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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel
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De tu sentido del humor depende lo que alcances en la vida


Peter F. Drucker el padre del Management moderno decía: “corresponde tomarse el trabajo en serio, pero nunca te tomes muy en serio a ti mismo”. Esta apreciación debe extenderse al entendimiento general de la existencia, porque ciertamente corresponde tomar la vida con seriedad, pero vivir… eso es otra cosa. Y para ello no hay mejor lubricante que el sentido del humor.

En el afán de hacer una exposición simpática se podría decir que hay pocas cosas más tristes que una persona que carezca de sentido del humor. Pero esta sería una afirmación banal, porque el asunto es muy serio. Quién no puede ver el mundo con un mínimo de alegría, sufre tremendamente.

En realidad, todo se trata de una cuestión de ACTITUD. Nada más. Una manera de sentir y entender las cosas que suceden. No hay destrezas involucradas en esto. Están en lo cierto quienes dicen que “tomarse las cosas con humor es un privilegio de la inteligencia”, pero ello no alude a conocimientos particulares.

El sentido del humor, en su interpretación más profunda, consiste en reconocer “la gracia” que acompaña a todas las cosas que suceden.

“Gracia”. Este hermoso término tiene dos interpretaciones concurrentes.  Significa benevolencia, favor o beneficio que se recibe sin ningún tipo de merecimiento. Y también es el don que poseen algunos para divertirse y hacer reír a través de palabras o actitudes.

La existencia es, evidentemente, una gracia concedida. Nadie tiene efectivo control sobre lo que depara el futuro. Hoy se está aquí y mañana quién sabe. En tanto esto es verdad, la vida es simplemente una gracia. Un favor, una bendición recibida sin ningún merecimiento.

Ahora bien, muchas personas (lastimosamente no las suficientes), encuentran reconfortante esa benevolencia. La ven como una bendición “agradable y grata”. Y desde este punto todo discurre con facilidad, porque del entendimiento de lo “grato” procede la significación de lo “gracioso” (del  término latín “gratus”, proviene el vocablo “gratiotus”).

No es que lo grato “puede ser” gracioso, es que en realidad lo es.

El sentido del humor es coherente con la naturaleza de la vida.

Por lo tanto, encontrar y entender su gracia es un acto de básica inteligencia. Reconocerlo es un imperativo existencial, y “celebrarlo”, un don maravilloso.

Quién celebra comparte e involucra a los demás. Transmite alegría, levanta el ánimo y enriquece el ambiente allá donde está. Mejorar así el mundo es uno de los dos frutos más grandes del sentido del humor. El otro, que es aún mayor, se expondrá luego.

Celebrar la gracia de la vida y propiciar el establecimiento de ambientes agradables, es un don que tienen pocos. A estos nada les está privado, porque poseen la actitud esencial de los vencedores.

También a efectos de liderar y dirigir a los demás, pocas cosas son más útiles que el sentido del humor.

En referencia a esto Dwigth  D. Eisenhower, el gran general y presidente americano decía: “El sentido del humor es parte del arte del liderazgo, de estar con la gente, de hacer que las cosas sucedan.” Un vehículo poderoso para construir relaciones, desarrollar fe, reconocimiento, percepciones de protección y amor.

Es una actitud que permite enfrentar los acontecimientos sin dejarse condicionar por la derrota o el infortunio. Una especie de baluarte, un refugio. Las personas con sentido del humor son capaces de salir adelante de asuntos delicados guiados por la esperanza y certeza de que todo puede mejorar.

La sabiduría popular gusta decir en momentos de dificultad: “Mantén la tranquilidad, todo se resolverá pronto. Un día te acordarás con una sonrisa de todo lo que pasaste ahora”.  Y esto es cierto. Aunque cueste entenderlo, en la vida todo está SIEMPRE bien. La realidad es absolutamente neutra. Cada persona interpreta y califica las cosas que le suceden de acuerdo al lente que porta.

Pues bien, el sentido del humor es “un lente” maravillosamente útil para apreciar todo. Incrementa la energía positiva de los acontecimientos y neutraliza la negativa.

¡Sonríale a la vida! En serio… No hay mejor acto de sano desafío y juiciosa aceptación.

Reflexione un momento en esto. ¿Hay algo más reconfortante que enfrentar la adversidad con una sonrisa? ¿No otorga esto más poder que el puño levantado? Por otra parte, piense en lo siguiente: ¿acaso sonríe la derrota?

