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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

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¡Socorro! (12 cuentos para caerse de miedo) - Elsa Isabel Bornemann

 


Elsa Isabel Bornemann. Nacida el 20 de febrero de 1952 en Parque Patricios, Buenos Aires, Argentina. Falleció el 24 de mayo de 2013 en Buenos Aires, Argentina. Fue una escritora argentina para niños, jóvenes y adultos.​ Fue profesora de Letras egresada de la Universidad de Buenos Aires. Ejerció la docencia en todos los niveles, dictó numerosos cursos y conferencias e integró variedad de mesas redondas y jurados

Esta obra es considerada como su inicio a la literatura infantil en el año 1988; es considerada su obra más popular. Publicada por Alfaguara infantil.

Una obra muy recomendada para los niños y adolescentes que quieran sentir en forma mesurada y sana los escalofríos que provoca la narrativa de Bornemann. Infaltable en las reuniones de campo alrededor de una fogata.

Espero la disfruten y se asusten mucho.

Autor: Miguel Ángel Moreno Villarroel


LA EDAD IDEAL PARA SER EMPRENDEDOR



No existe una edad ideal para ser Emprendedor. Hay dos verdades incuestionables en el mundo del emprendimiento: no todas las personas tienen la capacidad para emprender y no existe edad definida para ser Emprendedor.

Para emprender no se necesitan aptitudes excepcionales, se precisan actitudes extraordinarias.

El concepto lo dice todo: actitudes ajenas a lo ordinario, diferentes y poco comunes. Los emprendimientos están relacionados primero con el carácter, luego con las habilidades y finalmente con el conocimiento.

El cierto que el Emprendedor es alguien que trata de vivir sus sueños despierto y posee una visión que trasciende las fronteras que se imponen otras personas. Es correcto que tiene habilidad para identificar oportunidades y hacer posibles cosas improbables. Todo esto es cierto y lo particulariza, pero NADA de ello determina que finalmente sea un Emprendedor.

Esto es parecido a lo que pasa con las personas a las que les gusta el futbol. Una cosa es practicarlo, mirarlo, disfrutarlo o vivirlo intensamente. Pero otra diferente es ser un profesional que hace del juego una forma de sustento y vida.

El jugador profesional vive de y para ése deporte, se desenvuelve en márgenes exigentes de resultados y desempeño. No le basta solo talento, disposición o conocimientos, debe ajustar cada aspecto de su vida a la profesión.

Precisa adoptar una estricta disciplina para guiar cada acto. Sacrificar muchas cosas de valor en beneficio de su carrera. Requiere capacidad para encajar, procesar y superar la derrota, la adversidad, la crítica impiadosa, el adulo interesado, el olvido intencionado. Debe apretar los dientes para ocultar el dolor mientras todos le exigen a gritos que siga corriendo. Estas pruebas solo pueden superarse con CARÁCTER.

Es cómoda la participación del resto en la función, bien desde el anonimato de la grada o del cuarto de TV. Es sencillo juzgar, divertido criticar, todo es finalmente parte del “show”. Pero la diferencia es clara: unos son jugadores profesionales y el resto aficionados.

Sucede lo mismo en el mundo del emprendimiento: existen profesionales, aficionados y todos los demás.

Los primeros deciden hacer del emprendimiento su VIDA, los segundos juegan con la posibilidad y el resto mira, disfruta, contribuye y se beneficia de la dinámica. ¡Pocos tienen el CARÁCTER para entrar en las grandes ligas!

Los diccionarios dicen de carácter más o menos lo siguiente:

“Conjunto de cualidades psíquicas y afectivas que condicionan la conducta de cada individuo”. “Condición, índole, naturaleza de algo o alguien que lo distingue de los demás”. “Firmeza, energía, genio”. “Señal espiritual que queda en una persona como efecto de un conocimiento o experiencia importante”.

En el mundo del fútbol la edad ES una limitante que el carácter no puede superar en determinado momento. Sin embargo no existe una edad ideal para ser Emprendedor. La edad no limita el carácter nunca. Por el contrario: lo enriquece, fortalece y lo lleva al límite.

