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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel
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El sabotaje más grande que te haces a tí mismo

  

La energía lo explica todo en la vida. De su estado y gestión depende la dinámica del Universo y sus criaturas. Nada funciona sin ella. Y cuando las personas afectan premeditadamente el caudal de su energía vital, lo menos que hacen es un acto de sabotaje contra sí mismos.

La energía vital del ser humano no proviene de ninguna fuente externa. No está relacionada a su alimentación o algún proceso de asimilación biológica. Tiene otra vertiente, vasta y profunda, una que sigue siendo un hermoso misterio. Evidentemente el origen de esta energía es interno, pero no se sabe cómo se produce con exactitud.

Tome en cuenta, a título de ejemplo, el siguiente caso. Una pareja se despide emotivamente porque debe separarse por un tiempo. El novio no recibe noticias prontas de su compañera y después de unos días se encuentra profundamente angustiado. Durante el proceso es incapaz de actuar apropiadamente, ni siquiera en sus tareas rutinarias. Está nervioso, ausente, su mente divaga y argumenta respecto a todas las posibilidades que pueden explicar el silencio del ser querido.

Pero un buen día y sin que lo espere, recibe la llamada que esperaba. La novia ha tenido algunos problemas en el viaje y no ha podido comunicarse antes, nada más. No hay mayor drama. Al instante mismo del contacto se activa en el hombre un poderoso caudal de energía interna. Siente alivio, regocijo, la noticia le devuelve motivación, enfoque, ganas de retomar y acomodar las cosas de su vida. Todo fluye de nuevo, hay una fuerza interna que justifica todo.

Las causas de esta manifestación pueden ser muy diversas. El ejemplo anterior ayuda porque puede ser universalmente comprendido, pero el fenómeno es mayor, único, grande y poderoso.

Sin la presencia de esta energía, el ser humano sería solo una sombra perdida en su propia oscuridad. No tendría capacidad de producir o construir nada. Por otra parte, al cultivarla y protegerla, es capaz de elevarse hasta la cima donde se encuentra todo lo que busca.

El flujo de energía vital solo se bloquea por “obstáculos” que construyen las mismas personas. No es algo que se activa o desactiva en sí. La energía siempre está allí, lista y dispuesta a fluir. Ésa es su condición natural. Son los seres humanos quienes la bloquean y generan el sabotaje.

Los obstáculos aparecen cuando las personas concentran su atención en temores, suspicacias, consideraciones negativas, disgustos, presunciones y preocupaciones. Estos elementos bloquean el flujo vital.

En realidad, si se tuviera la capacidad de entender que todas las cosas que suceden en la vida son solo experiencias y manifestaciones diversas de energía, los obstáculos no existirían. Pero cuando hay una consideración consciente de estos elementos negativos, la energía deja de fluir. Entonces todo adopta el color gris de la frustración e impotencia.

Por supuesto que estos “elementos negativos” tienen diferente peso y envergadura. No es igual la muerte de un ser querido, que un comentario “molestoso” en la oficina, y no es lo mismo un importante problema financiero que el disgusto provocado por un precio alto en algo que se compra. Pero en todos los casos, (“grandes” o “pequeños”), surge un obstáculo al flujo interno de energía.

Cuando las situaciones son mayores, el bloqueo puede acompañar toda la vida. Así se explican los traumas y las psicosis. Cuando el drama es menor, eventualmente puede desaparecer más rápido. Pero en todos los casos queda trunca la energía, al mismo tiempo que el bienestar y la productividad de las personas. De esto se trata el sabotaje.

La demanda para los seres que desean disfrutar la vida y extraer lo mejor que tiene es simple: trascender la necesidad instintiva de poner excesiva atención en los eventos que se consideran “desagradables”.

Y en esto hay una propensión que definitivamente constituye el sabotaje más grande que uno se puede hacer a sí mismo: ésa lógica de establecer lo que “gusta y lo que no gusta” en todos los ámbitos de la vida. El asunto parece banal e inofensivo, pero por eso mismo constituye un gran peligro para el flujo de energía vital.

Puede parecer normal que todas las personas expongan situaciones y cosas que les gustan o les disgustan, pero ello establece limitaciones muy sutiles y complejas para la existencia.

