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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

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Estrategia de negocios, definiciones indispensables


La estrategia de negocios forma parte, como muchas otras cosas, de la herencia que recibe la ciencia administrativa de la lógica y el léxico militar. El mundo de negocios, en su desenvolvimiento organizacional, se asemeja mucho al las organizaciones militares. Por ello la Administración “toma prestados” bastantes conocimientos del mundo militar.

La Administración recurre a conocimientos de otras ciencias y disciplinas cada vez que ello le pueda representar beneficio. Esto le otorga un carácter sincrético.

Juan Ignacio Jiménez Nieto, en su libro “Teoría Administrativa del Gobierno” establece que la Administración es una ciencia esencialmente sincrética. Es decir, crea sus fundamentos a partir de la apropiación que hace de conocimientos desarrollados por otras ciencias y disciplinas. Los mezcla, interpreta y construye, a partir de ellos, las premisas que necesita.

Jiménez Nieto dice que este sincretismo de la Administración se sustenta esencialmente en cuatro ciencias. Dos de carácter estructural y dos de carácter funcional. Las dos primeras son la Psicología Social y la Jurisprudencia. Las  segundas la Economía y Politología.

Cita en su libro: “Por eso decimos que la ciencia administrativa no ha podido, ni querido, ni necesitado, construir ninguna torre teórica con materiales propios. Ni estar en “alianza” con las ciencias particulares que la sostienen. Ni tiene que “salir” a avituallarse en el campo de la Sociología. La Administración en verdad “es” economía, psicología, politología y jurisprudencia. De igual manera que el agua no se relaciona con oxígeno e hidrógeno sino que “es” esas dos mismas cosas en interacción sincrética”.

Cuando la Administración recurre a la Psicología Social, se nutre de recursos para entender el comportamiento del grupo social de la Organización y definir, en consecuencia, patrones de gobierno. De la Jurisprudencia extrae la lógica de establecer orden para tratar el caos natural de las agrupaciones humanas.

Sin el establecimiento de estas “energías constituyentes”, la inercia generaría un libre albedrío ineficiente e improductivo.

La Administración recurre a la Economía para transformar eficientemente los recursos con los que cuenta (definición de estructura productiva). Y por último a la Politología en el afán de encontrar sistemas de gobierno que le permitan alcanzar los fines deseados.

En la misma medida en que la parte valorativa de la funcionalidad económica es la eficiencia del proceso de transformación de medios en fines, el parámetro de la funcionalidad política es la eficacia en el logro de estos últimos.

Jiménez Nieto dice: “De igual manera que la Economía se construye como sistema teórico cerrado a partir de conceptos que cobran sentido en su interacción recíproca -consumo, insumo, producto, precio, ingreso, costo, beneficio, oferta, demanda o mercado- lo hace la politología en torno a los conceptos de poder, interés y fin”.

Establecido así su campo de acción, la Administración se convierte en una ciencia general. Sólo comparable en alcance de trabajo sobre el grupo social, a la Sociología.

“En consecuencia, dice Jiménez Nieto, resulta que tanto la Sociología como la Administración son ciencias estructurales-funcionales. Y por ende, capaces de percibir en su integridad la realidad del grupo social. Aunque por razones y ámbitos muy distintos.

La Sociología lo es, digámoslo así, por derecho propio. Porque si no es ciencia total capaz de aspirar a captar la realidad relevante no es nada. En cambio la Administración resulta estructural-funcional al final de una peripecia epistemológica. En la que empezó no siendo nada y acabó integrando unos núcleos funcionales y otros estructurales prefabricados.

La Administración llega, pues, a mesa puesta al banquete epistemológico. Se ahorró el madrugón de la hora prima por no tener que disputar sus ámbitos a las demás ciencias. Y por el contrario, cuando más tarde amanece del letargo pre-científico, más cuajados y maduros encuentra los pilastres de su nacimiento como techo sincrético.

La Sociología tuvo que sentirse ciencia general por la urgencia de servir de base unificada a las ciencias particulares. Sin lo cual cada una de estas seguiría encerrada en su torre de marfil sin bajar al llano de la realidad. Pero la Administración no tiene ninguna de estas responsabilidades en la génesis del conocimiento. Son las demás las que trabajan para ella y no ella para las demás.

Ahora bien, la Sociología y la Administración, compartiendo ambas la naturaleza estructural-funcional que se deriva de tener por objeto científico al grupo social, difieren en cuanto al ámbito material de ese objeto. Porque la primera examina al grupo social total y la segunda al llamado Grupo Intermedio.

La Sociología solo percibe a los grupos intermedios como subsistemas o elementos componentes del sistema social general. Porque su objeto de estudio es la comunidad, colectividad o sociedad en su conjunto. Formada no solo por individuos aislables en su entidad humana, sino por esos grupos intermedios -familias, empresas, iglesias, clubes, universidades o gobiernos”.

Pasan más de cien años desde que se dieron los primeros pasos en la Administración como ciencia de gobierno de esos grupos intermedios.

Y en el momento que esos primeros esfuerzos cobraban ímpetu, la Organización paradigmática en el grupo intermedio era el Ejército.

El Ejército es una de las organizaciones más antiguas del mundo. Su presencia explica la propia existencia de la civilización. Su evolución, la de la sociedad. Y su desarrollo, el desarrollo del hombre.

Antes de la revolución industrial, y considerando como una excepción el caso de la Iglesia, no existía en el mundo Organización (o grupo intermedio) más importante que el Ejército.

La sociedad en su conjunto dependía de él para diagnosticar su propio estado.

El siglo XIX, el Ejército vio emerger otras organizaciones incipientes en la revolución industrial, pero no perdió su lugar de relevancia. Ése siglo fue periodo de cambios sociales fundamentales. Y en el desorden de la dinámica evolutiva, el orden y solidez del Ejército constituyeron un apoyo esencial.

Si de los grupos intermedios existentes a ésas fechas se excluyen organizaciones pequeñas (familias, clubes, universidades, etc.), e incipientes organizaciones de negocios, quedan la Iglesia, el Estado y el Ejército para explicar las grandes dinámicas.

El Estado, en todo caso, tiene una mecánica de Administración bastante diferente a la que aquí interesa (se inscribe en la lógica de la administración “macroscópica”, según Jiménez Nieto).

Esto deja Iglesia y Ejército en el estudio del grupo intermedio. Ambas organizaciones explican la evolución histórica del hombre y del grupo social.

La diferencia entre Iglesia y Ejército, a efectos administrativos, es una cuestión de categoría. El Ejército precisa la consideración de mayores elementos para su viabilidad.

En el Ejército, el derecho, psicología social, economía y politología, se aplican de forma amplia, en la Iglesia no. El Ejército es una Organización concebida para tratar con la guerra, el combate, el conflicto. Sus propósitos no son sencillos, y los resultados extremos.

Para lograr viabilidad, el Ejército precisa alcanzar equilibrio entre las energías constituidas y constituyentes que lo componen.

En toda Organización, las “energías constituidas” forman parte del factor estructural. Las personas asociadas transitan entre el orden y el desorden, disciplina e indisciplina, exaltación y desánimo, propósito y despropósito.

Ello afecta los intereses organizacionales. Ejerce presión en contra de los intereses mayores. Si las energías constituidas no son controladas y encauzadas, se produce entropía y las organizaciones desaparecen.

Para contrarrestarlas esto, la Organización recurre a “energías constituyentes”.

Ellas establecen orden, propósito y formalidad.

La relación dialéctica de ambos tipos de energía coloca a la Organización en el equilibrio que necesita para alcanzar productividad, eficiencia y los objetivos planteados. Ninguna energía debe prevalecer sobre la otra, porque se presentarían disfunciones, desde un extremo de obcecado autoritarismo hasta uno de libertinaje.

Para tratar con las energías constituidas, los responsables de aplicar normas, recurren a la psicología social y al derecho.

La psicología social establece las pautas de carácter y comportamiento del grupo social. Y éstos son referentes en normas y preceptos para alcanzar orden y eficiencia.

En el caso del Ejército, a diferencia de la Iglesia, la comprensión y el manejo del grupo social es un proceso de importancia trascendental. De sus recursos humanos el Ejército espera rendimientos que involucran la propia vida de las personas.

