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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel
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Crisis, todas ellas son SIEMPRE una oportunidad


Toda crisis es siempre una oportunidad, más allá que la afirmación parezca una consigna de trabajo o un llamado motivacional.

La historia de la humanidad es una bitácora de logros, descubrimientos y victorias engendradas en los momentos más difíciles. Un registro de hombres que destacan precisamente porque aceptan desafíos en las situaciones más complejas.

(Contextualizado del libro: “Emprender es una forma de vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora“)

Existen dos razones básicas por las que toda crisis es una oportunidad:

1.- La crisis reduce drásticamente el nivel de competencia.-

Bien se trate de un Negocio establecido, un emprendimiento o una idea que busca encontrar espacio en el mercado, las situaciones de crisis (económica, social o política), reducen el número de participantes en la lid. Son menos los agentes económicos que consideran dinamizar actividades o poner en práctica iniciativas importantes. El nivel de la actividad competitiva se reduce proporcionalmente a la gravedad que “proyecta” la crisis.

Un número más pequeño de agentes en el mercado es condición ideal para emprendimientos jóvenes, y situación inmejorable para nuevas ideas o proyectos.

Precisamente porque la crisis provoca que todos sean más conservadores, las iniciativas agresivas inteligentes tienen mayores probabilidades de éxito.

El hecho que todo se evalúe con cautela favorece a quién se anime a dar el paso. En “teoría” no existe mejor momento. Y aunque lo teórico esté siempre sujeto a la crítica impasible del pragmatismo, en éste caso se cumple aquello que “no existe nada más práctico que una buena teoría”.

La crisis no se encuentra compuesta sólo de hechos y situaciones, también de percepciones e interpretaciones.  Muchas veces las percepciones provocan un sentimiento con respecto a la crisis mayor al que se fundamenta en los hechos. Y las interpretaciones la contextualizan fuera de los márgenes que tienen sustento técnico.

El factor psicológico es trascendental en la percepción de la crisis. Y ello juega a favor de quien está buscando oportunidades.

El factor clave de éxito para obtener resultados favorables en épocas de crisis es la ADAPTACION.

Si los negocios, los proyectos, las ideas o personas no tienen capacidad de adaptarse a las circunstancias, se situarán de inmediato en el grupo de los que fracasen.

No se trata de adoptar posiciones o actitudes conservadoras. Se trata de adaptar todo a la situación existente.

La adaptación precisa imaginación, destreza creativa, y sobre todo flexibilidad mental. En tanto que la adopción de nuevas medidas es un proceso constructivo que puede tomar tiempo valioso y fracasar igualmente después de ponerse en práctica.

Las respuestas “técnicas” (permítase esta etiqueta para diferenciarlas de las psicológicas) a situaciones críticas, son producto de procesos mentales. Cuando se toma consciencia sobre la existencia de los ciclos que existen en las actividades de la vida, la mente alcanza flexibilidad funcional para adaptar cosas y comportamientos.

Los ciclos desfavorables no sólo son normales e ineludibles, son también necesarios para la evolución.

La mente emprendedora entiende que las naves no se mueven siempre con vientos favorables. Dado que si esto fuese así la existencia misma sería como un lago de aguas estancadas y sin vida. Entiende también que los momentos difíciles no son ni eternos ni inalterables. Para la mente emprendedora, dotada de flexibilidad, la “oscuridad” que presentan los ciclos de adversidad es solo  “ausencia temporal de luz”.

En la necesidad de adaptarse no juega ningún rol el optimismo. De la misma forma que no cumple papel en la seguridad que tiene una persona de que el sol nace al final de cada noche. Eso sucede sencillamente como efecto de la naturaleza de las cosas.

Los periodos de crisis son momentos que preceden o suceden a las condiciones favorables. Con el mismo determinismo que existe en la relación de la noche con el día.

No existe estado más triste en el alma que aquel que desea que las cosas siempre sean positivas. Puesto que ése deseo es una manifestación de ignorancia y fundamento para la debilidad de carácter.

La vida presenta ciclos buenos y malos por igual. Y en ello no puede concebirse la existencia de ninguna fatalidad.

En épocas de crisis sólo se necesita un poco de coraje y voluntad para destacar sobre el promedio de gente pusilánime que ve pasar la vida esperando siempre “el momento propicio”.

