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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Angel Moreno Villarroel

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Reglas de etiqueta frente a una persona con discapacidad. Personas con discapacidades psiquiátricas. Enfermedad mental

La mayoría de las personas con discapacidades psiquiátricas no son violentas pero necesitan ayuda, en ocasiones, para desarrollar sus labores cotidianas

 Judy Cohen

Cómo relacionarnos con personas que sufren una discapacidads psiquiátrica, una enfermedad mental

Las personas con discapacidades psiquiátricas a veces tienen problemas para desempeñarse en las tareas e interacciones cotidianas.

Su trastorno puede interferir con su capacidad de sentir, pensar o relacionarse con los demás.

La mayoría de las personas con discapacidades psiquiátricas no son violentas. Uno de los mayores obstáculos que enfrentan es la actitud que el resto de la gente tiene con ellos. Debido a que es una discapacidad oculta, es posible que usted ni siquiera se dé cuenta de que esa persona tiene una enfermedad mental.

Cómo comunicarnos con personas que sufren una discapacidad psiquiátrica: enfermedad mental

1. El estrés puede afectar la capacidad de desempeño de una persona. Trate de reducir al mínimo la presión de las situaciones.

2. Las personas con discapacidades psiquiátricas tienen diferentes personalidades y distintos modos de afrontar su discapacidad. Algunas no captan bien los códigos sociales, otras son hipersensibles. Una persona puede tener un nivel muy alto de energía, y otra puede parecer lenta. Trate a cada persona como un individuo. Pregúntele qué le hará sentir más cómoda y respete sus necesidades tanto como pueda.

3. En una crisis, permanezca tranquilo y brinde su apoyo como lo haría con cualquier persona. Pregunte cómo puede ayudar y averigüe si hay una persona de apoyo a quien recurrir. Según el caso, puede preguntar si la persona tiene que tomar algún medicamento.

Fuente: https://www.protocolo.org/social/etiqueta-social/reglas-de-etiqueta-frente-a-una-persona-con-discapacidad-personas-con-discapacidades-psiquiatricas-enfermedad-mental.html

El significado de Negocio. La interpretación apropiada

El significado de Negocio responde al vocablo latín Negotium, que quiere decir “toda actividad que genera utilidad interés o provecho para quien la pone en práctica”.

Los términos originales que formaban la palabra eran Nec  y Otium. El primero significa NO y el segundo OCIO, es decir NO OCIO. La palabra ocio en realidad no tenía ningún significado negativo. Únicamente pretendía describir aquello que se hacía en el tiempo libre y no tenía ninguna recompensa. La negación del ocio: nec-otium, buscaba explicar lo contrario: una actividad que se hacía por recompensa.

Si se respeta el significado, TODAS las personas practican algún tipo de negocio en el curso de su vida. Pues no están exentas de desarrollar actividades que generan algún tipo de “utilidad, interés o provecho”.

El termino negocio está asociado a una ACTIVIDAD. En ése sentido debe diferenciarse de otras palabras que muchas veces se usan como sinónimos. Negocio NO es lo mismo que empresa o emprendimiento.

Por su propio significado, Negocio es una actividad y empresa una estructura.

En el ciclo evolutivo, la empresa se forma a partir del desarrollo exitoso de un negocio. Toda empresa parte siendo un negocio y se transforma por efectos de su crecimiento. Cuando el negocio evoluciona incorpora progresivamente más tareas y se convierte en una empresa.

¡NO EXISTE empresa sin negocio! Todas las organizaciones empresariales se dedican a algún tipo de negocio. Vale decir alguna actividad que les otorgue “utilidad, interés, provecho o recompensa”.

Las organizaciones empresariales “sin fines de lucro” probablemente no persigan una recompensa financiera, pero buscan una de otro tipo. Y en ése sentido tienen un negocio que las sustenta.

De todas las actividades que desarrollan las organizaciones (y las personas en general), algunas generan más utilidad que otras. De éste discernimiento se llega a una conclusión: son las actividades de producción y de ventas las que perfeccionan el significado de Negocio.

Si no se “produce” algo, no existe el vehículo para alcanzar una recompensa. Y si aquello que se produce no se “realiza”, termina siendo sólo “beneficio privado”. Para que la producción genere recompensa debe transarse, es decir realizarse en el entorno. Esto son las ventas.

Los esfuerzos de producir y vender construyen las funciones de producción y ventas. Y ellas explican y sustentan el significado de Negocio.

¡Para que alguien afirme que está haciendo un Negocio debe estar produciendo y vendiendo algo!

En esta lógica hay una precisión adicional. En términos generales, nadie produce aquello que presume que no pueda ser realizado o vendido. Ello está estrechamente vinculado al concepto de no-ocio. La producción que no se vende no maximiza la recompensa. Por lo tanto la función de producción se subordina a la de ventas.

¡El significado de Negocio exige que se esté VENDIENDO algo!