Los sistemas de “normalización” y liderazgo se desarrollan en el Ejército para garantizar equilibrio. Las normas son estrictas. Los márgenes de acción están definidos por los objetivos que se tienen. El liderazgo completa esto ajustándose al carácter extremo de las condiciones en las que deben desenvolverse las personas.

Por todo esto, y por los resultados que el Ejército alcanza como Organización, su referente se impone sobre cualquier otro en el siglo XIX.

Las organizaciones de carácter comercial que comienzan a tomar cierta envergadura en la revolución industrial, adoptan la mecánica de organización y Administración que tiene el Ejército.

Esto se mantiene básicamente hasta el día de hoy. Del Ejército hereda la organización comercial, sus estructuras, líneas de mando, liderazgo, normas y preceptos.

También hereda de él, los conceptos esenciales de Estrategia.

Históricamente, la Estrategia es el principio básico de administración que adopta el Ejército. Principio que incluye y abarca todas las funciones: planificación, organización, integración de personal, dirección, ejecución y control.

En el análisis minucioso, no se encontrará otro principio integrador en esta Organización. Las partes se incluyen en ése todo de forma holística. La Estrategia es el principio y el fin de la forma en que el Ejército se organiza y persigue sus objetivos básicos. En la Estrategia se encuentran todos los fundamentos de la Administración moderna.

El alcance de la Estrategia la convierte en un sistema similar, sino idéntico, al de la Administración.

Puede considerarse, incluso, que el entendimiento y práctica de la Estrategia anteceden al de las otras ciencias en las que se apoya la Administración.

El STRATEGOS (o quien es el ser y el sentir de la Estrategia) debía, por fuerza, tener un entendimiento cabal de los aspectos psicológicos del grupo que dirigía. Tenía que establecer normas, administrar los recursos con criterios económicos, y alcanzar el compromiso de todos en la consecución de las metas.

Puede deducirse que en el Ejército del siglo XIX, como Organización paradigmática del grupo intermedio, no se utilizaba el término de Administración para referirse al gobierno organizacional, pero Estrategia sí.

Curiosamente, y a pesar del valor de los conceptos que la Administración “toma prestados” del Ejército, en esencia se olvida de la Estrategia. O más bien, posterga su utilización por un periodo largo de tiempo.

Una explicación de éste desconocimiento temprano pueden ser las diferencias que existen entre los objetivos del Ejército y aquellos de las incipientes organizaciones comerciales. Seguramente se entiende que la Estrategia está limitada a la dirección de operaciones militares, y que en ello existe una diferencia grande con lo que buscan las organizaciones comerciales.

La Administración recurre al uso de Estrategia bastante tarde. Con un criterio limitado y muy sincrético.

Una prueba de ello es la interpretación que hace Lloyd L. Byars en su artículo “The Strategic Management Process: A model and terminology” (El Proceso de la Administración Estratégica: un modelo y su terminología):

“La palabra Estrategia, dice, proviene de la palabra griega Strategos, que significaba general. En ese tiempo Estrategia significaba literalmente el arte y la ciencia de dirigir fuerzas militares. Hoy el término Estrategia es utilizada en los negocios para describir cómo una organización alcanzará sus objetivos y su misión. La mayoría de las organizaciones tienen opciones varias para alcanzar sus objetivos y su misión. La Estrategia está destinada a decidir cuál opción será usada. La Estrategia de Negocios incluye la determinación y evaluación de caminos alternativos para alcanzar los objetivos y misión de una organización. Y eventualmente, la decisión de la alternativa que debe adoptarse”.

Se reconoce, inicialmente, el significado de Estrategia, pero luego se cambia la interpretación. De dirección de fuerzas militares se transita al “cómo una Organización alcanzará sus objetivos y su misión”.

Es curioso como Byars (y muchos pensadores como él, especialmente entre las décadas de 1950 y 1990), otorgan un sentido de “pasado” al concepto básico de Estrategia. Se refieren a él como “…en ése tiempo significaba“. Dando a entender que el concepto “evoluciona”.

Cuando la Estrategia se entiende como dirección de operaciones militares transmite un significado concreto. Especialmente para el trabajo del STRATEGOS. ¿Qué sencillez, sin embargo, tiene una definición de Estrategia como la de Byars, más allá que deba considerarse “moderna”?

Existen al menos dos formas de interpretar las afirmaciones de Byars:

Por una parte, entendiendo que la Estrategia determina en forma amplia y general CÓMO una organización alcanzará sus propósitos. Y por otra, que la Estrategia se incluye en un proceso de planificación que evalúa consideraciones, opciones, alternativas, cursos de acción, etc.

Si la definición de Byars se interpretara de la primera forma y no de la última, la evolución entera del pensamiento en Administración de Negocios debiera gravitar alrededor del concepto de Estrategia. Si ella establece CÓMO se alcanzarán los objetivos y misión de las organizaciones, pues todo lo demás existirá en consideración de esto último.

Sin embargo está claro que en su momento el mundo de los negocios no interpretó Estrategia en su sentido trascendental. Lo hizo, más bien, como un concepto cercano al de plan.

Si se analiza la historia del pensamiento administrativo y de los negocios, la Estrategia permanece entre definiciones más específicas que generales. En ningún caso el término se asume como uno alternativo al de Administración. Ni siquiera como un sinónimo de dirección. Esto demuestra que la interpretación de Estrategia en los negocios no tuvo nunca la trascendencia que por naturaleza tiene. Se la utilizó, más bien, como parte de los procesos de planificación.

La aseveración de William H. Newman confirma este pensamiento:

“Toda actividad empresarial necesita un propósito central expresado en términos de los servicios que proporcionará a la sociedad. Y necesita un concepto básico de cómo creará estos servicios. Si ello involucra competir con otras empresas por recursos, deberá tener ventajas comparativas en sus servicios o en los métodos utilizados para crearlos. Más aún, si es inevitable cooperar con otras firmas, deberá tener clara la forma de mantener estas coaliciones viables. Adicionalmente existen los elementos de cambio, crecimiento y adaptación. La Estrategia Maestra de una compañía es el Plan Básico para tratar con estos factores”.

La descripción entera de Newman comienza, gira y termina alrededor del concepto Estrategia – Plan.

Desde allí los autores del mundo de los negocios se van “acercando”al significado esencial de Estrategia. No parten de estas premisas, más bien llegan a ellas.

Así lo hace el gran pensador japonés del mundo de los negocios, Kenichi Ohmae, quien en su libro “La Mente del Estratega”, dice de Estrategia:

“Sobre lo que trata la Estrategia, lo que la distingue de todos los demás tipos de planeación de los negocios, es en una palabra, la ventaja competitiva. Si no existiesen los competidores, no sería necesaria la estrategia. Puesto que el único propósito de la planeación estratégica viene a ser el permitir que la compañía obtenga, con la mayor eficacia posible, una ventaja sostenible sobre sus competidores. Por tanto, la estrategia corporativa implica el intento de alterar las fuerzas de la compañía en relación con las de sus competidores en la forma más eficaz”.

Ohmae se refiere ya a “ventajas competitivas” y “alteración de fuerzas propias en relación a los competidores”.

Estos son Principios Estratégicos básicos. Dado que la Estrategia se fundamenta en la existencia del conflicto, surge la necesidad de establecer ventajas competitivas y medir fuerzas.

Estos Principios Estratégicos se tocan, sin embargo, partiendo de la premisa Estrategia – Plan.

Ohmae dice, poco más o menos, que lo único que distingue a la Estrategia de todos los demás tipos de planeación en el mundo de los negocios es la ventaja competitiva. Luego asocia los dos términos en la Planeación Estratégica.

Este referente fué célebre en el pensamiento administrativo de los negocios de fines del siglo XX. En algún momento se entendió que sin la consideración de la Planeación Estratégica las probabilidades de éxito en el negocio se colocaban en riesgo.

Pero, ¿qué puede ser en términos conceptuales planeación estratégica? Si la definición se remite a quienes han “construido” el término, podrá decirse que es un “método” para planificar las cosas en la Organización. Uno que a diferencia de otros incorpora la consideración de variables externas (medioambientales), como condicionantes del estado y potencial de la Organización.

Pero a efectos de lo que ES Lo Estratégico, el concepto de planeación estratégica significa tan poco como “planeación administrativa” o “plan de gobierno”.