La definición “el carácter es una “señal espiritual” que queda en una persona como efecto de su conocimiento y experiencia”, es una alusión directa a la riqueza con la que contribuye la edad al desenvolvimiento profesional.

El carácter no se pierde con los años, de ninguna forma. Más bien cobra solidez con el tiempo y con las pruebas a las que es sometido.

Es cierto que la juventud proporciona energía, pero el carácter la utiliza y procesa con sabiduría. La aplica y contiene en función de lo que conoce.

El nombre del asiento donde reposa el carácter se llama paciencia. Los brazos de la silla mansedumbre, y el espaldar tiene inscrito en dos grandes caracteres la palabra fe. Todas estas son cualidades que se desarrollan con el tiempo, eso que los seres humanos llaman edad.

El deseo de emprender es una criatura rebelde que se prende del espíritu del hombre como benigna garrapata a lo largo de toda su vida. Muchas veces tarda en manifestarse, pero siempre lo hace.

No hay una edad ideal para ser Emprendedor. Hay personas que desean emprender desde que tienen 10 años de vida y no lo consiguen hasta que pasan los 50. Para esto también se precisa carácter. Puesto que no es fácil vivir tanto tiempo con una criatura rebelde que patea desde el fondo del espíritu cada minuto, y debe ser contenida por un sinfín de consideraciones.

Hay personas que efectivamente emprenden desde los 10 años y deben pagar muchos peajes en el camino. Todos relacionados a la falta de experiencia, al ímpetu, la imprudencia, al sentido de “inmortalidad”, que es signo de toda vida joven. Estas pruebas también demandan carácter.

Por otra parte, no es Emprendedor quien alguna vez entró al ruedo y lo dejó ante la primera desventura. Tampoco aquel que practica buena mayordomía con lo que le ha sido asignado, o lo que ha heredado. Estas tareas demandan otras virtudes, no por ello menores, pero el Emprendedor siempre abre senda, transforma las cosas a su paso, crea realidades, esculpe el mundo.

No existe una sola idea, invento o descubrimiento que haya cambiado a la humanidad y no hubiese sido producto de una mente emprendedora.

La siguiente frase parece apropiada para explicar esto: “Los emprendedores son personas que cambian su futuro, cambian su entorno y hacen que la vida de otras personas sea mejor. Siempre hay un antes y un después del paso de un Emprendedor por este mundo”.

¿Es posible suponer que en el Universo del Emprendedor exista una edad ideal para activarse? ¡En absoluto! La edad es solo un matiz, una curiosidad, un adorno del espíritu Emprendedor.

Y si se trata de identificar una edad ideal para el Emprendedor, siempre habría que remitir la referencia hacia los que llevan canas. Porque allí los bríos se reúnen con la sabiduría, ésa hermana mayor de la experiencia. Porque nada es más valioso que todo lo visto por una persona madura. Aquello que ha escuchado en los caminos de la vida, los golpes que ha superado, las personas que ha conocido, las barreras sobre las que ha saltado.

Si por otro lado se presenta el joven inquieto con la duda de comenzar su vida en el mundo del emprendimiento o adoptar una actitud más conservadora, salvada la prueba para saber si tiene ésa criatura indómita aferrada al espíritu, el consejo inmediato sería que dé el paso al frente y comience. ¡Sin ninguna duda ni temor!

No solo es un privilegio poseer el carácter para emprender, es fundamentalmente una bendición.

Parece también una falacia asociar el emprendimiento (y de allí la edad ideal del Emprendedor) a la acumulación de dinero. El emprendimiento no es un sinónimo de fortuna financiera, si no de libertad financiera, que no es lo mismo.

Si en este mundo carente y difícil se da a escoger a la gente entre fortuna financiera o escasez, solo el tonto optará por lo segundo. Sin embargo esta simplificación de la realidad no es correcta. No hay recetas mágicas para la fortuna financiera, y entre ellas obviamente no se encuentra el emprendimiento.

¡Que Dios bendiga a los millonarios, por supuesto!, especialmente si han conseguido sanamente ésa condición. ¡Y que los guarde!, porque tampoco es fácil la vida en ése sitial, a pesar de todo lo que puedan pensar las mentes simples. Pero debe abandonarse la promesa de millones a quienes aguardan la señal propicia para Emprender.