En su crecimiento natural, el Negocio incorpora funciones de apoyo que ordenan, regulan y controlan las actividades. De allí emergen las estructuras y los cuerpos organizacionales.

En una empresa existen funciones de apoyo al Negocio: contabilidad, finanzas, control de calidad, marketing, administración de personal, publicidad, etc. Ellas se establecen de acuerdo al tamaño de la Organización y el apoyo que necesitan ventas y producción.

Mientras más grandes las organizaciones empresariales mayores sus estructuras de apoyo. Al punto que a veces “asfixian” las tareas del negocio, produciendo disfunciones burocráticas  y desventajas competitivas.

Las Corporaciones (“cuerpos” constituidos por muchas empresas orgánicas), manejan grandes y diversos portafolios de negocios. En este sentido tienen un complejo desafío para ser eficaces y garantizar la maximización de cada uno de ellos.

Los negocios están sometidos a competencia. Las empresas compiten por medio de los negocios que las sustentan. Es decir, a partir de sus actividades de ventas primero, y de producción.

No son las funciones financieras o de administración las que compiten en el mercado, son las ventas.

Una empresa puede alcanzar niveles excelsos en sus tareas de apoyo. Pero si no tiene un mínimo de solidez y eficacia en las funciones de ventas y producción, NO maximiza el significado de su negocio.

En cualquier emprendimiento comercial, son LAS VENTAS las que determinan la valía de la recompensa, y en ellas deben enfocarse todos los recursos de la organización.

En este punto vale la pena hacer otra aclaración. El MARKETING no es una función del negocio. Esta confusión provoca frecuentes perjuicios. El Marketing es un conjunto de técnicas que brinda apoyo a la función de ventas. Son éstas últimas las que perfeccionan el significado de negocio, no el Marketing.

Un negocio puede existir y ser saludable sin el uso específico de técnicas de Marketing. Pero sin ventas no existe.

En la naturaleza competitiva de los mercados, son cada vez más importantes las técnicas que permiten que el Negocio prevalezca sobre otros, pero esto no justifica el culto que generan y el descuido que provocan en las funciones del Negocio.

Existen emprendedores (y lo que es más grave, hombres de empresa), que fundamentan sus expectativas de Negocio en la aplicación del Marketing. Con ello postergan los intereses básicos de las actividades de ventas.

Cuando los problemas de ventas ingresan por la puerta de una organización, todo lo demás sale por la ventana. Por ello se debe privilegiar su buen estado.

El emprendedor es, por naturaleza, una persona cercana al significado del Negocio, especialmente cuando inicia sus operaciones. Sabe bien que su destino se fundamenta en la capacidad de producir y vender. Estos son algunos aspectos que debe tomar en cuenta:

1.- No se debe administrar el negocio como si se tratase de una empresa.

Al inicio del emprendimiento, debe evitarse la constitución de actividades de apoyo que no sean esenciales. Todas las tareas y funciones deben enfocarse en la gestión de ventas y producción. Poco beneficio se obtiene pensando primero en una oficina que en el mercado. En una secretaria que en un agente de ventas.

Se debe tomar con cuidado la idea de contratar un “Contador” que se ocupe de labores administrativas y molesto “papeleo”. Al inicio del emprendimiento las incipientes labores de evaluación administrativa, contable y financiera son muy importantes, y por lo tanto el Emprendedor debe involucrarse en ellas.

2.- Capacitarse en el conocimiento de conceptos y técnicas que necesitará a medida que el negocio crezca.

Es triste observar emprendimientos exitosos que fracasan debido a que el Emprendedor subestima la necesidad de capacitarse, o no busca ayuda en el momento oportuno.

El conocimiento especializado no es un requisito indispensable cuando se inicia un negocio. La intuición, el instinto y el coraje son más importantes. Pero cuando el Negocio prospera hay que soportarlo con conocimiento profesional.

Quién entiende su significado y sabe manejar bien un negocio, no necesariamente sabrá manejar bien una empresa.

Los conocimientos y las aptitudes son diferentes. Y el primero que debe tomar consciencia de ello es el Emprendedor.

Capacitarse, recurrir oportunamente al apoyo especializado, y saber situarse en la estructura empresarial, son requisitos indispensables.

Así como a las empresas se les exige que retomen un espíritu entrepreneurial para mejorar sus perfiles competitivos, así se le exige al Emprendedor que desarrolle conocimientos profesionales a medida que su Negocio crece.

¿En qué aspectos involucrados en el significado del Negocio debe capacitarse el emprendedor?

Curiosamente lo menos importante son los conocimientos vinculados a las tareas de apoyo. No es necesario que se convierta en contador, administrador, especialista en marketing o finanzas. Existen expertos en estas labores y el Emprendedor debe reclutarlos a discreción. La capacitación que debe privilegiar es en lo siguiente:

a) Estrategia:

Esta es la herramienta por antonomasia para la gestión del negocio. La estrategia es el instrumento que gobierna los intereses del Negocio y desde allí condiciona la administración de la empresa. Estrategia no es lo mismo que Administración. De la misma forma que no es lo mismo el capitán del equipo de futbol que el presidente de la institución.

