El Emprendedor debe llevar el optimismo en
el corazón y el pesimismo en la cabeza.
No existe nadie que pueda ser calificado
exclusivamente como optimista o pesimista. Todos los seres humanos son una u
otra cosa en diferentes momentos y situaciones de la vida. El optimismo y el
pesimismo no son condiciones del Ser, son características relacionadas con el
Hacer, en este caso con la forma de ver las cosas.
(Tematica extraída del libro: “Emprender es una forma de
vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora“
El optimismo es una “tendencia o propensión a ver y
juzgar las cosas en su aspecto más favorable, y el pesimismo una a ver y juzgar
las cosas en su aspecto más desfavorable”.
Ambas constituyen una forma de VER y JUZGAR.
La riqueza de los términos se encuentra al
desagregarlos. La referencia al hecho de VER hace alusión a un acontecimiento
futuro. Y la de JUZGAR a la forma en que se valora lo que se ve. Todo concluye
por verse y juzgarse de forma más o menos favorable para los intereses que
están en juego.
El optimismo y el pesimismo
constituyen una forma de visualizar las cosas que sucederán en el futuro. Y
calificarlas de acuerdo a la percepción de los efectos que puedan provocar.
Desde aquí no es posible calificar a una persona de
optimista o pesimista como característica de lo que Es, sino del juicio que
tiene sobre las cosas que visualiza. Por otra parte NADIE puede visualizar las
cosas siempre favorables o desfavorables porque serán en todo caso de una u
otra forma.
En el emprendimiento acontecerán cosas buenas y malas.
Cuando se prevea la existencia de las primeras corresponderá el optimismo, y
cuando se estime la existencia de las segundas el pesimismo.
El emprendedor, como todas las
personas en la vida, DEBE ser optimista y pesimista en función de las
circunstancias.
El problema en esto no radica en que sea incapaz de
ser optimista, más bien en que no quiera ser pesimista.
Por consideraciones culturales arraigadas, las
personas son formadas en la premisa que el pesimismo es malo. Y por lo tanto no
es un aspecto en el que corresponde hallar virtud. Por otra parte, la necesidad
de ser “eterno optimista” se fomenta y premia. De esta orientación emergen
“optimistas funcionales” y “pesimistas estructurales”. Los primeros agrupados
en lo “deseable” y los segundos no.
Los “optimistas funcionales” no explican su condición
en la visión favorable de las cosas, más bien en el hecho de no ser pesimistas.
Y los “pesimistas estructurales”, que en esencia sólo pecan de ver y juzgar algunas
cosas desfavorables, son considerados anatema.
Por causa de esta formación que se
inicia en los pañales y concluye dejando su sello en la niñez y juventud, una
cantidad innumerable de personas se sienten cohibidas de manifestar un
pesimismo franco y útil.
Hay más probabilidad que una persona que se declare
optimista en una entrevista de trabajo consiga el empleo a una que se declare
pesimista. Aunque nadie puede establecer como “su estado” uno u otro caso, hay
muchos más que quisieran caminar por la calle con un cartelito que diga persona
optimista y no uno que diga soy pesimista.
Esta realidad impide que las personas (en la vida y
los negocios), desarrollen una sana capacidad para ver y juzgar los aspectos
desfavorables que pueden acontecer. Y con ello se propende a cometer más
errores y subestimar riesgos.
La evaluación pesimista de las cosas
activa la cautela, la moderación, y mantiene encendidos sistemas de alerta que
pueden beneficiar el tratamiento de ciertas cosas.
Ayuda a incorporar más acción y trabajo en las tareas,
con precaución y cuidado. Nada de esto es malo, puesto que no condiciona
negativamente la forma en que se conduce la vida o el negocio. La evaluación
pesimista puede efectivamente reducir el ritmo en el que se llevan adelante
ciertas cosas, pero lo reducirá en la lógica de evitar una colisión o pérdida
al enfrentar situaciones desfavorables.
¡El emprendedor tiene que ser pesimista, por supuesto!
Porque optimista seguro ya es desde etapas tempranas de su formación en la
vida. Debe ser también pesimista, y con mucho esmero. La vida de los negocios
no es sencilla, los obstáculos pueblan el camino y la “propensión de ver y juzgar las
cosas desde su ángulo más desfavorable” sirve para
dimensionar, sopesar y atacar las dificultades. Sirve, en resumen, para estar
preparado y actuar de acuerdo a las exigencias que la situación plantee.
