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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel
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Sea un coleccionista de los NO que ha recibido en la vida

 

Un coleccionista es alguien que reúne, clasifica y guarda algo esencialmente por interés o gusto. En ese sentido, puede parecer extraño coleccionar los NO recibidos en la vida, pero hacerlo tiene una enorme ventaja estratégica.

Hay enseñanzas muy importantes detrás de cada NO que se presenta en el viaje personal o profesional en esta tierra. Lecciones que nunca proporcionan el éxito o los objetivos alcanzados. Las experiencias más valiosas no se encuentran en los SI, más bien en las negaciones, por muy frustrantes o dolorosas que estas sean.

Se sabe bien que problemas, dificultades y adversidades son grandes maestros. Y la realidad es que cada uno de estos representa un NO a deseos, expectativas, intereses y planteamientos. Las cosas suceden como uno quiere o no. Es una dicotomía simple.

Ahora bien, en este punto todo se vuelve interesante. Porque gran parte de las personas propende a descartar rápidamente experiencias negativas y se esfuerza en borrarlas de la memoria. Ello parece coherente con el afán humano de echar raíz en las energías positivas.

Pero algo muy importante se pierde con este rechazo (el no al NO): justamente la capacidad de multiplicar los aciertos.

¡Siempre consigue más aciertos quién menos se equivoca!

Hay de los que piensan que las victorias tienen su propio sino y trabajan arduamente para ello, pero esta tarea demanda mucha energía y enfrenta probabilidades adversas.

El coleccionista de los NO, por otra parte, sabe bien lo que debe evitarse y lo que se tiene que aprovechar. Al tener conocimiento preciso de lo que no hay que hacer, entiende lo que debe hacerse. Y esto representa, finalmente, un ahorro de energía.

Muchos llaman a esto “experiencia”, y en cierto sentido es correcto. La vida da lecciones cada momento, y en la medida que más son y mayor tiempo transcurre, mucho mejor.

Sin embargo, hay un error sutil en el entendimiento de las “experiencias” que se acumulan y el supuesto beneficio que proporcionan. Porque “experiencias” finalmente tendrán todos, y eso no garantiza nada favorable.

Para que las experiencias sean positivas, se tiene que haber aprendido algo de ellas y convertido en condicionantes de acciones futuras. Así se trasciende de la sola experiencia a la experticia.

Tener consciencia de problemas y adversidades vividas no es suficiente, puesto que ello no garantiza el aprendizaje. La experiencia positiva no emerge de la acumulación inercial de los eventos negativos. Mucho menos si ellos se tratan de olvidar o descartar.


El coleccionista de los NO que ha recibido en la vida, tiene bien presentes los eventos negativos. Los identifica y registra claramente en su memoria. Los guarda como bienes preciados y los contempla con cariño. ¿Parece absurdo? ¡Pues no lo es!, porque detrás de éste proceso SI existe una experiencia genuina y favorable.

Ahora bien, ¡no hay que confundir las cosas! Esto no se trata de coleccionar problemas, adversidades, disgustos y sinsabores. Es cuestión de identificar y clasificar los factores que originaron todo. Allí está el NO. En esos elementos que provocaron el fracaso y la derrota.

No se guardan en la memoria los detalles del camino que se debe evitar, se recuerda la señal que dice “NO tomar esta senda”. Detrás de ella se encuentran los pormenores, pero es el cartel de NO el que define nuevos rumbos para el viaje.

Es posible que en muchas circunstancias no se sepa qué hacer, pero ya hay trecho ganado si se sabe lo que NO debe hacerse. ¡Y el coleccionista está perfectamente familiarizado con esto!

Saber qué hacer determina la probabilidad de conseguir un acierto, en tanto que entender lo que NO debe hacerse, EVITA un desacierto. Y en el balance general del desenvolvimiento (especialmente si éste se mide con la vara de la Estrategia), lo segundo es más valioso que lo primero.

La vida no es una prueba de velocidad, es una carrera de resistencia. No alcanza éxito quién se mueve más rápido, sino quién lo hace mejor. Esto bien puede traducirse en que el individuo exitoso es, finalmente, aquel que menos errores comete, no el que alcanza más aciertos.

¿Hasta qué punto esto define una actitud conservadora hacia la vida? Pues bien, la respuesta emerge de una precisión que hay que tener presente. No es lo mismo actuar con el afán de cometer menos errores que tener miedo a equivocarse.

El coleccionista de los NO opera sin temor. Precisamente porque tiene mayor conocimiento de los obstáculos que deben evitarse. Conoce mejor la ruta. Ha invertido esfuerzo y tiempo en registrar y clasificar las señales de precaución. Atesora los carteles de alerta, no los olvida ni les tiene aprehensión, no intenta descartarlos de la memoria porque puedan considerarse reservorios de energía negativa.

No se “coleccionan” los NO porque se les tenga temor. Todo lo contrario. Se lo hace porque se entiende que cada uno de ellos contiene lecciones invaluables.