El Profesional de la Estrategia es el STRATEGOS. Y el emprendedor es el más indicado para convertirse en la persona que ejecute ésa labor. Para ello debe capacitarse en el entendimiento de conceptos fundamentales de Estrategia.

b) Producción y ventas.

c) Liderazgo.

d) Técnicas de control.

Todo este conocimiento está relacionado al gobierno del Negocio.

Los emprendedores forman parte de una élite sin quererlo ni buscarlo. Se propende a pensar que esto es consecuencia de que son pocas las personas que dan “ése salto” hacia el emprendimiento, pero en los hechos lo son por otro motivo mayor: son quienes finalmente dan forma al NEGOCIO.

Con esto inician un circuito virtuoso, del cual depende (sin exagerar), el bienestar de la humanidad.

Fuente: https://elstrategos.com/el-significado-de-negocio/

¿Por qué nos gusta tanto aparentar y exhibir? Presumir de estatus: consumo conspicuo

 Las compras de lujo están al alcance de muy pocos. Las exhibiciones de lo que compramos y de lo que tenemos están al alcance de cualquier persona desde la llegada de las redes sociales

Redacción Protocolo y Etiqueta

Redes sociales: escaparate del consumo conspicuo

El gusto por el exhibicionismo se ha incrementado de forma notable desde la aparición en escena de las redes sociales. Las personas exhiben sin ningún pudor sus compras, sus propiedades, sus pertenencias... hasta sus vidas. Ponen su vida en el 'escaparate' de las redes sociales.

Consumir para presumir y alardear

El consumo conspicuo consiste en gastar para demostrar a los demás un estatus. Tratan de impresionar a los que tienen menos e intentan diferenciarse de las  personas de su misma 'escala social'. Los psicólogos pueden que le vean otras connotaciones.

El término de consumo conspicuo lo acuñó el sociólogo Thorstein Veblen. Definió este consumo como aquel que se hace para demostrar lujo, poder y estatus. Es un consumo superfluo y completamente prescindible.

Contrario a la creencia popular, este gusto por el exhibicionismo no compete únicamente a personas poco educadas o de un bajo nivel cultural. Presumir de estatus es una 'enfermedad' muy extendida entre todo tipo de personas. Con excepciones que confirman la regla.

El exhibicionismo se ha convertido en una profesión. Razón por la cual, hay tanta gente interesada en ese mercado.

Aparentar sin tener

En esta carrera sin meta del exhibicionismo -sobre todo en redes sociales- hay 'accidentes'. Personas que tratan de aparentar y de presumir de lo que no tienen o de lo que no son. Personas que tratan de crearse una vida paralela. Esto suele causar importantes problemas personales y sociales.

No simplemente hablamos de alardear de cosas materiales, sino de vidas idílicas, familias ejemplares, trabajos espectaculares, etc., etc. Un auténtico teatro, montado y exhibido de forma pública para mostrar un escenario ideal de vida. Lo que no queda al descubierto es la tramoya de estas idílicas vidas. Vivimos en la era del gusto por mostrar nuestras vidas a los demás. Desde lo más sencillo a lo más extravagante. Y si no lo tenemos, lo inventamos o lo fingimos.

Terminamos con una cita de Alicia Michavila Díaz en la que hace referencia al vestuario. Perfectamente, podría ser aplicable en este caso: "aparentar lo que no somos, ocultar lo que somos y disfrazarnos de lo que queremos ser: esto es el vestido". El exhibicionismo en las redes sociales tiene mucho que ver con esta cita.

Fuente: https://www.protocolo.org/social/etiqueta-social/por-que-nos-gusta-tanto-aparentar-y-exhibir-presumir-de-estatus-consumo-conspicuo.html


Cambio de uno mismo: el vehículo a la prosperidad

 El cambio que uno haga de sí mismo es llave poderosa de transformación general. Con él se inicia el camino que conduce a todos los objetivos que se mantienen elusivos: reparación de relaciones afectadas, superación de frustraciones, amarguras, y la consecución de la propia felicidad.

Si en este mundo de estrecheces y dificultades puede existir una fórmula mágica que cambie el sino del destino, ésa es, sin duda, el cambio que uno pueda hacer de sí mismo.

¿Por qué la necesidad del cambio?

Todos necesitan cambiar algo en su vida. Esto es inobjetable. No existe un solo ser humano que pueda sentirse exento de la necesidad de modificar algún aspecto de su realidad. El cambio obedece a una lógica poderosa, una que bien dejó planteada Albert Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Si se considera que el producto de las acciones emprendidas no es satisfactorio, nada será distinto si no se produce un cambio.