Es seguro que quién evalúe estos dos términos no emitirá conclusiones sobre lo que es administración o lo que es gobierno. Así como administración NO ES solamente un plan, así tampoco lo es la Estrategia. Así como el plan forma PARTE de la lógica administrativa y no es el TODO, así también lo es de la Estrategia.

Ahora bien, términos como “planeación administrativa” se usaron para enfatizar el significado de Plan más que el de Administración. No sucedió lo mismo con el concepto de planeación estratégica. Su análisis y estudio se extendió y profundizó más allá de su significado.

La planeación estratégica se usó, más bien, con la intención de enfatizar el significado de Estrategia, no de Plan. Y por la riqueza intrínseca que la Estrategia tiene, las  interpretaciones terminaron por convertir la planeación estratégica en un “santo remedio”.

Pero a efectos de Lo Estratégico, la “planeación estratégica” es un concepto híbrido de gran pobreza.

Probablemente de utilidad relativa en términos de su mecánica, y como proceso de reflexión que “merodea” los campos fértiles de la Estrategia y los negocios, pero nada más.

Esta pobreza comenzó a ser reconocida por los propios pensadores de la planeación estratégica.

Puede apreciarse, por ejemplo, lo que en este sentido dice David R Brodwin en su artículo “Five steps to Stategic Action” (Cinco pasos hacia la acción estratégica):

“Las herramientas de planeación estratégica se han desarrollado enormemente desde fines de los años 60. Así también lo han hecho las técnicas de matrices de crecimiento/participación, curvas de experiencia y otras técnicas de planificación que se han puesto al alcance de los ejecutivos para evaluar el impacto de las alternativas estratégicas en el valor de mercado de la corporación. Las firmas consultoras en Administración frecuentemente ofrecen planeación estratégica como un “commodity” y todo nuevo MBA (Master in Business Administraron), llega equipado con al menos un método para desarrollar dichos planes.

Desafortunadamente el instrumental para implementar estrategias no ha sido desarrollado tan rápido como el instrumental que utilizamos para la planificación. El resultado de esta discrepancia -planes fallidos y esfuerzos de planificación abandonados- es muy visible”

Esta es una afirmación que tiene más trascendencia de lo que parece. Todos deben entender que un plan que no llega a ejecutarse en la medida de las expectativas, primero cuestiona su concepción y luego su propio sentido.

El impacto parcial de la planeación estratégica se entiende como una limitación del concepto. Para remediarlo, se inicia un acercamiento hacia su génesis y se construye un nuevo concepto: Administración Estratégica.

Los autores McCarthy, Minichello y Curran, en su libro “Business Policy and Strategy” dicen al respecto:

“Administración Estratégica incluye la determinación, o formulación, implementación y evaluación de la Estrategia. Estas actividades constituyen los elementos más importantes del trabajo estratégico de la alta gerencia. De igual manera constituyen parte de un proceso continuo en la vida de las organizaciones.

El inicio del proceso de Administración Estratégica es el desarrollo o formulación de la Estrategia. Incluyendo la articulación de objetivos básicos de la organización con aquellos de los varios negocios o sub unidades que la propia organización maneje.

El proceso formal de planeación estratégica, soporta el proceso de Administración Estratégica. Éste varía en términos operativos de acuerdo a situaciones específicas”.

Cuando se traslada de la consideración de conceptos como el de planeación estratégica al de Administración Estratégica, algunas conclusiones quedan en evidencia.

1.    Lo Estratégico no puede inscribirse únicamente en el concepto limitado de lo que es un Plan o un proceso de planificación.

2.    No constituye un adjetivo calificativo de otros conceptos.

3.    Lo Estratégico no puede entenderse como un proceso o una mecánica.

4.    La dimensión y el peso específico de Lo Estratégico terminará por imponerse a cualquier razonamiento o intento de uso parcial del concepto.

Resulta difícil comprender el motivo por el que todo vínculo a Lo Estratégico fue postergado. O al menos usado de forma parcial por el pensamiento administrativo.

La Estrategia fue y sigue siendo el sistema fundamental de gobierno de las estructuras y operaciones militares. Su alcance iguala o supera al que se le atribuye a la Administración como ciencia sincrética.

La Estrategia, como parte integrante de Lo Estratégico, no es un “factor componente” de la Administración (como en el caso de su vinculación al plan). Tampoco un elemento calificativo del carácter de ella (como el caso de la Administración Estratégica). La Estrategia es un concepto de Administración.

Debe apreciarse la sutileza a la que puede llegar la confusión. McCarthy, Minichello y Curran dicen que Administración Estratégica “incluye” (léase bien el término) la determinación (o formulación), implementación y evaluación de la Estrategia.

Con esta definición, dan a entender que la Estrategia es una parte de aquello que puede entenderse como Administración Estratégica. Y por otro lado, una parte estrechamente vinculada a un plan que debe determinarse, implementarse y evaluarse.

Y en realidad, la posición de la Estrategia, como concepto de administración o de gobierno, es absolutamente contraria. En la Estrategia se incluye todo lo dicho (sea esto planeación estratégica o Administración Estratégica), y  otras cosas más.

La Estrategia es, por esencia, un concepto integrador. No necesariamente como denominador común de otros conceptos, sino porque puede incorporar muchos con la misma lógica sincrética que se le atribuye a la Administración.

Ahora es común oir sobre planeación estratégica, Administración Estratégica, Marketing Estratégico, Desarrollo Estratégico, Posicionamiento Estratégico, etc. En todas estas construcciones, lo Estratégico brinda forma y sentido a conceptos que prevalecen antes que el suyo propio.

Puede dedicarse mucho esfuerzo a evaluar la utilidad de construcciones como estas, y se terminará siempre en interpretaciones complejas, típicas de aquello que ha salido de un cauce natural.

Si la planeación o la Administración Estratégica en algo sirven como elementos orientadores, es fácil imaginar la utilidad que tiene el concepto central.

Los autores de negocios señalados recurrieron a un concepto esencial de la Estrategia para para fortalecer sus principios. La Estrategia es una forma de gobierno que vincula los intereses de la Organización con los factores del medio ambiente en que se halla inscrita.

Esta es una característica esencial de la Estrategia. Y por lo visto no fue asumida apropiadamente por la Administración y los negocios en su proceso evolutivo.

Por ello, en determinado momento, las disciplinas componentes de la Administración recurrieron a esta premisa estratégica para enriquecerse.

Con ello consiguieron, en definitiva, un resultado parcial. Porque mientras enriquecían los preceptos de Administración, empobrecían Lo Estratégico.

La Administración, como concepto de gobierno, a pesar de todo su pragmatismo gnoseológico es una ciencia altamente orientada “hacia adentro” en el marco de los intereses organizacionales.

Adolece del instrumento técnico que le permita vincularse apropiadamente con el conjunto de las variables medioambientales. La Estrategia, por el contrario, es un sistema de gobierno que establece su campo de acción condicionante en el medio ambiente organizacional. Trabaja los intereses de la organización fuera de los estrechos márgenes internos. Con la idea, casi extrema, de que la organización es un sistema abierto.

La Estrategia tiene especial consideración de las variables externas que actúan contra los intereses de la Organización y definen el conflicto. El conflicto y su tratamiento son la razón de ser de la Estrategia.

El conflicto es la suma de los factores externos que actúan en contra de los intereses de la Organización, y usualmente se encuentra comandado por la acción de competidores.

Los competidores son agentes rivales, antagonistas, enemigos de los intereses propios. Ni corresponde ni es útil tratar de alcanzar denominaciones diferentes.

Sin la existencia de competidores el grado de conflicto para la Organización disminuiría de forma trascendental. Probablemente al punto de la sola amenaza entrópica.

Una realidad sin competencia le haría la vida mucho más fácil a la Organización. Pero en los hechos también terminaría con la existencia de Lo Estratégico y los negocios.

Pero la competencia no solo existe, también es cada vez más intensa y condicionante.

El campo de batalla en que se han convertido los mercados no se desmerece ante los militares. Y aunque no se ajusta en niveles de dramatismo, coincide en intensidad.

A diferencia de la Administración, la Estrategia ha evolucionado en el marco de la existencia permanente del conflicto.