2.- La necesidad es la madre de la creatividad.-

Cuando el hombre enfrenta la adversidad es cuando recurre a lo mejor que hay en él. Entonces empieza a buscar las respuestas más allá de la superficie, de lo obvio y común. Allí emerge de él todo lo que siempre tuvo adentro, envuelto en las mantas cálidas de la rutina: el ingenio, la iniciativa, la creatividad. Todas armas poderosas para derrotar la contrariedad.

La disposición para mantenerse en “zonas de confort” es parte de la naturaleza humana y crea fundamentos sólidos cuando las cosas marchan con “viento favorable”. Las organizaciones se convierten en burocracias obesas acostumbradas a manejar posesiones inalterables y crecimientos invariables. Las expectativas de las personas se vuelven mezquinas y la visión pocas veces trasciende el perímetro perpetuo de la “seguridad”.

Si no hubiera situaciones de crisis tampoco existirían condiciones que garanticen la evolución y el desarrollo de las cosas.

Son los momentos difíciles los que clasifican a los hombres y les otorgan el valor que les corresponde. En ellos se mide a las personas con un solo rasero: el tamaño de los problemas que cada quien enfrenta y vence.

Es la necesidad la que engendra la creatividad y de ésa manera convierte la crisis en oportunidad invalorable. Porque establece un estado de “construcción cualitativa”. Por necesidad las personas y los negocios se transforman y se vuelven más competitivos. Por ello alcanzan un nivel de calidad en sus perfiles competitivos que pocas veces se consigue en la bonanza.

Merced a la necesidad se inventa y se descubre.

En la necesidad el hombre también concluye por apreciar y dar valor a todas las cosas que tiene. Entonces comprende que lo más importante que posee se encuentra “entre sus dos orejas”, y en la actitud apropiada para enfrentar el sino del destino.

La necesidad visita a todos con dos caricias simultáneas, una de humildad y otra de orgullo. Con la primera caricia se da cuenta el hombre de su tamaño relativo en el universo. Y con la segunda de la necesidad imperativa de reaccionar y no dejarse someter por la adversidad.

Esta preciosa mezcla de las sustancias que precisa la actitud humana en circunstancias difíciles, siempre encuentra la respuesta que busca.

Puede ser verdad que la crisis no resulte agradable para nadie. Pero no le disgusta por completo al hombre que le huye a la mediocridad y al promedio. Éste incluso la espera, como el agricultor que entiende que la tarea de la lluvia temprana solo se perfecciona con la postrera.

Es paradójico comprobar cómo muchas personas interpretan afirmaciones como éstas precisamente bajo el lente de lo “fácil y cómodo” que resulta hacerlas. “Decir las cosas” es fácil afirman, otra cosa es “vivirlas”.

Es cierto que la vida no es fácil, porque si lo fuera carecería de la dinámica elemental que justifica su existencia. Pero de allí a que no puedan plantearse las cosas lógicas tal como son, existe enorme distancia.

Si por efecto de un equivocado “entendimiento” o “respeto” hacia las situaciones difíciles que pasan las personas debiera evitarse afirmar que toda crisis ES una oportunidad, se estaría ocultando impúdicamente una verdad trascendental.

Por otra parte tampoco hay que olvidar la razón incuestionable de “los grandes números”. Pocas personas debieran en realidad entender a cabalidad lo que aquí se plantea, porque el resto forma parte del promedio que justifica la existencia de las excepciones.

Si todos los hombres fueran iguales no habría necesidad de razonar en nada. Existen personas (la mayoría) a quienes la crisis sacará del juego en beneficio de las pocas que sepan acomodar velas al viento.

Y hay también otro grupo que tiene latente el deseo y viva la actitud para no formar parte de ésa mayoría anónima. Y a ellos sólo es necesario recordarles cómo son en realidad las cosas.

Por último, un par de afirmaciones que no están demás:

A todos aquellos que en momentos de crisis levantan la queja sentida y demanda interminable para que otros resuelvan los problemas de los que nunca se sienten causa o parte, bien les resultaría no olvidar lo siguiente:

  • Las cosas SIEMPRE pueden ser peores.
  • Se sufre por no tener un par de zapatos hasta que se conoce a alguien que no tiene pies.

(Extracto del libro “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora“)

Fuente: https://elstrategos.com/toda-crisis-es-siempre-una-oportunidad/

La vida es una suma de pequeñas inversiones


La vida se encuentra formada por un conjunto innumerable de pequeñas cosas que explican la totalidad y lo grandioso. No existe nada en éste universo, por muy grande que sea, que no esté formado por pequeños elementos que le dan sentido y esencia.