Por otra parte, y posiblemente esto sea lo más importante, aprenda a reírse de buena gana de usted mismo. Este es el fruto más grande del sentido del humor.

Las personas que se toman muy en serio a sí mismas son dramáticamente débiles. Inseguras, susceptibles y acomplejadas. Viven en términos de un Ego que demanda incesante protección y cuidado. Son como enormes castillos de cristal que le temen hasta a la roca más pequeña.

Estas personas no pueden exponer grandes logros. Viven dando saltos de mata en mata, protegiéndose de todo lo que nos les parece apropiado. Alcanzan grotesco dominio en la gestión de la seriedad absoluta. Operan de acuerdo a la calificación ajena y se toman todo a pecho.

Quién es capaz de reírse de sí mismo, celebra su propia existencia. No es otra cosa. Nada reduce ni minimiza. No pide ni otorga. Solo relativiza la aparente majestuosidad de los eventos. Les da el tamaño que en realidad tienen.

Aprecie el tamaño del Universo. Toda nuestra galaxia es como una mota de polvo en el desierto. Imagine, en este contexto, la proporción de una simple persona. ¿Es razonable darse tanta importancia? ¿Es necesario considerarse el “hueco” del queque y suponer que todo gira conspirativamente alrededor?

¡Absurdo!

Por lo tanto ríase de usted mismo. Y con buena gana. Eso tiene el efecto del sol de mediodía sobre unos gramos de margarina. Si por nada se da por afectado, entonces nada puede afectarlo. El proceso empieza por allí: en uno mismo. Luego todo lo demás es accesorio. Lo que piensen o digan los demás, es problema de ellos.

Y hablando de “sentidos”…

Dice también la sabiduría popular que “el sentido común es el menos común de los sentidos”. En esto tampoco se equivoca. No tener sentido del humor es un despropósito básico y monumental.

Porque finalmente:

Si uno siempre presenta una sonrisa a la vida, obtiene de retorno también una sonrisa. Y si la vida le sonríe, ¿a qué más puede aspirar?

 Fuente: https://elstrategos.com/sentido-del-humor/

La vida no es Estabilidad, es saber andar en Equilibrio

 

La mayoría de las personas en este mundo administra su vida en franca oposición a una premisa básica del Universo. Buscan afanosamente estabilidad y evitan el esfuerzo que demanda andar en equilibrio. Es curioso: uno de los anhelos más importantes de la gente es un gran motivo de infelicidad y frustración.

Hay una razón de fondo para afirmar que la vida no es cuestión de estabilidad y sí de equilibrio: lo primero está asociado a un estado, en tanto lo segundo se encuentra vinculado a la acción. Y el hecho mismo de vivir es un acto, nunca un estado.

La vida es una película que solo termina cuando termina, no es un conjunto inconexo de fotografías. Por muy ilustrativa que sea una foto, adolece irremediablemente de pobreza para representar la realidad. Igual pasa con cualquier “estado”.

Por otra parte, ¿puede asumirse que acción y estabilidad compartan naturaleza? Lamentablemente no. Estabilidad es “la capacidad que tengan los elementos de las estructuras de aguantar las acciones sin volcar o caer”, y “aguantar las acciones” es muy distinto a fundamentarse en ellas.

La vida es un proceso, no es la suma de estados inconexos. Por lo tanto no se trata de estabilidad.

En segundo lugar, la búsqueda de estabilidad consume enormes cantidades de energía. Hay que invertir mucho esfuerzo para alcanzar cierto estado y muy pronto se tiene que iniciar todo de nuevo, bien para proteger lo que se ha conseguido o para alcanzar otros hitos. Esto requiere mucha energía, y ella no es un recurso inagotable en los seres humanos.

Buscar estabilidad en la vida, agota. Genera vulnerabilidad y frustración. Se convierte en un proceso que nunca termina.

Adicionalmente, y a pesar que parezca lo contrario, la estabilidad nunca está asociada con seguridad. ¿Qué nivel de seguridad presenta un escenario en el que debe invertirse energía para “aguantar acciones sin volcar o caer”? Todos los “estados” están siempre sujetos a la presión que establece la dinámica de las cosas. Por esto mismo no son estables y tampoco seguros.

Esta es una tremenda paradoja, porque “estable” y “estabilidad” no son lo mismo. La estabilidad es en realidad una cualidad de lo estable asociada al tiempo. Esto quiere decir que se alcanza estabilidad en cuanto se puede mantener un estado estable en el tiempo.