Ello ha fortalecido su estructura conceptual y su práctica, de una forma que nunca sería igual por la sola evolución. El conflicto, en todos sus estados y formas, ha puesto a prueba Lo Estratégico de la misma manera en que lo hace el fuego con el metal precioso, para otorgar prueba de su categoría y calidad.

Nada de lo que pueda asociarse a Lo Estratégico tiene carácter accidental o es producto de procesos reflexivos.

Todos sus fundamentos se remiten a cientos de años de experiencias extremas. Viviendo intensamente el conflicto. Experimentando cada una de sus aristas. Explorando hasta el más profundo de sus móviles y la más sutil de sus dinámicas. La Estrategia es un poco la historia del hombre y sus negocios. Es, por mucho, uno de los mejores referentes de la historia de sus organizaciones.

Cuando Kenichi Ohmae dice que lo único que diferencia a la Estrategia de los otros tipos de planificación en los negocios es la ventaja competitiva, se equivoca al comparar la Estrategia con un Plan, pero acierta al vincularla con las ventajas competitivas.

No ha sido el mundo de los negocios ni justo ni práctico en el tratamiento de la Estrategia.

Por motivos que son difíciles de comprender Lo Estratégico ha sido siempre parte del predicado y no del sujeto en el pensamiento administrativo y de negocios.

Y si esto es real en el mundo de Lo Estratégico, es más evidente en el caso del STRATEGOS. Pocas premisas conceptuales mencionan al STRATEGOS y su participación esencial en el proceso.

Si la Estrategia como tal es postergada, subestimada y subutilizada en la Administración y los negocios, el STRATEGOS es simplemente ignorado.

En el mundo de los negocios no queda claro un hecho elemental. La Estrategia es una función del STRATEGOS. Y todo lo que hoy podemos conocer en los márgenes de los Principios Estratégicos, responde a cientos de años de historia, de miles de STRATEGOS desarrollando estrategias.

La definición y el desarrollo de la Estrategia es uno de los actos más individuales que hay. Esto en contradicción evidente a los procesos de “planificación o administración estratégica”. La generación de la Estrategia es pocas veces producto de la “mente colectiva”, es un producto fino elaborado en la mente del STRATEGOS.

Pero, ¿dónde se encuentra el STRATEGOS en el mundo de los negocios? ¿Dónde en el marco de lo que se acaba de ver?

La Administración se remite a un individuo que tiene las facultades de un político y un psicólogo social para propiciar la dinámica. Las organizaciones de negocios se remiten a gerentes y ejecutivos.

Sin embargo ninguno de ellos es necesariamente el STRATEGOS. Porque en ninguno se inscribe la necesidad específica de SER porque la Estrategia ES.

Se pueden establecer muchas funciones y responsabilidades para el empresario, el Gerente y el ejecutivo. Y si ello además se ajusta a las definiciones vigentes, deberá incluirse la Estrategia de Negocios. Pero se coincidirá que para el caso del STRATEGOS ninguna función o responsabilidad puede establecerse al margen de la Estrategia.

En las organizaciones militares de todos los tiempos, en las operaciones y conflictos que han definido el propio curso de la historia, el análisis y la evaluación nunca han podido marginar el protagonismo del STRATEGOS. La Administración lo hizo a pesar que sus conceptos de gobierno se hacían cargo de una dinámica organizacional compleja. Una que brindaba todas las condiciones para la participación del STRATEGOS.

Lo Estratégico, en su consideración de la Organización, el STRATEGOS, la Estrategia y el Conflicto en los Negocios, es una concepción trascendental para llevar adelante los intereses de las organizaciones empresariales actuales.

Y Lo Estratégico gravita alrededor del STRATEGOS.

(Extracto del libro: El Strategos y 23 Principios Estratégicos para la lucha en el mercado. Aclaración indispensable de los conceptos de Estrategia, Negocio y Competencia)

Fuente: https://elstrategos.com/estrategia-de-negocios-definiciones/

Concepto de Estrategia. Definiciones generales


El concepto de Estrategia y sus acepciones vinculadas (estratégico, por ejemplo), son términos de acceso rutinario. La frecuencia de su uso los ha colocado fuera de terminologías especializadas. Son parte del lenguaje común, y su utilización no está privada a nadie. En una u otra forma, todas las personas hacen uso de la palabra Estrategia por múltiples motivos.

Esta simplicidad se repite en la exposición de propósitos y cursos de acción en las organizaciones: empresas, instituciones públicas, iglesias, partidos políticos, el Estado, etc. Aca su uso se multiplica, sin dejar de tener un significado bastante elemental.

Esta “familiaridad” del término (y su interpretación), posiblemente constituya un beneficio “social”, pero ha causado daño al concepto esencial de Estrategia.

Todas las connotaciones comunes que se le atribuyen no tienen nada de ordinarias el momento de  hacer la interpretación correcta.

¿Qué significa Estrategia?

Un diccionario común establece, con importante grado de universalidad, lo siguiente:

“Estrategia es el arte de dirigir las operaciones militares. Arte de dirigir los esfuerzos con miras a la obtención de un fin, asegurando su debida coordinación”.

El término dirección se convierte en el eje del concepto de Estrategia.

Primero se lo asocia a operaciones militares y luego a esfuerzos generales destinados a la obtención de un fin. Por último se agrega algo, que a más de parecer obvio, es significativo: “asegurando su debida coordinación”.

Esta interpretación descarta dos ideas de Estrategia que tiene el común de la gente:

1.- Que es un término de referencia para algo “clave”, “especialmente importante y delicado. Algo que no se puede percibir fácilmente y que es necesario destacar.

2.- Que la Estrategia es un sinónimo de plan, o el producto que emerge de anticipar, calcular y establecer cursos de acción ordenados en algo.

El concepto original de Estrategia NO dá a entender ninguna de estas dos cosas.

El significado de Estrategia no establece la persecución de algo difícilmente perceptible.Tampoco se remite simplemente un plan, desde el momento que su interpretación se sustenta en la dirección.

Los errores de entendimiento tienen origen muy inocente y casual.

El primero está relacionado a lo que representa la asociación de las palabras arte y dirección, es decir el “arte de dirigir”.

La palabra arte, significa lo siguiente:

“Virtud o disposición para hacer algo. Conjunto de normas y preceptos para hacer bien algo. Astucia, maña, habilidad, destreza”

Para la mayoría de personas (y esto es básicamente correcto), el arte y lo artístico no están sujetos a lo establecido. No están determinados. No forman parte de ningún guión y carecen de parámetros.

Cuando se utiliza el término Estrategia como “un medio para alcanzar un resultado delicado”, se hace referencia a la virtud, astucia, maña, habilidad, destreza que debe imprimirse a la acción.

Se calcula de antemano la dificultad de alcanzar cierto objetivo y se recurre al sentido de lo estratégico para entenderlo: “no es sencillo, no es usual, por lo tanto es estratégico”.

La segunda interpretación equivocada del concepto de Estrategia, probablemente se vincula a la “coordinación de esfuerzos para obtener un fin”.

Se tiene la idea que la coordinación eficaz debe estar siempre planificada. A tal punto, que prevalece la premisa de “esfuerzos para coordinar” sobre la “coordinación de esfuerzos”. Y mientras sucede esto, más cerca se está del plan que de la acción o dirección.

Sin embargo, algo que el entendimiento popular no percibe, radica en que la definición de Estrategia no tiene su vínculo principal con las palabras arte o dirección. El aspecto más importante recae en la primera frase, no en las primeras palabras: arte de dirigir las operaciones militares.

El sentido y objeto de aplicación del término es concreto: Operaciones Militares.

De allí proviene la palabra: de un contexto bien definido.

Las Operaciones Militares no son ni habituales ni comunes. Todo lo contrario. Se diferencian bastante de cualquier otro tipo de actividad. Hacer referencia a ellas establece contextos y circunstancias especiales:

1.- Las Operaciones Militares incorporan un sentido confrontacional. Se orientan al combate para vencer a un enemigo

2,. Involucran gran intensidad para quienes participan en ellas. Son cuestiones de vida o muerte.

3.- Tienen programas y cronologías (disposición espacio – tiempo) muy ordenadas y condicionantes.

4.- El establecimiento de objetivos y metas en Operaciones Militares define de forma práctica el curso de acción, y garantiza inercialmente el compromiso de todos en la misión.

5.- En las Operaciones Militares existe una noción de objetivos naturalmente compartido entre los individuos. La importancia de los procesos se conoce y comparte.