(Texto contextualizado del libro: “Emprender es una forma de vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora“)

Los objetivos se alcanzan conquistando pequeñas metas. Las grandes estructuras se construyen agregando piezas. La sabiduría está compuesta por un conjunto vasto de conocimientos y experiencias. La sociedad está explicada por personas. La vida está hecha de momentos.

Por alguna causa inserta en la profundidad de su psiquis, el hombre orienta toda su capacidad a la consecución de lo grande, a la comprensión de la totalidad.

Ésta es la vara con la que mide sus resultados y satisfacción.

En los viajes que emprende por la vida importan el origen y el destino. El trayecto es sólo un requisito ineludible, lo importante es partir y lo beneficioso llegar. Viviendo así, su propia existencia podría explicarse mejor sólo por dos hechos: nacer y morir.

Y la existencia es, por supuesto, mucho más que eso, igual que el universo que la cobija. El hecho de ser y de vivir es la suma de innumerables y preciosos momentos. De pequeñas sensaciones, de fugaces acontecimientos.

La vida promedio está compuesta por dos billones y medio de latidos del corazón y cada uno de ellos es indispensable para alejar la muerte. El concepto de lo grande, la ilusión de lo majestuoso o imponente carecen de esencia propia. Son más bien el producto de la asociación de muchas partes pequeñas.

Lo grande, en sí mismo, no existe, sólo existe lo pequeño.

Minúsculas cosas otorgan vida a lo grande, sin embargo esto último no da vida a nada pequeño. Todo el universo está formado por cosas simples. Maravillosas pero minúsculas partículas que crean estructuras y fenómenos mayores.

El “camino de la construcción” de todas las cosas transita de lo pequeño a lo grande. Nunca tiene sentido inverso. Cualquier cosa que se desee construir debe partir por un detalle, por una cosa pequeña. Y en tanto a ella se le sumen otras, el cuerpo grandioso toma forma.

Por este camino transita la vida de las personas, de las organizaciones, las obras, el éxito (así como el fracaso), la felicidad, la amargura. Todo transita de lo pequeño a lo grande, de la parte al todo.

El hecho mismo de existir se explica por sus detalles, sus momentos. Por sus pequeños sentidos de existencia, con “e” minúscula.

Al final de la vida, cuando el hombre se siente incapaz de imaginar y desear un futuro remoto, entiende con claridad que toda su existencia está explicada y justificada tan sólo por “momentos”. Allí percibe ésa dramática realidad de haber vivido y disfrutado poco. Se da cuenta que la carrera en pos de lo grandioso ha consumido como fuego voraz el “tiempo pequeño”, el valioso detalle.

Un fraile anónimo de un monasterio de Nebraska decía cosas como éstas en su carta póstuma:

Si yo pudiera volver a vivir mi vida, trataría de cometer más errores la próxima vez…”

¿Perciben las personas el costo involucrado en el proceso de evitar el error? ¿Entienden que de tanto tiempo que invierten en evitarlo apenas disfrutan los aciertos? ¿Pueden imaginar cuantas oportunidades pierden en la vida tan sólo tratando de no errar? ¿Conciben el grado de libertad que resignan?

¡Se debe proscribir el miedo al error!, ¡eliminar éste prejuicio! Por medio del error se encuentra el camino al éxito. Quien más errores comete mejor domina la senda que transita. La equivocación es una señal de movimiento, de vida, lejana a la parálisis que provoca el miedo y orienta las almas mediocres.

Los errores son pequeñas inversiones que generan enormes beneficios. Sin ellos no se aprende, nunca se domina el conocimiento ni se forja el carácter.

“Si yo pudiera volver a vivir mi vida, me relajaría, procuraría ser más humano y más tonto de lo que he sido en esta vida…”

La tensión, ésa tormenta provocada por la ansiedad, mata los pequeños momentos. El hombre tenso se parece a un pedazo de tela que se estira con fuerza para ganar solidez, pero un golpe débil basta para rasgarla.

Curiosamente, en estado “relajado” y sereno se encuentra más solidez para enfrentar las adversidades. De esta forma se asimilan mejor los golpes, se los procesa y resuelve.

Pero estar “relajado” ante la adversidad puede parecer algo tonto en un mundo superficial que encuentra virtud en el “apronte” permanente, en el remedio inmediato.