Cargar por la vida una mochila llena de fracasos, dolor y amargura es otra cosa. Eso no tiene nada que ver con el entendimiento positivo de las “experiencias”. Hacer carne del NO tampoco. El coleccionista se encuentra lejos de esos sinsentidos. Él hace aquello que explica en buena forma una mente sana y productiva: observa impersonalmente los problemas. Lo hace como quién guarda en una vitrina una colección de autos en miniatura.

La colección de los NO permite trascender de la experiencia a la experticia. De la lección a la proposición.

Por otra parte, también ayuda a fortalecer una actitud positiva ante la vida, porque solo puede llamarse “positivo” quien alcanza dominio de las fuerzas negativas que pueblan este mundo. Para estas personas, los NO son celosos centinelas del acierto. Primero lo han conducido a él y luego evitan que otros tomen el premio.

Dice el budismo que “el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional”. Pues bien, los NO de la vida también son inevitables, pero hacer de ellos una piedra de tropiezo o fundamento depende de cada quién.

¡Sea un coleccionista de los NO que ha recibido en la vida! Ésa es la forma de tenderle invitación al éxito y decirle SI a la existencia.

 

15 definiciones de Estrategia para la vida y los negocios

 

Existen innumerables definiciones de Estrategia. Las hay desde tiempos inmemoriales. Este es posiblemente uno de los conceptos de gestión más difíciles de aprender y “aprehender”. Sin embargo, hacer el esfuerzo es una valiosa inversión. La Estrategia es el sistema de gobierno orientado a dirimir conflictos y resolver problemas para beneficio propio. Y pocas veces se ha necesitado esto con tanta urgencia como hoy.

Acá van 15 definiciones de Estrategia muy poderosas. Diferentes todas entre sí, pero a la vez completamente acertadas y correctas. No es posible resumir Estrategia en un solo concepto, porque eso sería igual que tratar de contener la corriente de un rio con las manos.

Lo más apropiado es apreciar el rio entendiendo que las aguas nunca son las mismas y que solo el cauce lo define, luego corresponde meter las manos en la corriente y habilitar la experiencia.

1.- “La estrategia es un conjunto de elecciones congruentes para lograr un fin deseado”. — Scott Anthony, asesor estratégico, autor y orador sobre crecimiento e innovación.

El aspecto vital de esta definición es: “conjunto de elecciones congruentes”.

En realidad, negocios y personas toman decisiones a cada instante para alcanzar los objetivos que desean. Pero muy pocas veces ellas son congruentes entre sí. Muchas elecciones no soportan a las otras, más bien las anulan o sustituyen.

Si se quiere actuar estratégicamente, todas las decisiones que se tomen para alcanzar un fin, deben ser sinérgicas entre sí. Como pequeños riachuelos, deben alimentar el curso principal. Ninguna decisión puede ser ajena o contrapuesta a las otras.

Conseguir esto no es tan sencillo como parece, pero ello determina que se esté actuando estratégicamente o no.

2.- “La estrategia es un concepto central e integrado de cómo vamos a lograr nuestros objetivos”. — Rita McGrath, profesora de la Escuela de Negocios de Columbia.

¿Qué es un concepto central e integrado? Simplemente la idea fundamental que está guiando todas las acciones.

Si la definición anterior se enfocaba en las “elecciones congruentes”, ésta lo hace en la idea central que condiciona dichas elecciones.

Todos tienen eventualmente una “idea” para encarar o resolver alguna contingencia, y la Estrategia se trata, simplemente, de tenerla presente para todo el desenvolvimiento posterior. Las personas que no actúan estratégicamente no se preocupan de encontrar una idea central o cambian de parecer con frecuencia.

Esto no quiere decir que el Pingüino Amarillo se aferre siempre a una idea. En realidad puede cambiarla a conveniencia, pero no antes de haber concentrado acciones y recursos en ella.

Enfoque, congruencia y persistencia en una idea y las elecciones que emergen de ella, son rasgos que diferencian al Strategos de todos los demás.

3.- “La estrategia es el proceso de conciliar los dilemas comerciales más importantes”. — Fons Trompenaars, consultor y autor.

Todas las definiciones de Estrategia confluyen, de una u otra forma en el enfoque.

En tanto las dos anteriores exigían atención en “elecciones congruentes” e “idea central”, ésta pide “conciliar” los problemas que se enfrentan. Es decir, agruparlos. Volverlos una masa crítica identificando los factores comunes.

Lo peor que puede hacerse ante los conflictos y la adversidad, es dispersar recursos y esfuerzos. Se necesita identificar los elementos centrales del problema y actuar con enfoque sobre ellos. “Muchos problemas pueden y deben volverse uno solo”, ése es el criterio de la acción estratégica.

4.- “La estrategia es definir los objetivos correctos y la mejor manera de lograrlos”. — Rob Wolcott, profesor adjunto de Emprendimiento en Chicago Booth.