A este tipo de operaciones se vincula el concepto original de Estrategia. De allí, y por motivos que deben evaluarse, su uso se amplía hasta pertenecer al lenguaje común.

Etimológicamente, la palabra Estrategia proviene del vocablo griego “Strategos” que significa General.

El General era quién comandaba las Operaciones Militares. A él se le atribuía astucia, maña, habilidad y destreza para dirigirlas. La Estrategia, por lo tanto, era una función del Strategos para llevar adelante las Operaciones Militares.

Y en tanto función, sujeta a la discrecionalidad de quien la ejecutaba o llevaba a cabo.

Si el concepto universal de Estrategia se vincula al “arte de dirigir las Operaciones Militares”, la definición etimológica (que puede entenderse de mayor legitimidad), vincula el término con una persona: el general, el Strategos.

No corresponde entonces hacer referencia al concepto de Estrategia sin la consideración indispensable del Strategos, o quien en esencia le da vida y forma.

La Estrategia no ha existido nunca sin el Strategos. Pues siempre ha sido, básicamente, una función de éste.

Sin embargo, a pesar de la contribución que el sentido etimológico proporciona, las interpretaciones no concluyen.

Hoy es poco usual entender la lógica de “lo estratégico” como una función  que le corresponde a un individuo en particular.

Entender el significado de un término como función de alguien, es decir una actividad, tarea o responsabilidad personal, es diferente a concebirlo como una práctica impersonal que se explica a sí misma.

En este segundo caso cualquiera puede “tomar” el concepto y hacer uso de él, provocando que el trato del tema se convierta en algo ordinario y común, tal como sucede hoy día.

La Estrategia no es una práctica impersonal, y no puede explicarse a sí misma con suficiencia. Y las Operaciones Militares no son prácticas ordinarias. Luego, no existe forma de sostener que la temática estratégica sea asunto de interpretación común y entendimiento profano.

¿Por qué motivos y en qué circunstancias cambió el entendimiento y uso del término?

Probablemente la explicación se encuentre en el “peso específico” que tiene cada parte de la definición original.

Por un lado se encuentra el arte de dirigir, la función (que se debe atribuir siempre al Strategos). Y por otro las Operaciones Militares, que para el caso constituyen la estructura, o aquello sobre lo que se aplica la función.

Puede entenderse que históricamente haya existido falta de equidad en el trato de lo funcional y lo que se asocia a lo estructural.

El objeto de trabajo del Strategos son las Operaciones Militares. Sin embargo, en algún momento, seguramente con el propósito de establecer apropiadamente el carácter de la función, se inicia un estudio minucioso de la estructura, es decir de las Operaciones Militares. Se presume que sin el conocimiento de éstas, no puede desarrollarse adecuadamente el trabajo del Strategos.

Las Operaciones Militares se inscriben en la dinámica de la guerra, y los esfuerzos centrales se dirigen a interpretarla. Esta tarea es extensa, el universo de factores, hechos y variables es enorme.

Pero a pesar que el esfuerzo de dimensionar el fenómeno de la guerra es interminable, en él se han concentrado los estudios, postergando el trato de la función, o aquello que le corresponde de forma exclusiva a la persona, al Strategos.

La Estrategia no es nada más que aquello que hace el Strategos para dirigir las Operaciones Militares. Son acciones concretas, y como tales pueden clasificarse con facilidad.

Existen tantas estrategias como situaciones o circunstancias en las que pueda establecerse la participación del Strategos.

Es lógico suponer que un conocimiento del fenómeno y la dinámica de la guerra faciliten el mejor desenvolvimiento del Strategos. Pero si aquello empieza y termina solo en el trato de lo estructural, se vuelve un sistema cerrado que hace inviable su control o gobierno externo.

Si se repara en el tema, al hablar de lo estructural, en este caso de la guerra, se incorporan factores exógenos que determinan la dinámica. Las Operaciones Militares y la guerra responden a estímulos externos. En este caso a la energía que se produce por la interacción que con ellas tiene la acción del Strategos.

Una Operación Militar o una guerra, es fundamentalmente una representación de lo que fueron e hicieron los Strategos involucrados en ellas. La historia la hacen los hombres. De ello no quedan exentas las Operaciones Militares.

Analizar el concepto de Estrategia y lo estratégico solo como fenómeno estructural, conduce a que se expliquen por sí mismos de manera vaga y etérea.

¿Dónde ha quedado el entendimiento del Strategos en la explicación básica de la Estrategia?

De él se han olvidado incluso los propios militares. Basta ver definiciones que de Estrategia hacen algunos de los teóricos militares más importantes:

Brodie dice: “Estrategia es el empleo de los instrumentos de guerra para que cumplan su propósito”.

Lidell Hart, dice: “Estrategia es el arte de distribuir y hacer actuar los medios militares para alcanzar los medios políticos”.

El general Beaufre, dice: “Estrategia es la dialéctica de las voluntades, empleando la fuerza para dirimir los conflictos”.

Von Clausewitz, dice: “La Estrategia marca donde, cuando y con qué fuerzas es preciso librar la batalla”

Posiblemente la definición de Beaufre considera más de cerca la existencia básica del Strategos. O aquel que en los hechos le da vida y forma a la Estrategia. Cuando hace referencia a una “dialéctica de voluntades” se aproxima más a las personas, y a la forma en que ellas aplican la función para alcanzar objetivos. Acierta también al asociar estos objetivos al conflicto y su solución. ¿Qué otra cosa puede tratarse en una guerra?

Las otras definiciones, sin embargo, se encuentran lejos de personalizar algo. Le dan al concepto de Estrategia vida y significado propio, y por ello mismo hacen difícil su comprensión.

Cuando Brodie dice que Estrategia es el empleo de los instrumentos de guerra, proporciona una explicación complicada a una operación básicamente sencilla. Puede entenderse que existe una mecánica específica para el empleo de estos instrumentos, pero resulta un exceso atribuirle a ello la exquisitez de la función que cumple el Strategos.

La definición de Hart amerita tratarse con más cuidado. Él incorpora como rasgo de identidad de la Estrategia el concepto de arte: “el arte de distribuir y hacer actuar los medios militares”. El concepto de arte está íntimamente relacionado con el concepto de Estrategia, alejándolo de formatos, y acercándolo a habilidad, astucia, maña, virtud.

Por otra parte, la definición de Hart se acerca también al concepto de dirección. Establece que la Estrategia “distribuye y hace actuar” los medios militares. Acá hay un acierto: Estrategia es acción. No involucra un proceso pasivo o “inactivo”.

Esto debe descartar, en primera instancia, cualquier esfuerzo de vincular la Estrategia exclusivamente al plan. Hacer actuar los medios militares involucra dirigirlos, con habilidad, astucia, maña.

La última parte de la definición de Hart, también es interesante: “…para alcanzar los medios políticos”. La explicación establece una subordinación de la Estrategia a intereses de mayor envergadura. Hart los define como intereses políticos, es decir asociados al gobierno del Estado.

Esta idea de subordinación de la Estrategia es importante y correcta. Establece un contexto apropiado para la función, en tanto que ella debe responder a objetivos que van más allá de su propia justificación.

El Strategos y su función (la Estrategia) responden a intereses mayores de la organización a la que pertenecen. De esta manera se constituyen en un medio, en un recurso, y no en un fin en sí mismos.

El grado de importancia de este recurso, o la intensidad de su uso, dependen del conflicto en que se encuentre involucrada la Organización. El predominio del Strategos y de la Estrategia será mayor mientras más importante sea el conflicto.

Para el caso de lo militar esto puede adquirir ribetes trascendentales tratándose de una guerra o un conflicto global. En estos casos los intereses nacionales dependen de la dinámica del Strategos y la Estrategia a la que da forma.

El concepto de subordinación de la Estrategia refuerza la premisa de la acción y lo dinámico. Generando espacio para el establecimiento de los grandes objetivos y los planes a otro nivel.

A este proceso algunos autores lo definen como Alta Estrategia, tratando de asociar lo estratégico a la tarea de fijar objetivos y planes.

Es probable que pueda establecerse esta diferenciación de estrategias de acuerdo al nivel de la Organización en la que se conciban. Pero en esencia, el concepto de Estrategia y estratégico se materializa mientras más cerca se encuentre del conflicto. Allí se perfecciona su naturaleza.