¡Cuántos años perdidos solamente por no “parecer tonto”! Por cumplir con formatos y convenciones. Dar satisfacciones a parámetros ajenos. ¡Cuánta vida y cuánta energía consumida en evitar el ridículo! Para concluir no siendo ni lo uno ni lo otro.

Tan deformado está el sentido de “lo humano”, que entiende más el hombre sobre la importancia de cuidar una especie de ballenas en el océano, que la necesidad de ser “más humano” consigo mismo.

¡Todos deben permitirse ser un poco más tontos!, porque eso mismo los hará un poco más libres y felices. La vida pone un “corsé” diario a todo el mundo para “cuidar la sensatez”. Y la mayoría se deja llevar por esa “corriente de cordura”, olvidando que mejor se disfruta una piscina en traje de baño que con saco y corbata.

“Si yo pudiera volver a vivir mi vida son pocas las cosas que conozco que tomaría en serio…”

Es difícil entender la relatividad que las cosas tienen. En medio del afán cotidiano, cada instante de vida parece el minuto final de un juego en el que se empeña todo. Las cosas que en contexto no pudieran ser más absurdas cobran dimensiones superlativas. Y todo esto quita calidad a la vida y sus pequeños componentes.

Peter Drucker aconsejaba “tomar en serio el trabajo pero no tomarse muy en serio uno mismo”. Y en ello hay una reflexión fundamental: tomar las cosas con calma y no “encarnarlas”. Porque el día de mañana llega siempre con respuestas y aire fresco.

Nada es finalmente tan malo como parece y nadie es tan débil como calcula.

Cuando le preguntaron a un hombre de 100 años el secreto de su longevidad, contestó:

“Por lo posible hice todo, por lo imposible jamás perdí un segundo de mi tiempo”.

La mayoría de las cosas que el hombre “se toma muy en serio” en un día promedio carecen de significado trascendente y solo echan sombra sobre lo que importa de verdad.

Dicen que para los perros (ésas adorables criaturas), los hombres son “los únicos animales que ríen”. Y por tanto esfuerzo para ser “serios” concluirán por no tener “ni perro que les ladre”.

“Si yo pudiera volver a vivir mi vida tendría más dificultades reales y menos imaginarias…”

El hombre es también el único animal sobre este planeta que tiene el don de “imaginar” lo que será el futuro. Pero este regalo, que por una parte le sirve para ser agente activo en la definición de su porvenir, es también dolorosa vara cuando se asocia a lo que éste le puede deparar.

En lugar de dedicar el mayor tiempo posible a lo consciente, al “aquí y ahora”, invierte tiempo valioso y energía “no renovable” en “imaginar problemas”. Y esta disquisición lo atormenta.

La “futurología” es una de las cosas más estúpidas que el ser humano hace. Porque a partir de ella multiplica “de oficio” sus problemas. Suma a los reales aquellos “imaginarios”, y nutre una orgía incontrolable de pre-ocupaciones.

Aquí la aritmética básica tiene capacidad de proporcionar paz y sosiego:

Se debe RESTAR problemas imaginarios del conjunto y quedarse con el saldo (si es que existiese).

¿Por qué no canalizar la imaginación a resolver contratiempos reales y dejarle algo de oficio al propio destino? Es privilegio del hombre ocioso imaginar problemas y no empeñar trabajo en resolver los que tocan a la puerta.

“Si yo pudiera volver a vivir mi vida trataría de no vivir cada día con muchísimos años de adelanto…”

El carácter no siempre bien entendido de la vida ha obligado a desarrollar muchos patrones de comportamiento para abordar la incertidumbre.

Hay tres letras que describen perfectamente estos afanes, las letras P-R-E. Ellas explican el sentido del adjetivo PREVIO o del verbo PREVER. De ellas emergen conceptos como prevenir, preocuparse, predeterminado, precaver, presentir, premeditar, predisposición, preconcebir, etc.

Estas palabras se vuelven orientaciones de vida. Terminan “prevaleciendo” sobre otros conceptos y dejan al margen consideraciones de mayor valor.

La calidad de vida se encuentra más cerca de los hombres que se ocupan que de aquellos que se preocupan.

La determinación gana más en la vida que el acto de predeterminar.

Sentir es más importante que presentir.

Meditar mejor que premeditar.

La disposición supera a la predisposición, y el encanto de concebir no se asemeja al hecho de preconcebir.

Disfrutar del escaso tiempo de vida que se tiene amerita vivir “algo” más allá de los imperativos que plantea el adjetivo Previo.