¿Qué diferencia hay entre un bloqueo de energía vital producido por la muerte de un ser querido y el disgusto por una comida mal servida en un restaurante? A efectos del bloqueo, nada. No hay diferencia. Es posible que uno de los eventos tenga más peso psicológico que el otro y se sostenga más tiempo, pero ambos perturban por igual la energía y quitan libertad.

Ahora bien, ¿cuántas veces por día se activa la valoración sobre pequeños eventos que “no gustan”? De hecho muchas más de las que parecerían “más justificables”, es decir accidentes, muerte, separaciones, problemas financieros, etc. Por esto la energía vital se bloquea con mayor frecuencia por situaciones absurdas, gustos y disgustos, juicios de valor, suposiciones, susceptibilidades.

Un sabotaje ridículo que las personas se hacen a sí mismas.

La perpetua valoración de “me gusta o no me gusta”, es una forma directa de establecer límites al crecimiento personal. Una manera expedita de alejar la grandeza por un conjunto absurdo de pequeñeces.

Los eventos desagradables deben procesarse con naturalidad y rapidez. Son las inevitables (y valiosas) experiencias que deben vivirse. Nada más. No es necesario hacer carne de ellas o construir un entramado de valores a su alrededor. La realidad es siempre neutra, y es la mente de cada quién la que la califica. Las cosas no son buenas o malas en sí mismas, mucho menos agradables o desagradables. Cada quién las interpreta a su manera.

El sabotaje se evita considerando que todas son experiencias valiosas que deben vivirse. Múltiples manifestaciones de energía.

Para evitar bloqueos en el flujo vital de la vida (posiblemente por el simple hecho de no haber recibido de vuelta un saludo o no tener las noticias que se esperan del jefe), todos los eventos deben procesarse y soltarse con rapidez. Hay que hacerlo con la misma naturalidad y soltura que representa la experiencia de un paisaje mientras se lo recorre en automóvil. Todo llega y pasa, aparece y desaparece.

Hay que erradicar el juicio del “me gusta o no me gusta”. Eso construye complejos límites para el potencial humano. Detrás de cada cosa que se evita bajo la etiqueta de lo “desagradable”, puede existir una herida psicológica que se debe curar, una oportunidad de ampliar el campo de acción de la consciencia o la posibilidad de aprender una lección.

En tanto más se mueva en el círculo estrecho de “lo que le gusta” más pequeño se le hace el mundo y más duro el bloqueo interno. Por otra parte, ¿quién puede afirmar que tiene dominio de la verdad sobre lo que es bueno o malo, agradable o desagradable?

Es absurdo.

Ya es difícil procesar los grandes reveses que da la vida (en los que aplica el mismo criterio de procesar y soltar), como para limitar los alcances de la existencia por banalidades asociadas “al gusto”.

En estas “pequeñeces” se encuentra el mayor peligro. Porque se suceden a cada instante, imperceptiblemente. Es cierto que “el diablo está en los detalles”, porque todo en el Universo se forma de lo pequeño a lo grande. No existe el proceso inverso. De ladrillos diminutos están compuestas las grandes estructuras, y los insignificantes juicios del “me gusta o no me gusta” terminan formando vastas estructuras de valores.

Este es el sabotaje que se hace uno a sí mismo. La hipoteca del destino por causa de minucias.

Trascienda la estrechez del “gusto y del disgusto”. Tome estos eventos sólo como una experiencia necesaria e inevitable. Cuando lo haga todo terminará siendo positivo y usted será libre.

No subestime el tremendo perjuicio que representan los pequeños juicios de valor. Aunque no lo perciba, en función de ellos está construyendo su destino.

Fuente: https://elstrategos.com/sabotaje/

 

La cortesía no tiene que ser inmediata, pero hay que tenerla. La cultura del 'ahora mismo'

 

Vivimos sumidos en la inmediatez usando los nuevos medios de comunicación que nos han proporcionado las nuevas tecnologías

Perdona, pero no vivo conectado las 24 horas del días. Cortesías y prioridades en el mundo digital

Las comunicaciones actuales han creado un flujo de información que es muy difícil, por no decir imposible, de seguir para cualquier persona. Esa inmediatez que casi todo el mundo requiere para responder a un whatsapp, a un correo electrónico, a un SMS o a cualquier otro mensaje es muy estresante. No hay tiempo suficiente, a lo largo del día, para responder a todo el mundo de manera inmediata.