Sin la existencia del conflicto, el Strategos y su función se mimetizan en la Organización y no se diferencian de otras funciones de dirección.

Probablemente este hecho no desmerezca la existencia del Strategos y de la Estrategia, pero lo aleja de su misión: la dirección de operaciones militares, empleando la fuerza, para dirimir conflictos.

La Estrategia es una función del Strategos, y la formación de éste último responde al conocimiento profundo y cabal de la naturaleza del conflicto. Que ello se subordine al poder político o a los intereses mayores de la Organización se entiende y acepta. Toda excepción no deja de ser disfuncional.

Como puede verse, la definición de Lidell Hart sobre Estrategia establece algunas características importantes. Hart, sin embargo, no hace mayor referencia al Strategos como el generador de la Estrategia y la dinámica estratégica. Sus obras se concentran luego en descripciones minuciosas de guerras, batallas, formas de entenderlas, manejarlas y lidiar con ellas. Todo esto en un análisis de la estructura y no de la función.

El célebre Von Clausewitz, amplía y profundiza el estudio de éstas mecánicas hasta el punto de desarrollar un verdadero tratado “De la Guerra”, nombre que asigna a su obra más importante.

No se niega la importancia de estos estudios. De ellos emergen incluso los Strategos y las estrategias militares más brillantes de la historia. Pero puede certificarse, a vuelta final de página, que estos hechos cuentan siempre con la paternidad de alguien: un hombre, un nombre, el Strategos.

Los hechos están definidos por Alejandro Magno, Julio Cesar, Napoleón, Ludendorf, Rommel, Guderian, Montgomery, Patton, Eisenhower, etc. Brodie, Hart, Clausewitz, permanecen detrás de la historia.

La Estrategia está definida por el Strategos, y para él la riqueza en el tratamiento de lo estructural (el conflicto, la batalla, la guerra) constituye una referencia. Pero no un factor que explique lo circunstancial y lo dinámico, y la guerra es eso. Si la guerra en particular no puede asociarse a la acción, ¿entonces qué?

Los fundamentos del Strategos tienen carácter personal. Detrás de la Estrategia exitosa, existen hombres especiales, capaces de lidiar y vencer en un proceso que es de los más difíciles que existen.

El conocimiento de lo estructural no genera la existencia ni el éxito de la Estrategia sin la participación del Strategos. Napoleón decía: ” Es excepcionalmente difícil hallar en un hombre todas las cualidades necesarias para ser un gran general”.

Por todo ello la definición del concepto de Estrategia que plantea Beaufre parece la más reveladora, y aquella que menos olvida al Strategos: “…dialéctica de las voluntades empleando la fuerza para dirimir los conflictos”. La voluntad, a diferencia del conocimiento, involucra acción. Y ésta es la esencia de la Estrategia.

La voluntad puede alcanzar éxito a pesar del conocimiento, y puede resultar brillante merced a él. Enfrenta y vence contratiempos que el conocimiento no puede dimensionar. Aquella no solo diferencia a un hombre, lo identifica entre los demás.

La voluntad define el carácter y el valor de ésa persona que buscaba Napoleón. La voluntad ha ganado batallas por medio de hombres que lo desconocían todo acerca de ellas. Y cuando esta voluntad se enfrenta a otra, igualmente decidida, en un proceso dialéctico, nace la Estrategia. Como una forma ordenada de administrar y dirigir los recursos para alcanzar la victoria.

Porque sin el concepto de la victoria o la derrota, la Estrategia no existe, y la voluntad se hace innecesaria.

Las cosas y los hechos no tienen voluntad, los hombres si. Las cosas y los hechos no pueden calificar victorias o derrotas, los hombres lo hacen.

Al establecer esto, Beaufre no se aleja de las otras premisas de la Estrategia: la dialéctica de las voluntades para alcanzar el éxito involucra la aplicación de habilidad, maña, virtud, astucia. Aquí está el arte de dirigir.

En el empleo de la fuerza se incorporan todos los medios y recursos.

La fuerza y su utilización es un concepto inherente al de Estrategia. Ya sea que ésta se utilice de manera activa o pasiva para dirimir el conflicto.

Los grandes pensadores orientales en temas de guerra y Estrategia (Sun Tzu, por ejemplo), son partidarios extremos de que la mejor Estrategia es aquella que permite ganar una batalla sin necesidad de luchar.

Con todo el beneficio que involucra el concepto, ello no excluye en nada el hecho que la Estrategia se fundamente en el uso de la fuerza. Sea que en última instancia se use o no.

La interpretación y entendimiento del término conflicto completa la descripción básica de lo estratégico.

Sin la existencia de un conflicto, el hombre organizado puede recurrir a un conjunto diverso de medios para alcanzar sus objetivos sin tener que acudir a lo estratégico.

En esencia, cuando lo estratégico se estudia desde sus orígenes en el mundo militar, se asocia intrínsecamente al conflicto. Los “medios militares” que menciona Hart o los “instrumentos de guerra” de Brodie tienen como destino final su utilización para “dirimir los conflictos”.

Hacer uso del concepto y de la mecánica de lo estratégico para resolver problemas o alcanzar objetivos en los que no medie la existencia concreta de un conflicto, no se justifica.

La palabra conflicto significa “lo más recio del combate. Punto en que aparece  incierto el resultado de la pelea”.

En términos sociológicos se entiende así: “enfrentamiento entre dos o más personas o grupos que se suelen manifestar de diferentes modos: luchas de clases, revoluciones, etc.”

En su diccionario militar, estratégico y político, Fernando de Bordeje dice de conflicto: “vulgarmente se toma como sinónimo de guerra. No obstante, un conflicto puede desencadenarse en otra esfera que la militar. Bien sea en el campo laboral, político o diplomático, cuando se produce un choque de intereses”.

La mención de los términos combate, pelea, lucha y choque de intereses alude a dos o más protagonistas que sostienen posiciones encontradas, cuya dinámica busca anulación o destrucción mutua.

El conflicto establece el imperativo para que una u otra de las posiciones prevalezca. Su resolución es, por lo tanto, una cuestión de supervivencia para las partes.

Cuando la lógica del conflicto tiene carácter sistemático, evoluciona de lo que puede considerarse un problema a un estado específico del “ser de las cosas”. Un problema tiene carácter puntual en términos de esencia, tiempo y espacio. Esto es diferente, en alcance, al concepto del conflicto. Porque éste genera de forma ordenada y sistemática, un conjunto sostenido de problemas para los intereses propios.

Normalmente, en un conflicto las partes pueden personalizar o particularizar las fuerzas antagónicas. Estas desarrollan un rol similar en el enfrentamiento. Están, de igual forma, organizadas para ello. El desenlace de esto es un combate, una lucha de posiciones e intereses entre partes antagónicas.

En estas situaciones, en este medio, emerge el concepto y la mecánica de Estrategia y lo estratégico.

Es importante establecer este contexto porque se propende a utilizar el concepto en situaciones o hechos cuya envergadura no lo justifica. O cuya esencia se encuentra apartada de las premisas que justifican el esfuerzo estratégico.

Un problema, en su particular dimensión de espacio y tiempo, no necesariamente amerita la utilización de la lógica estratégica. Para ello el problema debe formar parte de un esfuerzo organizado y sistemático de alguna persona o grupo que se enfrenta a los intereses de otro.

En este sentido, y más allá del campo militar, pueden existir estrategias (y Strategos, por supuesto) en el campo diplomático y en el campo político.

En el caso de los negocios, la existencia de lo estratégico debe asociarse fundamentalmente a la existencia del conflicto que se genera a partir de un competidor.

La alusión a lo estratégico para la resolución de aspectos internos se aleja de la utilidad que representa el uso de lo estratégico.

La definición de Lo Estratégico, queda pues sometida a los siguientes conceptos:

1.    Organización, o supra-estructura a efectos del Strategos y de la Estrategia.

2.    STRATEGOS, o agente que define la existencia de la Estrategia.

3.    Estrategia, como función del STRATEGOS

4.    Conflicto, como campo de acción de la Estrategia o elemento estructural de la función.

La organización define la necesidad de la existencia del STRATEGOS, quien a partir de una dialéctica de voluntades hace prevalecer la Estrategia propia para dirimir el conflicto. La interacción de estos factores define Lo Estratégico.