O al menos no vivir en función de él. Tal vez esta última aclaración sea oportuna. Porque no faltan quienes encuentran en sugerencias de este tipo el pase directo a la vida disoluta. Lo que de hecho se encuentra tan lejos de una vida de calidad como aquella que condiciona el presente imaginando estados futuros.

Quienes se encuentran viviendo cada día con muchísimos años de adelanto, traten de dar una respuesta a las preguntas que Charles R. Swindoll plantea en su libro “Tres pasos para adelante, dos pasos para atrás”:

“¿Cuándo se sentó junto a la mesa después de cenar, por última vez, sólo para relajarse y divertirse un poco?

¿Cuándo fue por última vez a volar una cometa. Dio un largo paseo por la arboleda. Pedaleó una bicicleta en el parque local. Condujo el automóvil por debajo del límite de velocidad. O hizo algo con sus propias manos?

¿Cuándo se tomó tiempo para oír una hora de buena música. O caminó por la playa mientras se ponía el sol?

¿Cuándo se quitó por última vez el reloj del brazo toda una tarde de sábado. Llevó a un muchachito sobre los hombros. Leyó un capítulo de algún libro metido en la bañera llena de agua caliente. O disfrutó de la vida tan profundamente que no podía dejar de sonreír?”

No importa de quién se trate, qué tenga o cuánto. Si no puede responder afirmativamente estas preguntas (o al menos alguna de ellas), lo que merece es cambiar su forma de vida, ¡hoy mismo!

En tanto que se propende a pensar en el futuro y vivir cada día con muchos años de adelanto, bueno sería recordar la única cosa cierta que éste nos tiene deparado, aquella con lo que J.M. Keynes encaraba a los planificadores: “en el largo plazo todos estaremos muertos”.

Lo único con lo que el ser humano cuenta para encarar la interminable batalla contra sus debilidades es la razón. Y su hija inquieta: la reflexión. La naturaleza le ha dotado de esto con el propósito específico de equilibrar sus emociones e impulsos. La razón diferencia al hombre de los animales (aparte de la sonrisa).

Por ello la mejor forma de cambiar el rumbo de vida que lleva y acercarlo a niveles de calidad, radica en obedecer una consigna sencilla: ¡Deténgase y piense!

Si uno no se detiene, la reflexión queda invalidada por la exigencia de la rutina. Y si no se piensa se carece del dominio básico que todo ser humano debe tener sobre sí mismo.

Detenga un momento todo y piense en esto:

  • No viva una vida entera tratando de NO cometer errores.
  • Relájese. Trate de ser más humano consigo mismo. Menos infalible y un poco más tonto.
  • ¿Cuantas cosas que hoy forman parte de su vida merecen tomarse muy en serio? Redúzcalas lo más posible. Esto le permitirá enfocarse efectivamente en ellas.
  • Ocúpese de los problemas reales y no de aquellos que imagina que existen o pueden existir.
  • No viva cada día con muchos años de adelanto. El futuro lo acerca a la inevitable muerte. El presente es una representación de la vida.

(Extracto del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora“)

Fuente: https://elstrategos.com/la-vida-esta-compuesta-de-detalles/

Éxito se escribe con “e minúscula” ¡Inicia la marcha!


Cada quién define la naturaleza y medida de lo que éxito es en su vida. Pero en todos los casos es producto de un proceso inductivo, uno que parte de lo pequeño hasta alcanzar, eventualmente, la majestad.

El éxito no es un “fenómeno grandioso” que aparece intempestivamente en la vida. No es un hecho que responda a la casualidad, y es pocas veces fruto del azar.

El éxito es producto de esfuerzo y sacrificio. Incontables decisiones, pérdidas y concesiones, “sudor y lágrimas”. Nada cuesta más a una persona que alcanzarlo. Porque en él se ressumen sus logos, victorias, el sentido y propósito de su vida.

Nadie puede afirmar que no persiguen el éxito, ello no condice con la naturaleza humana. Es posible que no haya criterio homogéneo para determinar lo que el éxito es o representa para cada quién, pero éste se busca. Desde la dimensión consciente o a partir de la energía que emerge del subconsciente.

La búsqueda del éxito es un grito del Espíritu humano. Su corta vida en el planeta es un registro de esfuerzos por alcanzarlo. El hombre nace destinado a esta tarea, vive tratando de cumplirla y muere comprometido con el esfuerzo.

