No hay mucho misterio en esto. Las personas que desean alcanzar aquello que más quieren en la vida deben ser eximias en la tarea de procesar fracasos. No importa el área de referencia. Es igual si se trata de objetivos personales, profesionales, de negocios o de amor. Si no se sabe superar diez caídas, no se alcanza un acierto.
Es curioso. En la vida no existe camino que pueda
conducir al éxito si se quieren eludir las sendas que llevan al fracaso. Solo
conociendo (y viviendo) las derrotas, puede alcanzarse la victoria.
Las bendiciones de la vida exigen ciertamente
trabajo, paciencia, esfuerzo y habilidad, pero solo
con esto no se perfeccionan. Es indispensable “morder el polvo” del infortunio
y el dolor de la pérdida.
Por otra parte, saber procesar fracasos no solo
permite alcanzar el éxito, también define el grado de satisfacción y la manera
en que se disfruta la victoria. Porque los que no procesan bien el infortunio,
llegan muy afectados a la meta y son incapaces de disfrutar sus galardones.
No se trata por lo tanto, únicamente de “superar”
fracasos, hay que saber procesarlos.
Esto último se facilita si se toma conciencia de dos
aspectos básicos:
1.- No existe NINGÚN tipo de éxito sin experimentar el
fracaso.
2.- Son muchos los fracasos que deben experimentarse
antes de alcanzar un acierto.
Si estos dos hechos se asumen con naturalidad, la vida
entrega dócilmente los premios que se le piden.
Ahora bien, asumir esto “con naturalidad” significa
hacerlo con el mismo talante que se adopta para el éxito. Es necesario procesar
los fracasos con dosis importantes de aceptación y contento. Aceptar es el
antónimo de rechazar. Y tener contento es lo opuesto de dolerse por la pérdida.
¿Queda claro?
Si se rechaza el fracaso, automáticamente se rechaza
la victoria. Si no se tiene sano contento con la pérdida, la ganancia tampoco
traerá satisfacción. Así son las cosas, y vaya a saberse a qué tipo de designio
obedecen estas leyes.
Carl Jung decía: “lo que resistes, persiste”. Así
pues, cuando se rechaza la pérdida, el hecho se repite, las condiciones
empeoran y el infortunio no cesa. Y cuando los malos momentos no se procesan
con tranquilidad y contento, amargan el alma, inhabilitándola para disfrutar la
victoria.
Aceptación y contento. Esos son los ingredientes para
procesar fracasos. A ello se puede sumar una buena dosis de fe y paciencia,
pero luego de haber dominado lo primero. La fe está sólidamente anclada en el
futuro, pero nunca exime de los tropiezos del camino. La paciencia es
indispensable para tener el tiempo como aliado y no como enemigo, pero tiene
poco poder si no es precedida por la sana aceptación y el contento con lo que
pasa.
Cuesta muchísimo aceptar los reveses en la vida, y es aún
más difícil hacerlo con cierto gozo. Por esto muy pocos pueden considerarse
genuinamente bendecidos. Bien lo establece la afirmación bíblica, estrecha es
la senda de los elegidos.
El minero acepta con buen talante la existencia de las
toneladas de tierra y roca que esconden la preciosa pepita del oro que busca.
Nunca rechaza la existencia del muladar, ni asume una relación proporcional
entre aquél y el precioso metal. Sabe bien que la tierra es guardián gentil de
la recompensa que busca.
¿Es acaso difícil colectar, transportar o almacenar
pepitas de oro? ¡En absoluto! Lo difícil es procesar las toneladas de tierra,
fango y piedra que las cobijan. En esto se demanda la experticia del minero.
Se distinguen los seres humanos en la forma de
procesar fracasos, nunca en el éxito que han conseguido. Porque cuando
eventualmente acontece la victoria sin el costo que representa la derrota,
llega atada a una cadena de condenación. Sufre mucho el afortunado con solo
pensar que puede perder lo obtenido.
Quién alcanza lo que quiere luego de haber aceptado
sereno el costo del fracaso, no teme perder lo que ha obtenido. Por esto mismo
no tiene apego y es libre.
Porque triste es vivir apegado a lo que se tiene. Es
una manifestación de mentalidad de escasez y miseria. Nada más.
Algunos dirán: evidentemente la vida da y la vida
quita, por esto mismo… bendita sea la vida. Pero no es así. La vida siempre da.
Lo que sucede es que da pérdidas y ganancias. Si las primeras no se procesan
igual que las segundas, surge la sensación de una dicotomía.
Procesar fracasos es un arte, pero es uno
indispensable para la vida. No hay ciencia para ello. Es cuestión de actitud.
Nada llega gratuitamente en la existencia, mucho menos el éxito. Y su costo no
es trabajo, sacrificio, conocimiento o habilidad. Su costo es el fracaso.
¿Quiere decir esto que se le debe hallar gusto a la
derrota? No necesariamente. Pero sí se la debe asumir con la misma naturalidad
que se dispone para la victoria. Con ésa paz de espíritu que nunca reniega de
la realidad, sea ésta la que se desea o no.
El “ethos del guerrero” afirma que la sabiduría
consiste en aceptar la realidad como es, no como se quisiera que sea, y el
coraje en actuar coherentemente con ello.
Wayne Dyer, cuando se refería a ése ideal de persona sin “zonas erróneas” decía:
“Cuando se está cerca de una persona libre de Zonas
Erróneas se nota la ausencia de lamentos e inclusive de suspiros pasivos. Si
llueve, les gusta. Cuando hace calor lo disfrutan en vez de quejarse. Si se
encuentran en medio de una congestión de tráfico, o en una fiesta, o
completamente solos, sencillamente actúan de la mejor manera posible. No se
trata de disfrutar de todo lo que sucede, sino de una sabia aceptación de lo
que es, de una rara habilidad para deleitarse con la realidad.”
Posiblemente esta afirmación contiene la sustancia
para procesar fracasos: adquirir ésa rara habilidad para deleitarse con la
realidad.
Porque los fracasos en la vida son finalmente eso: una
realidad.
Levante el ánimo. Recoja los hombros. Mire más el
cielo que la punta de sus pies. Que las derrotas no le marquen una arruga en la
frente ni le quiten un minuto de sueño. Si las vive quiere decir que está
caminando. Si no las viviera, usted mismo sería el fracaso.
No desmaye en el afán de trabajar la tierra y el
barro. Con paciencia y buen ánimo. De esta manera solo algo es seguro:
encontrará la pepita de oro que está buscando.
Procesar fracasos es una forma de cobrar el éxito por
adelantado.
Fuente: https://elstrategos.com/procesar-fracasos/
Twitter: @lecheriateve