Dirán muchos, con razón, que el emprendimiento es un camino más corto para alcanzar riqueza financiera, pero esto siempre es una consecuencia y no un objetivo del espíritu emprendedor.

No son pocos los emprendedores que han sacrificado fortunas por cumplir un sueño. O han muerto en la estrechez económica tratando de alcanzar una visión.

Y lo hicieron por dos razones: porque eran presas de una criatura rebelde que se abrazaba a su espíritu, y porque tenían carácter.

No cualquier persona puede ser Emprendedor, así como no todos llegan a jugar en el futbol profesional, por mucho que les guste y tengan aptitud.

¡Y no hay problema con esto!

Hay que ser crítico con aquellos que visualizan un mundo lleno de emprendedores o consideran menos a quienes no lo son. Está bien compartir la inquietud de animar esos espíritus que vibran y esperan una oportunidad. Pero el mundo es una paleta llena de colores entrelazados, no es un lienzo monocromático, por mucho que ése único color que se quisiera sea el del Emprendedor.

Y la edad ideal, por supuesto, no existe como condicionante para el Emprendedor. Así como no existe como fundamento para vivir. Porque el emprendimiento es precisamente eso: una forma de vivir.

Fuente: https://elstrategos.com/




 

Nostalgia, su valor en el mundo de la excelencia profesional


Dicen por ahí, y con mucha sabiduría, que “el propósito de la vida es experimentar cosas por las que luego sentirás nostalgia”. Así de sencillo. Un planteamiento interesante y profundo, porque brinda interpretaciones que no sólo pueden relacionarse a la vida personal, también al desempeño profesional.

El desenvolvimiento en el trabajo no solo consume una buena parte de la existencia útil de cada persona, también condiciona la calidad de la vida personal y familiar. Ya no existen fórmulas simples para separar una cosa de la otra. Quién lleva adelante un ordenado y distinguido desenvolvimiento profesional tiene mayores probabilidades de gozar integralmente de toda su existencia.

Ahora bien, la vida no es más que una suma de experiencias, el resultado de eventos que se propician con determinado fin, o que suceden aleatoriamente. Para todo lo que está involucrado en el primer caso llega la recomendación señalada: “experimentar cosas por las que luego se sentirá nostalgia”.

La lógica de “experimentar” alude concretamente a la acción, esto en primer lugar, puesto que no hay experiencia sin un acto determinado. Por otra parte, “experimentar” implica aceptar resultados inciertos, factor que lo sitúa bajo la influencia del riesgo y la tolerancia al equívoco. Esto es importante, porque no todos comprenden el papel explícito y natural que el riesgo y la incertidumbre juegan en la vida.

Todo ello define el desempeño profesional de las personas y el carácter de los elementos que le proporcionan calidad.

La excelencia en la vida profesional no está vinculada a ninguna aptitud. Esto debe quedar claro. No es una cuestión de conocimientos o experiencia, y tampoco es algo que se pueda evaluar en el marco de lo teórico o insustancial. La excelencia profesional está siempre relacionada con la acción, con el sentido de hacer las cosas, y de hacerlas muy bien.

El orden de estos factores es vital: se trata primero de actuar y luego de considerar virtuosismo en el acto. Es más sencillo hacer las cosas bien, en cierto sentido, que hacer todo lo que se tiene que hacer. La excelencia profesional se mide primero en términos cuantitativos, porque se trata de hacer mucho, y hacerlo muy bien. Ese es el proceso.

La orientación fluida y confiada hacia la acción está vinculada a la actitud. Y la calidad de la misma a la aptitud. Ese es el orden.

Por ello el mérito le corresponde siempre al “hombre en la arena”, aquél que efectivamente genera una dinámica. Las personas inclinadas a la crítica y juicio fácil nunca pueden evaluarse en los márgenes de la excelencia profesional. Es posible que sean necesarios para que el sistema funcione, pero no pueden subir al pedestal de los que actúan.