Ahora bien, clasificar el éxito más allá de su esencial sentido de victoria o propósito cumplido, ya involucra otra cosa.

Es difícil que alguien pueda entenderlo fuera de las íntimas fronteras personales.

Tristemente, se ha convertido hoy en premisa “socialmente aceptable” vincular el éxito a ciertos logros o estados. Hay una especie de “juzgado social” que proporciona modelos y ejemplos de lo que el éxito es. Y se atreve a establecer asociaciones concretas entre él y personas o cosas.

Este ejercicio puede llamarse de cualquier forma, pero no constituye una explicación del éxito. Éste no puede ser juzgado por terceros. El criterio que lo define es íntimo, completamente personal.

La vara que mide el éxito de una persona es de su exclusiva propiedad. Y así también es la vara más corta que existe, la menos piadosa.

Nadie escapa a su propia medida, pero tampoco tiene derecho a emitir juicio sobre las demás.

¿Cuántas personas que han sido “socialmente” reconocidas por su éxito han concluido sus días sintiéndose completamente desgraciadas? Y por otra parte, ¿cuánta gente inscrita en el más profundo anonimato descansa en la quietud y en el calor de la victoria?

Y es que Éxito se escribe en realidad con “e” minúscula. Si existe la gran victoria, el triunfo final o el éxito grandioso, éste no es nada más que una suma delicada de éxitos con “e” minúscula. Logros pequeños, concretas victorias.

Ahora bien, ¿por qué la medida del éxito se inscribe en una escala pequeña?  Aquí existe una respuesta sencilla pero trascendental: la victoria o el logro que califica el éxito, es producto del triunfo del hombre sobre sí mismo.

No existe batalla más difícil que aquella que el hombre libra consigo mismo. No hay emprendimiento más importante o esfuerzo que pague mejor.

Cuando el hombre vence sus limitaciones, temores, impedimentos, frustraciones, cumple en medida exacta con el parámetro más exigente que tiene el éxito. Pero dada la magnitud que tienen estos adversarios, las victorias no se resumen en grandes titulares, se miden en logros pequeños.

El hombre que acumula pequeños triunfos sobre sí mismo, los protege y consolida, se dirige con firmeza a la victoria.

Esta lucha dura toda la vida. Para quién busca el éxito la pausa no existe, porque ella es, en realidad, un combustible del fracaso.

Por algún motivo el fracaso echa raíces dentro del hombre mismo. No se encuentra en los factores externos.

Tampoco es, por supuesto, producto del azar, del destino o la fatalidad. ¡Bueno fuera que así sea! Porque el ser humano ha demostrado admirable capacidad para vencer los elementos, superar catástrofes y modelar su destino sobre la tierra. Sin embargo es criatura indefensa cuando debe enfrentarse a sí mismo, es vulnerable e incapaz.

En gran medida esto se debe a que las personas se colocan en posición desventajosa al observar y medir los desafíos en su entera magnitud.

El hombre se equivoca al comparar la medida de su éxito con el tamaño de la adversidad que enfrenta, porque así parece lejano e inalcanzable.

El estudiante universitario que no consigue rendir en sus materias, pocas veces se pone a pensar que el éxito se encuentra, probablemente, en la capacidad que tenga de levantarse una hora más temprano cada día.

El empleado de oficina que no recibe una promoción laboral, poco piensa que el éxito lo espera tras una disposición diferente para marchar al trabajo todos los días. Sin pesar, con ganas de hacerlo una vez más.

El éxito de quien ya no desea fumar comienza por dejar de hacerlo la mitad de un día. Luego un día completo y después dos. En determinado momento ése éxito con “e” minúscula se ha convertido en un éxito grandioso (porque así debe considerarlo quien venció).

El éxito que desea el padre probablemente se encuentre en la necesidad de vencer al tiempo y disponer del necesario para recoger al niño del colegio.

En la turbulencia que califica la vida no serán pocos los que digan que pequeños remedios no sanan grandes males. Pero aquí radica un error fundamental. Porque en tanto el éxito no se entienda como “un pequeño y trascendental detalle”, quedará fuera de la capacidad del hombre para alcanzarlo.

El éxito es, en realidad, un pequeño detalle. ¡Pero a no olvidar que de detalles están hechas las cosas importantes!, cómo de átomos el universo.

Una vez que se ha obtenido un pequeño éxito es necesario aferrarse firmemente a la victoria. Y luego proseguir la marcha en pos de uno nuevo. Cuando éste proceso no se detiene el hombre alcanza cumbres mayores.