La cultura de la inmediatez. ¡Lo quiero ya!

Hay personas que se sienten ofendidas porque piensan que un correo o un whatsapp es como hablar y que nadie te atienda. Es una equivocación. Salvo que estemos en un chat o una reunión virtual, los mensajes escritos no siempre se pueden responder al minuto. Las personas tienen más cosas que hacer que responder correos electrónicos, whatsapps, sms, etcétera.

Todos los correos y los mensajes tienen sus prioridades. Lo importante es darles respuesta, de forma personalizada, aunque no sea en el tiempo esperado. Dejar sin responder un mensaje o un correo electrónico no es muy correcto. Como en todo, hay excepciones, por diversos motivos, que no vienen al caso -spam, acoso, etc.-.

Debemos recodar que siempre es mejor escribir una respuesta personalizada que no unas palabras estándar como el que compra una postal con el texto pre impreso para evitar tener que escribir.

Responder a un correo electrónico o a un mensaje es una cuestión de respeto y buena educación. Las personas desconsideradas están muy mal vistas tanto en el ámbito social como en el laboral o empresarial.

¿Qué ocurre con las invitaciones a eventos virtuales o invitaciones digitales?

Aunque son invitaciones que únicamente se deberían hacer para cuestiones personales o de mucha confianza, si nos invitan a un acto o evento vía correo electrónico, whatsapp o cualquier otro sistema similar, debemos actuar de la misma forma que en el 'mundo real'. Es decir, responder como lo haríamos a una invitación tradicional impresa.

Siempre que sea posible, consultaremos nuestra agenda y responderemos lo antes posible, por educación y para facilitar la tarea a los anfitriones u organizadores del acto, ceremonia o evento.

Aunque en una invitación virtual puede que no figure algún tipo de indicación del tipo R.S.V.P., es correcto y apropiado, como hemos indicado, responder lo antes posible, bien sea confirmando o excusando nuestra asistencia.

Es posible que estemos asistiendo, gracias al uso generalizado de la tecnología, a una pérdida progresiva del trato personalizado y del 'calor humano'. La pandemia ha acelerado mucho este proceso de digitalización de nuestras vidas. Pero debemos poner un poco de nuestra parte para poder compaginar, de forma equilibrada, nuestra vida social y nuestra vida digital.

Por último, recordar que no todo es malo cuando se utiliza la tecnología. Una invitación digital o un correo electrónico supone un cierto ahorro de costes para el medioambiente: papel, sobre, tinta, consumo de energía -impresión, combustible y logística para el reparto de esa invitación, carta...-, etcétera, etcétera.

Fuente: https://www.protocolo.org/social/etiqueta-social/la-cortesia-no-tiene-que-ser-inmediata-pero-hay-que-tenerla-la-cultura-del-ahora-mismo.html

 

Éxito y fracaso se escriben con letras minúsculas


El éxito y fracaso de actos, procesos o estados de vida, son producto de pequeños hechos acontecidos y acumulados a lo largo del tiempo. No son eventos que se presentan de forma casual o repentina, son efectos y resultados agregados a lo largo del tiempo.

Esto es algo conmovedor: cuando se trata de evaluar éxito y fracaso no existe nada grandioso o épico, y tampoco hay drama. Son eventos que se forman en la minucia casi imperceptible de los hechos cotidianos, en el anonimato de las rutinas. Pueden alcanzar el tamaño de la “muralla china”, pero no dejan de ser el agregado de miles de pequeños ladrillos.

Es que en realidad, todo el Universo se explica en lo pequeño, no en lo grande. Lo diminuto da forma a lo grandioso, no existe el fenómeno inverso.

De lo anterior no escapa ningún fenómeno humano.

Por otra parte, toda situación que concluye siendo afortunada o desafortunada tiene una raíz común. Éxito y fracaso son dos ramas que emergen del mismo tronco, no son eventos de génesis independiente.

En esto sí hay algo de drama, especialmente si se aborda el tema con ingenuidad. Porque el hecho que éxito y fracaso sean pequeños eventos con raíz común, involucra que están presentes en todo momento y en cada acto de las personas.

