Hay mucho en juego en la evaluación de esta pregunta,
principalmente porque en ella se refleja esa inquietud innata de todos los
seres humanos: el sentido de la existencia. El legado constituye
una forma de trascender los estrechos márgenes de tiempo que se viven en esta
tierra, una manera de coquetear con la inmortalidad. Solo un intento, una
aspiración, y probablemente un engaño…
En especial esto último, el hecho que el tratamiento
del legado constituya un falso afán, es sostenido por muchas personas ciertamente
razonables. Ellas dicen:
Finalmente vas a morir. En 200
años, nadie recordará que alguna vez estuviste aquí. No te preocupes por tu
legado, porque no tendrás uno. Por esto mismo, ¡haz lo que quieras!, persigue
el placer y diviértete tanto como puedas.
Un argumento lógico y fácil de comprobar.
Efectivamente moriremos todos, y es poco probable que alguien se acuerde de
nosotros el año 2250.
Algunos, producto de méritos extraordinarios, posiblemente
registren su existencia en los libros imperecederos de la historia, como lo
hizo un Newton o un Pasteur. Pero serán los menos. Para todos los demás parece
un hecho que la cita con el anonimato eterno empezará a partir del último
aliento.
También hay razón en quienes dicen que cosas como la
reputación o el prestigio no constituyen ningún legado (aun cuando se les
dedica enorme energía y tiempo en la efímera vida que se tiene sobre la
tierra).
El propio Marco Aurelio se suma a este criterio. En su
libro “Meditaciones” (que en realidad era su diario), dice al respecto: “¿Es
tu reputación la que te preocupa? Pues te equivocas, simplemente mira lo pronto
que somos olvidados. El abismo del tiempo sin fin se traga todo… Pronto solo
serás cenizas o huesos”.
Haciendo referencia a muchos emperadores que le
precedieron recuerda: “destruyeron tantas ciudades, mataron miles de
infantes y caballos en batalla y fueron rápidamente olvidados”.
Tu memoria se perderá con la evaporación del tiempo.
No te preocupes.
Alex Hormozi, un destacado empresario, cuenta que su
tatarabuelo fue gobernante en Irán. “Tenía toda la riqueza y el estatus
que puedas imaginar. Pero, ni siquiera puedo recordar su nombre. La idea de
crear un legado es absurda…”
Al mismo punto parecen dirigirse los inocentes
comentarios de un joven aventurero (con muchas ganas de aprender), a partir de
su experiencia en el museo del Louvre en París:
“Hace unas semanas, estaba parado afuera del Louvre en
París. El edificio está magníficamente ornamentado, seguramente porque fue
construido como residencia para el rey de Francia. En la parte superior de las
paredes se encuentran cientos de estatuas de tamaño natural de los grandes
músicos, artistas y escritores de la ciudad. Mientras estudiaba el edificio me
di cuenta que estos hombres eran lo suficientemente impresionantes para ser
recordados en mármol y decorar el museo más famoso del mundo. Sin embargo,
apenas reconocí un nombre. (¿Voltaire?)”.
La conclusión hasta aquí es obvia: las opiniones de
los demás no importan. La reputación, el prestigio y la memoria que intentan
trascender el tiempo, no tienen gran valor. Suena más lógico adherirse a ese
otro consejo: “haz lo que te haga feliz”. Vas a morir, tus días llegarán a su
fin y todo será arrastrado por el río del tiempo.
Sin embargo, toda la lógica y solidez de estos
argumentos oculta, peligrosamente, una verdad trascendental.
Porque en realidad, ninguno de nosotros será
completamente olvidado. La verdad es que todos tendremos un legado, uno que
marcará irremediablemente el porvenir.
¡Nuestras acciones serán ese legado! Las decisiones
que tomemos, y las personas que ellas afecten, construirán la herencia que
dejaremos para la eternidad.
Cuando se le preguntó a David Senra, presentador del
podcast Founders, sobre lo más amable que alguien hizo por él, respondió:
“Lo más amable que alguien ha hecho por mí sucedió
décadas antes de que yo naciera. Mi abuelo vivía en Cuba. Tenía 38 años, una
esposa y un bebé recién nacido cuando ocurrió la Revolución Cubana y Castro
tomó el poder. Él no entendía inglés, no tenía
dinero ni educación, pero tomó el enorme riesgo de huir de Cuba a Estados
Unidos para brindar mayores oportunidades a su familia. Esa decisión cambió
toda la trayectoria de mi vida.
Ninguno de mis intereses o pasiones harían una pizca
de diferencia si creciera en la Cuba de Castro en lugar de Estados Unidos. Este
es un ejemplo de cómo nuestras decisiones no solo afectan a los seres queridos
ahora, también repercuten a través de generaciones.
Si lo piensas, no en el contexto de lo que sucederá en
tu vida este año o el próximo, sino en cómo las decisiones que estás tomando
afectarán a las personas que aún no han nacido, las tomarías de manera
diferente.”
Es posible que tus tataranietos no recuerden tu
nombre, y que sus propios padres sepan muy poco sobre ti. Pero las decisiones
que tomes en tu tiempo, definitivamente les habrán afectado.
El legado no radica en que tu nombre baile en la punta
de la lengua de las personas durante milenios, o que se conmemoren días
festivos en tu honor. Tampoco se trata de estatuas o monedas con tu cara
estampada en ellas.
Tu legado está simplemente definido por las decisiones que tomas durante
tu corto tiempo de estadía en este mundo.
Pero esto mismo, con ser simple no es poco. Porque en
el proceso tienes el poder de afectar profundamente la vida de cientos o miles
de seres humanos. No solo aquellos que interactúen con tu descendencia directa,
también los hijos, nietos y tataranietos de las personas que te conocieron en
vida y se vieron influenciados por tu existencia.
Tienes el poder de definir el destino de muchos. Ni tu
vida, ni la de ninguna otra persona es insignificante. No se trata de
establecer si tendrás o no un legado, se trata de que éste sea uno que
contribuya con un mundo mejor que aquél al que llegaste perfeccionando un
milagro.
Porque tu vida es eso: un milagro. Las probabilidades
de que no hubieras nacido son astronómicas. Y de un evento de esta naturaleza
no puede esperarse esterilidad o fruto vano.
¡Lo que haces importa! Tus decisiones cambian el
mundo, y tu legado es una obra en la que trabajas todos los días.
Inspirado en el artículo “Leaving a Legacy” de Thomas
Dixon
Fuente: https://elstrategos.com/legado/