No existe energía más grande para el alma que la sensación de triunfo y el sabor de la victoria. Nada hay más estimulante. Cuando el hombre conoce la victoria no se detiene en su afán de replicarla.

De igual forma, cuando la victoria es elusiva porque enorme es la lucha para alcanzarla, dura es la carga para el alma.

Aprovecha mucho pensar y entender la profunda lógica de lo siguiente: ¿acaso existe algún objetivo, por muy ambicioso que sea, que no esté formado por muchos elementos? ¿Trabajando sobre éstos elementos no se alcanza también el todo? ¿Entre más grande el todo no resulta más conveniente atacar los componentes?

Pues bien, ¿por qué entonces negarse la posibilidad de atacar los problemas en sus pequeños pero vitales componentes?

Uno por uno, firmemente. Consolidando un éxito tras otro. Y si son muchos problemas, entonces atacarlos también UNO por UNO, superándolos consecutivamente. Haciéndolo así, en algún momento la estructura central del problema cede.

Nunca ha sido tan bien expuesta la fabulosa paciencia oriental como en el adagio que “todo viaje de mil leguas comienza con el primer paso”. ¿Cómo puede negarse esta lógica? ¿Cómo desconocerla? Ése primer paso es una primera victoria, es el primer éxito. Uno que debe escribirse con “e” minúscula. Pero uno sin el cual nada más existe.

La naturaleza humana ha demostrado la grandiosidad de la madera con la que está hecha. El hombre no se siente débil criatura ante la inmensidad del universo que lo aloja. No son pocas las veces que lo ha desafiado y le ha doblado el brazo. En realidad es débil cuando se enfrenta a sí mismo. Subestima el poder destructor que tiene en su interior, se porta soberbio al desconocer que el problema está en él. Por eso el éxito lo elude.

Es vital hacer algo diferente. Iniciar ésa pequeña marcha tras los éxitos con “e” minúscula.

Por otra parte ¿qué se puede perder? Pues si no se hace algo diferente, sólo se recibirá más de lo mismo de siempre.

(Temática extraída del libro: “Emprender es una forma de vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora“)

Fuente: https://elstrategos.com/exito/

 

Cuando la aptitud mengua, la actitud reina


La aptitud clasifica a las personas, la actitud las califica. La aptitud es un recurso y la actitud un activo. Mientras la primera es un factor facilitador, la segunda es una fuente de poder.

(Extracto del Libro: “Emprender es una forma de vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora“)

No existe comparación equilibrada en la que una persona con grandes aptitudes supere a un hombre que tenga la actitud correcta. El conocimiento en general y la propia sabiduría constituyen sólo frutos de un árbol fuerte que echa raíz en la disposición y el carácter.

No genera el conocimiento la actitud apropiada, es ésta última la que genera el primero.

Se afirma con arrogancia que el conocimiento es poder y sin embargo existen personas que viven en la más completa invalidez aun siendo poseedoras de vastos conocimientos. La historia está llena de mentes geniales atormentadas, de sabios incomprendidos y vanos eruditos. Muchas veces la pobreza establece dominio con rigor entre los que más conocen y el éxito elude la rigidez de las “grandes mentes”.

La vida nunca ha establecido como premisa el “conocer o saber”. Su imperativo es simple: VIVIR BIEN. Y ello sólo se consigue con la actitud apropiada.

Es posible que incluso las mentes más brillantes carezcan de la capacidad de entender la riqueza integral que existe tras la demanda de vivir bien. Porque quién lo hace corona todo lo que se cotiza en la vida.

Vivir bien involucra buscar prosperidad, codiciar entendimiento, desear felicidad, anhelar paz. Estas cosas no las alcanza el saber por sí solo. La humanidad posee conocimientos que jamás hubiera imaginado antes, su acceso es una facilidad colectiva, y sin embargo se sufren también calamidades horrendas.

Así como la “ignorancia puede ser atrevida”, el “conocimiento es depredador”.

La tradición cultural privilegia desde el hogar y temprana infancia la “acumulación de conocimiento” para enfrentar la vida y prevalecer en ella. La educación escolar ortodoxa, afincada en métodos que se remontan a la antigua Prusia, sigue siendo la forma de “producir” el agente económico promedio. Las universidades son fábricas sofisticadas de “personas con educación superior” que nutren con frecuencia las filas del desempleo o de la frustración profesional.