Ahora bien, no es necesario perderse en la semántica. No se trata de eso. Basta con entender que la búsqueda de estabilidad no puede asociarse directamente al hecho de alcanzar seguridad, dado que esta última, por simple consideración de probabilidades, es un estado inalcanzable.

¿Cuál es entonces esa cualidad de lo estable que eventualmente puede conducir a la estabilidad?: pues bien, ésa cualidad es el EQUILIBRIO.

Las personas que dominan el complejo arte del equilibrio son las que se acercan más a condiciones que se pueden considerar seguras y operan en las fronteras de ésa tierra prometida que representa la estabilidad.

Es que el equilibrio es primero acción, por mucho que se hable con soltura de un “estado de equilibrio”. Cualquiera puede entender fácilmente esto. Por ejemplo, equilibrar el cuerpo en condiciones físicas difíciles requiere esfuerzo, habilidad y  concentración.

Quién mantiene el equilibrio, no cae, y así cumple su propósito.

Esto es interesante. Porque el objetivo final de mantener el equilibrio es no caer. Y al conseguirlo puede asumirse que se ha alcanzado el objetivo (cualquiera que éste fuese). Las fuerzas que se oponen a la consecución de un fin, buscan que éste caiga, en tanto los actos de equilibrio lo evitan.

Hay que reconocer que existe una fuerza poderosa que juega siempre a favor de los actos de equilibrio: la concentración. Sin ella el equilibrista no alcanzaría la meta que lo espera al final de la cuerda.

Y en este caso la concentración se orienta hacia aquello que importa: el proceso. Quién busca estabilidad se enfoca en el objetivo, mientras que aquél que domina el arte del equilibrio se concentra en lo que está haciendo en el momento. Y no es difícil anticipar cuál enfoque es finalmente más efectivo.

En definitiva, una persona “equilibrada” vale oro, porque tiene la capacidad de maniobrar ventajosamente sobre las circunstancias de la vida. No se detiene a esperar el embate de las olas, se sube a ellas y aprovecha su energía para fluir con los eventos.

Obviamente no es fácil desarrollar las destrezas que requiere el equilibrio, pero hay un punto de partida fundamental: no buscar la estabilidad. Evitando esto se sale del camino equivocado y se toma posición de partida en la ruta correcta.

El ser equilibrado orienta sus actos por ése consejo imperecedero de Wayne Dyer: “mantiene una mente abierta a todo y sin ningún tipo de ataduras”. No es dogmático. Nunca piensa por cabeza ajena. Huye del rebaño y sus dinámicas. Sabe bien que hay mucho por aprender de todos y todo. Por lo tanto reconoce que nadie posee las respuestas absolutas y que la única etiqueta que se debe respetar es la de “buscador de la verdad”.

Es probable que no le esté reservado al ser humano encontrar toda las respuestas que busca, pero si le está demandado que busque. Y esto se encuentra reñido con la estabilidad.

El ser equilibrado es un artista. Construye siempre. Crea. Encuentra soluciones y establece alternativas. Porque saber vivir no es un acto mecánico, es un arte. No es un proceso determinístico, es simplemente un proceso.

Seguramente transitar “el camino del medio” es un recurso de la persona equilibrada, y ser ecuánime una condición que se lo permite. Entender que la vida convoca luchadores o víctimas posiblemente lo consuela en sus caminos, pero no buscar la estabilidad es la decisión que lo distingue.

No hay porqué tener temor de la inestabilidad intrínseca que plantea la vida. En realidad esto no es más que una ilusión del que no aprecia cosas y eventos con perspectiva. Por esto mismo, lo que para el gusano constituye el fin, es solo el comienzo para la mariposa.

Hay que entender las cosas del Universo con visión holística, serenidad y humildad.

El mundo se encuentra bombardeado por noticias de calamidades y desventuras. No cesan las especulaciones respecto al inminente fin de todo lo bueno. Cuando alguna prueba se supera, es solo preámbulo de otra. Así se consume la mente humana, sin pausa ni piedad.

A la sombra de esta carpa de negatividad parece lógico anhelar estabilidad a cualquier costo. Pero el panorama desolador es solo una ilusión.

No hay nada estable en la vida y el Universo que no sea producto del equilibrio que alcanzan los fenómenos y sus componentes. No lo hubo ni lo habrá. Todo es cambio, flujo, transformación.