Esta es una de las definiciones de estrategia más útiles. ¿Sabía usted que la mayor parte de las veces no son las acciones las equivocadas? No es que se hagan mal las cosas, si no que los objetivos están mal definidos.

El pensador estratégico toma más tiempo evaluando y definiendo objetivos que actuando para alcanzarlos. Esa es la clave. Cuando los objetivos son de calidad, las acciones son mucho más fáciles.

Por lo tanto, ¡conviértase en experto para definir objetivos, no para alcanzarlos! Esto último será una consecuencia sencilla de lo primero.

5.- “La estrategia consiste en averiguar cómo maximizar el rendimiento de su organización”. — Lindsay McGregor, cofundadora de Vega Factor.

Para actuar estratégicamente no se esperan las condiciones ideales, se actúa maximizando el rendimiento de los recursos existentes y aprovechando las condiciones imperantes. La Estrategia se trata de músculo, no de volumen.

6.- “La estrategia es una visión. Es una técnica que se usa para cumplir esa visión”. — Vivek Wadhwa.

Algunas definiciones de Estrategia se alinean con el concepto de visión. Es una forma más “técnica” de establecer el concepto de “la idea fundamental” citado en el punto 2. No está mal. La visión siempre debe entenderse como un objetivo concreto que se desea alcanzar.

Sin embargo, el valor principal de la definición planteada en este punto se encuentra en la segunda parte: “técnica que se usa para cumplir la visión”.

La Estrategia es siempre un “puente” para conectar los objetivos con la acción inmediata. En ése sentido debe entenderse y manejarse como una técnica. Si no fuese así involucraría “cualquier” tipo de acción para alcanzar el objetivo.

7.- “La estrategia consiste en explotar las ventajas y desventajas para ser diferente del competidor”. — Michael Raynor, director general de Deloitte.

Esta es posiblemente una de las más bellas definiciones de Estrategia. Porque se orienta a la médula de su funcionalidad. La Estrategia se diferencia de otros métodos de gestión porque trabaja sobre escenarios competitivos que generan conflicto para los intereses propios.

Se dice, con propiedad, que si no existiesen fuerzas opuestas (competidores) que actúan para impedir que se alcancen los objetivos, un buen plan de acción sería suficiente para lograr lo que se quiere. Pero si la oposición organizada existe, entonces un plan no basta. Es preciso recurrir a la Estrategia. Y hacerlo explotando ventajas y desventajas (especialmente esto último), es un arte que dominan pocos.

8.- “La estrategia es responder a una serie de preguntas y dejar que surjan las respuestas concretas:

  • ¿Quiénes son sus clientes y qué necesidades de ellos se satisfacen?
  • ¿De qué manera la satisfacción de esas necesidades generaría dinero para los accionistas?
  • ¿Cuál es su ventaja competitiva ahora?
  • ¿Cómo crecería su capitalización de mercado?
  • ¿Está creciendo el mercado seleccionado?”

— Ram Charan, Consultor de Liderazgo y Negocios Globales

En tanto se plantean preguntas de este tipo y se exigen las respuestas, la Estrategia se convierte en ésa técnica planteada en el punto 6.

9.- “La estrategia es un conjunto de elecciones que se refuerzan mutuamente. Principalmente sobre dónde jugar y cómo ganar”. — David Duncan.

La presente y la número 1, son dos definiciones de Estrategia que expresan básicamente lo mismo. Acá se mencionan “elecciones que se refuerzan mutuamente” y en la número 1 “elecciones congruentes”. Ambas apuntan al mismo concepto.

Sin embargo, el aporte de la presente definición radica en precisar “dónde jugar y cómo ganar”. El “donde” es vital, porque la Estrategia, al privilegiar la practicidad, evita escenarios que presenten pocas probabilidades para la victoria. Escoge siempre la ruta más corta, la vía expedita.

La complejidad no es un atributo de la acción estratégica. Esta se orienta siempre a lo simple, lo pequeño, lo concreto. Y ésta no es una virtud de todos. La mayor parte de las personas y empresas actúan en absurdos contextos de complejidad. Calculan que así se distinguen y son más competitivos.

Sin embargo es todo lo contrario: “lo pequeño es bello”, y “lo simple es siempre más difícil de identificar y aplicar”.

10.- “La estrategia es elegir cómo ir desde allí hasta aquí”. — Robbie Kellman Baxter.

Otra bella definición. Una manera de entender qué debe hacerse ahora para llegar al punto que se desea. Si se tiene clara la visión, ella se convierte en un norte que orienta toda acción en el presente.

Llegar “desde allí hasta aquí” demanda organizar las acciones “en reversa”, condicionando las actuales por aquellas que son las únicas que pueden garantizar la victoria.