La lógica y el concepto del cambio debiera ser un imperativo de conducta arraigado en la psique desde la infancia. Tendría que entenderse, desde siempre, que sin la capacidad de cambiar, uno se encuentra inhabilitado para interactuar provechosamente con la vida. Las personas deberían ser conscientes desde tierna edad, que la posibilidad de modificar su entorno y el mundo en el que viven, es una función del cambio personal. Esta capacidad es incluso más importante que saber leer o escribir. Porque determina la calidad de vida que puede alcanzarse.

Sin embargo, la existencia de millones de personas frustradas demuestra que la capacidad de cambiar es posiblemente la más grande de las debilidades humanas.

La mayoría de las personas espera que las cosas cambien primero. Poco valor otorgan al hecho que el cambio se inicie con ellas mismas.

Parece parte de su naturaleza. Se coloca la necesidad de transformación propia al final, después de todo lo que “debe cambiar primero”. Luego se eleva la queja al cielo porque las cosas siguen igual, o peor.

Se hace responsables a todos los demás porque “no cambian”. Se culpa a la comunidad y al país porque las cosas “solo empeoran”. El orden de los factores se invierte y la explicación del fracaso termina por ser responsabilidad de los demás.

Otros perciben el cambio como una agresión a su identidad, a su sentido de individualidad.

Lo entienden como una agresión que proviene del exterior y exige su “adaptación” a modelos o patrones. Un intento de “despersonalizarlos” para que puedan alcanzar aprobación colectiva, aceptación social.

Tras estos conceptos construyen su renuencia al cambio, y piden que el mundo los respete y acepte “como son”.

No esperan cambios, ni propios ni ajenos. Tienen argumentos inflexibles respecto a la realidad, pero son tolerantes con los demás. La tolerancia de quien se siente superior pero condescendiente.

Estas personas se inhabilitan a sí mismos para cualquier proceso de evolución personal. Son individuos que se entienden como “producto terminado”. No ven la necesidad de mejorar o superar nada. Son como hitos del tiempo que pasa a su alrededor y los envuelve, los supera e ignora.

Más sabio es quien reconoce que sabe menos. Y más virtuoso quien admite imperfecciones al mismo tiempo que disposición de superarlas.

De este proceso emerge el hombre grande. No de la convicción de ser un producto terminado y ajeno a la necesidad de cambiar.

La verdad más simple y profunda que existe a efectos de la conducta del hombre es que el mundo solo cambia cuando uno mismo cambia. La energía transformadora emerge de “adentro hacia afuera”.

Quién ha tenido la capacidad de transformarse a sí mismo tiene poder para cambiar su entorno y alterar el mundo en el que vive. Porque sólo así se edifica y deja de ser producto de las circunstancias, o entidad frágil manipulada por el destino.

Una persona no es dueña de nada si primero no es capaz de gobernar su vida e intereses.

El hombre grande emprende un viaje sin final hacia la perfección y la excelencia. En ese proceso convive con la transformación personal permanente. Con sus exigencias, dolor y soledad. Porque SOLO se encuentra quién trata de cambiar su vida mientras todo sigue igual alrededor.

La grandeza del hombre se mide por su disposición de reconocerse incompleto.

El hombre grande es primero consciente de su incapacidad, no de su capacidad. Consciente de lo que ignora y no lo que conoce. De lo que le falta, no de lo que posee. Y es sobre todo humilde respecto al tamaño que tiene y su relación con los portentosos misterios de la vida.

La incapacidad de entender el sentido de la transformación personal se explica porque la mayoría se encuentra en el punto opuesto. Es decir, son hombres que se consideran grandes sin serlo. Viven en función de capacidades y no reparan en limitaciones. Actúan de acuerdo a lo que saben e “ignoran su ignorancia”. Viven en términos de lo que son y no de lo que debieran.

Es un problema de “egos pequeños”. Este es el enemigo fundamental del individuo y su potencial para trascender. Por eso la lucha es esencialmente interna.

Ahora bien, las personas pueden considerarse víctimas del proceso pernicioso de “construcción de egos” que existe en el medio social. Porque éste las afecta incluso antes de tener consciencia y racionalidad.

La educación familiar y social no concientiza al individuo en el sentido que si no cambia reduce sus probabilidades de triunfar.

Esta educación asume una solvencia natural del individuo para ser y hacer bien en tanto se le instruya en esto. Se orienta a un entendimientol maniqueísta del bien y el mal. Olvida esa extensa zona de relativismos, condicionamientos y dependencias en la que se desenvuelve la mayor parte de la actividad humana.

Esta construcción de EGOS desde la educación temprana se fundamenta en el afán de formar hombres seguros, firmes y de convicción.

Se ignora el imperativo de formar personas dispuestas y preparadas para cambiar lo que fuese necesario de sí mismos.

En tanto mayor el ego, menor el entendimiento de la necesidad de cambiar.