Apreciando esta realidad se desarrolla la perspectiva y se anula la ilusión.

Por lo tanto no tenga temor. No busque estabilidad, ¡Viva!

Trabaje con denuedo para lograr el equilibrio que demanda la caminata.

Quienes alcanzan la sabiduría pueden dar testimonio de lo que dice el certificado de los vecedores. Dice, sin exageraciones ni recato, lo siguiente: “éste fue un ser equilibrado”.

Fuente: https://elstrategos.com/estabilidad/

 

La Mentalidad de Crecimiento es "minimalista"

 

Esto, que apropiadamente debe entenderse como “mentalidad de crecimiento”, es ése “espíritu de superación” al que se han referido miles de generaciones desde el comienzo de la historia humana. Los conceptos son similares y versan sobre lo mismo: ésa necesidad y conveniencia de mejorar y evolucionar como personas y profesionales, de alcanzar mayor talla y generar buenos frutos.

Parece bastante natural,  y por ello mismo se puede asumir que todos comparten la premisa. Pero no es así. Una gran parte de la gente ignora su potencial, y una mayoría es incapaz de poner en práctica medidas efectivas para hacerlo realidad.

La gente desconoce su potencial porque en buena medida es condicionada en ése sentido desde pequeña. Los círculos familiares e instituciones llamadas a formar, se equivocan bastante al impartir los códigos que rigen el desarrollo personal.

Se considera que al establecer límites en ciertas formas de pensar y en el planteamiento de aspiraciones, se protege al niño o al joven contra los efectos del fracaso y la frustración. “Hay que tener los pies sobre la tierra” se dice, y así se sustituye la mentalidad de crecimiento por una de pragmatismo, aceptación equivocada y conformismo peligroso.

El pragmatismo tiene mucho valor, por supuesto. De igual manera la “aceptación” como conducta que interactúa favorablemente con la realidad. Pero esto no tiene nada que ver con el establecimiento de un estado de conformismo que coarta el desarrollo personal.

Por otra parte, quienes no se empantanan en estas consideraciones, muchas veces tampoco saben cómo llevar a puerto aspiraciones, deseos y objetivos. Y aunque no comparten el criterio de las limitaciones, estas personas también terminan frustrados y amargados.

La respuesta para todo esto es entender de qué se trata una Mentalidad de Crecimiento y cómo hacerla parte de la conducta cotidiana.

1.- La Mentalidad de Crecimiento es “minimalista” y se fundamenta en la lógica de la mejora continua.-

El criterio es simple: todo puede ser mejorado siempre, especialmente si se lo hace poco a poco. En esto se inscribe el acercamiento minimalista y la mejora contínua.

Las expectativas sobre grandes mejoras, cambios espectaculares y proezas, no necesariamente forman parte de una Mentalidad de Crecimiento. Pensar en grande no conduce a la grandeza. Son las mejoras continuas y agregadas las que definen la evolución. De esto se trata el “efecto compuesto”: sumar pequeñas conquistas con esmero y convicción, sin prisa ni pausa. En cierto momento el resultado del proceso se vuelve algo majestuoso.

La palabra clave de la Mentalidad de Crecimiento es mejorar. De eso se trata. Quién incorpora la mejora como verbo de conducta y lo hace con criterio minimalista, puede alcanzar todo lo que desea.

2.- Una cosa es establecer límites y otra muy diferente limitarse.-

El potencial de todos los seres humanos es grandioso. No debe existir duda sobre ello. Las condiciones y las circunstancias son diferentes o cambian, pero todos tienen el potencial de alcanzar los objetivos que se planteen, o al menos vivir el proceso virtuoso. El resultado final no es una consideración esencial de la mentalidad de crecimiento, el proceso lo es. Es importante entender esto.

La vida en sí misma es un proceso, porque el resultado final es el mismo para todos, irremediablemente. Se nace y se muere, esos son los únicos resultados concretos, todo lo demás es solo proceso. Lo mismo aplica para la mentalidad de crecimiento. El objetivo es mejorar siempre, los resultados son solo una consecuencia.

Ahora bien, en el proceso los métodos ayudan, y uno de ellos consiste en saber establecer límites. Esta es una muestra de orden y eficiencia. Los límites se asocian a la capacidad de establecer inteligentemente metas, objetivos. Y aunque ello demanda virtudes y habilidades, no deja de ser algo estrictamente mecánico.