Por ejemplo, si se visualiza una carrera de 4 postas de 100 metros planos cada uno, los competidores saben que al final del último trecho se tendrá que ejercer la mayor velocidad para “rematar” la justa. Eso obliga a que se aplique un fuerte impulso en la primera etapa y se sostenga buen ritmo en la segunda y tercera. Los condicionamientos de la última etapa definen el carácter de las previas.

¡Esa es una buena forma de establecer las premisas estratégicas!, de adelante para atrás. Desde la visión en el futuro hasta las acciones de éste momento.

11.- “La estrategia es la cultura que construyes”. — Alex Osterwalder, cofundador de Strategyzer, coinventor de Business Model Canvas.

El pensador estratégico vincula todos los aspectos de su “ser” como persona y profesional a su “hacer”. La acción estratégica no es un “rol” que se adopta en determinado momento o circunstancia. No es cuestión de colocarse el “sombrero estratégico” cuando así se considere necesario.

Las personas y empresas que desean actuar estratégicamente edifican valores, premisas de conducta, estructuras de soporte, hábitos y equipos de trabajo bajo la sombrilla de la Estrategia. Esto se convierte en una cultura de trabajo, una manera de entender la vida y cómo desenvolverse en ella. Esto trasciende y permea todas las interpretaciones de la realidad y los actos propositivos.

12.- “La estrategia es tener la ambición para apalancar y aprovechar los recursos existentes de forma que sean más grandes de lo que su capacidad actual representa.” — Liz Wiseman.

Alguna de las definiciones de Estrategia tenía que tocar este punto: la “ambición”, el poderoso deseo de ser y conseguir más con lo que se posee.

La sola energía asociada al afán de aprovechar al máximo lo que hay, consigue que se sea más grande desde un inicio.

La Estrategia es el recurso principal, el Strategos el activo más importante. Todo lo demás es funcional a las circunstancias.

13.- “La estrategia es saber qué hacer y realmente hacerlo”. — Michael Tushman, profesor de la Escuela de Negocios de Harvard.

Saber qué hacer en ciertas circunstancias no es fácil, pero es más difícil saberlo y hacerlo efectivamente. En esto radica el arte.

Una de las definiciones de estrategia más antiguas y apropiadas expresa que ella es “el arte de dirigir las operaciones militares”. Y el arte, por supuesto, no está relacionado directamente con el conocimiento. No es una ciencia. Se corresponde con habilidad, destreza, deseo, disposición.

A tal punto el Strategos sabe qué hacer y actúa en consecuencia, que la Estrategia se convierte finalmente en una función de lo que hace.

14.- “La estrategia es hacer que tu gente entienda cuál es tu verdadero norte. Lo que estás tratando de lograr”. — Tiffany Bova, evangelista en jefe de crecimiento en Salesforce.

La Estrategia es trabajo de equipo. Y uno de los desafíos fundamentales es conseguir que todos entiendan el espíritu y la lógica de lo que desea hacerse. El Strategos es, por fuerza, un líder que tiene que dominar los intrincados laberintos de la comunicación humana.

15.- “La estrategia es cualquier patrón sistemático de pensamiento o acción que aumenta la probabilidad de resultados favorables”. — Martin Reeves, director general y socio sénior de BCG.

Ninguna de las definiciones de Estrategia puede mantenerse sin el concepto de “cualquier patrón sistemático de pensamiento o acción…”.

La referencia a “cualquier patrón” deja claro que en esto no existen recetas.

No hay guiones ni libretos para actuar estratégicamente.

Todo pensamiento o acción puede adquirir éste carácter si se adopta de manera sistemática y tiene como objetivo aumentar las probabilidades de obtener resultados favorables.

La Estrategia es sujeto, no predicado. Quién piensa y actúa en función de Principios Estratégicos como los descritos, hace Estrategia. Esos principios son el “software” que hace funcionar la mente del Strategos, y lo que así emerja de ella tendrá que llamarse Estrategia.

Fuente: https://elstrategos.com/definiciones-de-estrategia/

 

“Amén”, el término que resume el pensamiento estratégico

 

“Amén” es un término habitualmente usado en la liturgia sinagogal y cristiana. Es una palabra que tiene origen en el idioma hebreo y su riqueza acompaña la evolución de la sociedad humana desde tiempos remotos. Hay pocas expresiones (en cualquier lengua), que tengan tanto significado y relevancia para la comunicación universal.

“Amén” en esencia significa “así sea”. Es una afirmación y a la vez una confirmación. Un veredicto sobre lo que es y lo que será.

Su significado también está asociado a:

  • en verdad
  • ciertamente
  • que conste

En el idioma hebrero es la misma palabra que se utiliza para el vocablo FE. La raíz del adverbio implica firmeza, solidez, seguridad.

Pues bien, no hay palabra que resuma mejor la esencia conceptual del pensamiento estratégico, ni mecánica más efectiva para interactuar con la realidad.

El pensamiento estratégico es una forma de tratar con un entorno que cambia contantemente. Consiste en responder a ése medio ambiente en formas que permitan alcanzar las metas propuestas y cambiarlo para beneficio propio.

