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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel
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Pedir permiso antes de entrar en una habitación o despacho.


 

Pedir permiso antes de entrar en una habitación o despacho. La regla de cortesía que todos deberíamos tener en cuenta y poner en práctica (con vídeo explicativo)

Redacción Protocolo y Etiqueta


La importancia de la cortesía de pedir permiso al entrar en una habitación o despacho

Las normas de cortesía son fundamentales para cinvivr con respeto y armonía en cualquier sociedad. La mayoría de ellas son muy sencillas y fáciles de poner práctica, aunque no siempre lo hacemos. Esta que ahora explicamos, es una de ellas.

Al entrar en un despacho o habitación, debemos seguir ciertas pautas que preserven la privacidad y el espacio personal de los demás. No podemos irrumpir de repente sin previo aviso. Incluso, aunque pensemos que se está haciendo algo... podemos decir poco apropiado. No somos policías buscando pruebas.

Lo primero y más importante es llamar a la puerta antes de entrar. Es una forma de avisar a la persona que está dentro que deseamos acceder, dándole la oportunidad para prepararse o para pedir un momento si está ocupado -está hablando por teléfono, tiene una visita, etcétera-. Entrar sin previo aviso es muy descortés y molesto.

Lo más habitual es pedir el permiso tocando la puerta -popularmente conocido como 'picar' en la puerta- y esperar a que nos lo concedan. De igual manera debemos actuar aunque la puerta esté abierta o entreabierta.

Tanto en los entornos laborales como en los familiares donde se comparten espacios, es recomendable establecer acuerdos y normas claras. Por ejemplo, se puede acordar tocar antes de entrar en el despacho de un compañero de trabajo o en la habitación de un hijo. En estos casos, nos debemos atener a lo pactado. Pero también para otros acuerdos distintos a los que las reglas de cortesía indican. Es decir, si un compañero de trabajo nos permite entrar, por la razón que sea, sin llamar a la puerta, en este caso no estaremos actuando mal.

La regla de oro que debemos tener en cuenta es el respeto mutuo. Llamar a la puerta antes de entrar es un gesto sencillo que demuestra consideración por la privacidad y el espacio personal de los demás. También es una demostración de buena educación. Aunque, por desgracia, este gesto de pedir permiso antes de entrar no es tan habitual como debería ser.

Vídeo explicativo: pedir permiso antes de entrar

Conquiste problemas grandes para que todos parezcan pequeños

Este es un asunto relacionado con la orientación que se les da a los procesos mentales, nada más (pero tampoco nada menos). Por lo general las personas no se inclinan a resolver problemas grandes como prioridad. Habitualmente postergan su tratamiento por consideraciones, aparentemente lógicas, de dificultad y sensibilidad.

Algo de sentido tiene esto, porque las cosas y eventos que revisten mayor complejidad tendrían que tratarse con más tiempo y precaución.

Sin embargo, esta premisa pierde valor cuando se ingresa al campo del pensamiento estratégico. Porque en él, la acción se privilegia sobre los planes y la dificultad constituye un valioso activo del perfil competitivo.

Los planes, y en realidad todo lo relacionado a los procesos de planificación, tiene una importancia tangencial para la Estrategia. En esto ella se distingue de otros sistemas de gobierno. A diferencia de la Administración y de la Política, la Estrategia es un conjunto de consideraciones y reflexiones dirigidos específicamente a la resolución de conflictos. Ciertamente no todo es “conflicto” en términos del objeto de trabajo de los sistemas de gobierno, pero para la Estrategia constituye elemento esencial y motivo de enfoque.

Tener un plan o una estrategia son dos cosas distintas. Los planes sirven prácticamente para todo, en cambio la estrategia solo justifica su existencia para resolver un conflicto, una disputa, una contienda. Y cuanto más importante, mejor.

En función de estos propósitos, la estrategia se orienta siempre a la acción. Ésta es su marca distintiva, y también el factor que limita la utilidad que pueden brindarle los procesos convencionales de planificación. Entre los planes y la acción siempre hay una brecha de espacio y tiempo, y este es un factor de alto riesgo para la resolución de conflictos.

Y si se trata de problemas grandes, mucho peor.

Esto no quiere decir, por supuesto, que nada se planifique en la estrategia. Los planes también son funcionales para el abordaje de los conflictos, pero la forma de procesarlos es muy diferente. En el mundo estratégico las actividades de planificación se trasladan del “laboratorio” a la cabeza del Strategos. Los procesos no se desarrollan en juntas o comités, son dinámicas reflexivas que ocurren en la mente del Strategos.