El ego inflexible es soberbio. Está dispuesto a pagar altos precios por prevalecer. Y sólo cambia, eventualmente, por la magnitud de la adversidad que le cae encima.

Quien ayuda a construir un gran ego en realidad colabora en el desarrollo de un arma que finalmente se autodestruye.

Las personas con egos de este tipo tienen poca inclinación al cambio. Einstein decía: “recortas y moldeas tu pelo, pero casi siempre olvidas cortar y moldear tu ego”.

En otros casos, la existencia del ego poco inclinado al cambio, no es solo producto de educación, también de experiencias de vida. Si éstas son duras, crean personalidades propensas a la introspección y el aislamiento. Así se forman traumas y complejos. Muros difíciles de franquear, situaciones en las que no es fácil esperar que se entiendan las virtudes del cambio.

Aparte del fenómeno de éste tipo de Ego, existen otros dos grandes motivos por los cuales el cambio no ocurre en algunas personas:

1.- Existe un grupo que reconoce la necesidad de cambiar cosas en su vida, se entiende carente y perfectible, no interpone un ego que se auto justifica, pero tampoco encara el proceso de transformación.

Estas personas se “acomodan” a la situación y a las circunstancias. No les va bien en muchos aspectos pero terminan por aceptarlo y “sobrellevarlo”. Solo se esfuerzan para evitar que las cosas empeoren o salgan de “límites aceptables”.

Son los que le dan nombre y sentido a la mediocridad.

Pocas cosas explican mejor lo que representa ser mediocre que éstos individuos que simplemente se “acomodan” a lo que venga.

Reconocen que deben hacer algo y no lo hacen. No es que le tengan temor a la tarea, simplemente encuentran más sencillo “adaptarse” que cambiar. Y así viven: sin hacer bien ni mal. No piden, no dan, no son.

Poseen enorme flexibilidad. Ésa que justifica la afirmación que el hombre es un “animal de costumbres”. Sobreviven entre rutinas básicas, viven las limitaciones del momento. Carecen de sueños y visiones.

Causa menos daño interactuar con un hombre que no reconoce la necesidad de cambiar, que interactuar con estos abanderados de la mediocridad, que aceptan la necesidad del cambio pero no lo hacen por comodidad.

Si la sensatez no prevalece, en algún momento la vida produce circunstancias que doblegan al más irreductible. Pero los mediocres nunca son doblegados. Los rigores de la vida no los afectan, sólo ponen a prueba su inmensa capacidad de adaptación. Estas personas mueren en su ley: incólumes en su defecto. No sienten o sufren la precariedad de su situación (aunque íntimamente la reconozcan), pero provocan sufrimiento y frustración a su alrededor.

2.- Otro grupo de personas, uno que compite en número con el anterior, no encara el cambio o la transformación por temor.

Reconocen la necesidad de cambiar, entienden el provecho que les puede representar, ponen un ¡alto! a la vida que llevan pero no encaran el proceso transformador. Quieren, pero no pueden, y esto los llena de inseguridad y miedo.

Y es que el cambio no es sencillo. El proceso es lento y doloroso, la pelea se produce en los lugares  más íntimos. El enemigo principal es uno mismo.

Mientras más importante el cambio que se desea, más lentamente se produce, remeciendo a cada paso las estructuras del ser. Este transcurrir cansino del tiempo contrasta violentamente con el torbellino interno que el cambio produce. Y pone a prueba toda paciencia y fuerza de voluntad. Y si el tiempo termina por paralizar el proceso, da paso a una profunda frustración. Una sensación inconsolable de derrota.

El cambio se produce en soledad, y este es otro factor que amilana a cualquiera.

Nadie está (ni tiene por qué estarlo), pendiente del cambio que alguien lleve a cabo en su vida. El proceso es íntimo, personal. El mundo no detiene ninguno de sus giros. Nada cambia “allá afuera”, todo sigue su curso, sin pausa y sin misericordia. La realidad permanece inalterable e impasible.

Este proceso solitario puede durar mucho tiempo, y ello intimida.

El cambio se produce contra la tendencia natural que tiene la personalidad formada en el tiempo. La transformación personal “pare” un nuevo individuo. Pero en los hechos éste convive con el anterior hasta que se produce la simbiosis.

La tensión intestina durante el proceso es difícil de administrar.

El cambio produce dolor en tanto se está gestando. Es una lucha dura contra conceptos y pensamientos de raíz profunda. Hábitos, estilos de pensar y de hacer, actitudes, juicios. El dolor puede ser hasta físico, porque se rompen moldes de conducta, rutinas, costumbres.

En tanto se da el cambio, otro dolor se produce. Aquel que infringen las personas cercanas, los seres queridos.

Ellos tienen importancia vital. En muchos casos explican el deseo de cambio. Pero dado que no participan en el proceso, terminan siendo insensibles a la fragilidad del que lucha por transformar su vida.