Cuando los límites no se entienden como un ejercicio mecánico, surge el riesgo de que las personas se limiten. Que se crean conscientemente incapaces de mejorar, evolucionar o alcanzar ciertos objetivos.

3.- Los enemigos más grandes de la Mentalidad de Crecimiento son las excusas y las justificaciones.-

Se excusan las personas para no hacer lo que corresponde o lo que es recomendable. Y se justifican cuando no alcanzan los resultados que buscan. Un círculo vicioso interminable.

La verdad lastima. Es algo que pocos egos tienen la capacidad de procesar. Cuando no se crece, cualquier argumentación es válida para alcanzar alivio de consciencia. Así se pasa la vida, y así también se transmiten las experiencias negativas de generación en generación. Este es el fermento de la mediocridad que tiene cautivas a la mayor parte de las personas en este mundo.

La Mentalidad de Crecimiento erradica de su léxico cualquier excusa. Camina para adelante con lo que corresponde y al ritmo que le sea posible. No importa mucho la velocidad o la efectividad, lo esencial es ponerse en marcha.

Las justificaciones, por otra parte, no existen para la persona que “sigue caminando”, simplemente porque son la peor manera de mentirse a uno mismo. Si ha de admitirse que la honestidad es un valor humano que permite la sana convivencia, cuánto más importante la honestidad con uno mismo, porque de hecho permite conciliar con el propio ser.

Es grande la persona que aunque poco más consiga, es capaz de conducir su vida sin excusas ni justificaciones. En esto se diferencia del promedio que camina bajo la bandera de la mediocridad.

4.- Conciencia activa.-

La Conciencia es un faro de luz que despeja sombras y oscuridad. Y la Mentalidad de Crecimiento se apoya en ella para identificar defectos y oportunidades. No importa la cuantía de cosas que se deben superar o el grado de nocividad que tengan. Si existe Conciencia de ello, más temprano que tarde se superan los obstáculos.

El drama es que pocos individuos son conscientes de sus carencias, defectos y fallas. Es esto lo que les impide crecer. Se consideran un producto terminado y ni siquiera se dan cuenta del error.

La Conciencia ilumina, registra, destaca y reporta lo que no está bien. Ése es el punto de partida indispensable. De allí para adelante todo es mejora, todo tiene carácter incremental. Solo quién se reconoce enfermo tiene la posibilidad de curar.

La Conciencia, por otra parte, no debe culpabilizar. No se trata de huirle por el simple hecho de que exponga las cosas que no están bien. Nadie debe sentirse mal por sus sombras y sus propios demonios. Simplemente debe observarlos como son, reconocerlos. Ese es el punto vital a partir del cual cambia el sino de las cosas.

Todos los seres humanos de este mundo son imperfectos y cargan sus propios maderos. Es la Conciencia de eso lo que activa la Mentalidad de Crecimiento. Ignorar los problemas anula la posibilidad de solucionarlos.

5.- La Mentalidad de Crecimiento distingue, califica y tamiza el género humano.-

Ninguna otra especie viva tiene Conciencia. Ni siquiera los animales más avanzados pueden hacer gala de una Mentalidad de Crecimiento. Esta es privativa de los seres humanos. Y por lo mismo, es algo que demanda reconocimiento y acción.

La persona que no tiene aspiraciones básicas de crecer en la vida pone en tela de juicio su pertenencia a la especie. Parece una afirmación muy dura, pero es apropiada. Si el ser humano no hubiera poseído desde siempre el sentir profundo de crecer y evolucionar, habría desaparecido aún sin llegar a las cavernas.

Es su Mentalidad de Crecimiento la ha que colocado al hombre en el lugar que hoy está, con virtudes y defectos; luces y sombras. Es ella la que igualmente distingue a unos de otros, aún entre los que crecen.

Los logros y éxitos están allí para testificar las posibilidades del crecimiento humano. Las necesidades insatisfechas, fracasos y problemas no resueltos son, por otra parte, referencias que convocan con urgencia  la Mentalidad de Crecimiento que deben activar todas las personas.

Fuente: https://elstrategos.com/mentalidad-de-crecimiento/

 

Si el viento deja de soplar, rema. Sabiduría Estratégica

 

Hay mucho por entender y aprender de esta hermosa frase: “si el viento deja de soplar, rema”. Y aunque no lo parezca a primera vista, es una enseñanza que incorpora todo lo que sostiene la sabiduría estratégica.