Al ser parte del Universo que atinge a la Estrategia, los objetivos del pensamiento estratégico se orientan a la resolución de situaciones difíciles, conflictos y adversidad.

A diferencia del pensamiento convencional, el estratégico no tiene “procesos lineales” en su trámite deductivo. Presume siempre la presencia de factores exógenos orientados a interferir con el resultado de las deducciones propias. Quién piensa estratégicamente reconoce la existencia de elementos orientados a impedir que sus actos se cumplan.

Oposición, resistencia y adversidad son condiciones con las que el pensador estratégico interactúa siempre. De aquí su valor en la resolución de todos los conflictos humanos, desde las grandes y sangrientas conflagraciones bélicas hasta los relacionados con la competitividad profesional y empresarial.

Ahora bien, si hay que reducir a un factor todo el pensamiento estratégico, éste sería por fuerza la practicidad. Lo práctico es efectivo, simple, directo y poco costoso en términos de tiempo y energía.

El pensamiento estratégico es primero y siempre, razonamiento práctico.

En este sentido hay algo que se debe entender desde un inicio: nada hay más práctico que reconocer y aceptar LA REALIDAD. De esto parte todo criterio juicioso y en ello abreva cualquier intento de alcanzar sabiduría.

La realidad no amerita objeciones. Es lo que es. Negarla o desconocerla es punto de partida para un proceso que siempre finaliza en fracaso y frustración. Aceptarla, por otra parte, constituye el inicio de la transformación.

Ante la realidad solo existe una afirmación posible: “Amén”, así sea.

La inmensa mayoría de los seres humanos tiene un serio conflicto con esta premisa. Son funcionalmente incapaces de aceptar la realidad. Juzgan, resisten y rechazan lo que es. Y en este simple hecho siembran la semilla de una derrota inapelable.

Bien lo decía Carl Jung: “lo que resistes, persiste”. Por esto mismo, nada se puede cambiar si todo persiste.

En un sentido místico, la Realidad es la vida misma. En términos de fe, es  la materialización de Dios. Esto es lo que ES, lo que fue y lo que será.

Quién resiste, rechaza o reniega de la Realidad lo hace de la vida o de Dios (como quiera entenderse). Es una pelea que no se puede vencer, una que no tiene absolutamente nada de práctico.

Lo que determina la percepción o el carácter de la Realidad es la interpretación que las personas adoptan sobre ella. En sí misma, la realidad es neutra. Esencialmente siempre “está bien”. Es el lente con que se la observa e interpreta lo que define su entendimiento particular.

Un día de lluvia es solo eso. Si para alguien es algo desagradable y para otro no, es solo cuestión de interpretaciones.

Pues bien, éste solo hecho, la aceptación irrestricta y dócil de la realidad, es algo que no practica la mayoría de la gente. Y es el punto de partida para la ventaja que alcanza el pensador estratégico.

Para el Pingüino Amarillo todas las tareas comienzan con un “Amén”. Una sólida afirmación de ASÍ SEA, ante la Realidad y lo que dispone la vida. El no gasta energía en negaciones o cuestionamientos. Las cosas son como son. Ése es el punto de partida. De allí para adelante se justifican las proposiciones, pero no antes.

Pelear contra la realidad es pelear contra la vida. Y ésa es una justa que no se puede vencer. Por otra parte, decir “Amén” ante ello, constituye una forma inteligente de aprovechar la energía vital y trascender las circunstancias.

El pensador estratégico confía en la vida, se refugia y nutre en sus disposiciones. Sabe que “por algo” suceden las cosas y acepta con sabiduría sus designios. Por eso finalmente, todo lo que le pasa, le pasa para bien. No hay misterio ni fórmula mágica. Solo es cuestión de decirle “Amén” a la vida.

Recuerde que el adverbio “Amén” implica firmeza, solidez, seguridad. A esto se refieren desde siempre la sabiduría, la filosofía y la espiritualidad. Aceptar no implica rendir ni resignar nada, solo reconocer lo que ES.

Por otra parte, la palabra “Amén” es también un referente directo de la FE, y en este sentido es un nexo concreto con el futuro, con aquello que se espera.

Cuando el pensador estratégico establece sus objetivos y plantea sus propuestas, también las cierra con un “Amén”, porque así expone su confianza en que las cosas serán como las desea. Ésta es la doble virtud que posee el “ASÍ SEA”. Por una parte certifica lo que ES y por otra proclama en positivo lo que SERÁ.

La construcción del futuro que se quiere es algo más que un conjunto de deseos, obviamente. Es una cuestión de esfuerzo, conocimiento, habilidad e inversión general de recursos y energía. Pero si esto no viene acompañado de inquebrantable convicción, no cuenta con el soporte esencial de la vida. Porque ésta, como buena representación de Dios, se abona con FE.

