https://www.protocolo.org/social/etiqueta-social/la-cortesia-no-tiene-que-ser-inmediata-pero-hay-que-tenerla-la-cultura-del-ahora-mismo.html