“Recuerda que morirás”, éste es el significado de la
expresión latina “Memento Mori”. Y nada hay más cierto y
útil que tenerlo presente cada momento. El final que espera a todo ser no es
ningún misterio, es algo inminente. Sin embargo, ¿cuántos pueden decir que
tienen su propia vida como protagonista de la existencia?
En los momentos apoteósicos del triunfo, cuando los
gobernantes de la poderosa Roma recibían los vítores de la población, pocos se
detenían a observar que detrás del comandante caminaba un humilde personaje que
le susurraba al oído: “recuerda: eres mortal”. Esa era la manera de evitar que
se envaneciera con el aroma seductor de la victoria.
¡Cuánto valor y significado tiene ése pequeño acto!
Recordar, en el momento de mayor gloria, que todo hecho es pasajero cuando se
contrasta con el inevitable fin. Igualmente en la dificultad, porque ella es
también intrascendente ante la certeza final.
¡Vive y actúa hoy, el mañana es ajeno! Ésta debiera
ser la premisa del individuo inteligente. En ella se incluyen perfectamente
ambición y paciencia, deseo y contención. Si uno está sanamente consciente que
un día morirá, no se brinda al desenfreno, ni tampoco a la parsimonia.
No son tiempo, dinero o energía los bienes más
valiosos que se poseen, es la propia vida. Ésta sustenta todo lo demás. Quién
está vivo es dueño de la mayor fortuna del universo: LA POSIBILIDAD. La muerte
es el final, en tanto cada día de vida es solo un nuevo comienzo.
En los dulces momentos de la victoria, “Memento
Mori”.
Esto otorga significado al éxito. Así queda incluido
en un contexto de genuino valor, para uno mismo y los demás. De otra forma se
convertiría en un fin en sí mismo. Y como tal, tendría sabor amargo.
Vivir es más importante que ser exitoso. Y recordar
que uno es mortal cuando todo parece positivo, es la mejor forma de valorar los
pequeños momentos, los seres queridos y la necesidad de compartir las
bendiciones. Esto no solo es lógico, también es receta eficaz para alcanzar
nuevos triunfos.
Es probable que cómo a los comandantes romanos, la
fragancia de la victoria genere una sensación equivocada de invulnerabilidad,
arrogancia y fatuidad. Y nada de esto ayuda para mantener la buena fortuna.
Son muchos y muy equivocados los conceptos sobre la
muerte en este mundo, especialmente en las sociedades occidentales. Hablar de
ella no se considera útil o de buen gusto, menos aún en momentos de parabienes.
Pero esto es un error. Sólo el entendimiento sensato de la mortalidad, permite
disfrutar apropiadamente del éxito y la fortuna.
Nadie puede vivir a plenitud si no tiene consciencia
de lo inevitable que es la muerte. Y no se puede medir el valor del éxito sin
contrastarlo con esta realidad.
Bien lo decía Michel de Montaigne: “practicar la
visualización de la muerte es practicar la libertad. Un hombre que aprende a
morir ya no aprende a ser esclavo”.
La idea de la muerte no ata, más bien suelta los lazos
que mantienen cautiva la vida, y esto es indispensable para capitalizar el
éxito.
En los momentos amargos del fracaso y la
derrota, “Recuerda que vas a morir”.
La muerte es el “gran igualador”, pero no es el único.
Hay otros elementos que alcanzan a todos: el dolor, la tribulación, el fracaso.
No hay un ser en este mundo que sea ajeno a ellos en determinado momento o
circunstancia.
Por ello, bueno sería dejar de pensar ¿por qué a otros les va mejor que a mí? La respuesta a esto es la
expresión más contundente de la relatividad que gobierna este universo. Están
previstas dosis de cal y arena para unos y otros. Solo el final será idéntico para
todos, “Memento Mori”.
Si algo proporciona la vida es LA POSIBILIDAD. Y en
tanto ella esté presente, todo puede y debe cambiar. No es triste y de mal
gusto la idea de la mortalidad, más bien el hecho de estar muerto aun cuando se
goza plenamente de vida.
Para no parecer banal es mejor evitar la demanda de
una “vida plena” como objetivo de existir, puesto que muchos dirán que eso es
“vender espejitos”. Pero exigir que se viva plenamente en tanto se pise esta
tierra, no es algo superficial, es lo más lógico que hay. Así como la luz
existe para iluminar, la vida está para vivirse. Cualquier otra cosa es un
sinsentido.
Si estás vivo, entonces ¡vive! Es así de simple. Solo
la muerte es irremediable. Lo demás cambia siempre, mejora y empeora. No hay
ninguna fatalidad en esto. Porque finalmente nada sería el placer sin la
existencia del dolor; el amor sin desamor, o el triunfo sin el fracaso. Todos
estos factores forman parte del vivir y son comunes para la humanidad entera.
Es absurdo esperar que la realidad sea siempre como
uno la quiere, y estúpido sentirse mal cuando no es así. Estar vivo significa
ser feliz algunas veces e infeliz otras. Recuerda: eres mortal, no
una figura de porcelana incapaz de sentir, y tampoco un dios mitológico capaz
de abstraerse de las vivencias humanas.
Al arribar la muerte, fortunas e infortunios
desaparecerán. Lo que viene luego es un misterio, por eso no es sensato asumir
que el fin es solo un comienzo. Eso nadie lo sabe.
Una cosa si es cierta sin embargo: la vida es sinónimo
de POSIBILIDAD, y a partir de ello se puede actuar ahora mismo.
No pierda tiempo, “Memento Mori”.
¡Viva y actúe hoy!, el mañana no le pertenece. No haga
apuestas insensatas con la existencia. La POSIBILIDAD está presente hoy, en
este preciso momento, mañana ya no se sabe.
Diga ahora mismo eso que no se anima a decir, ame de
la misma forma en que quiere ser amado. Dé el paso que se resiste a dar hace
tiempo, y tome ésa decisión que lo tiene atragantado. Si se equivoca, pues
bien, ¡no hay problema!, la POSIBILIDAD de enmendar está omnipresente en la
vida.
El error es como el invierno que se disipa con la
primavera, el arrepentimiento por no haberlo hecho es como un periodo glacial.
Hay que aprender algo que es verdaderamente consustancial con la existencia: es
muchas veces mejor pedir perdón que pedir permiso.
¡Actúe! La vida es movimiento, la parálisis es la
esencia de la muerte.
La responsabilidad es una de las mejores
cualidades humanas, esto es verdad. Pero es aún más cierto que uno es solo
responsable por lo que hace hoy, el mañana es un albur.
Bien resumía Séneca el sentido profundo de
“Memento Mori”:
“Preparemos nuestras mentes como si hubiéramos llegado al final de la vida. No pospongamos nada. Balanceemos los libros de la vida todos los días. … A quien da los toques finales a su vida cada día, nunca le falta tiempo”.