Entender esto es tan sencillo como comprender los siguientes ejemplos: ¿qué tipo de plan puede suponerse que utiliza una persona que es atacada en la calle por unos asaltantes? O por otra parte, ¿cómo se planifica la conducción de un automóvil?

Estos son casos en los que la acción desplaza la consideración de cualquier plan. El acto aquí es supremo. Ahora bien, si este acto responde a un programa mental preestablecido, mucho mejor. Pero esto no es lo mismo que un plan.

Un programa mental es un conjunto de pensamientos que toman cierta dinámica en la mente de las personas cuando consideran algo en particular. Son procesos que tienen origen en determinadas premisas y se activan en función de ellas. Y a pesar que cambian de acuerdo a las circunstancias, mantienen la lógica de sus fundamentos.

Para entenderlo de otra forma, un programa mental es como un “software” que dirige la dinámica de ciertos pensamientos.

Si una persona está convencida que la forma más segura de caminar por la calle es en sentido contrario al flujo de automóviles, adaptará sus actos a esta premisa en todas las circunstancias en que le sea posible. Ya no piensa necesariamente en ello, ya no planifica nada, actúa en términos de un programa mental.

Ahora bien, si este programa mental tiene suficiente calidad, las acciones también la tendrán. Esto sucede en el caso de la Estrategia, porque ella se fundamenta en el que es, posiblemente, el mejor programa mental que existe para abordar los conflictos: los Principios Estratégicos.

Ellos resumen el conocimiento y la experiencia del ser humano en su relación con los conflictos y los problemas a lo largo de toda la historia. Y se los denomina principios porque su validez ha sido comprobada empíricamente, una y otra vez.

Hay infinidad de principios estratégicos, desde esa premisa de tiempos remotos en la que Sun Tsu recuerda que “hay que saber cuándo luchar y cuando no”, pasando por la afirmación atribuida a Maquiavelo y según la cual “el fin justifica los medios”, hasta una que hoy mismo sostiene Seth Godin cuando dice: “si yo fallo más que usted, yo gano”.

Los principios estratégicos tienen la misma edad que las tribulaciones humanas, y en ese sentido tendrán un valor eterno.

Quién aborda los conflictos (grandes problemas incluidos), utilizando el programa mental que proviene de los principios estratégicos, hace estrategia. Y a quién lo hace de forma profesional, a ése hay que llamar Strategos.

Pues bien, estos profesionales tienen una recomendación muy simple para el tratamiento de la adversidad: “conquiste los problemas grandes para que todos parezcan pequeños”.

En el mundo de las dificultades las cosas no se construyen de lo pequeño a lo grande. Pequeñas soluciones nunca resuelven grandes problemas. Y la razón es muy clara: las dificultades mayores siempre dominan a las menores. En una casa que se está incendiando, de nada sirve resolver problemas eléctricos.

Por otra parte, los problemas terminan siendo “grandes” justamente porque no son abordados. Al ser cosas que se mantienen pendientes, flotan en el aire succionando energía positiva. Por eso el temor, las vacilaciones, la procrastinación y la incapacidad de tomar decisiones, están asociados estrechamente a la existencia de “problemas grandes” que no se atienden.

La fricción, incomodidad y aprehensión que se tienen al enfrentar una contrariedad sólo se diferencian en volumen cuando se tratan problemas grandes en lugar de pequeños.

La sensación en ambos casos es la misma. Igual que cuando alguien se sumerge en una piscina de 5 metros de profundidad o en un lago de 500 metros. La sumersión no es distinta, ni tampoco la sensación.

Pero algo si cambia en relación a la experiencia: la confianza de la persona, su seguridad y la percepción de valor que tiene de sí misma. Porque para quién se sumerge en grandes volúmenes de agua profunda, nada complejo le representa una alberca, por mucho que en ambas exista la posibilidad “técnica” de ahogarse.

Quién aplica estrategia para resolver conflictos es como el amante del surf que siempre busca olas mayores para desplazarse. Conquista los problemas grandes hasta el punto que todos le parecen pequeños.