La acción, en términos de “experimentar”, representa desenvolverse sin una idea cabal del resultado, y por eso responde a la fe y confianza que se tenga en uno mismo. Esto tampoco habita en los dominios del conocimiento, porque éste considera por esencia, límites y restricciones. Tener la capacidad de “experimentar” en los actos profesionales, y hacerlo en los márgenes de la excelencia, responde al carácter y la actitud virtuosa.

Ahora bien, si a esto se agrega el sentido de nostalgia, se llega al punto en que el profesional excelente experimenta con sus acciones hasta el punto de extrañarlas, de acordarse de ellas con esa mezcla de tristeza, placer y afecto que surge cuando se piensa en momentos felices.

Nadie tiene la capacidad de recordar todas las cosas que le acontecen, y mucho menos sentir una nostalgia generalizada. Se recuerda lo que genera impresiones relevantes, bien sea de tipo positivo o negativo. Son esos eventos (“extra-ordinarios”), los que se graban en la memoria.

Y la excelencia es precisamente eso: un evento extraordinario.

El profesional que se desempeña en sus márgenes no siente nostalgia solo por los eventos de resultado favorable. De esto no se trata la vida. Los reveses y fracasos son más frecuentes (y comunes) que los éxitos. Y no solo es preciso sobrellevarlos, también se los debe apreciar, de la misma forma que se valora íntegramente una naranja, aunque solo se le quiera extraer el zumo.

Ahora bien, ¿quién puede sentir fácilmente nostalgia por errores y fracasos cometidos? Pues solo el que entiende que son los peldaños que conducen a la victoria.

El éxito nunca se encuentra “al alcance de la mano”, porque si fuera así estaría disponible para todos, y con mucha facilidad. Eso le quitaría valor y lo anularía como factor calificativo de la acción. En realidad, al éxito solo puede accederse subiendo un montón de peldaños. Y cada uno de estos es un fracaso que se debe experimentar.

Hay dos formas de enfrentar esos eventos negativos: con temor o con confianza. Cualquiera de estas vías puede llevar a la victoria. Pero el temor tiene un costo más grande y es menos efectivo cuando se miden los resultados.

Los aciertos se reproducen a mayor velocidad cuando los procesos son abordados con seguridad y confianza, no con temor. Las victorias que cuestan “sangre, sudor y lágrimas” (esas que se procesan con temor), tienen alto costo y menor probabilidad de ocurrencia.

¿Que se necesita para subir los peldaños que llevan al éxito con seguridad y confianza?: conocimiento de lo que se está haciendo, ¡seguro!, pero sobre todo la actitud apropiada para tomar decisiones y procesar contratiempos.

Esta es la fórmula:

  • Coraje para empezar.

  • Disciplina para concentrarse.

  • Confianza para resolver.

  • Paciencia para reconocer el progreso que no siempre es visible.

  • Tenacidad para seguir adelante, incluso en los días malos.

Si se actúa así permanentemente, se alcanza la excelencia profesional. El circuito de estas acciones alcanza fluidez, se vuelve un hábito y termina como un estado.

Por último, al optar por circuitos de acciones que en algún momento puedan generar nostalgia, se aumenta la calidad del desempeño hasta un nivel que le está reservado a muy pocos.

Porque aún entre los profesionales excelentes hay diferencias. Como bien lo dice Tim Grover, no es lo mismo ser un profesional grandioso que uno imparable. Aún en la galería de los laureados existen diferencias.

La “crème de la crème” del mundo profesional define sus actos cotidianos con el criterio de acordarse mucho tiempo de lo obrado. Es gente romántica. Valora, expresa y evoca sentimientos, sueños, afectos e ideales. No son personas frías, a diferencia de lo que piensan muchos. Sus actos se parecen más a una obra de arte que a un procedimiento quirúrgico.

¿Qué significa ser un profesional memorable? Pues justamente alguien que merece ser recordado. Ciertamente por lo que ES, pero en tanto ello esté definido por la CALIDAD en lo que HACE.

¿Y qué se puede decir de esos mismos profesionales que adicionalmente consideran la nostalgia como factor de sus experiencias? Pues bien, ellos ya forman parte del Olimpo en el universo de las personas que trabajan.

https://elstrategos.com/