La diferencia entre la sabiduría a título general y la “estratégica”, es el énfasis que esta última establece sobre la dinámica de los conflictos, los adversarios y la lid competitiva. La Estrategia es el arte para gestionar la adversidad y dirimir los conflictos favorablemente.

¿Cómo debe entenderse la frase “si el viento deja de soplar, rema”?

En primer lugar como un reconocimiento a la gestión de oportunidades.

El “viento favorable”, ése que permite avanzar con mayor facilidad y comodidad, responde al hecho de haber identificado condiciones propicias para el desarrollo de cualquier proyecto o emprendimiento en la vida, sea de carácter personal o profesional.

Las personas que orientan sus actos en función de la sabiduría estratégica buscan siempre el camino más práctico y eficaz para alcanzar sus objetivos. La Mente Estratégica no trabaja solo buscando soluciones, más bien clasificando opciones. El trabajo sobre estas últimas es el que finalmente conduce a las primeras con mayor efectividad.

Actuar en términos de “viento favorable”, (entiéndase condiciones propicias), genera ventajas competitivas. Optimiza esfuerzo, trabajo e inversión de energía. Esta dinámica se encuentra siempre en las oportunidades. Buscarlas, identificarlas y aprovecharlas es una tarea fundamental del pensador estratégico, y para ello hay que desarrollar habilidades específicas.

Puede parecer lógico suponer que todas las personas buscan naturalmente oportunidades para actuar en la vida, pero esto no es así. En realidad la mayoría opera, o bien de acuerdo a los patrones establecidos o es adversa al riesgo. Las oportunidades prometen mejores resultados pero involucran mayor riesgo, y muy pocos toman estos caminos.

Ahora bien, actuar con la lógica de identificar permanentemente oportunidades consigue que se “construyan” situaciones propicias. Este es uno de los frutos más valiosos de la sabiduría estratégica.

Los “vientos favorables” siempre benefician al marinero que tiene velas desplegadas y la nave orientada a su objetivo. En esto nada tiene que ver la suerte o la fortuna. Por eso Napoleón (posiblemente el Strategos más grande de la historia) decía: “…el azar será siempre un enigma para las mentes mediocres”.

Para el pensador estratégico el trabajo inteligente prevalece sobre el “trabajo duro”. Por esto busca oportunidades para hacer las cosas mejor y más fácilmente. Esta es otra alusión a los “vientos favorables”.

Ahora bien, si en algún momento “el viento deja de soplar”, corresponde invertir todo el esfuerzo necesario para continuar el camino elegido. Acá ingresa la alusión a “remar”.

No se trata de parar o cambiar de rumbo ante la primera condición desfavorable. Esto sería aún peor que nunca haber iniciado el trayecto y representaria una pobre sabiduría estratégica.

La ausencia de los “vientos favorables” puede manifestarse de dos formas:

1.  Una reducción de las energías positivas o

2.  Un franco cambio a condiciones negativas

Y en ambos casos lo que corresponde es empezar a “remar”.

Hay que reemplazar la energía natural de las condiciones propicias por esfuerzo directo. El objetivo es no detenerse hasta que los “vientos favorables” retornen o hasta encontrar un punto definitivo de inflexión. La energía natural de las oportunidades debe sustituirse por inversión de esfuerzos extraordinarios, sacrificio concreto.

Para el pensador estratégico la desaparición de los “vientos favorables” y la necesidad de “remar” es, en sí misma, OTRA OPORTUNIDAD.

Esta es la magia que exhiben quienes no piensan ni actúan como la masa. La adversidad y las situaciones difíciles despejan las rutas que llevan a la victoria. Espantan a la mayoría. Crean condiciones preciosas para continuar en soledad y alcanzar éxito.

Poca competencia encuentra aquél que sabe trabajar con igual habilidad oportunidades y adversidades. Este es el guerrero que domina la fórmula para ser igualmente eficaz contando con fuerzas superiores o inferiores. El promedio de las personas solo compite bien cuando opera en condiciones propicias (si es que ha podido encontrarlas y construirlas).

“Remar” no es sencillo, por supuesto. Y mucho menos para mantener el rumbo elegido. Otra cosa es hacer el esfuerzo por criterio de sobrevivencia o con intención de “salvarse”. Sin embargo el pensador estratégico no trabaja con la lógica del plan “b”, más bien con muchos planes “a”. Es distinto. Un plan “a” es operar al amparo de las oportunidades y los “vientos favorables”, otro plan “a” es comenzar a remar cuando las condiciones han cambiado.