Y esta mentalidad no aplica solo para los problemas, por supuesto. Laird Hamilton, el surfista norteamericano de grandes olas lo dice bien:

“Tus experiencias previas dan forma a tus percepciones actuales. Si quieres que las cosas que te estresan o los problemas parezcan más pequeños, conquista los factores estresantes y las adversidades más grandes. Si deseas que la silla incómoda se sienta más cómoda, duerme en una trinchera. Si quieres poner tus tiempos difíciles en perspectiva, lee la autobiografía de Jackie Robinson. Si pretendes introducir un nuevo género musical, cierra la brecha con una canción con la que la gente esté familiarizada. Si quieres que las olas gigantes parezcan manejables, surfea olas cada vez más grandes. Tus percepciones son una función de lo que has encontrado previamente”.

¡Agarre el toro por las astas! Aborde de inmediato los problemas que más resistencia le provocan. ¡Esos son los que pagan! Le resultará difícil al principio y por unas cuantas veces, pero después todo será energía y poder.

¿Qué se puede perder en el intento? Porque de todas maneras un inicio tiene que existir para todo. Y las primeras experiencias igualmente se pueden dar con pequeños o grandes desafíos. Es así de sencillo.

A diferencia de la gran mayoría de los individuos, el pensador estratégico reconoce esta realidad y la aprovecha como una ventaja competitiva. Puesto que, aunque suene triste, lo siguiente no deja de ser verdad: muy pocas personas tienen la capacidad de simplificar las cosas en este mundo, por el contrario, son expertas en complicarse la vida.

Fuente: https://elstrategos.com/


 

¡Invierta en usted mismo! El consejo básico de Warren Buffet

 

Muchos lo consideran el mejor inversor de todos los tiempos y uno de los hombres más sabios en la historia de los negocios. Warren Buffet es un ícono en términos de lo que ha alcanzado, un paradigma en sí mismo. De este hombre grande surge un pequeño pero poderoso consejo para quién desea emular sus logros: invierta en usted mismo.

El acto de invertir puede entenderse de manera simple: dedicar recursos. De esto se trata finalmente: destinar y asignar ciertos valores con el propósito de obtener otros mayores.

La complejidad del acto se presenta cuando debe elegirse el objeto de inversión, cuando hay que medir la cuantía de los recursos y definir el tiempo que tomará el proceso. La calidad con que se hace esta evaluación diferencia a los inversores entre sí. Allí convergen el arte con la ciencia.

Hay, sin embargo, un tipo de inversión en la que los factores de cuantía, destino y tiempo no necesitan cuidarse. Una que siempre tiene retorno positivo, crecimiento compuesto y ningún riesgo: la inversión que se hace en uno mismo.

Invierta en usted mismo, dice Buffet, y verá los beneficios multiplicados por diez, sin que nadie pueda gravarlos o robarlos”.

Se trata de que dedique los recursos más importantes que tiene: energía, tiempo, enfoque, dinero, cuidado, cariño, etc., a su desarrollo personal, al vital objetivo de sentirse y estar bien. Y se trata de hacerlo como una prioridad en su vida, no como una “responsabilidad” más.

Entender el beneficio de un acto así, emerge de una lógica sencilla: uno mismo es su activo principal, el que sustenta la capacidad de producción, la “tarjeta madre” de todo el circuito, el “equipo” central del sistema. Si uno funciona bien, todo lo demás también.

Si se cuida el árbol, la calidad de los frutos está garantizada.

Ahora bien, ¿a qué se deben dedicar los recursos para optimizar esta inversión?: a todo aquello que agregue valor como persona y profesional.

El orden es importante: primero la persona y luego el profesional. Porque al final de la historia, el segundo siempre es una consecuencia del primero.

Cuando se habla de invertir en el desarrollo personal, hay una inclinación a pensar en habilidades, destrezas, conocimientos y experiencia. Y aunque esto es positivo, no alcanza para el propósito final, porque una dedicación de recursos planteada así prioriza al profesional, no a la persona.

Invierta recursos en sentirse bien con usted mismo.

Si no se siente cómodo en su propia piel, no se sentirá básicamente bien con nada ni con nadie. Es así de simple. Y esta “comodidad” involucra en proporciones similares al cuerpo, la mente y el espíritu. Porque sin la fundamental homeostasis de estos tres elementos, no emerge el producto deseado.