Quien se encuentra en el proceso de cambiar enfrenta estímulos negativos a su alrededor y se violenta. Inconscientemente espera reconocimiento y tolerancia, pero halla respuestas neutras (en el mejor de los casos). Esto tiene explicación: el cambio se produce de adentro hacia afuera. Por lo tanto NADA cambia alrededor, el proceso es interno, y en tanto no dé frutos, no tiene capacidad de alterar el entorno.

Por último, la vida presenta continuas pruebas a quien está cambiando.

Lo hace a cada instante, especialmente en las etapas de mayor fragilidad. Nunca existe ése “ambiente propicio” para encarar una transformación personal. No hay ése “remanso de paz” que ayude. Por el contrario, las energías insondables del universo se activan ante la sola percepción de que hay un proceso en marcha. Y lo someten a las pruebas más duras.

Las personas que quieren cambiar el curso de sus vidas precisan de un elemento vital para vencer: carácter.

La dificultad de entender, efectuar y sostener el cambio requiere carácter. Éste es el aspecto vital de diferenciación entre los que triunfan y los que salen derrotados.

El hombre de carácter, aquél que tiene firmeza, energía y genio, entiende la necesidad de cambiar y cambia. Se concentra en sí mismo para alterar las cosas a su alrededor. No echa culpas ni demandas sobre los demás. Da el primer paso.

Este paso: “yo cambio”, inicia el circuito virtuoso de la transformación.

Pocos lo dan, solamente hombres y mujeres de carácter. Ésa madera que distingue a las personas destinadas a ganarle la partida a la adversidad y alcanzar los favores de la vida.

Y como pocos invierten el esfuerzo y sacrificio, muchos terminan siendo los frutos que recogen. De hecho todos aquellos que la gente cómoda e insensata no obtiene nunca.

¿Qué se debe cambiar?

Las personas deben cambiar todo aquello que no les genera provecho. Lo que provoca problemas frecuentes e impide alcanzar un mínimo equilibrio emocional. Igualmente aquello que se interpone con la realización personal, presente y futura.

El cambio es una respuesta a todo lo que no se encuentra bien.

En tanto que es un proceso que transcurre de “adentro hacia afuera”, comienza tratando los hechos de lo grande a lo pequeño.

Lo que debe cambiarse involucra, de una u otra forma, lo siguiente:

El concepto sobre la vida.

Es probable que el concepto de la vida, aquel que “siempre” orientó el camino, esté equivocado.

Si los resultados que se esperan no son los que se obtienen, y esto no se ha modificado con todos los esfuerzos invertidos, entonces debe revisarse el propio concepto de vida y, eventualmente, cambiarlo.

Este es el cambio más difícil por su carácter integrador, dado que cualquier concepto sobre la vida involucra una forma de ver y entender todo.

La evaluación de estos conceptos lamentablemente emerge como producto de dificultades. De hecho, la forma de ver y entender la vida es algo en lo que no se repara sin sufrir contrariedades. Este cambio es, muchas veces, fruto de pena y sufrimiento.

Los conceptos que se tienen sobre lo que es la vida y lo que debe hacerse en ella, emergen de dos vertientes. El conocimiento del mundo y las experiencias vividas.

Si los resultados que se obtienen no son los que se esperan y no conducen a un mínimo de bienestar, entonces el conocimiento del mundo es insuficiente. O lo que se hace en él está mal, y probablemente ambas cosas se necesiten cambiar.

El cambio de conocimientos es un proceso racional, de ilustración y aprendizaje. Se precisa una mente amplia y dispuesta. Con ello es muchas veces suficiente. Porque el problema sobre un escaso o errado conocimiento de la vida no radica en la incapacidad de aprender, más bien en la pereza mental.

¡Solo hace falta un sincero deseo por conocer más del mundo y de sus cosas para consolidar un concepto de vida acertado!

Las experiencias, que son el otro ingrediente que define el concepto de las cosas, deben constituir un activo influyente. Bien porque corresponda evitar errores pasados o se trate de replicar buenos resultados. Las experiencias constituyen guía primordial para los grandes cambios. Sus resultados demuestran si se transita, o no, el camino correcto.

A medida que el hombre tiene mayor conocimiento del mundo y más extensas son sus experiencias, más fácil y eficiente debiera resultar un cambio sobre conceptos que guían su existencia.

Esto contrasta con la opinión que mientras mayores son las personas menos proclives son al cambio. Existe diferencia entre la capacidad de encarar eficientemente cambios y el temor a lo diferente o desconocido. Muchas veces es esto último lo que determina la aversión al cambio entre personas de mayor edad. De allí en más, el conocimiento sobre la vida y las experiencias que se tienen en ella, debieran ser guía suficiente para cambiar lo que fuese necesario.

Las relaciones con otras personas.

El hombre es un animal social y las personas alrededor condicionan la manera en que transcurre su viaje por la vida.

Estas relaciones producen energía para el camino o la quitan. Si el segundo caso es el que prima, bien vale la pena evaluar un cambio en la naturaleza de esas relaciones.