¡Así es! Los seres humanos se juegan su destino minuto a minuto, cada instante de sus vidas.

La decisión de silenciar u obedecer la señal del reloj despertador para salir de la cama, es un acto que puede definir el destino, aunque parezca absurdo. Y lo puede hacer para bien o para mal, dependiendo de la orientación que tome cada persona. Igualmente la decisión de hacer más o menos ejercicio cada día, o la elección del bocadillo que se come.

Estos eventos “insignificantes” alcanzan trascendencia por su agregación a lo largo del tiempo. Así se genera el gran efecto, el resultado mayor. Cuando “pequeños ladrillos” se acumulan, uno a uno durante mucho tiempo, forman una muralla que puede observarse desde la luna.

Ahora bien, la forma final de los acontecimientos depende de la orientación que se dé a los pequeños eventos. Si para mal se acumulan, llevarán al fracaso, y si son para edificación, conducirán al éxito.

En este proceso hay que tomar en cuenta algo adicional: estos pequeños eventos no tienen efectos perceptibles en el momento que suceden, ni positivos ni negativos. Aquí radica el drama.

Que una persona tome la decisión de sustituir “ésa” caminata que tenía que hacer, por otra porción de helado frente al televisor, NO tiene ningún efecto inmediato, mucho menos “conmovedor”. Es algo totalmente imperceptible, igual que el caso inverso.

Pero si ése pequeño acto se repite y repite, surge el carácter agregado del evento, el efecto compuesto a lo largo del tiempo. El éxito y el fracaso tuvieron génesis en el mismo momento y lugar, pero si la persona decide por la porción de helado tendrá un derrotero, y si opta por la caminata tendrá otro.

Éste es el carácter de la vida. Ella se juega en un mundo pequeño donde no existen ni premios ni castigos inmediatos. No hay nada pomposo.

Los pequeños actos que conducen al éxito en la vida son muy fáciles de hacer… y también muy fáciles de no hacer. ¿Se da cuenta?

Ése es el pequeño detalle, la “ligera ventaja”, el “Slight Edge” que magistralmente expone Jeff Olson en su libro. Todos los seres humanos caminan cada momento sobre una línea delgada que divide positivo de negativo, lo bueno de lo malo. Y cada uno de esos actos es muy fácil de hacer… y también muy fácil de no hacer.

El éxito y el fracaso se escriben con letras minúsculas porque son producto de ésas decisiones y actos pequeños. No hay eventos majestuosos, grandes esfuerzos o definiciones épicas. Todo es pequeño, casi imperceptible, pensar en grande no conduce a la grandeza, es cuestión de dar un paso a la vez.

Ahora bien, en este punto corresponde hacer un llamado a la sabiduría para evitar una vida de fracasos gestada en pequeños actos cotidianos.

Y ésa sabia recomendación se fundamenta, obviamente, en el mismo “slight edge” de Olson, en ése “pequeño detalle”:

Si el éxito se escribe con “e” minúscula, entonces es fácil alcanzarlo tomando las decisiones apropiadas cada instante de la vida.

Definiciones y actos positivos casi imperceptibles. Luego todo lo demás es efecto compuesto. Si se acumulan “pequeños ladrillos”, la “gran muralla” toma forma sin esfuerzo.

Para la persona inteligente el mensaje es muy claro: las cosas positivas y edificantes son muy fáciles de hacer en cuanto se abordan como pequeños elementos. Efectivamente se viajan mil kilómetros paso a paso. Se construye un enorme conocimiento leyendo 10 páginas de un libro cada día, y caminando unas decenas de pasos en la jornada, se garantiza un estado saludable para muchos años.

Solo se necesita entender la magia que existe en las pequeñas acciones sometidas al efecto multiplicador del tiempo.

Para ellas no hay casi nada imposible. Todas las personas pueden alcanzar lo que se proponen si suman “pequeños ladrillos” a su obra todos los días. Esos actos que son fáciles de hacer, y también fáciles de no hacer.

Por supuesto, para esto se necesitan cualidades escasas en los individuos de este mundo: sana ambición, mentalidad positiva, paciencia y tenacidad.