Decían que la famosa actriz Marilyn Monroe se sentía extremadamente cómoda con su cuerpo. Algo excepcional, incluso al nivel de estas personas constantemente expuestas al escrutinio público. Contaban que en esto Marilyn era tan natural que se parecía a un animal en estado de conciencia pura. Pero ella no tenía ni la mente ni el espíritu en igual forma, y por eso sufrió toda su vida, hasta el punto que decidió terminarla.

Es que el “bien-estar y bien-sentir” deben emerger del interior de la persona, porque de lo contrario se vuelven estados de vida corta. Si se depende de las circunstancias externas para sentirse bien, se es un esclavo de los acontecimientos y no se posee control de nada.

La construcción de ese estado interno demanda algunas cosas que son mucho más sencillas de lo que se piensa:

1.- Dedique recursos para verse básicamente bien, por muy profano que esto parezca.

Pararse delante del espejo y sentirse cómodo no es algo común para las personas. Y asumir que esto no tiene importancia es un error fundamental, porque lo estético no es nada banal. El ser humano tiene una capacidad natural para apreciar la belleza, por mucho que esto no tenga un estándar definido. Y poder hacerlo delante de un espejo y con uno mismo, es algo poderoso.

Invierta recursos en la ropa que le guste, en la dieta que le acomode y en el ejercicio físico que le resulte conveniente.

Estos no son “gastos insulsos”, son inversiones de clin a cola, porque conducen a un estado de “bien-sentir” y “bien-estar” que condiciona favorablemente otras actividades.

2.- Invierta recursos en su relacionamiento social.

Esto es indispensable. La vida siempre se manifiesta a partir de un balance delicado de energías. Y dado que el ser humano es un animal de naturaleza social, allí encuentra energía vital para “cargar sus baterías”.

Ahora bien, invertir recursos para el relacionamiento social involucra esfuerzo y sacrificio. Porque sin lo primero las relaciones quedan sujetas al azar, y sin lo segundo carecen de valor. Encontrar personas que contribuyan con el crecimiento personal no es fácil, demanda esfuerzo. Construir y mantener esas relaciones tampoco es sencillo, requiere sacrificios.

Por esto las buenas relaciones son producto de una gran inversión, porque piden que se dé mucho antes que se reciba algo.

3.- Invierta en sus hobbies y aficiones.

Hágalo sin ningún tipo de pesar. Estos no son gastos que deben considerarse con criterio marginal, son inversiones que consolidan su “bien-sentir y bien-estar”. Y a partir de ello la atención a todas las otras responsabilidades queda garantizada.

4.- Conozca el mundo.

Viaje, comparta con otras culturas y gente diferente. Lea sobre ellas, investigue. Muchas veces se piensa que esto tiene que apoyarse en grandes presupuestos, pero no es así. Las vías por las que puede transitarse el mundo son de todo tamaño y costo, y todas conducen a experiencias positivas.

Hay muchos académicos, técnicos, profesionales y demás, que llevan su oficio a los umbrales de la excelencia, pero conocen poco del mundo. Por esto mismo no alcanzan el bienestar que quieren, y sienten un vacío que los mantiene incompletos.

5.- Aprenda algo siempre. Aprenda, aprenda, aprenda.

Éste es el proceso que genuinamente lleva al conocimiento y la sabiduría: aprender algo siempre. El aprendizaje es una función, no un estado. Es como un río que fluye sin parar y riega la tierra que toca para volverla fértil.

El aprendizaje no debe limitarse a nada en particular, porque en ese caso se convierte en una represa que acumula agua, ya no es un río que fluye activando vida. Es cierto que hay cosas que llaman la atención más que otras, pero esto no tiene que conducir a que se desperdicie ningún aprendizaje.

De los eventos y de las cosas agradables se aprende tanto como de aquello que desagrada. Es cuestión de ecuanimidad reconocer y actuar en consecuencia de esto.

Buffet dice: vaya a la cama cada noche un poco más inteligente que cuando despertó en la mañana”

6.- Invierta en calidad.

Todas las cosas que son de calidad cuestan, y seguramente mucho. Pero de esto se trata precisamente el concepto de valor. Muchos propenden a “sacrificarse” y toman para sí cosas de escasa valía. Este tipo de sacrificio no es inteligente. No es una visión apropiada de la vida.

¡Compre cosas de calidad!, adquiera lo mejor que pueda para usted mismo, o al menos aspire a ello siempre. Ese afán, ese deseo, condiciona favorablemente sus acciones. Y cuando consigue lo que quiere, perfecciona el circuito virtuoso del “sentir-bien y el estar-bien”. Esto último proporciona combustible (también de calidad), para conquistar nuevas cimas.