Por último, la sabiduría estratégica no desconoce, a pesar de lo dicho antes, la necesidad de eventualmente “rendirse” o cambiar de rumbo definitivamente. Esto vale la pena tenerlo claro.

Si los “vientos favorables” no retornan luego que se estuvo “remando” bastante tiempo, lo práctico es evaluar un cambio profundo. El Strategos no es un Quijote. Si se encuentra involucrado en una pelea que no podrá vencer, entonces se retira y prepara para la próxima contienda.

La apología de la perseverancia, la tenacidad o la persistencia no corresponde en todos los casos. No puede aplicarse para derribar una pared a fuerza de cabezazos. Es absurdo. Para la sabiduría estratégica todos los obstáculos son como ésas puertas de vidrio que tienen escondido el cartelito de “jale”. Se puede hacer mucho esfuerzo tratando de abrir la puerta a empujones y fracasar. Sin embargo se puede “jalar” la puerta con dos dedos y abrirla.

Todos los problemas tienen solución, toda adversidad puede ser superada. El pensador estratégico solo se diferencia de los demás en el hecho de buscar las medidas más prácticas, los caminos más sencillos. Esto es, en definitiva, encontrar nuevamente oportunidades y “vientos favorables” para seguir navegando.

El viejo y sabio adagio que afirma que “todo problema es una oportunidad que llega disfrazada a la fiesta”, es un mantra en los procesos mentales del pensador estratégico. Pero esto solo se hace evidente para él cuando el esfuerzo de “remar” ya no conduce a ninguna parte. Nunca antes.

“El viento que sopla a favor” es combustible del perezoso, en tanto que una bendición para el Strategos. ¿Qué factor determina la diferencia? El hecho que éste último está siempre dispuesto a “remar” cuando las condiciones lo requieren.

Bien lo dice un proverbio inglés y lo ratifica la sabiduría estratégica: “un mar tranquilo nunca hizo un buen marinero”.

Fuente: https://elstrategos.com/sabiduria-estrategica/

 

La fórmula de 2500 años para el éxito en los negocios

 

Habría que ser más preciso y afirmar que ésta es una fórmula para el éxito en los negocios y la vida. Nada menos. Porque finalmente nadie tendrá los resultados que espera en su desenvolvimiento profesional si no ha vencido las asignaturas que demanda una vida equilibrada y feliz.

La fórmula en cuestión le corresponde a Buda, ése ser iluminado que nació aproximadamente 600 años antes de Cristo. Él decía lo siguiente:

“El mundo está lleno de sufrimiento. La raíz del sufrimiento es el apego a las cosas. La felicidad consiste precisamente en dejar caer el apego a todo cuanto nos rodea”

Es necesario tener algunas cosas claras en este punto. En primer lugar,  es necesario reconocer que la felicidad es el éxito definitivo. Porque si no fuese así, ¿qué sentido tendría?

Se puede clasificar el éxito de muchas maneras, pero si ellas no conducen a un estado de equilibrio y felicidad de poco sirven.

En segundo lugar, reconocer que el sufrimiento es el antónimo de la felicidad no debería conducir a mucho debate. Nadie podrá afirmar que se siente exitoso si efectivamente sufre. Ése es un contrasentido monumental.

En tercer lugar, admitir que el apego es raíz del sufrimiento, no demanda gran esfuerzo intelectual. Porque cuando se vincula paz y felicidad a estados, cosas o personas que se encuentran en el exterior, se genera dependencia. No existe control de nada, se pierde libertad y se sufre.

Y por último, cuando se anula el apego a externalidades, emerge la fortaleza interior y el éxito es un estado de vida. Ya no se trata de alcanzarlo, más bien de gestionarlo.

El deseo irreflexivo conduce al apego. John D. Rockefeller, el hombre más rico de la historia moderna decía: “Si lo único que deseas en la vida es ser millonario, nunca lo conseguirás”. Porque finalmente, el apego al dinero solo lo ahuyenta. ¿Y cuál es el motivo? Sencillo: el apego produce miedo. Uno básico y fundamental: el temor de no conseguir lo que se quiere o perder aquello que se ha conseguido.

Si existe miedo no hay ningún éxito en los negocios (y tampoco en la vida). El apego y el miedo son hermanos siameses.