La mayoría de los textos, sin embargo, concentra su atención en el tratamiento de Estrategia en perjuicio de los intereses vitales del conjunto. Existe el entendido que Lo Estratégico se fundamenta, o al menos gira, alrededor del criterio conceptual de Estrategia.

Y ello no es así. La Estrategia es únicamente el producto final del circuito, del proceso puesto en práctica por el STRATEGOS para dirimir un conflicto en beneficio de la Organización.

En todo caso, y si de centro de gravedad se trata, el circuito gira alrededor del STRATEGOS.

Esta personalización del proceso genera dificultades importantes en el esfuerzo histórico por describir Lo Estratégico. Por ello probablemente la Estrategia ha cobrado mayor valor explicativo. Porque llegado el caso resulta más sencillo referirse a la obra que al autor.

Los estudios sobre el STRATEGOS se han limitado a la identificación de grandes representantes históricos.

El STRATEGOS, sin embargo, no es un producto de accidentes de la historia. Es un agente de la dinámica organizacional que debe, por fuerza, identificarse, formarse y desarrollarse.

Si se entiende que Lo Estratégico es indispensable para alcanzar objetivos organizacionales, igualmente lo es la participación del STRATEGOS. El rol del STRATEGOS en términos de Lo Estratégico, no es sustituible por ningún esfuerzo colectivo, ni por la participación improvisada de alguien que asuma la función.

Si bien esto parece estar mejor entendido entre los militares (porque en última instancia la idea del General es muy sólida), en el mundo de los negocios, las interpretaciones continúan equivocadas. Aún se realizan esfuerzos de naturaleza colectiva como forma de establecer y administrar Lo Estratégico. Este es el caso de los planes estratégicos. Se asume que ellos pueden cumplir la función reservada al STRATEGOS, y esto no es así.

Los procesos de planificación y los planes no están habilitados para sustituir los esfuerzos básicos de dirección que exige un proceso estratégico.

No existen planes estratégicos, dirección estratégica o administración estratégica que no este íntimamente asociada a la función del STRATEGOS. Este no es un asunto de elección o predilección, sin el STRATEGOS, lo estratégico no existe.

Si se desarrolla un “continuo” del proceso que inicia una Organización para tratar un conflicto, la variable de explicación más importante sería el contacto. Mientras más cerca se encuentre la Organización de hacer contacto con el conflicto, la naturaleza de lo estratégico cobra mayor valor. Mientras más lejos se encuentre, más cerca se halla del plan.

Un plan, por sí solo, no dirime un conflicto. En cambio una Estrategia, aun cuando no esté bien planificada, puede hacerlo.

No es fácil comprender por qué, en el proceso de evolución del estudio de lo estratégico, se ha vinculado tanto (hasta el punto de hacerlos indiferentes), el plan con la Estrategia.

El plan como concepto tiene tal riqueza que su utilización, para invadir el territorio de la Estrategia, no cobra sentido. El plan es una “supra-función” organizacional. Su empleo es indispensable a todo nivel y en todo momento de la vida organizacional. No es un esfuerzo que pueda reservarse a una particularidad, ni uno que precise apoyo conceptual para explicarse.

Con los planes no se alcanza todo, y sin ellos no se consigue nada. El plan tiene su parte en los esfuerzos humanos y organizacionales. El plan es el plan, y la Estrategia es la Estrategia. Ninguno precisa recurrir a la explicación conceptual del otro para establecer su propio valor.

El STRATEGOS debe planificar sus acciones para enfrentar el conflicto, y si algo puede llamarse Plan Estratégico, es esto. Cualquier otro esfuerzo que pretenda merecer el título y se encuentre lejos del conflicto, desmerece la esencia de lo estratégico.

El plan por lo tanto, como esfuerzo colectivo, no reemplaza de forma alguna al STRATEGOS.

¿De qué otra forma puede evaluarse la conocida afirmación entre los militares de que “todo plan termina con el primer disparo”?

Tampoco pueden reemplazar al STRATEGOS los esfuerzos individuales espontáneos e improvisados. Este es el caso de los llamados Estrategas.

Cuando se adopta el término STRATEGOS no se lo hace como sinónimo de Estratega.

El STRATEGOS es producto de un proceso largo y continuo de formación profesional. Un entendido en materia de lo estratégico. De todo lo que ello involucra: la naturaleza y dinámica organizacional; el liderazgo como elemento motriz de las voluntades humanas; el campo de batalla, el enemigo, la naturaleza del conflicto, etc.

El Estratega en cambio, es la persona que de manera eventual o circunstancial, puede atribuirse la práctica de alguna acción estratégica.

No debe perderse de vista que la Estrategia es producto del “arte de dirigir”, y en función de ello se presta a la habilidad, astucia o maña que en determinado momento puedan ejecutar diferentes personas. A ellos, en ése determinado momento y circunstancia, se los puede llamar Estrategas, en cuanto están ejecutando acciones consistentes con lo estratégico. Pero un Estratega no es necesariamente un Profesional de la Estrategia, y por ello no puede confundirse con el STRATEGOS.

El concepto del plan y la idea de los Estrategas emergen, en muchos de los casos, de la confusión que genera el entendimiento de Estrategia y Táctica.

En muchos casos, lo que es eminentemente estratégico su asume como táctico, y allí se incorporan los conceptos del plan para sustituir los de Estrategia. La dirección táctica se asume como estratégica, y allí termina el entendimiento de la participación vital del STRATEGOS.

Fernando de Bordeje, dice de Táctica:

“Es el arte o ciencia que estudia el empleo y conducción de la maniobra de las fuerzas en el combate”.

Véase bien: “…la maniobra de las fuerzas en el combate”. La maniobra como tal, o el proceso de efectuar maniobras con las fuerzas y los recursos disponibles, es UN elemento de lo estratégico, no es la Estrategia en sí misma.

Von Clausewitz da un salto más grande para establecer la diferencia:

“La táctica es el arte de utilizar tropas en la batalla, la estrategia es el arte de utilizar las batallas para ganar las guerras”.

Esta definición tampoco coloca a la Estrategia en la esfera exclusiva del plan, dándole por ello a la Táctica la responsabilidad de la dirección de las acciones en el Conflicto. La Táctica dice Clausewitz, es el arte de utilizar tropas. Con ello se acerca a la definición de Bordeje en el uso y maniobra de fuerzas y recursos. La Estrategia, dice, es al arte de utilizar batallas para ganar las guerras, luego, ¡hay que ganar las batallas!, y esto último sólo se consigue con la dirección adecuada de las acciones en el conflicto, la cual recae en la función del STRATEGOS, materializada en la Estrategia.

La Táctica no sustituye a la Estrategia, y tampoco la coloca en un nivel alejado que pueda hacer que se la interprete solo como un plan. En el punto y en el momento que se aplican acciones tácticas, se aplican en los hechos, conceptos estratégicos.

Como concepto Estrategia y Táctica se diferencian solamente en alcance. La Estrategia involucra la dirección y el dominio de todas las acciones en el conflicto, la Táctica se limita a algunas de ellas, pero allí aplica el sentido estratégico que de forma general se está utilizando para tratar el conflicto.

La Táctica, por supuesto, nace de la Estrategia, pero no proyecta esta última hacia arriba, por el contrario se proyecta a sí misma hacia abajo, de forma de alcanzar los límites puntuales, en espacio y tiempo, de contacto con el conflicto.

Por ello es cierto que las tácticas apropiadas tienen mayor probabilidad de definir a favor los resultados de un conflicto, que la sola Estrategia. Si existen errores en las definiciones estratégicas pero aciertos en las definiciones tácticas la probabilidad de éxito se mantiene. Si existen errores en las definiciones tácticas, por mucho que se cuente con la mejor Estrategia, el éxito  está en riesgo.

Esta es la importancia del elemento táctico.

Gerald Michaelson, en su tratado sobre Sun Tzu, hace algunas apreciaciones interesantes sobre la lógica de Lo Estratégico y lo táctico:

“La estrategia, dice, determina la orientación. La auténtica ejecución del plan para lograr unos objetivos recibe el nombre de Táctica y comienza en el contacto”.

Luego afirma:

“Mientras que los principios estratégicos perduran inmutables, las tácticas cambian con el tiempo y las circunstancias”.