Reclame servicios de calidad, atención de primera allá por donde vaya. No hacerlo lo convierte en cómplice de la mediocridad estructural que gobierna el mundo. Quién invierte en sí mismo no engrosa las filas de esos que piensan y viven en término del “así no más”. La mediocridad solo se combate con una mentalidad de excelencia, porque entre ésta última y la primera ¿qué estado intermedio puede existir?

Ahora bien, invertir en calidad no significa gastar irresponsablemente, porque el concepto de valor no está relacionado con el precio, es más bien, una premisa mental.

Bien dice Warren Buffet en este sentido: precio es lo que usted paga, valor es lo que obtiene”.

7.- Invierta en conocimientos, habilidades y destrezas para dominar la ciencia y el arte del dinero.

El dinero es un bien indispensable para vivir bien o no vivir mal, como usted prefiera. Ignorarlo es un acto irresponsable y siempre conduce a condenación. O bien se domina al dinero o se vive dominado por él.

Invertir en estos conocimientos es una de las mejores inversiones que se puede hacer en uno mismo. No es nada complejo, por mucho que el entendimiento popular crea lo contrario. La dinámica del dinero se fundamenta en muy pocas reglas, y bastante elementales. Si su estudio no se encuentra más extendido, es simplemente porque no es una asignatura a la que el vulgo le dé importancia.

Se enseña un poco de todo en el hogar, la escuela o la universidad, pero casi nada acerca del dinero. Se le dice desde temprano al niño que cuide su salud, pero nada sobre el cuidado que debe tener de su bolsillo.

Por eso hay que adquirir estos conocimientos y destrezas por cuenta propia, y de manera urgente. Es una inversión que da réditos toda la vida.

De esta manera, y en algún momento, podrá inscribirse en el espíritu de esa poderosa afirmación: si es un problema que puede resolverse con dinero, entonces no es problema”.

8.- Invierta tiempo, dinero y esfuerzo en hacer lo que ama para ganarse la vida.

Según un estudio de la consultora estadounidense Gallup llamado “El Estado del mundo laboral 2023”, casi el 60% de los empleados en el mundo se inscriben en un estado de “renuncia silenciosa”. Es decir que permanecen en sus trabajos únicamente porque lo consideran “el mal menor”.

Esto se llama insatisfacción laboral. Y pocas cosas hay más tristes en este mundo. Sentirse obligado a pasar más de un tercio de toda la vida haciendo algo en lo que no se encuentra beneplácito es una tragedia.

La alternativa no es compleja. Porque hacer lo que uno ama para ganarse la vida, es consecuencia de hacer inversiones inteligentes en uno mismo, no es una utopía.

Invierta tiempo (y dinero) en los oficios que le hagan sentir bien. Realice sacrificios de corto plazo para obtener los retornos que espera luego. De eso se trata una inversión. Si el oficio que le agrada no paga hoy como otros, no importa, porque haciendo lo que le gusta mañana alcanzará la excelencia, y ésta genera retornos extraordinarios.

Nadie destaca haciendo algo que le disguste, mucho menos si se “auto obliga” a hacerlo por mucho tiempo. Porque por lo menos no podrá competir con quién trabaje a gusto. El mejor heladero del mundo no es pobre, y no lo es por una simple razón: es el mejor en lo que hace. Y no lo sería si no amara su oficio.

Invierta tiempo, dinero y esfuerzo en hacer lo que ama para ganarse la vida. Piense en ello… y mientras más temprano, mejor.

Fuente: https://elstrategos.com/




Volver a la escritura con lápiz y papel, de puño y letra

 



Conversando con mi sobrina, caí en cuenta, según me explicara ella, quien vive en los Estados Unidos de América, que los estudiantes, luego de ser enseñados a leer y escribir en los primerísimos grados de educación, les conminan a usar sistemas computacionales tale como: laptops, notebooks, tablets etc.


De esta manera, debemos suponer que esos seres humanos no volverán a asir entre sus dedos un lápiz, sea de grafito o tinta fuente y, mucho menos escribir sobre un cuaderno de hojas de papel.


Cualquier observador avisado me podrá decir y criticar que así es mejor y que es una política de estos Estados, ya que de esta manera se conserva mejor el medio ambiente que tanta falta hace.