La vida reconoce la aptitud, pero premia la actitud. Saber es importante, pero creer es indispensable. Hay una sutil pero fundamental diferencia en esto. Quien sabe y no cree, para nada sabe. Quien cree y no sabe, valora lo que desconoce.

Decir “Amén” con respecto al futuro, es reafirmar la confianza en sus designios y en el triunfo de las proposiciones que se plantean. Ambos son elementos fundamentales para el pensador estratégico.

En definitiva la vida es como un rio y todos los seres humanos se desenvuelven en sus aguas. La clave es fluir con la corriente, confiar en ella. Interponer un humilde “Amén” a sus disposiciones. Muchos no lo hacen. Resisten y pelean. Quisieran cambiar su cauce a fuerza de obstinación y necedad. No llegan lejos, se desgastan y ahogan. El pensador estratégico, por otra parte, tiene un objetivo práctico: convertirse en un marinero experto.

Sabiamente se ha dicho desde siempre: “el hombre propone y la vida dispone”. Pues bien, quién interpone un sincero Amén ante las disposiciones, tiene un poderoso aliado para sus proposiciones.

Fuente: https://elstrategos.com/amen/

 

De tu sentido del humor depende lo que alcances en la vida


Peter F. Drucker el padre del Management moderno decía: “corresponde tomarse el trabajo en serio, pero nunca te tomes muy en serio a ti mismo”. Esta apreciación debe extenderse al entendimiento general de la existencia, porque ciertamente corresponde tomar la vida con seriedad, pero vivir… eso es otra cosa. Y para ello no hay mejor lubricante que el sentido del humor.

En el afán de hacer una exposición simpática se podría decir que hay pocas cosas más tristes que una persona que carezca de sentido del humor. Pero esta sería una afirmación banal, porque el asunto es muy serio. Quién no puede ver el mundo con un mínimo de alegría, sufre tremendamente.

En realidad, todo se trata de una cuestión de ACTITUD. Nada más. Una manera de sentir y entender las cosas que suceden. No hay destrezas involucradas en esto. Están en lo cierto quienes dicen que “tomarse las cosas con humor es un privilegio de la inteligencia”, pero ello no alude a conocimientos particulares.

El sentido del humor, en su interpretación más profunda, consiste en reconocer “la gracia” que acompaña a todas las cosas que suceden.

“Gracia”. Este hermoso término tiene dos interpretaciones concurrentes.  Significa benevolencia, favor o beneficio que se recibe sin ningún tipo de merecimiento. Y también es el don que poseen algunos para divertirse y hacer reír a través de palabras o actitudes.

La existencia es, evidentemente, una gracia concedida. Nadie tiene efectivo control sobre lo que depara el futuro. Hoy se está aquí y mañana quién sabe. En tanto esto es verdad, la vida es simplemente una gracia. Un favor, una bendición recibida sin ningún merecimiento.

Ahora bien, muchas personas (lastimosamente no las suficientes), encuentran reconfortante esa benevolencia. La ven como una bendición “agradable y grata”. Y desde este punto todo discurre con facilidad, porque del entendimiento de lo “grato” procede la significación de lo “gracioso” (del  término latín “gratus”, proviene el vocablo “gratiotus”).

No es que lo grato “puede ser” gracioso, es que en realidad lo es.

El sentido del humor es coherente con la naturaleza de la vida.

Por lo tanto, encontrar y entender su gracia es un acto de básica inteligencia. Reconocerlo es un imperativo existencial, y “celebrarlo”, un don maravilloso.

Quién celebra comparte e involucra a los demás. Transmite alegría, levanta el ánimo y enriquece el ambiente allá donde está. Mejorar así el mundo es uno de los dos frutos más grandes del sentido del humor. El otro, que es aún mayor, se expondrá luego.

Celebrar la gracia de la vida y propiciar el establecimiento de ambientes agradables, es un don que tienen pocos. A estos nada les está privado, porque poseen la actitud esencial de los vencedores.

También a efectos de liderar y dirigir a los demás, pocas cosas son más útiles que el sentido del humor.

En referencia a esto Dwigth  D. Eisenhower, el gran general y presidente americano decía: “El sentido del humor es parte del arte del liderazgo, de estar con la gente, de hacer que las cosas sucedan.” Un vehículo poderoso para construir relaciones, desarrollar fe, reconocimiento, percepciones de protección y amor.

Es una actitud que permite enfrentar los acontecimientos sin dejarse condicionar por la derrota o el infortunio. Una especie de baluarte, un refugio. Las personas con sentido del humor son capaces de salir adelante de asuntos delicados guiados por la esperanza y certeza de que todo puede mejorar.

La sabiduría popular gusta decir en momentos de dificultad: “Mantén la tranquilidad, todo se resolverá pronto. Un día te acordarás con una sonrisa de todo lo que pasaste ahora”.  Y esto es cierto. Aunque cueste entenderlo, en la vida todo está SIEMPRE bien. La realidad es absolutamente neutra. Cada persona interpreta y califica las cosas que le suceden de acuerdo al lente que porta.