Esto no quiere decir que el emprendedor o cualquier
otra persona deba interpretar las cosas siempre desde la arista
desfavorable. ¡Por supuesto que no! Lo importante es que lo haga de una forma
tan natural como la que motiva a ver las cosas favorables. Ser pesimista debe
ser tan bueno como ser optimista.
Probablemente, para ésa tranquilidad
de espíritu que juega un papel fundamental en la vida, debiera decirse
finalmente que el emprendedor debe llevar el optimismo en el corazón y el
pesimismo en la cabeza.
Es natural y sano el deseo de ver e interpretar las
cosas desde una perspectiva alentadora. Y en ello debe comprometerse el
emprendedor de corazón. Íntimamente debe esperar que las cosas salgan bien
siempre. Ésta es una forma de respaldar la confianza y sostener el poder que
existe en una profesión de fe. Y por otra parte debe ser cauteloso y precavido
desde la dimensión intelectual para visualizar los desafíos que presenta el
futuro.
Optimista de corazón (primero) y pesimista en la razón
(luego). De este equilibrio emerge el mejor juicio para actuar.
Algunos de los hombres más grandes que ha parido la
humanidad no sólo eran manifiestos pesimistas. De hecho eran conocidos por
pronosticar sistemáticamente un conjunto de fatalidades para no cometer errores
en decisiones importantes, y tener respuestas ante imponderables.
Otra cosa son ésas personas que se
autodenominan REALISTAS. A diferencia del optimista o el pesimista, la
persona “realista” carece de visión.
Actúa sobre la inmediatez condicionado por el criterio
que “no vale la pena ser optimista ni pesimista”. Respeta en extremo las
condiciones imperantes, con sus pequeñas o grandes posibilidades.
Las personas pesimistas tienen visión, una que no se
ajusta a un estado deseable de las cosas, pero en definitiva una visión. En
cambio las personas “realistas” carecen de visión, positiva o negativa. Se
desenvuelven en los márgenes estrechos de la coyuntura y lo que perciben los
sentidos básicos.
Estas personas son una molestia. Incapaces de
proyectar nada, niegan ésa posibilidad elemental que tiene el hombre de ver más
allá de lo que pueden los animales elementales.
Merced a conceptos absurdos de realismo el hombre
nunca hubiera llegado al estado en el que hoy se encuentra. El progreso y el
desarrollo formarían parte del azar y se estaría anulando el deseo natural de
cambiar las cosas y ser parte condicionante de esos cambios.
Por otra parte, el pesimismo y el
optimismo no tienen nada que ver con lo positivo o negativo. No existe relación
ontológica entre optimismo y positivismo o pesimismo y negativismo.
Lo positivo y lo negativo están relacionados al SER de
las personas, no a la forma de ver y juzgar las cosas que pueden pasar. La
gente positiva tiene una forma de procesar y canalizar su energía diferente a
la persona de actitud negativa. Una persona positiva puede ser optimista o
pesimista en su interpretación del porvenir, pero mantendrá una actitud
enérgica. En tanto que la persona negativa carece de fuerza, ánimo e incluso
espíritu para hacer las cosas, aún aquellas que puedan presentarse favorables.
Personas negativas no pueden existir en el círculo de
trabajo del emprendedor. La energía en esta
tarea lo es todo. Y vectores de energía como el buen ánimo,
entusiasmo, predisposición, etc., no se encuentran en personas negativas.
Es posible que alguien afirme que con optimismo o buen
ánimo no se desarrolla un negocio, pero también es cierto que sin ellos aún la
mera consideración de formarlo no es posible.
Y por último, no se trata de establecer qué tanto
aporte puede tener una actitud positiva. Se trata más bien de establecer el
alto costo que tiene una negativa. Ser positivo cuesta poco, ser una persona
negativa conduce al infortunio.
Mayores detalles de éste y otros temas similares en el
libro: “Emprender es una forma de
Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”
Fuente: https://elstrategos.com/optimismo-y-pesimismo-en-el-emprendedor/