Cuando algunas de las empresas más grandes de la tierra ya preguntan ¿qué sabes hacer? y no ¿qué estudiaste?, la Sociedad sigue apostando por el conocimiento tradicional.

Cuando el hombre que estudió muchos años medicina trabaja manejando un taxi y cuando el taxista es propietario de una flota de camiones, la cultura general sigue reclamando más de la misma educación de siempre.

Este “culto al conocimiento” celebra el título profesional del nuevo abogado e ignora si existe una básica “inteligencia financiera”. Festeja el afán de perseguir un post-grado, una maestría, un doctorado y desconoce si existe el mínimo fundamento de disposición a la vida y un poco de carácter.

Si en algo es importante el conocimiento es en SABER cómo funciona la vida y cómo se puede vivir bien.

Pero ¿dónde se aprende esto y quién lo enseña? O con mayor preocupación debiera preguntarse ¿quién lo fomenta?

En personas que se consideran exitosas o alcanzan el equilibrio que les permite vivir bien, pocas veces emerge como explicación el conocimiento y la educación. Allí resplandece el carácter, la personalidad, el coraje. Y tras de ellos un elemento simple pero fundamental: la actitud correcta hacia la vida.

La actitud es representación diáfana de inteligencia. El hombre inteligente cultiva una actitud apropiada hacia las cosas de la vida.

No es inteligente quién más sabe o mayor experiencia tiene. Inteligente es quién aprende a sostener ÉSA actitud coherente ante la vida.

No existe algo que pueda llamarse actitud positiva o actitud negativa. La actitud es siempre propositiva, estoica y confiada. La actitud nunca es pasiva porque su génesis conceptual hace referencia al “acto”,  a la “acción”. A propiciar la realización de las cosas y no concluir como nave a merced de los caprichos del viento y la corriente.

Por supuesto que la actitud no desprecia el conocimiento, más bien se vale de él. Pero sostiene sana ignorancia respecto al obstáculo, la imposibilidad, la dificultad o la perpetua debilidad del espíritu humano.

La actitud entiende muy bien algunas cosas elementales de la vida:

  • Que ésta es efímera.
  • Con nada se llega y con nada se parte de ella.
  • Existe el derecho básico de ser feliz y éste derecho OBLIGA.
  • Todo hombre es libre de vivir como quiera. Y cada quién tiene el derecho de defender ésa libertad cuando otro la afecta.
  • La vida no es fácil.
  • Nadie ofreció flores en esta vida y es ocioso cargar macetas.
  • La vida no regala nada a nadie.
  • Se pierde muchas más veces de las que se gana.
  • Se aprende cada día.
  • El siempre y el nunca son los estados más transitorios que existen.
  • Éxito se escribe con “e” minúscula porque lo grandioso es sólo la suma de pequeños logros.
  • Existir se escribe con “e” minúscula porque la vida solo ofrece momentos.
  • El mayor tesoro del hombre se encuentra “entre sus dos orejas”.
  • La fe mueve montañas.
  • El hombre NO ES lo que le sucede.
  • Todas las criaturas que rodean al hombre son maestros que tienen algo por enseñar.
  • La soberbia es el peor de los pecados.
  • El secreto de la longevidad es hacer siempre lo mejor posible y nada más.
  • Todo cambio se produce de “adentro hacia afuera”.
  • La humildad es condición inherente al hombre porque éste no es nada más que una partícula diminuta en las proporciones del universo.
  • El entendimiento de la vida se resume en comenzar y concluir cada día con un gracias.
  • El hombre es la única criatura sobre la tierra que sonríe.
  • Amar sin demostrar es lo mismo que sentarse sobre una corona en lugar de llevarla en la cabeza.
  • No existe mejor médico que el tiempo y mejor juez que la conciencia.
  • No se habla si no se tiene algo bueno por decir.
  • La queja es el grito de exclamación del débil y la mentira del cobarde.
  • El único enemigo que no peca de ociosidad es el que se lleva dentro.

Cuando el hombre carece de actitud es presa fácil de la vida, como una sombra que desaparece en la oscuridad. De ello no lo rescata todo el conocimiento del mundo.

Por otra parte, cuando todo lo demás mengua, la actitud reina. Y así perfecciona ésa máxima que distingue a un hombre entre los demás:

“Las estrellas brillan cuando el sol se oculta”

(Extracto del libro: “Emprender es una forma de vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora“)

Fuente: https://elstrategos.com/aptitud-vs-actitud/