Esta necesidad es un imperativo de beneficio propio, y no tiene nada que ver con los intereses de los demás. Acá no importa determinar buenas razones, ¡el cambio propio es el que transforma las cosas alrededor!

Un sano egoísmo es necesario para enfrentar estas situaciones, porque pueden ser difíciles y dolorosas.

Las relaciones que no funcionan bien con otras personas alteran la vida. Y muchas veces lo hacen por faltas claramente atribuibles a los demás.

En situaciones como estas, llegar a entender que uno es quien tiene que cambiar aun cuando los otros estén en evidente la falta, resulta difícil. Sin embargo, si prevalece el interés propio, el mejor camino comienza por un cambio personal, sin esperar que el correctivo sea aplicado primero por los demás. Esto es lo que define un sano y necesario egoísmo.

Ahora bien, el cambio propio no implica validar ninguna conducta o posición ajena. Es un intento de enmendar y corregir lo que uno no esté haciendo bien en la relación con otras personas.

Más allá de las cuentas finales, todas las partes tienen cuota de responsabilidad en relaciones que no funcionan. Y el cambio está destinado a honrar esa cuota que le corresponde a uno. De allí en adelante, si la relación no prospera, el punto terminal encuentra a la persona sin deuda.

Por otra parte, existe alta probabilidad que el cambio propio desencadene cambios generales que beneficien la relación. ¡Hay mucho poder en esto! Uno similar al que tiene una corriente de agua cuando ya no es contenida por un dique. Energía que produce más energía y transformación. Para ello solo es preciso abrir una pequeña compuerta: el cambio propio. La transformación personal que no espera por nadie y se rinde tributo a sí misma.

Una frase budista expresa que en toda persona con la que se interactúa se debe ver a un maestro.

Toda relación, buena o mala, enseña algo. Ahora bien, como todo proceso educativo es en esencia transformador, toda relación debiera servir para cambiar algo que sea preciso. Éste es el premio, y no lo que en última instancia suceda con la relación.

Una experiencia sirve para ser mejor persona en la siguiente etapa. Hasta el momento en que se está preparado para sostener relaciones de mayor calidad.

Los hábitos y las costumbres. Su importancia en el cambio.

¡Malos hábitos y malas costumbres! Estos forman parte de la problemática que se produce en la relación con otras personas. Son a la vez insumo y producto de los conceptos que se tienen de la vida.

Solo con fuerza de voluntad y método se pueden cambiar hábitos y costumbres. Fuerza de voluntad para iniciar el proceso sin ceder un palmo del terreno que se conquiste, y método para hacer factible el cambio.

El método más fiable es el de los pasos pequeños y progresivos. En estos casos lo pequeño conquista el premio mayor en un proceso de acumulación de victorias.

Y es que éxito sobre hábitos y costumbres se escribe con “e” minúscula. Y si existe la gran victoria, el triunfo final o el éxito grandioso, éste no es nada más que una suma delicada de éxitos con “e” minúscula. Logros pequeños, concretas victorias.

Recomendaciones para propiciar y sostener el esfuerzo de cambio.

1.- Mantener claro y firme, el concepto siguiente: “si quiero cambiar el rumbo de mi vida, debo cambiar yo”.

Nada cambiará alrededor en tanto no se produzca primero el cambio propio. Si se necesita que el cambio se produzca, éste es el aliciente que debe acompañar todo el proceso, por difícil y largo que fuese.

2.- Cada victoria sobre la dificultad construye una nueva y mejor persona.

En el esfuerzo de sostener el proceso de transformación, cada día se es mejor que el anterior.

3.- No retroceder nunca hacia un punto previamente alcanzado.

Este es terreno CONQUISTADO con mucho esfuerzo, y no se puede ceder.

4.- Recordar que pocos pueden hacer lo que se está haciendo.

Al sostener un proceso de transformación personal, el hombre se incorpora a un grupo selecto de personas que han salido de una situación mediocre y cómoda.

5.- Éxito se escribe con “e” minúscula.

El cambio grande tiene que ser producto de pequeñas transformaciones, objetivos alcanzables día por día, jornada por jornada.

El cambio completo se alcanza subiendo una escalera formada por peldaños pequeños, uno a uno. Aquí no existen atajos, y el ascensor no lleva a ninguna parte. Mientras más grande, difícil y desafiante el objetivo del cambio, más debe fragmentarse en pequeñas etapas y desafíos.

Si la transformación personal se asociara a la fábula de la tortuga y la liebre, esta última nunca podría salir victoriosa. Porque las fuerzas no le alcanzarían para toda la jornada. El cambio no es una cuestión de velocidad, es un asunto de método. Las fuerzas deben dosificarse.

6.- Ser disciplinado y tener respeto por uno mismo y por el esfuerzo.

