Dando vueltas por el inmenso mundo de la web, me topé con un video de un presentador de televisión, que hacía referencia a su vez, acerca de un artículo o nota que hablaba sobre una conversación que tuviera el actor Clint Eastwood con un amigo suyo mientras jugaban al golf.
El amigo de la estrella hollywoodense, le dijo algo como: Clint, ¿cómo le haces para siempre parecer joven y estar la mayoría del tiempo de buen ánimo? El señor Eastwood, quien tenía noventa y tantos años le respondió: estimado amigo, es que yo estoy determinado a no dejar entrar al viejo en mi vida. Tal vez, el interlocutor lo quedó viendo con extrañeza, ante lo cual él procedió a explicarle, palabras más, palabras menos:
—Cada vez que siento que el viejo quiere entrar, lo echo afuera. A veces llego a casa y veo al viejo acostado en el sofá, lo miro detenidamente y lo saco a golpes; le digo que se vaya de mi casa y de mi vida.
Bien, hasta ahí llega la anécdota compartida a través de los medios de comunicación y redes sociales en general; pero, y ¿si quisiéramos obtener una enseñanza de esas palabras dichas por el histrión, a cuál o cuáles conclusiones deberíamos llegar?
De mi propia experiencia de vida y edad, la cual, cuando estoy escribiendo este artículo es de cincuenta y ocho años, puedo pasar a reflexionar lo siguiente: A esta edad, que es la mitad del actor norteamerica en comento, los popularmente llamados achaques de la época otoñal de todo ser humano se hacen presentes y, aunado a la experiencia vivencial que nos acompaña desde nuestra mente, producen estados emocionales que se presentan como si de un ogro o cascarrabias se tratara.
Y lo anterior es así porque, ante cualquier conducta que asoma de las personas con las que no relacionamos, tenemos una idea muy clara en lo que va a terminar ese accionar, y, la impaciencia o hastío que nos adosa el malestar de nuestro cuerpo, hace que explotemos en insultos e improperios hacia ese sujeto quien apenas empieza a mostrarse.
«El viejo» se va a manifestar en las situaciones más diversas de nuestras vidas; eso, si lo dejamos entrar. Por ejemplo: ante una pantalla de televisor, criticando a algún programa o persona. Pudiera ser en la calle, al ver alguna valla con la que no estamos de acuerdo, porque ya en el pasado el viejo vio cómo terminó algo que se anunciaba parecido y, empieza inmediatamente a criticar y hasta maldecir.
Bueno, dirá quien lee esto, y, ¿cómo hago para no dejar entrar al viejo? La respuesta, que no soy psicólogo ni psiquiatra es: ponte en los zapatos o lugar y situación psico socioeconómica de la persona que piensas censurar. Debes tratar de convencerte que por más experiencia que tengas, no todas las conductas van a concluir con la mala experiencia que tú has vivido en el pasado; trata de pensar que todavía hay muchas personas que actúan de buena fe en este mundo; pero eso sí, guarda un poco de recelo en tus apreciaciones, para salvaguardar tus propios intereses por si tus corazonadas tenían razón y tus profecías llegan a cumplirse.
Autor: Miguel Ángel Moreno Villarroel
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