Por lo tanto, el desapego es la fórmula para triunfar. Una que tiene más de 2500 años de antigüedad. Una tan evidente como elusiva.

Imagínense a un hombre de negocios sin miedo a las circunstancias y eventualidades. Perfectamente equilibrado y alineado con el proceso y no con el carácter específico de los resultados. Si las cosas salen bien, pues bien, y si salen mal, pues bien también. No hay drama. Éste es un ser que alcanza sus objetivos por mera fuerza gravitacional.

Ahora bien, ¿cómo se alcanza el desapego a personas, cosas o eventualidades? Es un asunto de entendimiento e interpretación. Nada más (y tampoco nada menos, porque es una verdad universal que elude prácticamente a todos los seres humanos).

¿Qué se debe entender?

Primero que la frustración, el desasosiego, la rabia, el dolor, los resentimientos, la culpa, etc., son sentimientos que alcanzan a cualquiera. Forman parte de la naturaleza humana y no deben ser ignorados ni resistidos. Bien lo decía Carl Jung: “lo que resistes, persiste”.

Para tener éxito en los negocios y la vida, hay que tomar CONTACTO con esos sentimientos negativos en cuanto emerjan. Hay que reconocerlos y tener paciencia. En este momento están allí pero luego pasarán. No hay necesidad de hacer carne de ellos. Todo pasa finalmente en esta vida.

En segundo lugar, debe entenderse que esos sentimientos están en uno y en ninguna parte más. No tiene sentido echar culpas o maldecir a nadie ni a nada. La realidad es la que es, y siempre está bien. El sentimiento negativo sobre las cosas es un asunto netamente personal. Si uno choca la rodilla con una mesa, el dolor está en la rodilla, no en la mesa. Ésta es la que es y está donde está, nada más. El mundo no conspira de ninguna forma contra uno.

En tercer lugar, NUNCA y de ninguna forma hay que identificarse con los sentimientos negativos. Es distinto reconocer que la frustración o la ansiedad están allí, que entender que uno está frustrado o ansioso. Éste es el mantra: “yo no soy lo que me pasa”. Desde el momento que uno se identifica con el sentimiento negativo, la batalla está perdida.

La conciencia del ser humano le permite entender que las eventualidades son una cosa y la naturaleza de uno otra. Perder algo dista mucho de considerarse un perdedor. En el primer caso existe un evento que puede cambiar, en el segundo se reconoce la existencia de una “fábrica” que puede producir más derrotas en el tiempo.

Y en último lugar, CAMBIAR la forma de interpretar las cosas que suceden. Acá se perfecciona la fórmula para tener éxito en los negocios y la vida. En este punto se anula el apego.

Para el individuo que interpreta positivamente lo que le sucede, todas las cosas le aprovechan para bien. Todo ocurre para beneficio. Esto es lo que han dicho desde hace miles de años todas las personas iluminadas que han transitado este mundo. A quienes están involucrados en la dinámica de negocios, les gustaría decir: “nunca existen problemas, solo oportunidades”.

Si ahora hay lo que se quiere, perfecto. Y si mañana no hay, perfecto. El individuo continúa camino en uno u otro caso. Porque los eventos son una cosa y el ser otra.

Que el mundo juzgue a quién quiera por los resultados que observa. Esa es una nimiedad. Una medida de latón. Si usted se mide exclusivamente por los resultados que la gente considera “positivos” (vaya a saberse en términos de qué), prepárese para sufrir. Porque habrán tantos o más eventos “negativos” que auspiciosos, y el proceso concluirá por disminuir sus capacidades y lo convertirá en un fracaso estructural.

El éxito en los negocios y la vida se mide por la felicidad. Nada menos. En este sentido sí corresponde ser ambicioso (como buen individuo de negocios).

La felicidad no es una utopía. Ése es un cuento barato que las mentes simples le han vendido mucho tiempo a quienes deseaban mantener bajo dominio y en mediocridad. La felicidad es un estado que todos tienen incorporado desde que nacen. Un estado bloqueado por el apego a cosas y personas, condicionado por “zonas erróneas” que se deben trabajar y se pueden superar.

Ser feliz es por otra parte, el mejor negocio que puede emprenderse, pues como bien lo decía el propio Buda:

“La felicidad, por mucho que la compartas, jamás acortará la tuya”

Fuente: https://elstrategos.com/exito-en-los-negocios/