Ante esa contraargumentación, se erige primero, el hecho cierto de la contaminación que produce el desecho de los dispositivos electrónicos de la informática y, asoma en segundo término, el descubrimiento de que los correos electrónicos generan dióxido de carbono CO2 que daña la capa de ozono del planeta. Así las cosas, no es que los dispositivos electŕonicos son un grave peligro para los ecosistemas una vez que están fuera de uso, en los basureros, sino que aún estando en vigor o vida útil, causan o son elementos perniciosos para la salud global.


Poniendo aparte las argumentaciones y sus contras, debo decir que, sin ánimo de fungir como psicólogo ni educador, que no lo soy, creo estar en una línea de pensamiento en la cual, debo criticar que se haya suprimido la actividad de la escritura a lápiz y papel o, de puño y letra como también se le llamaba. He de decir que a mi edad de cincuenta y ochos años, a veces me sorprendo escribiendo un texto, sobre todo en la red whatsapp, al que le falta algún monosílabo y, al investigar en diferentes fuentes sobre ese detalle, surgen entre la más populares las que aseveran que: el escribir a mano es muy beneficioso para luchar contra el estrés, ya que, la mano es más lenta que la mente y, esta actividad hace que la mente se ancle a la velocidad de la escritura, cosa esta que no sucede cuando se escribe por medio de un teclado.

Y mi pregunta curiosa para finalizar: ¿Será por ese motivo que vemos a tantos jóvenes con problemas de estrés que, al final, degenera en depresión y, al final de su vida en alzheimer? Y, ¿cómo queda el desarrollo de la funciones cognitivas, serán mejores con la eliminación de la escritura natural?


Autor: Miguel Ángel Moreno Villarroel


Lo que no me gusta de USA es que se trabaja mucho

 


Cuando te reúnes con alguien que ha dejado su tierra en América Latina, y empiezas a preguntarle, cómo le ha ido, cómo se siente en los Estados Unidos de América, lo más probable es que te diga que todo lo encuentra mejor que en su país de origen; pero solamente una cosa no le gusta y te exclama: ¡lo malo es que aquí hay que trabajar como un burro! Luego se escucha al interlocutor, sin hacer un breve análisis o simple reflexión y preguntarse: ¿Será que a esta persona la tienen esclavizada y ni siquiera le pagan algo, y por qué no lo denuncia ante las autoridades policiales? No, la actitud es responder: ¡Ajá, es verdad, estoy de acuerdo contigo, aquí se trabaja demasiado! Y, más adelante empiezan los chistes, sí, los mismos que encontramos en las redes sociales.


Hay un principio del capitalismo que reza: «el patrono compra tu tiempo de trabajo», así que, no vayas a pretender flojear en tu lugar de labores, ya que, «ese tiempo no te pertenece a ti, sino a tu empleador». Tal vez en América Latina se acostumbra a perder el tiempo en actividades que no se corresponden con la paga que se recibe y al trabajar en USA, piensan que están siendo explotados y no, lo que sucede es que, solamente están conociendo el verdadero deber del trabajo bien cumplido.


La otra impresión de donde se puede sacar una falsa conclusión, es la relación entre salario y costo de vida. Por lo general, históricamente el Latinoamericano ha pretendido vivir una existencia de bajo costo, esto es, dejar aspiraciones y ambiciones materiales a un lado, en la mayoría de los casos influido por creencias y prácticas de la iglesia Católica, que enseñaba entre sus acólitos que amar las riquezas era pecado, y por consiguiente el infierno sería su destino final.


Lo que se nota en la realidad cotidiana es que quienes trabajan para vivir el día a día, sólo para pagar las cuentas, sin esperanza de un futuro ligado al ahorro y la inversión, lamentablemente dejarán su trabajo.


Cuando se posee estos parámetros, creencias y patrones arraigados en la psiquis, al comparar la realidad de los países de origen con la realidad socioeconómica norteamericana, resulta, por lo menos para el sujeto que lo piensa, como una sociedad en la cual se siente y al propio tiempo piensa y, finalmente llega a creer, que es un esclavo del trabajo y alguien lo está esclavizando. De allí es donde vendría la opinión falsa y malsana que se repite tanto dentro de la comunidad latina: «Lo que no me gusta de USA es que se trabaja mucho».


Autor: Miguel Ángel Moreno Villarroel