Pues bien, el sentido del humor es “un lente” maravillosamente útil para apreciar todo. Incrementa la energía positiva de los acontecimientos y neutraliza la negativa.

¡Sonríale a la vida! En serio… No hay mejor acto de sano desafío y juiciosa aceptación.

Reflexione un momento en esto. ¿Hay algo más reconfortante que enfrentar la adversidad con una sonrisa? ¿No otorga esto más poder que el puño levantado? Por otra parte, piense en lo siguiente: ¿acaso sonríe la derrota?

Por otra parte, y posiblemente esto sea lo más importante, aprenda a reírse de buena gana de usted mismo. Este es el fruto más grande del sentido del humor.

Las personas que se toman muy en serio a sí mismas son dramáticamente débiles. Inseguras, susceptibles y acomplejadas. Viven en términos de un Ego que demanda incesante protección y cuidado. Son como enormes castillos de cristal que le temen hasta a la roca más pequeña.

Estas personas no pueden exponer grandes logros. Viven dando saltos de mata en mata, protegiéndose de todo lo que nos les parece apropiado. Alcanzan grotesco dominio en la gestión de la seriedad absoluta. Operan de acuerdo a la calificación ajena y se toman todo a pecho.

Quién es capaz de reírse de sí mismo, celebra su propia existencia. No es otra cosa. Nada reduce ni minimiza. No pide ni otorga. Solo relativiza la aparente majestuosidad de los eventos. Les da el tamaño que en realidad tienen.

Aprecie el tamaño del Universo. Toda nuestra galaxia es como una mota de polvo en el desierto. Imagine, en este contexto, la proporción de una simple persona. ¿Es razonable darse tanta importancia? ¿Es necesario considerarse el “hueco” del queque y suponer que todo gira conspirativamente alrededor?

¡Absurdo!

Por lo tanto ríase de usted mismo. Y con buena gana. Eso tiene el efecto del sol de mediodía sobre unos gramos de margarina. Si por nada se da por afectado, entonces nada puede afectarlo. El proceso empieza por allí: en uno mismo. Luego todo lo demás es accesorio. Lo que piensen o digan los demás, es problema de ellos.

Y hablando de “sentidos”…

Dice también la sabiduría popular que “el sentido común es el menos común de los sentidos”. En esto tampoco se equivoca. No tener sentido del humor es un despropósito básico y monumental.

Porque finalmente:

Si uno siempre presenta una sonrisa a la vida, obtiene de retorno también una sonrisa. Y si la vida le sonríe, ¿a qué más puede aspirar?

 Fuente: https://elstrategos.com/sentido-del-humor/

La vida no es Estabilidad, es saber andar en Equilibrio

 

La mayoría de las personas en este mundo administra su vida en franca oposición a una premisa básica del Universo. Buscan afanosamente estabilidad y evitan el esfuerzo que demanda andar en equilibrio. Es curioso: uno de los anhelos más importantes de la gente es un gran motivo de infelicidad y frustración.

Hay una razón de fondo para afirmar que la vida no es cuestión de estabilidad y sí de equilibrio: lo primero está asociado a un estado, en tanto lo segundo se encuentra vinculado a la acción. Y el hecho mismo de vivir es un acto, nunca un estado.

La vida es una película que solo termina cuando termina, no es un conjunto inconexo de fotografías. Por muy ilustrativa que sea una foto, adolece irremediablemente de pobreza para representar la realidad. Igual pasa con cualquier “estado”.

Por otra parte, ¿puede asumirse que acción y estabilidad compartan naturaleza? Lamentablemente no. Estabilidad es “la capacidad que tengan los elementos de las estructuras de aguantar las acciones sin volcar o caer”, y “aguantar las acciones” es muy distinto a fundamentarse en ellas.

La vida es un proceso, no es la suma de estados inconexos. Por lo tanto no se trata de estabilidad.

En segundo lugar, la búsqueda de estabilidad consume enormes cantidades de energía. Hay que invertir mucho esfuerzo para alcanzar cierto estado y muy pronto se tiene que iniciar todo de nuevo, bien para proteger lo que se ha conseguido o para alcanzar otros hitos. Esto requiere mucha energía, y ella no es un recurso inagotable en los seres humanos.

Buscar estabilidad en la vida, agota. Genera vulnerabilidad y frustración. Se convierte en un proceso que nunca termina.

Adicionalmente, y a pesar que parezca lo contrario, la estabilidad nunca está asociada con seguridad. ¿Qué nivel de seguridad presenta un escenario en el que debe invertirse energía para “aguantar acciones sin volcar o caer”? Todos los “estados” están siempre sujetos a la presión que establece la dinámica de las cosas. Por esto mismo no son estables y tampoco seguros.

Esta es una tremenda paradoja, porque “estable” y “estabilidad” no son lo mismo. La estabilidad es en realidad una cualidad de lo estable asociada al tiempo. Esto quiere decir que se alcanza estabilidad en cuanto se puede mantener un estado estable en el tiempo.