No dar margen a la debilidad. Cuando exista alguna circunstancia que pueda ocasionar la pérdida de terreno conquistado, acordarse de todo el sacrificio y esfuerzo invertido en llegar hasta allí.

El mundo ha demostrado que nadie tiene pena por uno si básicamente uno no se tiene pena a sí mismo. No hay que olvidar que uno es quien está cambiando, no el mundo alrededor.

7.- Ha llegado el momento de aprender a tener paciencia.

Si esta maravillosa virtud ha sido esquiva, ahora es cuando se la debe rescatar, no hay mejor momento. ¡Paciencia! Capacidad para asimilar los disgustos y sinsabores que el proceso presenta.

El hombre que ha decidido cambiar comienza a tomar consciencia de la “fealdad” que siempre lo ha rodeado, y la naturaleza que tiene la mediocridad. Porque ahora la reconoce “desde la otra orilla”. La mediocridad sólo se ve y siente cuando se ha salido de ella.

El camino de la transformación personal es en realidad un puente que  conduce de la mediocridad a la virtud. En medio del puente se ve y siente un turbión oscuro, rugiente, amenazador. Paciencia y paso firme. El viaje es muchas veces largo y difícil, pero concluye con un incomparable premio de grandeza.

8.- ¡Cuidado con las personas más cercanas, ellas son las que tienen mayor poder para interrumpir el proceso!

No es extraño que la dificultad más seria se presente de esta forma. Las personas más cercanas muchas veces forman parte del “statu quo” que no cambia fácilmente.

Ellas serán, seguramente, las primeras beneficiarias del esfuerzo y la victoria propia. Pero en el proceso pueden representar el obstáculo principal. En este caso es bueno recurrir a las reservas más preciosas de cariño y amor que se tenga por ellas.

9.- Y por último lo más lógico: el proceso de transformación personal es un juego de “ganar-ganar”. Porque de hecho algo diferente se alcanzará al hacer las cosas de manera distinta.

¿Qué se pierde? En realidad poco se arriesga, pero es muchísimo lo que se puede ganar.

Fuente: https://elstrategos.com/el-cambio-de-uno-mismo-y-la-prosperidad/

Los codos fuera de la mesa ¿Por qué no debemos poner los codos en la mesa mientras estamos comiendo?

 Poner los codos sobre la mesa cuando se está comiendo está considerado un gesto de mala educación. ¿Por qué?

Redacción Protocolo y Etiqueta

Quita los codos de la mesa, nos han dicho siempre desde pequeños

El saber estar en la mesa significa algo más que saber utilizar los cubiertos. Saber cómo comportarse de forma apropiada puede ir desde cómo sentarse correctamente a qué temas se pueden hablar en la mesa.

En esta ocasión hablamos de la famosa frase que hemos escuchado desde pequeños: "no pongas los codos en la mesa". A la que le falta una coletilla: "al menos mientras comes". Si no estás comiendo, se puede permitir, aunque tampoco es recomendable por las razones que veremos a continuación.

Los codos fuera la mesa, ¿solo mientras estás comiendo?

El origen de esta regla de etiqueta no está documentado de forma precisa. Es posible que sea una cuestión más pragmática que cualquier otra cosa. Veamos algunas de las razones por las que no se deben poner los codos en la mesa.

Poner los codos en la mesa mientras comemos es una cuestión meramente práctica. Haga la prueba. Trate de utilizar los cubiertos con los codos apoyados en la mesa. Tarea imposible.

Espacio ocupado. Para evitar ocupar más espacio del debido, se estableció, desde la época de los grandes banquetes medievales, que apoyar los codos en la mesa era de mala educación. Podía ser una molestia para los comensales que se sentaban juntos porque podían chocar los brazos. Y en esos tiempos un simple choque podía acabar con una buena disputa o pelea.

Otra de las razones prácticas esgrimidas era evitar 'accidentes' en la mesa. Al poner los codos podemos tropezar los platos, los cubiertos, etc. Incluso, podemos entorpecer el trabajo de la persona que está sirviendo tanto la comida, como la bebida.

¿Cómo debemos colocar los brazos en la mesa?

Podemos imaginar que la mesa es una máquina de escribir o un teclado de ordenador. ¿Cómo? Se estarán preguntando. Vamos a verlo.

Podemos apoyar nuestras muñecas o antebrazos en el borde de la mesa. Pero, mejor, no ir más allá. Es decir, sin llegar a los codos. 

Para terminar, como hemos visto, la 'mala educación' de una persona que apoya los codos en la mesa, es más una cuestión práctica que otra cosa. No obstante, como en la mesa debe primar la amabilidad y la consideración, la práctica pone de manifiesto que colocar los codos en la mesa puede ser molesto y desconsiderado con nuestros compañeros de mesa.

Fuente: https://www.protocolo.org/social/etiqueta-social/los-codos-fuera-de-la-mesa-por-que-no-debemos-poner-los-codos-en-la-mesa-mientras-estamos-comiendo.html