Sin ellas todo es ambivalencia. Lo mismo da un pequeño éxito hoy que un fracaso mañana. Así vive la inmensa mayoría, en una zona gris que nunca es “ni chicha ni limonada”. La verdad es que mientras éxito y fracaso se escriben con letras minúsculas, MEDIOCRIDAD se escribe siempre con caracteres capitales.

Por esto, comience ahora mismo a planificar pequeños actos que construyan progresivamente sus victorias. Tan pequeños que no se puedan incumplir. No piense que por ello poco avanza, es todo lo contrario. Cuando estos diminutos actos se agregan en el tiempo, son como el centavo que al duplicarse cada día se convierte en muchos millones en solo un mes.

Tenga como filosofía de vida que TODO ES POSIBLE, porque la grandeza es solo la suma de actos pequeños.

Sea sanamente ambicioso, entienda que ha llegado a este mundo con una promesa personal e ineludible. Esté seguro que es importante para este mundo, porque él no sería lo mismo sin usted. Aspire, ambicione, coloque sus ladrillos todos los días y aguarde. Todo lo demás es sólo una mentalidad de escasez que colisiona con la abundancia que caracteriza al Universo.

Adopte la paciencia que recomienda Santiago, sin ella no puede cabalgar sobre el tiempo. Y active la tenacidad de Charles Goodyear, porque con ella su victoria es inevitable.

Éxito y fracaso se escriben con letras minúsculas. Es indispensable que lo reconozca. Porque esta verdad trae envueltas dos promesas, la posibilidad de triunfar en la vida y alcanzar todo lo que desea, o la de ser completamente derrotado casi sin darse cuenta.

Éste es el pequeño detalle…

Fuente: https://elstrategos.com/exito-y-fracaso/

10 comportamientos sociales que más nos molestan

 

La convivencia no siempre es fácil, pero en las grandes ciudades puede que sea un poco más complicad.

Qué comportamiento más vulgar. Los gestos y comportamientos que más molestan a la gente

Vivir en sociedad supone respetar ciertas reglas de cortesía y buenos modales.

Una reciente encuesta realizada a pie de calle el pasado año -entre la población mayor de edad- de las 10 mayores ciudades españolas ha revelado unos datos bastantes curiosos sobre lo que piensan los ciudadanos sobre el tema de los malos modales.

El encuestador preguntaba a los ciudadanos, elegidos al azar en la calle, sobre cuáles eran los comportamientos o las acciones que consideraban más inapropiados, que eran propios de una persona maleducada.

Ranking de comportamientos más detestados

Las diez respuestas más repetidas sobre las acciones que más molestaban o que consideraban más groseras fueron:

1. No saludar -hola, buenos días, buenas tardes, buenas noches...-. Por abrumadora mayoría, la gente echa de menos un saludo al entrar en un comercio, en una oficina, etcétera. Pero no queda ahí la cosa, si tenemos en cuenta la cantidad de personas que no responden cuando alguien entra y saluda.

2. No ofrecer un asiento. Esta respuesta está casi siempre en boca de todos. Ni metro, ni autobús, no tranvía... no hay medio de transporte donde un asiento esté tan solicitado y sea un logro que alguien lo ofrezca.

3. Burlarse o reírse de los demás. Una cosa es ser susceptible y otra es que haya personas tan descaradas a las que no les cuesta nada mofarse de otras personas. Y además no entres al trapo, porque puedes salir mal.

4. No pedir perdón o disculparse. No es nada extraño tropezar a una persona con una bolsa, con un carrito, con un paraguas... lo raro es que algunas personas pidan disculpas. Miran para otro lado como diciendo "yo no he sido".

5. No ceder el paso. A la gente de la ciudad le molesta que ante una puerta de entrada poca gente se ofrezca a ceder el paso. Las prisas, las aglomeraciones... siempre hay una 'buena' disculpa para no hacerlo.

6. Invadir el espacio del otro. Qué incómodo resulta cuando alguien a base de pequeños empujones y otras tretas te va "comiendo" tu espacio. En el bar, en la iglesia, en la playa... da igual donde estemos siempre hay algún espabilado que se quiere "hacer un hueco" a nuestra costa.

7. Hablar muy alto por el teléfono celular-móvil. Las nuevas tecnologías han acabado, en muchos casos, con la posibilidad de poder leer tranquilos en el autobús, en el parque, en el campo... el teléfono móvil nos ha invadido todas las facetas de nuestras vidas. Solo nos salva la falta de cobertura.