Ahora bien, no es necesario perderse en la semántica. No se trata de eso. Basta con entender que la búsqueda de estabilidad no puede asociarse directamente al hecho de alcanzar seguridad, dado que esta última, por simple consideración de probabilidades, es un estado inalcanzable.

¿Cuál es entonces esa cualidad de lo estable que eventualmente puede conducir a la estabilidad?: pues bien, ésa cualidad es el EQUILIBRIO.

Las personas que dominan el complejo arte del equilibrio son las que se acercan más a condiciones que se pueden considerar seguras y operan en las fronteras de ésa tierra prometida que representa la estabilidad.

Es que el equilibrio es primero acción, por mucho que se hable con soltura de un “estado de equilibrio”. Cualquiera puede entender fácilmente esto. Por ejemplo, equilibrar el cuerpo en condiciones físicas difíciles requiere esfuerzo, habilidad y  concentración.

Quién mantiene el equilibrio, no cae, y así cumple su propósito.

Esto es interesante. Porque el objetivo final de mantener el equilibrio es no caer. Y al conseguirlo puede asumirse que se ha alcanzado el objetivo (cualquiera que éste fuese). Las fuerzas que se oponen a la consecución de un fin, buscan que éste caiga, en tanto los actos de equilibrio lo evitan.

Hay que reconocer que existe una fuerza poderosa que juega siempre a favor de los actos de equilibrio: la concentración. Sin ella el equilibrista no alcanzaría la meta que lo espera al final de la cuerda.

Y en este caso la concentración se orienta hacia aquello que importa: el proceso. Quién busca estabilidad se enfoca en el objetivo, mientras que aquél que domina el arte del equilibrio se concentra en lo que está haciendo en el momento. Y no es difícil anticipar cuál enfoque es finalmente más efectivo.

En definitiva, una persona “equilibrada” vale oro, porque tiene la capacidad de maniobrar ventajosamente sobre las circunstancias de la vida. No se detiene a esperar el embate de las olas, se sube a ellas y aprovecha su energía para fluir con los eventos.

Obviamente no es fácil desarrollar las destrezas que requiere el equilibrio, pero hay un punto de partida fundamental: no buscar la estabilidad. Evitando esto se sale del camino equivocado y se toma posición de partida en la ruta correcta.

El ser equilibrado orienta sus actos por ése consejo imperecedero de Wayne Dyer: “mantiene una mente abierta a todo y sin ningún tipo de ataduras”. No es dogmático. Nunca piensa por cabeza ajena. Huye del rebaño y sus dinámicas. Sabe bien que hay mucho por aprender de todos y todo. Por lo tanto reconoce que nadie posee las respuestas absolutas y que la única etiqueta que se debe respetar es la de “buscador de la verdad”.

Es probable que no le esté reservado al ser humano encontrar toda las respuestas que busca, pero si le está demandado que busque. Y esto se encuentra reñido con la estabilidad.

El ser equilibrado es un artista. Construye siempre. Crea. Encuentra soluciones y establece alternativas. Porque saber vivir no es un acto mecánico, es un arte. No es un proceso determinístico, es simplemente un proceso.

Seguramente transitar “el camino del medio” es un recurso de la persona equilibrada, y ser ecuánime una condición que se lo permite. Entender que la vida convoca luchadores o víctimas posiblemente lo consuela en sus caminos, pero no buscar la estabilidad es la decisión que lo distingue.

No hay porqué tener temor de la inestabilidad intrínseca que plantea la vida. En realidad esto no es más que una ilusión del que no aprecia cosas y eventos con perspectiva. Por esto mismo, lo que para el gusano constituye el fin, es solo el comienzo para la mariposa.

Hay que entender las cosas del Universo con visión holística, serenidad y humildad.

El mundo se encuentra bombardeado por noticias de calamidades y desventuras. No cesan las especulaciones respecto al inminente fin de todo lo bueno. Cuando alguna prueba se supera, es solo preámbulo de otra. Así se consume la mente humana, sin pausa ni piedad.

A la sombra de esta carpa de negatividad parece lógico anhelar estabilidad a cualquier costo. Pero el panorama desolador es solo una ilusión.

No hay nada estable en la vida y el Universo que no sea producto del equilibrio que alcanzan los fenómenos y sus componentes. No lo hubo ni lo habrá. Todo es cambio, flujo, transformación.

Apreciando esta realidad se desarrolla la perspectiva y se anula la ilusión.

Por lo tanto no tenga temor. No busque estabilidad, ¡Viva!

Trabaje con denuedo para lograr el equilibrio que demanda la caminata.

Quienes alcanzan la sabiduría pueden dar testimonio de lo que dice el certificado de los vecedores. Dice, sin exageraciones ni recato, lo siguiente: “éste fue un ser equilibrado”.

Fuente: https://elstrategos.com/estabilidad/