Finalmente dice:

“En cualquier nivel, las estrategias son las tácticas del siguiente nivel inferior en la cadena de mando”.

Esta última afirmación es la más importante, porque en ella se encuentra establecida la diferencia vital entre Estrategia y Táctica: el alcance y la proximidad al contacto con el conflicto.

Por este hecho, que tiene naturaleza trascendental en el tratamiento de Lo Estratégico, el STRATEGOS está obligado a rodearse del mejor apoyo humano. El equipo comandará los esfuerzos tácticos, y de su desenvolvimiento dependerán los resultados finales.

El equipo que apoye la labor del STRATEGOS tiene una importancia definitiva en la dirección táctica, y es indispensable para que pueda alcanzarse el éxito estratégico.

Mientras más próxima la labor de algunos miembros de este equipo a la propia labor del STRATEGOS, más evidente el hecho de contar con más de un STRATEGOS en la conducción de los intereses organizacionales. La naturaleza del conflicto exige esto.

Un conflicto, sostenido en el tiempo, no puede depender de la gravitación que tenga un sólo hombre. Los intereses mayores exigen que la conducción estratégica se sostenga. Por ello, los miembros del equipo más cercanos al STRATEGOS, deben tener la capacidad de reemplazarlo en cualquier momento.

Esto define la importancia y el carácter del equipo, la Táctica y su conducción en el marco de Lo Estratégico.

La Táctica, por último, es el factor que condiciona la diferenciación infinita de las estrategias entre sí. No existen dos estrategias idénticas, nunca. Esta aclaración es saludable, pues no siempre forma parte de las consideraciones que se realizan cuando se trata de Estrategia.

La Estrategia no tiene nombre, o al menos no otro que aquél que pueda atribuirle su autor. La afirmación de Michaelson es importante: “…los principios estratégicos perduran inmutables, la táctica (entiéndase la propia Estrategia, por lo dicho antes) cambia con el tiempo y las circunstancias”.

Existe una diferencia vital entre lo que son los Principios Estratégicos y lo que es la Estrategia.

Los Principios Estratégicos son premisas orientadoras. Constituyen un producto de la evaluación técnica del desarrollo de las estrategias a lo largo de la historia. Los estudiosos de Estrategia han documentado, a lo largo del tiempo, la forma en que diferentes STRATEGOS han concebido, planteado y puesto en práctica acciones en el conflicto. De todas ellas se han obtenido conclusiones, positivas y negativas. A las primeras, en tanto se hayan repetido como beneficiosas en el tratamiento del conflicto, se las ha convertido en Principios Estratégicos.

Los Principios Estratégicos establecen orientaciones para el planteamiento de la Estrategia. ¡No son la Estrategia!

El hecho, por ejemplo, de afirmar como recomendable la concentración de fuerzas para superar en un determinado momento y lugar a las fuerzas del adversario, no es un tipo de Estrategia, es un Principio Estratégico. Cuando Napoleón decía: “el arte de la guerra es disponer de las tropas de manera que estén en todas partes en el mismo momento”, no aludía a ninguna Estrategia en particular, hacía referencia a un Principio Estratégico.

Los Principios Estratégicos son importantes para llevar adelante con éxito cualquier Estrategia. Estos principios permanecen, de alguna manera, inmutables en el tiempo. Ellos pueden tener, en ciertos casos, nombres propios, la Estrategia no.

La Estrategia se forma a partir de estos principios como una función del STRATEGOS. En este sentido nunca podrá clasificarse ni etiquetarse más allá de los parámetros que establezca su autor. Cada Estrategia es una obra particular.

En muchas ocasiones, estudiosos de Estrategia han indiferenciado lo que son los Principios Estratégicos de lo que son las estrategias, en un afán de consolidar aspectos estructurales de estas últimas y hacerlas objeto de estudio en sí mismas. Al llevar adelante este proceso solo pueden alcanzarse conclusiones útiles remitiéndose a los Principios Estratégicos.

El estudio de la Estrategia por sí sola, termina siempre como el estudio de una fotografía, ello no permite nunca llegar a visualizar la película entera si este esfuerzo no pasa por el estudio del autor.

Esto es algo similar, por ejemplo, al estudio de una pintura de Picasso o un libro de García Marquez. La obra en sí misma no permite ninguna clasificación o identificación que no pase por la de su autor. ¿Quién si no él, puede darle nombre y lógica a su obra?

Es cierto que la obra hace al autor, pero el poder no se encuentra en ésta sino en aquel. El autor puede generar muchas obras a medida que algunas de ellas ya pertenezcan a la historia. Puede transformar su obra o puede ponerle fin. La obra sobrevive al autor, pero jamás cobra vida sin él. La Estrategia es la obra del STRATEGOS, y solo por él y a través de él, puede ser identificada o clasificada.

Los Principios Estratégicos son también obra del STRATEGOS, como el resultado histórico de sus acciones. Los Principios Estratégicos no hacen al STRATEGOS, la relación es siempre inversa.

En el estudio de la Estrategia, los Principios Estratégicos permiten orientar el ejercicio mental hacia los campos propios de la temática. Pero sin la consideración y el estudio del STRATEGOS y del conjunto de Lo Estratégico, el esfuerzo terminará como una experiencia similar a la del aprendiz de pintor que transita una sala de exposición de pinturas tratando de convertirse en autor de una de ellas.

En este sentido debe plantearse una fina duda sobre la afirmación que los Principios Estratégicos sean inmutables. El STRATEGOS siempre tendrá la capacidad de transformarlos. En última instancia, es él quien les ha dado forma y vida. Y estos principios pueden cambiar porque, como dice Michaelson, las tácticas se ajustan al tiempo y las circunstancias, y con ello ajustan las premisas estratégicas y la labor del STRATEGOS.

Por ello la Estrategia no puede brindarse como objeto de estudio estructural. La Estrategia es una función y como tal depende, para su mejor entendimiento y aplicación, del estudio de un conjunto de parámetros, hechos y variables precedentes a ella misma. Entre ellas, por supuesto, el estudio del STRATEGOS.

La Estrategia como función y los Principios Estratégicos como elementos orientadores, se ajustan más bien, al carácter del conflicto. Existen para tratar con él y dirimirlo. Y él carácter del conflicto es absolutamente circunstancial, aunque en esencia puedan entenderse en él ciertas fenomenologías. Ello, en todo caso, lleva también a suponer que los Principios Estratégicos no pueden permanecer inmutables en el tiempo. Porque así no lo hace, necesariamente, el propio conflicto.

Ahora bien, si la Táctica se ajusta al tiempo y a las circunstancias, y ello a su vez define la Estrategia, es factible suponer que la Táctica determina la Estrategia.

Algunos dirán, y esto también es cierto, que sin las definiciones mayores de Estrategia, la Táctica no forma parte de nada. Esta polémica corresponde también al tratamiento de Lo Estratégico. Aún más que la que establece diferencias entre los conceptos de plan y Estrategia.

Modular el énfasis de la Estrategia y/o de la Táctica, es importante para quien desea abordar con éxito la conducción del conflicto.

Debe entenderse que la relación entre Estrategia y Táctica es de carácter ontológica. Ambas se corresponden mutuamente en términos de “ser” y de sus propiedades trascendentales. Ninguna de ellas se explica sin la existencia de la otra.

La forma de llevar adelante la Estrategia y la Táctica es la misma. El concepto y el ejercicio mental para plantearlas y desarrollarlas es el mismo. Y ambas se determinan mutuamente.

El STRATEGOS es, por efecto de lo que representa la dirección de operaciones en el conflicto, un agente táctico. Y por la naturaleza del alcance de su función en la dirección del conflicto, un agente estratégico.

Queda, con todo ello, claramente definido el concepto de Estrategia y su diferencia con el STRATEGOS, Principios Estratégicos, tácticas, conflicto, etc.

El estudio de todo ello se inscribe en la lógica lo estratégico, es decir:

  • La Organización
  • El STRATEGOS
  • La Estrategia
  • El Conflicto

(Extracto del libro El STRATEGOS y 23 Principios Estratégicos para la lucha en el mercado. Aclaraciones indispensables de los conceptos de Estrategia, Negocio y competencia)

Fuente: https://elstrategos.com/concepto-de-estrategia/