8. Dañar o estropear el mobiliario urbano. La falta de una buena educación es patente en algunas facetas de la vida diaria. Pero en casi ninguna es tan notable como en los daños que podemos ver a diario en el mobiliario y enseres públicos: papeleras, bancos, farolas, etcétera. Un alto coste visual y económico que pagamos todos.

9. Pelearse. El diálogo parece un arte en peligro de extinción. Algunas personas parece que piensan que "llegar a las manos" es mucho más rápido y efectivo. La televisión nos ofrece, en ocasiones, ejemplos lamentables en el mundo del deporte, la política, etcétera.

10. Meterse el dedo en la nariz o eructar. Los gestos groseros ocupan un lugar destacado en el ranking de los malos modales. Tendríamos una larga lista, pero hemos puesto dos de los más nombrados. Pero tampoco los encuestados se han olvidado de rascarse partes íntimas, las ventosidades, hurgarse los oídos, etcétera, etcétera.

Para terminar nos queremos hacer una pregunta ¿cuántos de nosotros nos vemos reflejados en alguno o en varios de estos comportamientos? Pocas personas son o somos capaces de reconocer que todo lo malo o incorrecto, que curioso, solo lo hacen los demás.

Nos gustaría que nos dejaras un comentario sobre qué comportamientos te parecen más vulgares o insoportables. Muchas gracias por adelantado.

Fuente: https://www.protocolo.org/social/etiqueta-social/10-comportamientos-sociales-que-mas-nos-molestan.html

El líder necesita tener claridad, no certeza

 

Nunca se puede tener la suficiente certeza respecto al futuro, y en tanto se tomen decisiones basadas en ello, las probabilidades de fracasar son altas. Por eso el líder precisa tener claridad para dirigir, no necesariamente certidumbre.

En general, hay dos maneras de entender lo que significa claridad, la primera en su sentido semántico, esto es: la cualidad de claro (limpio, bañado de luz, que se distingue bien, evidente y manifiesto). Y la segunda de acuerdo a un criterio de funcionalidad que deriva de la primera: la ausencia de sombras u oscuridad.

En lo que respecta al liderazgo, es la segunda interpretación la que interesa, porque en tanto más dudas se disipen y menos interrogantes existan, mayor claridad habrá para tomar decisiones. Eliminar “sombras” es la mejor manera de apreciar el futuro.

El líder precisa “tener las cosas claras”. Punto. Aquí termina la responsabilidad.

La verdad es que las ciencias de dirección no tienen parentesco alguno con prácticas de magia o adivinación. ¡Nadie puede tener certeza de lo que sucederá más adelante! En tanto mejor se disipen las sombras que ocultan el camino, mejores resultados se pueden esperar. Eso es todo.

Ahora bien, la claridad en el liderazgo puede alcanzarse de tres formas:

1.  Conociendo ampliamente el negocio y la industria en la que se opera (en presente y pasado).

2.  Estableciendo objetivos claros para el trabajo.

3.  Teniendo conciencia del costo involucrado en los esfuerzos.

Estos elementos permiten desenvolverse con bastante seguridad en escenarios de alta incertidumbre.

“Conocer el negocio” es fundamental, y nunca debe darse por descontado.

En primer lugar porque la interpretación de “negocio” no es siempre la que se piensa, y segundo, porque los intereses de la empresa pueden prevalecer sobre el propio negocio y complicar los escenarios competitivos.

Con respecto a lo anterior, es importante entender que negocio no es lo mismo que empresa. Esto debe quedar claro. El negocio es una función, la empresa una estructura. Esta última no existe sin el primero, y es en todo caso, una consecuencia del sano crecimiento de aquel.

El negocio de cualquier organización se explica esencialmente por las funciones de producción y ventas. Estas son las que generan la “utilidad, interés o provecho que se busca”. Todo lo demás es un agregado que se justifica como apoyo a lo primero. Las organizaciones no compiten en el mercado a partir de sus tareas contables, administrativas o financieras. Lo hacen a partir de sus ventas.

El liderazgo debe enfocarse siempre en la gestión del negocio, no necesariamente en la empresa. En muchas ocasiones los intereses son opuestos, justamente porque no existe claridad.

Hay organizaciones que alcanzan tal prosperidad que concluyen operando en función de los intereses de la burocracia. A esto responde la “razón de empresa”, y es el punto de inflexión para la caída. Se forman estructuras “obesas” alrededor del éxito obtenido y se asfixia el negocio.

Por eso, para tener claridad en el liderazgo, se debe tener profundo conocimiento del negocio que se maneja… y de su historia. Porque es cierto que mejor entiende el futuro quién conoce el pasado.

De igual forma corresponde aclarar que TODAS las organizaciones están conformadas por un negocio. En esto no hay excepciones que puedan involucrar a instituciones sin fines de lucro, empresas públicas, fundaciones u otros. ¡Toda organización produce y vende algo! Sólo así alcanza algún tipo de utilidad, provecho o beneficio. Y desde aquí… hace negocio.

Por otra parte, la exigencia de tener conocimiento respecto a la “industria”, se relaciona con la competencia. El líder debe conocer esto con meridiana claridad. Los competidores no sólo disputan el mismo mercado, buscan además “destruir” el propio.

¡Hay que tener las cosas claras!

Mucho de esto es cuestión de información. No cabe duda que todo líder debe estar bien informado y ser capaz de interpretar adecuadamente los insumos que recibe. Pero también es fundamental tener claridad en el conocimiento de los CONCEPTOS. En esto siempre deben disiparse malos entendidos y dudas.

A título de ejemplo y conceptualmente hablando, negocio no es lo mismo que empresa, ni Estrategia igual que Administración. No es el Marketing el que dirige las ventas, ni la Marca un objetivo del trabajo comercial. Estos conceptos (y otros parecidos), deben estar completamente claros para el líder.

Claridad en los objetivos.

Las condiciones apropiadas para tomar decisiones se fundamentan, además, en el hecho de establecer objetivos claros para el trabajo. Este es el segundo elemento para vencer la incertidumbre.

El planteamiento de objetivos es la tarea más importante y delicada del liderazgo. En tanto más calidad se tenga en esto, menos compleja resulta la dirección. Una buena parte de las veces, el problema no se encuentra en la acción, sino en propósitos y metas mal definidas.

¡La claridad de los objetivos es fundamental! Estos siempre deben ser “limpios, evidentes y manifiestos”.

HL Hunt, un hombre que se levantó de la bancarrota de su negocio algodonero en 1930 y llegó a ser uno de los 8 millonarios más grandes de los Estados Unidos en los años ´70, fue consultado en una entrevista de televisión sobre el consejo que podía proporcionar a las personas que deseaban éxito financiero. Dijo:

“Primero debes decidir qué es lo que exactamente deseas conseguir. Muchas personas no hacen eso durante toda su vida. Segundo, debes tener claro el precio que tendrás que pagar para alcanzarlo y la resolución para hacerlo”.

Pues bien, esto es tener claridad sobre los objetivos, pero también sobre el costo que representará alcanzarlos.

Lastimosamente, en esta última parte de la tarea, pocos se aplican. Aquí es donde más dudas y sombras existen.

Sobre el costo que se debe pagar para alcanzar los propósitos.

El éxito tiene un costo. Y éste es completamente proporcional a la magnitud que tenga el primero. Por lo tanto hay que tener la misma resolución para gestionar el sacrificio que la que se tiene para visualizar la victoria.

Por esto es bueno tener presente que los líderes que solo muestran “la tierra prometida” pueden desgastarse con rapidez, en cambio los que comparten las vicisitudes y tragos amargos del camino, sostienen la energía colectiva que hace falta para alcanzar lo que se desea.

En este sentido bien decía Napoleón que el líder no es nada más que un “mercader de esperanzas”, lo que significa tener la habilidad de sostener el equilibrio entre medios y fines, o lo que es lo mismo, claridad sobre objetivos y también sobre costos.

Pocas cosas hay más útiles y efectivas que tener las cosas claras. Con mayor razón en el arte de comandar a los hombres. Las habilidades y destrezas son importantes, igualmente la actitud y el carácter, pero la claridad es la que permite que el camino se haga bajo luz y no entre sombras.

Fuente: https://elstrategos.com/claridad/